Es este nuestro modestísimo grano de arena y nuestro homenaje a la monumental tarea historiográfica que emprendieron los maestros del revisionismo fundacional en pos de develar la verdad histórica y de poner la historia al servicio de los intereses de la Nación.
jueves, 27 de septiembre de 2012
PEDIDO A LOS REVISIONISTAS CATOLICOS
A los camaradas y amigos de la Tradición:
Ya es de público conocimiento el homenaje que el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”, junto al recién creado Instituto Nacional del Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano “Manuel Dorrego”, tiene previsto realizar al líder terrorista y marxista del llamado peronismo revolucionario John W. Cooke.
Este es el resultado lógico y natural de la colusión con la llamada “izquierda nacional”, comenzada por ciertos referentes del revisionismo en los años 60. En aquel tiempo, tal actitud mereció el repudio de personalidades eminentes de esta corriente historiográfica, como lo relata de modo exhaustivo el Doctor Antonio Caponnetto en el Tomo III de su “Los críticos del revisionismo histórico”.
También es de púbico conocimiento la digna renuncia del académico Jorge C. Bohdziewicz al Instituto, en razón de tal homenaje. Todo esto, unido a la sumisión más degradante a la tiranía kirchnerista, no es más que el punto final de la traición al espíritu original del revisionismo histórico y más aún al revisionismo histórico católico, cuyos representantes son honrados de modos diversos en el desnaturalizado Instituto.
Es por eso que, a título personal (sin comprometer en esto al resto de los fundadores), pero con el único mérito de haber acompañado en la creación del Instituto de Estudios Históricos “Juan Manuel de Rosas” de Rosario, al fallecido y recordado Doctor Héctor B. Petrocelli, académico del Instituto Nacional, que propongo a los académicos que también repudian este tipo de actitudes y a todos los camaradas revisionistas y católicos, lo siguiente:
1. La refundación de un Instituto “Juan Manuel de Rosas”, retomando los principios que dieron origen a su fundación
2. El retiro de la actual sede del Instituto de la placa que contiene los nombres de los sacerdotes vinculados al mismo, la mayoría de los cuales fueron patriotas, fieles a la Tradición católica y enemigos declarados tanto del liberalismo como del marxismo
3. El pedido, a la autoridad eclesiástica que corresponda, de la eliminación del permiso para tener oratorio privado, a un Instituto que viene renegando desde hace 40 años de la ortodoxia católica que dice respetar
4. La eliminación inmediata del nombre del Padre Alberto Ezcurra Uriburu en el oratorio mencionado, incompatible con los homenajes que se hacen a quienes fueron adversarios suyos, tanto en su dirección del Movimiento Nacionalista Tacuara como en su posterior labor sacerdotal, en la que – fiel a la Doctrina Social de la Iglesia Católica- no se cansó de predicar contra las ideologías liberal y marxista, como contrarias a la Fe y a la Tradición fundacional de la Patria
Fernando Romero Moreno
Rosario, 26 de septiembre de 2012
Miembro fundador del Instituto de Estudios Históricos “Juan Manuel de Rosas” de Rosario
domingo, 23 de septiembre de 2012
RENUNCIA
Buenos Aires, 19 de septiembre de 2012.
Sr. Presidente del
Instituto Nacional de Investigaciones
Históricas
“Juan Manuel de Rosas”
Dr. Alberto González Arzac
De mi consideración:
He recibido la invitación al
homenaje que el Instituto que Usted. preside, conjuntamente con el Instituto
Nacional del Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano “Manuel
Dorrego”, ha decidido hacer a John W. Cooke con motivo del 34 aniversario de su
fallecimiento, y al respecto quiero expresarle lo siguiente.
He seguido de lejos la evolución del
Instituto Nacional de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas” desde
que se convirtió en un organismo nacional. Fui designado Académico, seguramente
porque integraba desde hacía muchos años la asociación civil con su mismo
nombre. Viene al caso recordar que le manifesté a Carlos French en más de una
oportunidad la inconveniencia del paso que se pretendía dar y finalmente se dio.
Colgado del presupuesto y dependiente, en consecuencia, de los gobiernos de
turno, el Instituto perdería su independencia con el riesgo de convertirse en
instrumento de las veleidades ideológicas de los superiores jerárquicos en la
cartera de la cual dependería, unos peores que otros, según pudo verse, desde
la malhadada nacionalización. Otro riesgo era la incorporación de personas
absolutamente ajenas a la investigación histórica y con objetivos políticos
partidocráticos, cosa que se ha verificado.
No hace falta recordar la
significación del Instituto en el devenir historiográfico de nuestra Patria y
su aporte al esclarecimiento del pasado nacional. Tampoco la calidad
intelectual de sus miembros, la cual otrora la distinguía de otras corporaciones.
Pero es inevitable contrastarla con su actual caricatura. Hasta pareciera que
toda su función se ha reducido a recordar efemérides, animar peñas, cobijar
disertantes oportunistas ajenos al ideario revisionista so capa de un imposible
ejercicio pluralista de la historia, y a organizar homenajes, entre ellos el
penoso que se pretende dar a un individuo que contribuyó a formar los cuadros ideológicos del terrorismo
marxista que desencadenaron una guerra homicida contra la Patria argentina.
Lo dicho es suficiente y el
susodicho homenaje más de lo que se puede tolerar con benevolencia. Por lo
tanto, le hago presente por medio de esta nota mi renuncia como Académico del
Instituto, deplorando solamente no haberlo hecho antes.
Saluda a Usted
Jorge C. Bohdziewicz
jueves, 20 de septiembre de 2012
URQUIZA SE BUSCA... PARA RENDIR CUENTAS
En un artículo titulado “Urquiza se busca”, el escritor liberal Alejandro Poli Gonzalvo hizo un encendido panegírico del General Justo José de Urquiza.
La nota de marras fue publicada en el diario “La Nación” del 26 de octubre de 2010, y en ella el autor sostiene que el caudillo entrerriano tuvo “la grandeza de acordar con el oponente en beneficio del valor superior de la nación”; que fue un “verdadero estadista”; que en pos de sus ideales abandonó su posición partidista; que superó las discordias que aquejaban a nuestro país; y que estaba “exento de revanchismos hacia quienes fueron sus enemigos”; entre otros elogios similares.
Lo insólito es que toda esta glorificación viene al caso por el hecho de que Urquiza derrocó a don Juan Manuel de Rosas, y se arregló con Mitre y los liberales. Obviamente el autor no tiene en cuenta que al hacer esto el entrerriano, primero traicionó a su Patria, uniéndose a un enemigo exterior; y luego abandonó a un destino de muerte y padecimiento a aquellos que confiaban en él.
