sábado, 12 de junio de 2021

EL PRIMER NACIONALISMO ARGENTINO: DIFERENCIAS ENTRE CONSERVADORES Y NACIONALISTAS

 


Por: Javier Ruffino

Uno de los tópicos de la “crítica democrática” es asociar al nacionalismo con la oligarquía conservadora, a Uriburu con Justo. Desde sus inicios el nacionalismo fue crítico del conservadursimo liberal. Se impone, pues, un breve análisis al respecto. Tomaremos en nuestro análisis cinco ejes: el ideario político, social, económico, historiográfico y religioso.  E iremos comparando qué planteaban nacionalistas y conservadores acerca de cada uno de estos temas.

 

a)    EL IDEARIO POLÍTICO

 

    Los conservadores, como herederos de la elite que organizó el país con posterioridad al año 1853, respondían a una concepción liberal del Orden sociopolítico. Desde esta perspectiva, su modelo no era otro que el contenido en la Constitución Nacional. Constitucionalismo, libertades individuales, Parlamentarismo, Partidocracia y sufragio universal eran parte del ideario sostenido y defendido, al menos en el discurso, por los representantes de las diversas agrupaciones conservadoras[1]. Por eso, sus críticas al yrigoyenismo tuvieron como eje la acusación de demagogia, de clientelismo, de haber elevado a la función pública a los peores; y tomaba la defensa del Parlamento avasallado, de la democracia subvertida, y del sufragio libre violentado[2].

 

     El Nacionalismo, por su parte, “forma parte de...los movimientos nacionales del siglo XX con sustento ideológico religioso...Estos movimientos adherían a los grandes principios políticos construidos por el cristianismo...desde el poder que viene de Dios hasta la doctrina del bien común”[3]. Ya hemos analizado cómo tempranamente podemos encontrar estos principios en La Nueva República. Artículos de César Pico o de Tomás Casares, proponen claramente esta definición filosófica. Por su parte, Ernesto Palacio, los hermanos Irazusta y Juan Carulla planteaban una concepción política que abrevaba en los grandes principios de la tradición clásica, manifestando un rechazo profundo hacia el liberalismo[4]. La crítica al yrigoyenismo se nutre pues de fuentes doctrinales distintas y opuestas a las de los sectores conservadores. Por otra parte, el Nacionalismo propuso un modelo corporativista como alternativa al parlamentarismo fundado en la partidocracia. Entrados los años 30, Enrique Osés fue exponente definido de esta postura: “Los partidos políticos concluyen todos en el desorden”, “El parlamento tiene un pecado de origen, en todos los países: este pecado de origen es el ser una representación política del país, nunca una representación integral, de sus clases, de sus fuerzas”, “Por eso, el nacionalismo ofrece...lo que se llama régimen corporativo, lo que es, en una palabra, la representación de los intereses de cada clase”[5]. La crítica del parlamentarismo se sustenta en una dura denuncia contra el sufragio universal: “Claro que no vamos a achacarle al Parlamento un vicio insanable, porque el Parlamento es sólo un efecto. La causa que lo produce es el sufragio democrático. El ejercicio de la democracia por los pueblos, es naturalmente, una engañifa, pero sobre eso, una inmoralidad”[6].

 

     Como ya queda indicado en el párrafo anterior, frente a la partidocracia liberal el Nacionalismo propone un régimen corporativo, porque “allí donde se debaten los problemas de la economía, de las finanzas, de las relaciones entre  el productor y el consumidor, del obrero, del empleado, del comerciante, del industrial, del campesino, nada tiene que hacer el político, esto es, el hombre que...surge de un comité”[7].

