lunes, 21 de febrero de 2022

ALBERTO EZCURRA MEDRANO: CUARENTA AÑOS EN LA GUARDIA SOBRE LOS LUCEROS (1982-2022)

 


Por: Fernando Romero Moreno

          Hace 40 años, un 19 de febrero de 1982, fallecía en Buenos Aires Don Alberto Ezcurra Medrano, uno de los fundadores del Nacionalismo Argentino y del Revisionismo Histórico de orientación católica y tradicionalista. Había nacido en 1909 y se dedicó principalmente a la investigación histórica, al periodismo y a la enseñanza. Hijo de Alberto Ezcurra Jolly y de Sara Medrano, contrajo matrimonio con María Rosa Uriburu Peró con quien tuvo siete hijos (tres de ellos sacerdotes), todos varones. Sus estudios primarios los realizó en su hogar, por motivos de salud. Cursó en cambio el Secundario en el Colegio Champagnat de los Hermanos Maristas. Desde muy joven tuvo una clara inclinación política, que abordó desde una profunda Fe católica y una rica vida interior.  A principios de 1928, fundó con Francisco Bellouard Ezcurra y Eugenio Frías Bunge el Comité Monárquico Argentino, fugaz organización pero de cuyos estatutos pueden extraerse las ideas principales que defendería hasta el fin de sus días. “El fin que se propone este comité - se afirma en los Estatutos firmados el 14 de febrero de 1928 - es sembrar la idea monárquica en la conciencia de los pueblos y apoyar las tendencias de la derecha contra las ideas democráticas, comunistas y revolucionarias que hoy pervierten a la sociedad”. La preferencia monárquica la cambiaría por la de una república clásica, jerárquica, presidencialista, federal y con representación corporativa, en el marco de un régimen mixto (síntesis de los principios monárquicos, aristocráticos y democráticos) más acorde con la realidad argentina (los proyectos monárquicos habían fracasado aquí, de manera definitiva, en 1820/21) y con las tendencias más de moda en aquellos tiempos. El “empirismo organizador” de Maurras, que los hermanos Irazusta siguieron en esta materia, fue lo que iluminó a la primera generación nacionalista en relación al régimen político, de la cual formó parte Ezcurra Medrano. A su vez el tradicionalismo católico y contrarrevolucionario tendría en él a uno de sus más fieles servidores. En la primera reunión del Comité Monárquico Argentino, se decidió “contribuir con un óbolo, a la colecta organizada por el Diario ‘El Pueblo’ en favor de los católicos de México”. Y en efecto, tal como informa este Diario el 19 de Febrero de 1928, el Comité Monárquico Argentino colaboró con una suma de $30 a la gesta de los Cristeros, suma que está entre las más grandes, salvo algunas pocas de $50 realizadas por personas individuales y ciertas instituciones. La aparición del periódico La Nueva República en diciembre de 1927, de cuya existencia Ezcurra Medrano tuvo noticias a mitad de abril de 1928 supuso la disolución del Comité Monárquico Argentino y la incorporación de sus miembros al Nacionalismo Argentino, que tendría poco después una expresión más ortodoxa con la fundación de El Baluarte, publicación donde integraría el Consejo de Redacción junto a Juan Carlos Villagra y Mario Amadeo. El Nacionalismo de El Baluarte estuvo inspirado sobre todo en el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, Joseph de Maistre, Louis De Bonald, Juan Donoso Cortés y Juan Vázquez de Mella. Sin embargo no dejó de colaborar con otras publicaciones como La Fronda, La Nueva República (segunda etapa), Bandera Argentina, Crisol, El Pueblo, Criterio o Sursum. Como todo el Nacionalismo Argentino apoyó la Revolución del 6 de septiembre de 1930, que tuvo en los mitines políticos de la Liga Republicana de su primo Roberto de Laferrere, una de las tantas expresiones públicas que prepararon el clima pre-revolucionario.