Es decir el elogio es completamente improcedente, y la realidad es que Urquiza fue todo lo contrario de lo que se quiere retratar.
Este caudillo cuando se pronunció en contra de Rosas no lo hizo teniendo en cuenta el interés supremo de la Nación, sino sus intereses personales. Lo que buscó fue conservar su inmensa fortuna, amasada en gran parte con negocios turbios, y conservar el poder omnímodo que tenía en su provincia. Su mismo secretario personal, Nicanor Molina, dio testimonio de ello al decir que “al pronunciamiento se fue porque Rosas no permitía el comercio del oro por Entre Ríos”.
Por otro lado Urquiza no abandonó su posición partidista —como dice Gonzalvo— movido por ideales sino por los patacones con que los brasileños lo compraron. Y esto no es algo que afirmen gratuitamente los revisionistas sino que lo reconoce expresamente un antirrosista como Domingo Faustino Sarmiento en una carta que le envió al entrerriano, el 13 de octubre de 1852, en la cual le enrostra que conocía las razones por las que entró en la alianza en contra de Rosas, y que se le cayó la cara de vergüenza cuando los brasileños le dijeron "¡Sí, los millones con que hemos tenido que comprarlo para derrocar a Rosas! Todavía después de entrar a Buenos Aires quería que le diese los cien mil duros mensuales mientras oscurecía el brillo de nuestras armas en Caseros para atribuirse él solo los honores de la victoria.”
Y lo más grave es que Urquiza fue plenamente conciente de que lo que hizo configuraba el delito de traición, pues en una oportunidad anterior —en 1850— cuando los brasileños lo tentaron para que fuera neutral en la guerra contra la Confederación les supo contestar que hacer tal cosa era traición a la Patria, y que llegado el caso estaría “al lado de su honorable compañero el gran Rosas”.
Por otro lado tampoco es cierto que Urquiza, luego de perpetrada su infamia haya superado las discordias y estuviera exento de revanchismos. La prueba está en lo que hizo después de Caseros.
Luego de esa batalla, por orden suya fueron ejecutados todos los prisioneros del regimiento de Aquino; él mismo mandó a fusilar al coronel Chilavert (un héroe de Ituzaingó y Vuelta de Obligado); y con su consentimiento degollaron al coronel Santa Coloma; por citar algunos de los tantos crímenes de los cuales es responsable.
Y sobre esto también hay muchos testimonios, entre ellos esta el de un general de su propio ejército, Cesar Díaz, quien en sus memorias relata que: “Un bando del general en jefe había condenado a muerte al regimiento del coronel Aquino, y todos los individuos de ese cuerpo que cayeron prisioneros fueron pasado por las armas. Se ejecutaban todos los días de a diez, de a veinte y más hombres juntos… Los cuerpos de las víctimas quedaban insepultos, cuando no eran colgados de algunos de los árboles de la alameda que conducía a Palermo. Las gentes del pueblo que venían al cuartel general se veían obligadas a cada paso a cerrar los ojos para evitar la contemplación de los cadáveres desnudos y sangrientos que por todos lados se ofrecían a sus miradas; y la impresión de horror que experimentaban a la vista de tan repugnante espectáculo trocaba en tristes las halagüeñas esperanzas que el triunfo de las armas aliadas hacía nacer.”
¿Y qué ganó con todo esto el “gran estadista”? que el Brasil logre sus objetivos estratégicos; que nuestro país pierda la soberanía sobre sus ríos interiores; que se destruya nuestra industria con la derogación de la Ley de Aduanas; que se desate una tremenda crisis financiera; que se rompa la unidad nacional con la separación de Buenos Aires de la Confederación; y que por todo nuestro territorio se instale un régimen de terror y sangre.
Por su culpa se acabó con la paz y la unidad que había logrado conseguir Rosas. Por su defección los unitarios y liberales arrasaron la campaña de Buenos Aires, e invadieron las provincias masacrando a todos los opositores, ya sean jefes prestigiosos o simples gauchos pobres.
En Jujuy, fusilaron al gobernador rosista José Mariano Iturbe, a pesar de que había renunciado a su cargo tras enterarse de la victoria de Urquiza.
En 1856, el gobernador de Buenos Aires, Pastor Obligado, ordenó a Mitre “pasar por las armas” sin juicio previo al general Jerónimo Costas y a más de un centenar de sus hombres, por haber intentado reintegrar esa provincia a la Confederación.
En San Juan asesinaron al general Benavides, a quien tenían preso, en medio de todo tipo de suplicios. El mismo destino tuvo el gobernador Virasoro, derrocado y asesinado por instigación de Sarmiento y Mitre en 1860.
Y lo peor vino después de Pavón. Cuando victorioso Mitre, gracias a que Urquiza le entregó la victoria cumpliendo un pacto masónico; los liberales sembraron el terror por todo el país.
De esos tiempos es la famosa carta en la que Sarmiento le aconsejaba a Mitre que no economizara sangre de gauchos, que era lo único que estos tenían de humano.
Cumpliendo esas indicaciones, Venancio Flores degolló a cientos de federales en Cañada de Gómez; y a ese hecho le siguieron atrocidades similares en Córdoba, San Luis, Mendoza, San Juan, La Rioja.
Por ello es que reaccionaron el Chacho Peñaloza y Felipe Varela. Y pagaron muy caro hacerlo. La Rioja fue asolada y el Chacho asesinado, para felicidad de Sarmiento. Las tropas “civilizadoras” pasaron por las armas a todo prisionero que tomaron en aquella provincia, y vejaron a toda la población civil que sospechaban hostil.
Y mientras las tropas mitristas —en plena vigencia de la Constitución—, desataban este baño de sangre en el país, Urquiza les dio la espalda a quienes confiaban en él, y se quedó en su palacio cuidando de sus negocios.
Sobre la paz de este cementerio se instaló el Estado anti-nacional que querían el liberalismo, la masonería y el capitalismo internacional.
Y ese es el hombre que Gonzalvo exalta, y al que considera un verdadero federal. Por algo José Hernández supo decir: “Urquiza, era el gobernador tirano de Entre Ríos, pero era más que todo, el jefe traidor del gran partido Federal, y su muerte mil veces merecida, es una justicia tremenda y ejemplar del partido otras tantas veces sacrificado y vendido por él”.