 

b)    LA CONCEPCIÓN SOCIAL

 

     Los conservadores han manifestado en muchas ocasiones una postura marcadamente clasista. El hecho de que muchos de sus dirigentes procediesen de las principales familias patricias les otorgaba un sentimiento de clase que bien direccionado hubiese podido contribuir a profundizar el amor hacia la Patria -construida por sus antepasados-, y a trabajar por el Bien Común. Pero el influjo nefasto del liberalismo en su formación intelectual les insufló un orgullo que muchas veces se convirtió en desprecio hacia otros sectores sociales; ya sea hacia las viejas clases bajas criollas –que, muchas veces, estaban más identificadas con la Tradición que esta aristocracia liberal-, ya sea hacia los nuevos grupos inmigrantes que, en muchos casos, llegaban a estas playas con una fuerte carga ideológica izquierdista, lo que los hacía ciertamente despreciables. La pregunta sería si las elites conservadoras los despreciaban por la ideología que traían o por un simple espíritu clasista. Lo cierto es que el Patriciado argentino había devenido, en parte, en una oligarquía. Esta oligarquía mereció el rechazo de muchos de los dirigentes e intelectuales nacionalistas de los años 30[8].

 

     Contrariamente a esta concepción, el Nacionalismo cultivó el culto a un estilo genuinamente aristocrático al mismo tiempo que integró es sus filas –sobre todo a partir de los años 30-, a un gran número de hijos de la inmigración[9]. Alberto Ezcurra Medrano, uno de los “padres fundadores” del nacionalismo argentino –y del revisionismo histórico-, representante del patriciado argentino, pero que supo mirar las cosas por encima  de un simple espíritu de clase, afirmaba: “Tampoco pude ser conservador  porque he visto siempre en el conservadorismo...demasiado espíritu de clase...Y yo, aunque personal y familiarmente aristócrata, como ciudadano argentino antepuse siempre los intereses del país a los míos propios”[10].

 

c)     LA CONCEPCIÓN ECONÓMICA

 

     A partir de los tiempos posteriores a Caseros se fue imponiendo el modelo económico preconizado por los “padres fundadores” del liberalismo argentino: Sarmiento y Alberdi. El país debía crecer “hacia afuera”, la apertura al capital extranjero iba a proporcionar el crecimiento económico que éste necesitaba. Capitales, inmigrantes, tecnología, créditos; todo debía provenir del desarrollado norte de Europa. Y la Argentina se integraría al mercado internacional como abastecedora de materias primas.

 

     El modelo liberal fue la herencia que los conservadores recibieron de aquella “generación fundadora”. Si bien es cierto que en la década del 30 la crisis mundial llevó al gobierno de Justo a aplicar políticas económicas “heterodoxas”, lo cierto es que ante la crisis, el “salvavidas” se buscó desesperadamente en una reformulación de nuestro vínculo comercial con el Reino Unido. Justamente el Tratado Roca-Runciman es el que motivó la indagación de nuestro pasado económico por parte de los hermanos Irazusta[11], con la acusación consiguiente a la “oligarquía” liberal argentina.

 

     Con la obra de los hermanos Irazusta comienza el cuestionamiento por parte del Nacionalismo al liberalismo económico argentino. Términos como “cipayos”, “vendepatria”, “oligarquía”, comenzarán a hacerse frecuentes en la jerga política argentina[12].

 

     Los escritos nacionalistas de la década del 30, referidos a los aspectos económicos plantean una clara definición a favor del proteccionismo, del desarrollo del mercado interno, y de una política social obrerista que inserte a este sector en el consumo y en la dignidad[13].

 

d)     LA HISTORIOGRAFÍA

 

     Los conservadores fueron fieles a la historiografía liberal mitrista. La Argentina hispana, criolla, tradicional, de los caudillos federales, representaba para ellos la barbarie, frente a la civilización implantada por la generación liberal posterior a 1853. En el centro de esta concepción, la figura de Rosas encarna el compendio de toda la maldad, y su régimen es catalogado como la época de la “tiranía”[14]. Dentro de este esquema historiográfico los caudillos del siglo XX: Yrigoyen, primero, y Perón después, fueron asimilados al rosismo.