En 1937 apareció Restauración, la expresión más pura del Nacionalismo Argentino según Ezcurra Medrano, donde escribió junto a otros destacados nacionalistas como Héctor Bernardo, Héctor Llambías y Alfredo Villegas Oromí. Como afirmara años más tarde, Restauración, “abandonando el nacionalismo empírico o con ribetes ‘Maurrasianos’ o ‘nazis’, fue profundamente católica, hispánica y rosista. Fue, inconfundiblemente, nuestro nacionalismo, o sea la doctrina que quiso que nuestra política fuese expresión de nuestro ser nacional y tradicional, y no de doctrinas artificiales o exóticas. Hoy que miro ‘El Baluarte’ con una perspectiva de más de 30 años, me doy cuenta hasta qué punto sigo siendo en 1960 el mismo ‘baluartista’ de 1929. Mi nacionalismo es esencialmente católico y tradicionalista. Fue una reacción de mi patriotismo contra el internacionalismo marxista y el desprecio por la patria de los liberales”. Fue precisamente en El Baluarte donde aclaró, en un artículo de mayo de 1930, que el Nacionalismo Argentino nada tenía que ver con el principio de las nacionalidades (por no aplicarse a la realidad hispanoamericana), el estatismo condenado por Pío XI en el Syllabus, ciertos errores del Fascismo italiano y la Acción Francesa, el chauvinismo y el nacionalismo continentalista antiyanqui de corte populista y/o izquierdista. Además de estas publicaciones y a lo largo de su vida, escribió en otras como Nueva Política, Choque, Combate, Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Nuevo Orden, Ofensiva, Sí sí -No no, El Pampero, Cabildo (Diario), El Federal, Nuestro Tiempo, El Debate, Balcón, Presencia, Boletín del Instituto Rosista de Investigaciones Históricas (La Plata), Sexto Continente, Revisión de la Historia, Genealogía, Esquiú, Jauja, Roma y Cabildo (revista). De sus libros sobre política e historia editados vale mencionar Las otras tablas de sangre (1934), Catolicismo y Nacionalismo (1936), La Independencia del Paraguay (1941), Sarmiento Masón (1952) y la Historia del Anticristo (edición póstuma de 1990). De los aún no editados, San Martín, Protector del Perú (1950) y Memorias (1956, con un Apéndice de 1960).  Además de haber frecuentado los Cursos de Cultura Católica en los años 30, fue miembro de instituciones como la Liga Universitaria de Afirmación Católica, la Junta Americana de Homenaje y Repatriación de los restos del Brigadier General Juan Manuel de Rosas, la Comisión de Homenaje al Combate de la Vuelta de Obligado, el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, la Junta de Recuperación de las Islas Malvinas, la Comisión Honoraria del Plebiscito de la Paz, la Junta Organizadora del Congreso de Recuperación Nacional, el Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, la Comisión de Homenaje a la Revolución del 6 de septiembre de 1930, el Instituto Hugo Wast y la Comisión de Homenaje al Gral. Ángel Pacheco. Como dijimos ut supra, también dedicó su vida profesional a la docencia. Gracias a su producción historiográfica obtuvo la habilitación oficial para desempeñarse como Profesor de Religión y de Historia. Dictó cátedra en el Colegio Nacional Sarmiento y Anexo a la Escuela Normal Mariano Acosta, en el Colegio Nacional de Buenos Aires, en la Escuela de Comercio N° 9 y en el Colegio Nacional Reconquista. También participó como miembro del Jurado en los Concursos para la selección de docentes de Historia en el Instituto Nacional de Profesorado de la ciudad de Paraná y cumplió funciones en el Consejo Nacional de Educación. Al igual que Don Julio Irazusta, murió hace 40 años, en 1982, meses antes de la recuperación provisoria de nuestras Islas Malvinas, Causa por la que había trabajado con empeño, como muchos otros argentinos. Poco antes de entregar su alma al Creador dijo unas palabras que coronaron toda una vida puesta al servicio de Dios y de la Patria: “No me arrepiento de haber sido católico, nacionalista y rosista”. A 40 años de su partida y próximos a celebrar el primer centenario del Nacionalismo Argentino, no dejemos que se pierda ese legado y transmitámoslo purificado y enriquecido a las nuevas generaciones. Como escribió su hijo primogénito, el Padre Alberto Ezcurra Uriburu en el prólogo a la reedición del libro Catolicismo y Nacionalismo: “Hoy el mundo parece encaminarse hacia un ‘Nuevo Orden Internacional’, bajo el dominio de un solo centro de poder (…), vigilante universal encargado de velar por el mismo e imponer a los díscolos (…) el cumplimiento de las más arbitrarias resoluciones de las Naciones Unidas (…). En este ambiente sufren los creyentes la tentación de confundir el espíritu universal del catolicismo, que respeta y asume todo lo bueno y positivo de las culturas nacionales, con el internacionalismo nivelador y masificante. Corren el riesgo de pensar que todo nacionalismo es aislamiento, egoísmo, cerrazón y xenofobia, de perder hasta el sentido mismo de la Patria y de convertirse, en el espíritu de la ‘Nueva Era’, a la religión de la humanidad. Por eso el tiempo presente nos exige no sólo orientar al nacionalismo en el sentido de la Verdad católica, mostrar la coherencia entre catolicismo y nacionalismo, sino también y ante todo justificar la existencia misma de la Nación como algo que deriva del Orden Natural, es decir querido por Dios e irreemplazable”. Palabras escritas en 1991 y que tienen absoluta actualidad ante la embestida globalista, supracapitalista y progresista que estamos padeciendo

                                                                                           

BIBLIOGRAFIA

Archivo Histórico de la Familia Ezcurra Uriburu (Bella Vista)

Cabildo (Revista), 2a época, Año VI, N° 51, Marzo de 1982, Alberto Ezcurra Medrano (nota necrológica).