Edgardo Atilio Moreno
miércoles, 12 de septiembre de 2012
BICENTENARIO DEL COMBATE DE RÍO PIEDRAS
El Primer Éxodo Jujeño se inició el día 23 de agosto de 1812, y decimos primer éxodo, porque los historiadores han contabilizado hasta cinco (5) éxodos durante todo el tiempo que durará nuestra Guerra de la Independencia. Pero el Éxodo del 23 de agosto del año 1812, es el acontecimiento anterior que desembocaría en la batalla del Río de las Piedras, librada un 3 de septiembre de 1812. Luego que el Gral. Manuel Belgrano ordenara abandonar la ciudad de San Salvador de Jujuy, aplicando la estrategia de “tierra arrasada” para que los invasores "realistas"* no pudiesen abastecerse en su avance por el actual norte de la Patria.
La columna de civiles que avanzaba rumbo al Sur, debía ser custodiada con columnas de tropas del ejército de Belgrano. La tarea de custodiar el avance del Éxodo fue encomendado por el Gral. Belgrano, a la retaguardia a cargo del Mayor General Eustaquio Díaz Vélez, cuya formación estaba compuesta por los Dragones, Húsares y el cuerpo de caballería los Decididos de la Patria, reforzados por cuatro (4) piezas de artillería; éstos se encontraban avanzando sobre la margen sur del Río Piedras. Siendo las horas 14 son atacados por las fuerzas enemigas y obligados a retroceder, frente a esta sorprendente y adversa situación se consigue reagrupar y frenar una nueva carga del enemigo.
La vanguardia realista se nutre y reaviva el ataque y dobla por segunda vez a las tropas de Díaz Vélez. Belgrano que observaba estas acciones manda a ocupar todo el margen sur del Río piedras e impone pena de muerte para quien abandone su posición. Cuando el enemigo se acerca, la artillería patria abre fuego, de esta forma se logra detener la embestida y el ataque. El Jefe patriota ordena el contraataque inmediatamente, lo que toma desprevenida a la hueste realista. En esta operación se destaca el ala y flanco Oeste al mando de la fracción de Cazadores del Capitán Carlos Forest. Por el Este actúa el Comandante Miguel Aráoz con cien (100) tiradores del Batallón Pardos y Morenos, y en el centro del dispositivo, la caballería en dos escalones, el primero con los Dragones y Decididos a cuyo frente cabalga Eustaquio Díaz Vélez, y el segundo, al mando del porteño Tte. Cnel. Juan Ramón González Balcarce con el resto de la caballería.
El ataque es exitoso, el enemigo abandona el margen norte del Río Piedras siendo perseguido por espacio de tres (3) kilómetros, así concluyó, lo resumimos nosotros, el combate en forma victorioso para las armas de la Patria. La batalla de Río Piedras, si bien aparenta ser un combate pequeño, resulto ser absolutamente estratégico, porque levanto la moral del ejército en retirada y consolido la Revolución que se encontraba amenazada caóticamente; esto permitiría plantear al Gral. Belgrano la posibilidad de detener la retirada en la misma Tucumán.
En el parte enviado al Superior gobierno, Belgrano relato los hombres y cuerpos que heroicamente se destacaron. Cabe resaltar aquí a la Caballería de los Decididos de la Patria, es doblemente destacable no sólo por el coraje y disciplina, sino también por la tierna edad que los caracterizaba muchos de ellos no superaban los 17 años. La convocatoria del Gral. Belgrano, lanzada en Jujuy, que se repetía en diferentes lugares para “Servir Bajo Bandera” caló hondo en el corazón de los patriotas, la consigna de Belgrano proclamaba: “que la revolución era una empresa que existía en el corazón de todo americano…” Y si bien manifiesta oportuna definición de quienes tenían responsabilidades entre los criollos ilustrados, ahora debía proseguirse con sus hijos”. En esto consistía la convocatoria y los convocados no se hicieron esperar, y así fue la histórica respuesta.
Podemos leer como testimonio de ello lo expuesto en el Diccionario Histórico Argentino, por Piccirilli, Ricardo; Romay, Francisco L. y Gianello, Leoncio. Ed. Históricas Argentinas, Bs. As. Año 1953-1955 “que con el nombre simple de Decididos, Decididos de la Patria y después de Patriotas Decididos de Caballería, nombre éste último con el que se llenaron de gloria en las batallas de Río Piedras, Tucumán y Salta, actuaron en el actual norte argentino desde 1810. Tropas milicianas formadas sobre todo por jóvenes de pro y fortuna que se agrupaban en torno a las figuras sobresalientes del doctor y general José Ignacio Gorriti, quien fue uno de los primeros en levantar milicias organizando en ese año 1810 propiamente, la primera partida de decididos, aunque luego se incorporarasen al Ejército del norte antes de la Batalla de Suipacha – Tupiza – el 7 de noviembre de 1810, el Gran Bautismo de Fuego Suramericano”.
Entre otros testimonios encontramos que: “En vísperas del Éxodo se les incorporan los decididos de Salta”, además cita el Dr. Miguel Otero, en Memorias de Güemes a Rosas, Sociedad Impresora Americana, Bs. As. 1846, desde Salta, “aumentándose a los jóvenes principales de Jujuy no superando ninguno la edad de 18 y 17 años”. Entre ellos figuran Bartolomé de la Corte, de nutrida foja de servicio y llegó a ser del estado Mayor del Gral. Martín Miguel de Güemes en el posterior período de las guerras de milicias; José Mariano Iturbe, quien luego gobernara su tierra jujeña un período interrumpido de 17 años representando al Partido Federal. El después Capitán Estopiñán que según la tradición local rescató el estandarte patriota tras la derrota de Ayohuma - o Ayoma correctamente - en el Alto Perú (hoy existente en el Museo Lavalle) y otros de familias como los Iriarte, Martínez Iriarte, Del Portal, Molina, Goyena, Echeverría…” (Cf. Alejandro Pojasi Arraya: Batallón de Caballería Saltojujeña LOS DECIDIDOS DE LA PATRIA Salta, 3 de setiembre de 1812 en el COMBATE DE RÍO PIEDRAS, Salta 2011).
El Dr. Héctor M. Sánchez Iturbe, en: José Mariano, Gobernador de Jujuy, Editorial Minerva Año 1995. S.S. de Jujuy, escribe: “Así el batallón de Patriotas Decididos organizado por Belgrano agrupó a intrépidos jóvenes de Jujuy y Salta colaborando en esta etapa crucial del Ejército del Norte y la Patria en peligro; teniendo destacado papel en el logro del día 3 de Septiembre en el lugar del Río Las Piedras, tierra saltojujeña su bautismo de fuego”.