 

     EL nacionalismo, por su parte, redescubre a Rosas, iniciándose el movimiento revisionista[15]. La revisión de la Historia argentina que se va a desarrollar en la década del 30 no se va a limitar a una reivindicación de Rosas[16], sino que en su indagación irá redescubriendo a la auténtica  tradición nacional hispano-católica-, a los caudillos federales como representantes de aquella tradición frente al Iluminismo unitario, al “otro” mayo –católico, monárquico, militar y patricio-[17], que nada tiene que ver con el mayo liberal de la historia oficial.

 

e)     LA RELIGIÓN

 

     Nos enseña el profesor Jordán Bruno Genta que “Caseros (…)  (representa) el triunfo de la masonería y del liberalismo en la política argentina (…) Después de la constitución nacional de 1853, después de la falsificación de la historia argentina iniciada por Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, vino el tercer episodio de la traición liberal y masónica, y fue entonces, en el ’80, cuando se consumó la destitución a Cristo de la familia y de la escuela, y se implantó el laicismo escolar y el matrimonio civil”[18]. La Argentina liberal que se fue conformando con posterioridad a 1853, permitió ganar espacios de poder a los grupos masónicos, muchos de los cuales hicieron causa común con los sectores de la Izquierda, con quienes compartían su origen en las ideas ilustradas del siglo XVIII. En efecto, desde 1853 la Constitución inspirada en las Bases de Alberdi, primer paso para el triunfo del Liberalismo en nuestro país[19], estableció el indiferentismo religioso y la “libertad de cultos”. En 1882 el Liberalismo dio un segundo paso muy importante, imponiendo el Laicismo escolar, por medio del cual se vehiculizó en la educación la visión del mundo de la Masonería. De este modo se fue gestando en nuestro país una pseudotradición laicista que comenzó a ser cuestionada a partir de 1930.

 

     En la década del 30, al calor y la luz del Congreso Eucarístico Internacional, de los Cursos de Cultura Católica –que ya habían comenzado a desarrollarse en el decenio anterior-, del ejemplo de los mártires de la Cruzada Española, del desarrollo del Revisionismo histórico –qué profundizará en la esencia católica de la Patria, tanto en su pasado hispano, como durante la Gesta independentista y las luchas civiles-, se comienza a cuestionar duramente el laicismo de la generación positivista y liberal, y a proclamar la catolicidad de la Nación argentina y la consiguiente necesidad de la confesionalidad del Estado[20].

 

 

 

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[1] “El Partido Demócrata Nacional no puede estar sino al servicio de una limpia reconstrucción democrática (...) El ejército es el custodio armado de la Constitución.” (Solano Lima, V. La fuerza conservadora). Con respecto a este último punto, es contundente el contraste entre la afirmación del conservador Solano Lima y la enseñanza del nacionalista Jordán Bruno Genta: “Es justo y bello morir por la Patria; y por todo lo que es esencial y permanente en ella: unidad de ser, integridad moral y natural, la soberanía nacional, la Iglesia de Cristo. No es justo ni bello morir por cosas accidentales (se refería a la Constitución), transitorias o contrarias al ser de la Patria.” (Guerra Contrarrevolucionaria). El mismo Genta fue fiel a este ideal, que marcó toda su vida, hasta derramar “bellamente” su sangre por Dios y por la Patria.

 

[2] Aunque en muchas ocasiones para conservar el poder se contradijeran así mismos y recurrieran al fraude, el discurso conservador no contradecía el modelo liberal.

 

[3] D’Angelo Rodríguez, Aníbal. Cristian Buchrucker o el nacionalismo imaginario. Instituto Bibliográfico Antonio Zinny. Buenos Aires. 2010, p. 86.

 

[4] Algunos ejemplos: César Pico, “Inteligencia y revolución”, La Nueva República 1-I-28; Casares, Tomás, “Política y moral”, Ibídem 15-I-28; Irazusta, Julio, “La forma mixta de gobierno”, Ibídem 31-I-28; Palacio, Ernesto, “Nacionalismo y democracia”, Ibídem, 5-V-28.

