La nota, de entrada nomás, se
despacha con los típicos insultos a la figura del ilustre Caudillo. Con la
misma mesura y honestidad de los unitarios del siglo XIX, Lynch considera a Rosas
un tirano y un imitador de Caligula. A partir de semejante introito uno se da
cuenta que nada serio y objetivo podrá encontrar en ese texto; no obstante
ello, y desafiando lo aconsejable para estos casos, nos adentramos en su lectura.
¿Y que es lo que
encontramos a continuación? Una trascripción de los argumentos en contra de Rosas
que escribió el historiador Isidoro Ruiz Moreno en el diario La Nación del 8 de noviembre
de 1999, y que fueron oportuna y prolijamente refutados por el Instituto Juan
Manuel de Rosas, en su Revista Nº 57 de octubre/diciembre de 1999.
En aquella nota Ruiz Moreno decía
que Rosas “se declaró enemigo de la gesta
independentista de 1810 tal como él mismo lo
especificó posteriormente en un discurso el 25 de mayo de 1837” .
Pues bien, si uno lee aquel
famoso discurso del Restaurador, no tiene la menor duda de que este historiador
liberal hac
Bochornoso es
comparar el ultimátum de la
Francia del 23 de septiembre de 1838 con lo que se ha
conseguido”… “En una palabra, lo único que se ha conseguido es el
reconocimiento de un principio que no hay que registrar en un tratado, porque
el que perjudica a otro le debe indemnización”. Ironías aparte, no hay dudas que un
historiador tiene que ser muy
Así pues, Ruiz Moreno prosigue con
su retahíla de falacias y a continuación
recurre al ya polvoriento reproche según el cual “
A todo esto Benegas Lynch, para
rematar su libelo, nos deja una truculenta serie de citas injuriantes al
Restaurador proferidas por personajes como Mitre, Echeverria, Sarmiento y
Levene; como si tuvieran algún valor probatorio los dichos sin fundamento de
sus mas acérrimos enemigos; los cuales además fueron los responsables de la
falsificación de nuestra historia. Hacer eso es querer probar una mentira
citando a la propia mentira.
Inclusive mete en esa misma bolsa
putrefacta al general San Martin citando una supuesta carta a Gregorio Gomez
del 21 de septiembre de 1839 en la que este desaprueba cierta actitud
persecutoria de Rosas respecto de algunas personas de las cuales el Libertador
tenia buen concepto; carta que tal como ha sido probado por el historiador Eros
Nicola Siri es apócrifa, y que además aunque no lo fuera, esta totalmente
descontextualizada.
Si se quiere saber realmente lo
que pensaba San Martín de Rosas, hay numerosos documentos al alcance. En ellos se puede constatar que el Libertador
aprobaba “con placer” el gobierno “firme” de Rosas (carta a Tomas Guido
del 6 de abril de 1830), y consideraban que no había otra forma de “cortar los males que por tanto tiempo han afligido a nuestra
desgraciada tierra, que el establecimiento de un gobierno fuerte, o más claro, absoluto,
que enseñase a nuestros compatriotas a obedecer” (carta a Guido del
17 de diciembre de 1835).
En esas cartas que la historia
oficial trató de ocultar esta clarísimo no solo que el Libertador apoyaba la obra
de Rosas sino que condenaba a los unitarios que se unían a las potencias
extranjeras. En efecto en una carta del 10 de junio de 1839 decía: “lo
que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de
partido se unan al extranjero para humillar a su Patria… una tal felonía ni el
sepulcro la puede hacer desaparecer”. En otra, del 2 de noviembre de 1848, se alegraba por
los triunfos del Restaurador diciéndole: “a
pesar de la distancia que me separa de nuestra Patria, usted me hará justicia
de creer que sus triunfos son un gran consuelo pa mi achacosa vejez”.
Están también –obviamente- las
cartas en las que San Martín apoya la forma en que Rosas defendió nuestra
soberanía. En ellas además se puede ver la confianza que tenia en el
Restaurador. En una decía por ejemplo: “yo
estoy tranquilo en cuanto a las exigencias injustas que puedan tener estos
gabinetes, por que todas ellas se estrellaran contra la firmeza de nuestro don
Juan Manuel” (carta a Guido del 27 de diciembre de 1847).
Y tenemos sobretodo el Testamento
del Libertador; en el cual dispone que: “El sable
que me ha acompañado en toda la
Guerra de la independencia de la América del Sud, le será
entregado al General de la República Argentina Don Juan Manuel de Rosas,
como prueba de satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con
que ha sostenido, el honor de la
República contra las injustas pretensiones de los extranjeros
que tratan de humillarla”. Este acto jurídico de gran trascendencia aventa cualquier duda al
respecto y constituye el mayor halago y tributo que argentino alguno
pueda haber recibido.
Y una cosa más. San Martín al
final de su vida le dirá a Rosas lo siguiente: “...como argentino me llena de un verdadero
orgullo al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor,
restablecidos en nuestra querida patria: y todos esos progresos efectuados en
medio de circunstancias tan difíciles en que pocos estados se habrán hallado.
Por tantos bienes realizados, yo felicito a Ud. Sinceramente… Que goce Ud. de
salud completa y que al terminar
su vida pública sea colmado del justo reconocimiento de todo argentino.
Son los votos que hace y hará siempre a favor de Ud. éste su apasionado amigo y
compatriota que besa sus manos” (6
de mayo de 1850).
Que
sigan pues los liberales con sus injurias, falacias, y ocultamientos. Nosotros
en tanto seguiremos cumpliendo los deseos postreros del general don José de San
Martín: colmando a don Juan Manuel del “justo
reconocimiento” que se merece.
Dr. Edgardo Atilio Moreno