También el Dr. Teófilo Sánchez de Bustamante, en su Biografías Históricas de Jujuy, Universidad Nacional de Jujuy, 1995, coincidiendo con el salteño Dr. Bernardo Frías, quien es autor de otras memorias, nos informa: “que eran cerca de Doscientos jóvenes de las principales familias del medio. Flor y nata de los caballeros saltojujeños”. Entre ellos: los Álvarez Prado, Goyechea, Medina, Uriburu, Pastor, Lanfranco, Los Plaza, Gorriti, Puch, Zabala, Zaeda, Zegada, Morales, Velarde, Giménez, Saravia, Arias, Ontiveros, los Rodríguez, y tantos otros que ofrendaron su sangre por esta causa sagrada de la emancipación”.
Tampoco podemos dejar de mencionar a Don Dámaso Uriburu que en Memorias 1794-1857, Bs. As. República Argentina 1934, en su página 64 escribe: “Concebido el plan del Gral. Belgrano de replegarse hasta Tucumán, una proclama anunció al pueblo de Salta la retirada del ejército por la aproximación del enemigo, convidando a todos los patriotas a reunirse en defensa de la patria, un impulso eléctrico hizo poner en pié a toda la juventud salteña, que cuatro meses antes viera con impasividad esta misma retirada del ejército, que ahora se verificaba de nuevo. El autor de estas memorias presenció su reunión en la plaza pública y vio los transportes del noble entusiasmo con que toda ella quiso ir a las filas de los defensores de la patria, a participar de los riesgos y gloria que se les ofrecía. El coronel don José de Moldes, que desde que dejó su destino en el ejército hacía una vida privada en el seno de su familia, se puso a la cabeza de esta generosa juventud y la condujo a Jujuy a incorporarse con ella al ejército, que ya empezaba su movimiento retrógrado. Allí se organizó el Cuerpo de Patriotas Decididos, que fue la denominación con que hizo esta campaña célebre la juventud de Salta…”
(…) “Gente toda de haber; por clase y posición”, (…) “iban armados y montados a su costa con lujo y bizarría, llevando muchos para su servicio más de un criado, que venían a ser otros tantos soldados, como que su jefe”. Bernardo Frías, en su Historia del Gral. M.M. de Güemes y la Provincia de Salta, Bs. As. 1971, destaca que, el heroico Coronel Figueroa, “figuraba con catorce esclavos puestos a favor de la Patria, armados y sostenidos con su bolsillo”.
Finalmente, el historiador salteño Alejandro Pojasi Arraya, anteriormente ya mencionado, del cual hemos tomado las citas para la realización del presente trabajo, en su obra arriba mencionada nos dice:
(…) “que esta hazaña fue realizable debido a que los pueblos del actual Norte argentino y Sur boliviano dimos todo lo que teníamos; hasta nuestros jóvenes hijos en casos menos de 17 años y que consecutivamente engrosaron distintos batallones, escuadrones y regimientos, como presencia permanente de todos los desafíos que aún emprende esta América inconclusa”. Y más adelante a manera de conclusión expresa: “El presente Batallón de Caballería “Decididos de la Patria” lacera la presencia permanente de la juventud en la Historia, con 16 o 17 años, casi niños, o niños, como aquel de 12 años que batía el tambor en el año 1811 en la Batalla de Tacuarí.
En este Batallón de Caballería Saltojujeña está presente la gloria del Río Piedras y del Norte; y quedará allí para siempre junto al bautismo de fuego y su extremo coraje casi vehemencia. Esta Juventud está vigente, para ella no hay indiferencia ni tiempo, aún demanda esa justicia histórica con su reciente participación en la Guerra de Malvinas: Porque transcurridos Ciento Setenta años después (el ensayo fue publicado en el 2011), Ellos son los Mismos, que ofrendaron sangre y corazón en nombre de Eternidad”.
En otro trabajo que entregáramos en el 2010, y que tituláramos “Bicentenario y 2 de Abril”, haciendo un repaso histórico y refiriéndonos a la estrategia geopolítica de acción psicológica, del Reino Unido de la Gran Bretaña, para desmalvinizar la Argentina, valiéndose muchas veces del cipayismo local, y de las herramientas mediáticas que como caballos de Troya, son fieles sirvientes de esos intereses apátridas, penetrando solapadamente en las mentes desprevenidas de muchos argentinos para desmovilizar el fervor patriótico, aniquilando los valores, las tradiciones, la identidad nacional, y los sentimientos de altruismo, o cualquier idea de defensa nacional, de coraje patriótico, hasta provocar un arrepentimiento de tener un pasado glorioso, ablandarnos y lograr avergonzarnos de ser argentinos, de tener raíces en nuestra hispanoindocriollicidad, de nuestra argentinidad. En esa perspectiva, escribíamos: “Pero desde luego otra cosa es la estrategia de la guerra psicológica que por otros caminos ha proseguido y que aún no ha concluido. En ese ámbito de dicha guerra se ha insistido también en la inconciencia de haber enviado conscriptos de 18 años y para denostarlos los han llamado “chicos”. ¿Pero a caso hay edad, género o condición para defender lo que uno ama? Nos olvidamos que en nuestra historia, sin ir a la historia universal, han existido testimonios que hoy los recordamos como los precursores de nuestra nacionalidad, dignos ejemplos a imitar. Para no ingresar en listas interminables solo traeremos a la memoria a Don Juan Manuel de Rosas que a la edad de 13 años combatió en Buenos Aires como ayudante de una cañonera durante las invasiones inglesas al Río de la Plata y nuestro héroe máximo Don José de San Martín tuvo su bautismo de fuego a los 14 años, el famoso tambor de Tacuary, Pedro Ríos quien murió heroicamente en batalla contaba tan solo con 12 años, y las niñas de Ayohuma que junto a su madre auxiliaban a los soldados entre el fragor del combate. Pero más sorprendente aún, las mismas tropas inglesas que nuevamente invadían nuestras Malvinas en 1982, contaban con soldados que iban entre los 17 a 19 años, sin embargo ellos no los han llamado “chicos”, por el contrario los llamaron los “señores de la guerra” y existe documentación y afiches publicitarios que lo prueban. Pero claro en la Argentina desmalvinizada debe cundir el agravio, el desánimo, la frustración, el descrédito, el desencanto, la venganza, pero por sobre todo debe provocarse entre los patriotas desprevenidos el arrepentimiento, el arrepentimiento de haber actuado con patriotismo, esto en definitiva es lo que persiguen los desmalvinizantes, eso el arrepentimiento para nunca más volver a intentar defender la Patria.