 

[5] Capizzano, Hernán. Enrique Osés. Discursos y textos. Memoria y Archivo. Buenos Aires. 2014, pp. 40, 46, 42.

 

[6] Ibídem, 46.

 

[7] Ibídem, 42. Los grupos conservadores por el contrario sólo buscaban el “derrocamiento de las autoridades (el radicalismo yrigoyenista) y sustituirlas por ellos mismos (...) sin más programa que buscar el derrocamiento de las autoridades y sustituirlas por ellos mismos (...) Sólo querían mantener el régimen representativo de las facciones políticas.” (Ibarguren, C. La Historia que he vivido)

 

[8] El historiador revisionista Vicente Sierra en su obra sobre la Historia de las Ideas políticas en Argentina, nos hace un análisis histórico sobre la “anatomía” cultural de esta oligarquía. Durante la década del 30  será cada vez más frecuente el uso del término “oligarca” u “oligarquía” con una carga notablemente peyorativa.

 

[9] Jordán Bruno Genta, hijo de inmigrantes, enseñaba el verdadero sentido de la hidalguía y de la  nobleza, como la entendía el nacionalismo: “En nuestra lengua castellana hay una palabra que significa, como ninguna, la condición humana. Es la palabra hidalgo...Hidalgo quiere decir hijo de algo, de alguien, de bien; y el hombre es en su origen, raíz y dignidad, hijo de alguien y con una triple filiación: divina, histórica y carnal. Hijo del Padre que está en los cielos...; hijo de sus padres y de la Patria

 

   Quiere decir que el hombre no es principio primero ni comienzo absoluto, sino que viene de otro u otros...

 

   Asumir conciencia de nuestro divino origen...; saberse heredero, continuador y responsable de una gran empresa nacional y del honor familiar, es proclamar la nobleza de origen”. Pero aclaraba, siguiendo a Alfonso el Sabio, “que se debe llamar verdaderamente noble, no al que nace en nobleza, sino al que muere en ella.” (Guerra Contrarrevolucionaria)

 

[10] Nacionalismo y Tradicionalismo en Alberto Ezcurra Medrano, en carlismoar.blogspot.com.ar

 

[11] La Argentina y el Imperialismo británico.

 

[12] Si bien la obra de los hermanos Irazusta es la primera definición de importancia del Nacionalismo contra nuestros vínculos “coloniales” con el Imperio Británico, ya encontramos textos de la Liga Republicana con claras condenas a nuestra dependencia del capitalismo internacional: “En números posteriores a la revolución del 6 de setiembre de 1930, Rodolfo Irazusta irá señalando cada vez mejor que ‘la finanza internacional era dueña del país’.” (Ibarguren, F. Orígenes del Nacionalismo argentino, 60)

 

[13] “...el patrimonio argentino debe ser nuestro para que el porvenir argentina sea nuestro...Nuestro debe ser el patrimonio vial de la República...el transporte fluvial..., y el transporte aéreo...las fuentes de energía eléctrica,...las comunicaciones telefónicas...Nuestro patrimonio nacional debe ser nuestro.

 

   Y no lo es, porque no tenemos otro mercado para nuestras carnes que los establecidos en tratados por Inglaterra...” (Capizzano, H. Enrique Osés...,84-86)

 

[14] El “conservador” Solano Lima comulga absolutamente con la concepción liberal del pasado nacional: “Sobre esos cimientos de altanería gauchesca, de odio bárbaro y de intransigencia a muerte, no podía fundarse ninguna institución estable, ni consumarse ningún experimento social, ni inculcarse doctrina alguna.

 

   La anarquía produjo sus frutos: la ‘política de fuerza’, con la cual Rosas instauró su tiranía iracunda.”