Cloppet, Ignacio Martín, Semblanzas biográficas publicadas como epílogos a la edición póstuma de la Historia del Anticristo (1990) y a la tercera edición (1991) de Catolicismo y Nacionalismo.

Ezcurra, Alberto Ignacio, Prólogo a la tercera edición de Catolicismo y Nacionalismo, Cruz y Fierro Editores, Buenos Aires, 1991.


martes, 8 de febrero de 2022

LA POLITICA LINGÜÍSTICA EN HISPANOAMERICA*

 


Por: Dr. Rafael Breide Obeid

    …Llegamos así al continente americano. América como unidad no existía. Antes de Colon era una realidad fragmentada, una Babel lingüística de culturas más o menos avanzadas entre el paleolítico y el neolítico. San Francisco Solano, solamente en el actual territorio de Santiago del Estero, encontró 17 lenguas distintas, sin contar los dialectos.

    Ahora bien, ¿Qué ocurre cuando dos culturas de distinto avance relativo se encuentran?

    Del lado de la cultura relativamente más débil, la encontrada, hay dos posiciones: la celota, que se encierra en sí misma y va al enfrentamiento imposible con el invasor, por lo menos superior en fuerza; y la posición herodiana de dejarse absorber por el sistema invasor y obtener ventajas personales y de poder “cipayo” a cambio de vender el alma de su propia nación.

    Del lado de la potencia más fuerte, o incorpora a la cultura más débil a su civilización (en cuyo caso la acusamos de genocidio cultural) o la mantiene al margen en una especie de reservación, entonces la acusamos de apartheid y de negarle el acceso a la civilización del superior.

    Una cultura puede estar fundada en el mito, en la razón, o en el misterio.

    El mito es prerracional y transmite una sabiduría primordial; pero envasada en la superstición y la idolatría. Tal el caso de la Grecia presocrática y la mayoría de las tribus paganas.

    Ejemplo de la civilización fundada en la razón es la civilización moderna. Y la cultura cristiana se funda en la Razón y la Fe, y tiene como centro el Misterio.

    La política lingüística de los Reyes Católicos fue compleja, procuró desarrollar las culturas nativas y luego incorporarlas al mundo. Para hacer lo primero le dio alfabeto fonético a las lenguas nativas.

    Con el proceso de alfabetización en la lengua nativa se produce un esfuerzo de abstracción que libera la mente del mito y la introduce en la razón. Demos como ejemplo: el Concilio de Lima de 1583, que ordenó que se instruyera a los indios en su lengua nativa.

    Los misioneros hicieron innumerables gramáticas y diccionarios para poder enseñar a los indios en su lengua nativa. Lo ocurrido con el guaraní es un caso paradigmático. Esta lengua tenía antes de la evangelización lo que se llama técnicamente un módulo de tres, es decir, tenía palabras, frases y oraciones.

    Los jesuitas la desarrollaron internamente agregándole la posibilidad de tener sub-oraciones, esto es, pasar a un módulo de cuatro. Además le confesionaron una gramática muchas décadas antes de que apareciera la primera gramática inglesa.

    Pero además de esta política lingüística que, desarrollando su propia lengua los sacaba del mito y los hacia entrar en la razón y por tanto ser capaces de historia, los indios podían aprender el español para entrar en el Misterio y comunicarse con el resto de la humanidad con la “lengua para unir muchas lenguas”.

    Así podían enseñarle a los indios onas, que sabían contar hasta dos, el misterio de la Trinidad. Pero, por otro lado, la misma lengua española recibía sustanciales aportes de las lenguas americanas, como nombres de lugares, de personas y de productos nuevos como el chocolate, tabaco, maíz, etc.

    Carlos V, en la carta que escribió en 1550 al virrey de Nueva España, le recomienda que enseñe a los indios nuestra lengua castellana. (1)

    Cuando se declaró la independencia de la Argentina en el Congreso de Tucumán de 1816, se imprimió el Acta de la Independencia de este modo: 20.000 ejemplares en castellano, 60.000 en quechua, y  40.000 en guaraní.

    No obstante, esta sabia política hispánica, que desarrollaba la cultura nativa y la conectaba con el mundo, tuvo una fractura definitiva bajo los Borbones, que por real cedula del año 1770 ordena la extinción de los diferentes idiomas y que solo se hable el español.

 

1) Vicente Perez Saez. Política lingüística en el periodo hispánico. En revista Gladius N° 14. Bs As 1989, pp 141-145.

* Breide Obeid, Rafael. Política y sentido de la historia. Editorial Gladius. Bs As 2020, pp 138-140.