Por eso no es de extrañarse que cierto periodismo influenciado por el colonialismo mental que los seduce y reduce, que los anestesia y enceguece, que los domina y les imposibilita pensar con cerebro propio, lancen expresiones hirientes al sentimiento patriótico, cómo esos que insinúan que, fue una locura ir a la guerra por Malvinas, nosotros les respondemos efectivamente, sí. Es muy probable que desde la visión del cálculo ventajista, el Amor será siempre una locura, porque para los espíritu de cálculos mercantilista, materialista y vermicular, aquellos que no son capaces de desprenderse de la mera condición egoísta, material, corporal y burguesa, aquellos que no son capaces de inmolar sus vidas para una existencia superior, para una trascendencia metafísica, porque ya no creen en lo metafísico, para ellos será sin duda una locura y todos nuestros héroes y quienes entregaron sus vidas generosamente para que nuestra Patria sea Libre y Soberana, seguramente serán locos. Locura será la vida del héroe, del santo o del mártir. Locura será el amor de una madre o un hijo que ante la amenaza de criminales que les atacan sin medir peligros de ventajas y desventajas se arroja a defender la vida de aquella o aquel que ama. Locura será la muerte de Jesucristo que sin ninguna ventaja utilitaria vino a dar su vida por Amor. Locura será siempre para aquellos espíritus mezquinos y mediocres, que no son capaces de ofrendar sus bienes, prestigio y vidas para que la Patria, viva. Y si para ellos toda esa categoría de sentimientos es una locura, que sepan que todavía quedan patriotas en la Argentina, y que estamos locos de Amor a la Patria, y moriremos por ella en cualquier momento que fuera”.
De modo que la Juventud argentina, nacional y patriótica, debe sentirse plenamente orgullosa, de tener por Arquetipos aquella valerosa juventud, como lo fueron entre tantos otros el batallón de caballería los Decididos de la Patria o los jóvenes soldados de Malvinas, y de dejarles por herencia su ejemplo de vida, porque en la historia pasada y reciente, está el testimonio permanente de quienes ofrendaron todo por la Patria, pero también la enseñanza que en tiempos de amenazas, de peligros para la Nación, para la Patria, se hace presente la sentencia de Holderlin: “Allí donde crece el peligro, crece lo que salva”; es cuando el despertar del alma nacional llama fogosamente a las puertas de las Juventudes Nacionales Eternas, es cuando ha llegado el momento histórico de probar el Amor a la Patria, y nos convoca y moviliza dándonos la oportunidad de trascender en la historia construyendo los fundamentos de una Gloriosa Nación.-
*Hemos decidido
colocar el término “realista” entre comillas por las razones que a continuación
exponemos: La historiografía liberal oficialista, la marxista y la nacional
revisionista, generalmente ha empleado el término de “realista” para designar a
las tropas que combatieron en América, al servicio del rey Fernando VII, pero lo
cierto es que dicho término puede llevar a interpretaciones erróneas, o a
conclusiones confusas, si no acusamos aunque más no sea una breve aclaratoria.
Téngase presente que la Revolución, iniciada en Buenos Aires un 25 de mayo de
1810 se hizo en nombre del rey Fernando VII, por lo que se descubre que todos
los que conformaron la Junta de Gobierno revolucionaria, sin indagar en sus
variantes, ni intentar una escapatoria de “época” y del espacio Iberoamericano,
se definieron como “realistas”, tanto su presidente Saavedra, como incluso su
secretario Moreno y el mismo Castelli, a pesar del jacobinismo que los
embriagaba a estos dos últimos (ver: Vicente Massot: Revolución Mayo 1810, Edit.
El Ateneo, Buenos Aires 2010). Al mismo tiempo los guerreros y fundadores de
nuestro Estado moderno como lo fueron Belgrano y San Martín, sólo por nombrar a
sus dos máximos representantes, se manifestaron siempre abiertamente “realistas”
y concebían a ese régimen como única vía posible de organización política,
obviamente lo que en esos momentos se debatía era la forma de monarquía y la de
sus designatarios. Desde luego esto a la historiografía liberal o marxista, no
le agrada mencionar y si lo hace rápidamente recurre a la muletilla de que se
adscribían a la “monarquía
parlamentaria”, sin detenerse a profundizar demasiado el tema, no vaya a ser
cosa que la simpatía por los gobiernos de orden y mano dura de nuestros dos
máximos héroes los complique.
Lo que cabe
destacar entonces es que la Guerra por nuestra Independencia, se desarrolla en
diferentes etapas, primero fue una firme resolución por mantenernos
Independiente del gobierno napoleónico invasor que controlaba la península,
hasta que Fernando VII recuperase el trono, y segundo fue una guerra civil dentro del gran
Imperio Español, cuyas causas se retrotraen en la mismísima España, por lo
tanto entre las fuerzas que se enfrentaron habían en ambos ejércitos, tanto de
un lado como del otro: americanos y españoles, naturales y extranjeros, mestizos
y negros, libres y esclavos, católicos y masones, republicanos y monárquicos,
sin dejar de señalar que entre los enunciados, bajo ningún aspecto existía una
rigurosa uniformidad, analizados si se nos permite en términos ideológicos, la
evidencia histórica lo demuestra, más aún en el bando “criollo” por designarlo
de alguna forma, para su distinción, la confirmación es palpable, no había
concluido el peligro de “invasión” de los ejércitos de Fernando VII, y las
luchas intestinas en América, ya habían estallado prolongandose en algunas
regiones hasta alcanzar el próximo siglo.
Finalmente lo que
queremos cotejar es que el término “realista”, no es unívoco, no puede emplearse
en forma exclusiva y excluyente, pero para evitar caer en un reduccionismo
abyecto, de americanos versus peninsulares, optamos por el clásico de “realista”
pero con comillas, si alguien tiene una mejor propuesta, en buena
hora.-
Prof. Jorge E. Camacho Ruiz
miércoles, 5 de septiembre de 2012
DON JOSÉ DE SAN MARTÍN, PADRE DE LA PATRIA INDEPENDIENTE
Por: Fernando Romero Moreno
El caso de San Martín es un caso polémico en ambientes tradicionalistas y católicos. Es innegable que al pedir la baja del Ejército español en 1811 – cuando toda España estaba ocupada ya por Napoleón – y decidir su vuelta a América, estaba influenciado por cierto liberalismo al estilo inglés, moderado y en todo caso, no hostil al catolicismo. Su pertenencia a la Masonería no está probada y, lo que es más importante, toda su actuación pública parece revelar un accionar contrario a los intereses de Inglaterra, de la Masonería y de los liberales criollos o peninsulares. Eso no implica que pudiera pertenecer a cierta masonería irregular, lo que explicaría ciertas conductas, escritos y hechos de su vida. De hecho, cierto pensamiento ilustrado lo mantuvo a lo largo de su existencia (se nota en muy pocas cartas privadas, en la semblanza de algún contemporáneo y en las Máximas a su hija) pero el tono general de su vida privada y sobre todo su actuación como hombre público (como Jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo, como Gobernador de Mendoza, como Jefe del Ejército de los Andes, como Protector del Perú, como enemigo del gobierno de Rivadavia y como admirador de la Dictadura de Rosas) es la de un hombre profundamente respetuoso de la tradición católica americana y, a su manera, la de un católico más o menos práctico. Muy difícilmente un liberal hiciera rezar diariamente el Rosario en el Ejército como lo hacía San Martín, pedir más capellanes para sus oficiales y soldados, tener él un capellán y oratorio personal, honrar a la Virgen del Carmen como Patrona del Ejército de los Andes, declarar al catolicismo la religión oficial del Perú, fundar una Orden aristocrática (la Orden del Sol) bajo el patrocinio de Santa Rosa de Lima…y proyectar una gran monarquía católica americana e independiente, con un Príncipe Español a la cabeza y sin la Constitución de 1812, como le propuso al Virrey La Serna en la Hacienda de Punchauca (siendo obstaculizado en esto por el masón General Valdés, enviado por Fernando VII). Ni, fracasada la propuesta del monarca español, enviar a buscar Príncipes europeos (ingleses, rusos, austríacos, etc) con la expresa condición de que fueran católicos y vinieran a garantizar la Independencia americana. Como afirma un historiador americano, la historia de la Independencia parece ser la de la lucha de los Libertadores (San Martín, O´Higgins, Bolívar, Iturbide) contra los liberales. Los conflictos que pudo tener San Martín con ciertas autoridades eclesiásticas no fueron de índole religiosa, sino política (como en el Perú), y además se trató de algo excepcional.