 

   O sea, la barbarie de los caudillos condujo a la tiranía de Rosas, ambas totalmente incompatibles con la “civilizada” Constitución de 1853. Es el ideal del constitucionalismo liberal lo que en definitiva defendió el conservadurismo argentino, salvo honrosas excepciones.

 

[15] Antonio Caponnetto se refiere al “revisionismo que gestó limpiamente aquel haz de patriotas esclarecidos, cuando nacía la tercera década del siglo que acaba (el XX)”. Unas líneas antes había indicado que estudiar al revisionismo “comporta un afán de recuperar el rostro más veraz y más límpido del transcurrir nacional...comporta asimismo la revalorización de un quehacer historiográfico, por el cual, la patria indagada en sus raíces es una unidad de destino en lo Universal, el tiempo una resonancia de la eternidad...Un quehacer historiográfico por el que cuentan los arquetipos antes que las estructuras, la plenitud de las conciencias rectoras del bien común antes que el inconsciente colectivo, las epopeyas nacionales por encima de las luchas de clases, la prioridad del espíritu sobre la materia.” (Los críticos del revisionismo histórico. T. I, 15-16).

 

[16] Aunque el tema de Rosas es central en el revisionismo, ya que es la encarnación del ideal que une en su persona la tradición hispano-católica con la defensa de la Independencia nacional. Afirma Antonio Caponnetto: “mientras no se entienda qué defendemos cuando defendemos a Juan Manuel de Rosas, toda visión del rosismo seguirá siendo defectuosa” (Los críticos del revisionismo histórico. T. II, 28).

 

[17] “La revolución de Mayo fue exclusivamente militar y realizada por señores.

 

      Nada tiene que ver con la Revolución Francesa.

 

     El populacho no intervino en sus preparativos.” (Hugo Wast, Año X).

 

[18] La masonería en la historia argentina. Nuevas comprobaciones.

 

[19] “Urquiza cumplió bien con sus mandantes. La Constitución era el instrumento legal de la servidumbre colonial (...) El liberalismo religioso y la abierta heterodoxia del texto constitucional acentuaron las divisiones de los congresales, algunos de los cuales, no sólo se opusieron vivamente sino que se retiraron del Congreso (como los Padres Pérez y Centeno). Fue necesario un golpe de fuerza parlamentario -el 23 de febrero de 1853- para aprobar fraudulentamente los artículos que trataban las cuestiones religiosas.” Caponnetto, A. Del ‘Proceso’ a De La Rúa. Una mirada nacionalista a 25 años de historia argentina. 1975.1986, 94-95.

 

[20] “...hay razones más que suficientes para demostrar la necesidad absoluta de que un estado nacionalista sea católico. Pero hay además una razón poderosa para que lo sea un estado nacionalista nuestro, argentino. Y esa razón es la Tradición.” (Ezcurra Medrano, A. Catolicismo y Nacionalismo, 53). Los enemigos de la Patria Católica han mirado con particular saña este período; un caso típico es el del señor Verbitzky, en obras como Cristo Vence. De Roca a Perón, entre otras que le dedicó al tema; o Loris Zanatta, Perón y el mito de la nación católica: Iglesia y Ejército en los orígenes del peronismo (1943-1946).

 

     Antonio Caponnetto es contundente sobre este tema: “la opción política del nacionalismo católico, sólo quedará retratada leal y completamente cuando se mencione como norte y meta de su anhelo la reyecía de Nuestro Señor Jesucristo.” (Del ‘Proceso’ a De La Rúa. Una mirada nacionalista a 25 años de historia argentina. 1975.1986, 13)

 

Tomado del Blog amigo: Historia y Tradicion.

https://historiatradicion.blogspot.com/2020/07/el-primer-nacionalismo-segunda-parte.html?fbclid=IwAR1Ysl9jO0kMgkMza61SDpJJIr4vYKYKdTL2d47BPnc3i6_-QvE_k-ogI6I