Los proyectos de San Martín se remontan al momento de su llegada al Río de la Plata (1812), cuando discute con Rivadavia por la forma de gobierno - oponiéndose a la exigencia masónica de instalar repúblicas en América - , y se extienden a lo largo de toda su vida, siendo de especial importancia sus recomendaciones monárquicas al Congreso de Tucumán (1816) y las propuestas en el Perú (1821-22).
Que San Martín estuvo vinculado a los ingleses no ofrece mayor dificultad: toda la España que combatía a Napoléon lo estaba. Que tenía algunas influencias liberales en su pensamiento (como se desprende de los recuerdos de Mrs. Graham, de algunas cartas a Guido o de referencias al estilo de la leyenda negra) tampoco, pues poco influyeron en su vida política y no fueron permanentes en su intimidad. En su vida pública San Martín obró habitualmente - con alguna excepción - en sentido católico, monárquico y si no tradicionalista, al menos conservador. Escribió además en contra de las teorías liberales, socialistas y comunistas y en favor de la religión y la tradición. Que por otro lado no obedeció a los intereses ingleses se desprende de su lucha constante por la Independencia, hecho que Gran Bretaña no apoyaba desde 1808. Esto es importante aclararlo, pues aún hoy se sigue insistiendo en que Inglaterra fomentó la Independencia americana: eso fue así hasta la invasión napoléonica a la Península. Luego actuó como intermediaria, procurando que los gobiernos americanos garantizaran la libertad de comercio y la libertad de cultos, pero procurando un entendimiento con Fernando VII y obstaculizando todo intento de independencia de los Reinos de Indias. En el Río de la Plata esto es conocido, sobre todo siguiendo la actuación de Lord Strangford. Y el Libertador - que en 1816 había dicho que nada podía esperarse de los ingleses - propuso precisamente lo que Inglaterra no quería, como es de sobra conocido: la Independencia de Sud América, tratados comerciales favorables a España y la construcción de una gran monarquía que uniera Chile, Perú y el Río de la Plata bajo la Corona de un Príncipe Español. En tal sentido, el ofrecimiento de Punchauca y Miraflores parece sincero porque a pesar de la carta a Miller, lo dicho allí se contradice con la que le escribió a Riva Agüero, y además están los testimonios de Guido, Abreu, García del Río, la última carta del propio San Martín a La Serna (poco antes de viajar a Guayaquil) y las tratativas de llegar a un acuerdo con la Madre Patria que hizo a través de su hermano Justo Rufino, que trabajaba en la Secretaría de Guerra de España. Mitre, que tuvo toda la documentación sobre el Libertador en sus manos, la da por cierta, criticándolo porque – según su opinión- de este modo los americanos perdíamos el apoyo de EE.UU, nos ligábamos a la política "reaccionaria" de la Santa Alianza y abandonábamos el camino "republicano" de la Independencia (república que en realidad nunca estuvo en la cabeza de sus protagonistas - salvo de la minoría liberal -, como puede advertirse conociendo la discusión al respecto del Congreso de Tucumán)
El conflicto con la masonería peruana y rioplatense se deduce leyendo las Memorias de Iriarte. Y probablemente sea cierta la interpretación de que eso explique el "secreto" de Guayaquil, como sugiere Steffens Soler.
La postura contraria a San Martín de algunos tradicionalistas puede refutarse diciendo que, de obrar en sentido contrario, San Martín hubiera tenido que seguir peleando en una España que en 1812 casi no existía (¡y al mando de Beresford, el jefe de las tropas británicas que invadieron Bs. As en 1806!) o luego ser cómplice de los militares iluministas que nos mandó Fernando VII (Morillo y más precisamente Valdés, el General masón, Venerable de la Logia en Perú y que fue quien se opuso al ofrecimiento de Punchauca). O aceptar la unión con España de un modo contrario a la Tradición: aceptando la Constitución de 1812 (como pedía el Rey en 1821, luego de la Revolución de Riego) y bajo un régimen centralizado, contrario a la autonomía que América tenía desde tiempos de Carlos V. ¿Quién era pues más tradicionalista? Lo de Punchauca es similar al Plan de Iguala de Iturbide, y de allí que fuera alabado por algunos monárquicos europeos de la Santa Alianza. Por otro lado, San Martín no “huyó clandestinamente” de Cádiz, sino que pidió la baja del Ejército Español, que le fue concedida con uso del grado y uniforme. Y a esa decisión llegó, probablemente y como otros americanos, por la gran persecución que estos sufrían en la ciudad española, como se desprende del epistolario del logista venezolano López Méndez, de probada ortodoxia católica. Nada tuvo que ver en esto la influencia de Miranda – que sí estuvo al servicio del Imperio inglés-, a quien San Martín jamás no conoció ni tuvo el más mínimo compromiso político.
El hilo conductor que explica algunos misterios en la vida del Padre de la Patria independiente, parece ser este: San Martín comenzó a pelear por la independencia de América cuando la Península estaba ya totalmente ocupada por Napoléon y luego contra la testarudez de Fernando VII, a pesar de los ofrecimientos de paz del gobierno rioplatense (en 1814) o del propio San Martín en el Perú. Con España o sin España, San Martín propuso la unión de Perú, Chile y el Río de la Plata bajo una monarquía católica. Fueron los masones Valdés y Rivadavia quienes combatieron este proyecto hasta lograr vencer a San Martín, quien sin embargo no dudó en apoyar al Partido Federal y sobre todo al Restaurador, que defendían los intereses americanos y la Tradición hispano- criolla en el Río de la Plata.
Todo esto está muy bien documentado en los libros de Ibarguren, Díaz Araujo y Steffens Soler. Hay que leerlos detenidamente y que el árbol (cierto liberalismo marginal de San Martín) no tape el bosque (el proyecto de monarquía católica con príncipe español a la cabeza y luego el apoyo a Rosas).
No se comprende esto, por otro lado, sin conocer el contexto en que se dio el proceso emancipador: el progresivo incumplimiento de los Borbones respecto al pacto explícito de Carlos V con los Reinos de Indias (1519), por el que se garantizaba su autonomía – incumplimiento que se dio por el Tratado de Permuta de 1750, la expulsión de los Jesuitas, la Conferencia de Bayona, la alianza del Virrey Elío con los portugueses y la represión violenta de Fernando VII a las Juntas americanas - que condujeron a los pueblos del Nuevo Mundo de un planteo inicialmente autonomista a uno más decididamente emancipador. Los argumentos jurídicos esgrimidos en el Manifiesto del Congreso de Tucumán son claros en ese sentido. Lo mismo había sido expuesto por Mariano Moreno en su polémica con el Marqués de Casa Irujo, por Fray Francisco de Paula Castañeda (quien dijo que debíamos emanciparnos con el honor propio de quienes habíamos sido hijos y súbditos de la Corona, porque entre otras cosas, "por Castilla somos gente"), por Don Juan Manuel de Rosas en su discurso de 1835 y por las cartas al propio Rosas de Tomás Manuel de Anchorena - partícipe de los hechos de Mayo de 1810 y Congresal en Tucumán -. Que en la Independencia actuaron también liberales y masones es algo similar a lo que ocurrió en España en la Guerra contra Napoleón. Pero el primer grito de autonomía se dio en el Río de la Plata bajo el lema "por Dios, por la Patria y el Rey". La Guerra de la Independencia no fue una guerra ideológica (hubo tradicionalistas y liberales en ambos bandos), ni étnica (hubo criollos y peninsulares en un lado y en el otro) ni religiosa (masones y católicos actuaron por igual a favor o en contra de la emancipación americana). Fue una guerra separatista, fundada no en los principios abstractos del nacionalismo moderno (principio de las nacionalidades, autodeterminación de los pueblos) sino en aquellos derechos concretos reconocidos en el Fuero Juzgo, las Leyes de Partidas y sobre todo las Leyes de Indias, que garantizaban para nuestro caso que América era intangible, inalienable y autónoma
El caso de San Martín es un caso polémico en ambientes tradicionalistas y católicos. Es innegable que al pedir la baja del Ejército español en 1811 – cuando toda España estaba ocupada ya por Napoleón – y decidir su vuelta a América, estaba influenciado por cierto liberalismo al estilo inglés, moderado y en todo caso, no hostil al catolicismo. Su pertenencia a la Masonería no está probada y, lo que es más importante, toda su actuación pública parece revelar un accionar contrario a los intereses de Inglaterra, de la Masonería y de los liberales criollos o peninsulares. Eso no implica que pudiera pertenecer a cierta masonería irregular, lo que explicaría ciertas conductas, escritos y hechos de su vida. De hecho, cierto pensamiento ilustrado lo mantuvo a lo largo de su existencia (se nota en muy pocas cartas privadas, en la semblanza de algún contemporáneo y en las Máximas a su hija) pero el tono general de su vida privada y sobre todo su actuación como hombre público (como Jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo, como Gobernador de Mendoza, como Jefe del Ejército de los Andes, como Protector del Perú, como enemigo del gobierno de Rivadavia y como admirador de la Dictadura de Rosas) es la de un hombre profundamente respetuoso de la tradición católica americana y, a su manera, la de un católico más o menos práctico. Muy difícilmente un liberal hiciera rezar diariamente el Rosario en el Ejército como lo hacía San Martín, pedir más capellanes para sus oficiales y soldados, tener él un capellán y oratorio personal, honrar a la Virgen del Carmen como Patrona del Ejército de los Andes, declarar al catolicismo la religión oficial del Perú, fundar una Orden aristocrática (la Orden del Sol) bajo el patrocinio de Santa Rosa de Lima…y proyectar una gran monarquía católica americana e independiente, con un Príncipe Español a la cabeza y sin la Constitución de 1812, como le propuso al Virrey La Serna en la Hacienda de Punchauca (siendo obstaculizado en esto por el masón General Valdés, enviado por Fernando VII). Ni, fracasada la propuesta del monarca español, enviar a buscar Príncipes europeos (ingleses, rusos, austríacos, etc) con la expresa condición de que fueran católicos y vinieran a garantizar la Independencia americana. Como afirma un historiador americano, la historia de la Independencia parece ser la de la lucha de los Libertadores (San Martín, O´Higgins, Bolívar, Iturbide) contra los liberales. Los conflictos que pudo tener San Martín con ciertas autoridades eclesiásticas no fueron de índole religiosa, sino política (como en el Perú), y además se trató de algo excepcional.
Los proyectos de San Martín se remontan al momento de su llegada al Río de la Plata (1812), cuando discute con Rivadavia por la forma de gobierno - oponiéndose a la exigencia masónica de instalar repúblicas en América - , y se extienden a lo largo de toda su vida, siendo de especial importancia sus recomendaciones monárquicas al Congreso de Tucumán (1816) y las propuestas en el Perú (1821-22).
Que San Martín estuvo vinculado a los ingleses no ofrece mayor dificultad: toda la España que combatía a Napoléon lo estaba. Que tenía algunas influencias liberales en su pensamiento (como se desprende de los recuerdos de Mrs. Graham, de algunas cartas a Guido o de referencias al estilo de la leyenda negra) tampoco, pues poco influyeron en su vida política y no fueron permanentes en su intimidad. En su vida pública San Martín obró habitualmente - con alguna excepción - en sentido católico, monárquico y si no tradicionalista, al menos conservador. Escribió además en contra de las teorías liberales, socialistas y comunistas y en favor de la religión y la tradición. Que por otro lado no obedeció a los intereses ingleses se desprende de su lucha constante por la Independencia, hecho que Gran Bretaña no apoyaba desde 1808. Esto es importante aclararlo, pues aún hoy se sigue insistiendo en que Inglaterra fomentó la Independencia americana: eso fue así hasta la invasión napoléonica a la Península. Luego actuó como intermediaria, procurando que los gobiernos americanos garantizaran la libertad de comercio y la libertad de cultos, pero procurando un entendimiento con Fernando VII y obstaculizando todo intento de independencia de los Reinos de Indias. En el Río de la Plata esto es conocido, sobre todo siguiendo la actuación de Lord Strangford. Y el Libertador - que en 1816 había dicho que nada podía esperarse de los ingleses - propuso precisamente lo que Inglaterra no quería, como es de sobra conocido: la Independencia de Sud América, tratados comerciales favorables a España y la construcción de una gran monarquía que uniera Chile, Perú y el Río de la Plata bajo la Corona de un Príncipe Español. En tal sentido, el ofrecimiento de Punchauca y Miraflores parece sincero porque a pesar de la carta a Miller, lo dicho allí se contradice con la que le escribió a Riva Agüero, y además están los testimonios de Guido, Abreu, García del Río, la última carta del propio San Martín a La Serna (poco antes de viajar a Guayaquil) y las tratativas de llegar a un acuerdo con la Madre Patria que hizo a través de su hermano Justo Rufino, que trabajaba en la Secretaría de Guerra de España. Mitre, que tuvo toda la documentación sobre el Libertador en sus manos, la da por cierta, criticándolo porque – según su opinión- de este modo los americanos perdíamos el apoyo de EE.UU, nos ligábamos a la política "reaccionaria" de la Santa Alianza y abandonábamos el camino "republicano" de la Independencia (república que en realidad nunca estuvo en la cabeza de sus protagonistas - salvo de la minoría liberal -, como puede advertirse conociendo la discusión al respecto del Congreso de Tucumán)
El conflicto con la masonería peruana y rioplatense se deduce leyendo las Memorias de Iriarte. Y probablemente sea cierta la interpretación de que eso explique el "secreto" de Guayaquil, como sugiere Steffens Soler.
La postura contraria a San Martín de algunos tradicionalistas puede refutarse diciendo que, de obrar en sentido contrario, San Martín hubiera tenido que seguir peleando en una España que en 1812 casi no existía (¡y al mando de Beresford, el jefe de las tropas británicas que invadieron Bs. As en 1806!) o luego ser cómplice de los militares iluministas que nos mandó Fernando VII (Morillo y más precisamente Valdés, el General masón, Venerable de la Logia en Perú y que fue quien se opuso al ofrecimiento de Punchauca). O aceptar la unión con España de un modo contrario a la Tradición: aceptando la Constitución de 1812 (como pedía el Rey en 1821, luego de la Revolución de Riego) y bajo un régimen centralizado, contrario a la autonomía que América tenía desde tiempos de Carlos V. ¿Quién era pues más tradicionalista? Lo de Punchauca es similar al Plan de Iguala de Iturbide, y de allí que fuera alabado por algunos monárquicos europeos de la Santa Alianza. Por otro lado, San Martín no “huyó clandestinamente” de Cádiz, sino que pidió la baja del Ejército Español, que le fue concedida con uso del grado y uniforme. Y a esa decisión llegó, probablemente y como otros americanos, por la gran persecución que estos sufrían en la ciudad española, como se desprende del epistolario del logista venezolano López Méndez, de probada ortodoxia católica. Nada tuvo que ver en esto la influencia de Miranda – que sí estuvo al servicio del Imperio inglés-, a quien San Martín jamás no conoció ni tuvo el más mínimo compromiso político.
El hilo conductor que explica algunos misterios en la vida del Padre de la Patria independiente, parece ser este: San Martín comenzó a pelear por la independencia de América cuando la Península estaba ya totalmente ocupada por Napoléon y luego contra la testarudez de Fernando VII, a pesar de los ofrecimientos de paz del gobierno rioplatense (en 1814) o del propio San Martín en el Perú. Con España o sin España, San Martín propuso la unión de Perú, Chile y el Río de la Plata bajo una monarquía católica. Fueron los masones Valdés y Rivadavia quienes combatieron este proyecto hasta lograr vencer a San Martín, quien sin embargo no dudó en apoyar al Partido Federal y sobre todo al Restaurador, que defendían los intereses americanos y la Tradición hispano- criolla en el Río de la Plata.
Todo esto está muy bien documentado en los libros de Ibarguren, Díaz Araujo y Steffens Soler. Hay que leerlos detenidamente y que el árbol (cierto liberalismo marginal de San Martín) no tape el bosque (el proyecto de monarquía católica con príncipe español a la cabeza y luego el apoyo a Rosas).
No se comprende esto, por otro lado, sin conocer el contexto en que se dio el proceso emancipador: el progresivo incumplimiento de los Borbones respecto al pacto explícito de Carlos V con los Reinos de Indias (1519), por el que se garantizaba su autonomía – incumplimiento que se dio por el Tratado de Permuta de 1750, la expulsión de los Jesuitas, la Conferencia de Bayona, la alianza del Virrey Elío con los portugueses y la represión violenta de Fernando VII a las Juntas americanas - que condujeron a los pueblos del Nuevo Mundo de un planteo inicialmente autonomista a uno más decididamente emancipador. Los argumentos jurídicos esgrimidos en el Manifiesto del Congreso de Tucumán son claros en ese sentido. Lo mismo había sido expuesto por Mariano Moreno en su polémica con el Marqués de Casa Irujo, por Fray Francisco de Paula Castañeda (quien dijo que debíamos emanciparnos con el honor propio de quienes habíamos sido hijos y súbditos de la Corona, porque entre otras cosas, "por Castilla somos gente"), por Don Juan Manuel de Rosas en su discurso de 1835 y por las cartas al propio Rosas de Tomás Manuel de Anchorena - partícipe de los hechos de Mayo de 1810 y Congresal en Tucumán -. Que en la Independencia actuaron también liberales y masones es algo similar a lo que ocurrió en España en la Guerra contra Napoleón. Pero el primer grito de autonomía se dio en el Río de la Plata bajo el lema "por Dios, por la Patria y el Rey". La Guerra de la Independencia no fue una guerra ideológica (hubo tradicionalistas y liberales en ambos bandos), ni étnica (hubo criollos y peninsulares en un lado y en el otro) ni religiosa (masones y católicos actuaron por igual a favor o en contra de la emancipación americana). Fue una guerra separatista, fundada no en los principios abstractos del nacionalismo moderno (principio de las nacionalidades, autodeterminación de los pueblos) sino en aquellos derechos concretos reconocidos en el Fuero Juzgo, las Leyes de Partidas y sobre todo las Leyes de Indias, que garantizaban para nuestro caso que América era intangible, inalienable y autónoma