Hace 40 años,
un 19 de febrero de 1982, fallecía en Buenos Aires Don Alberto Ezcurra Medrano,
uno de los fundadores del Nacionalismo Argentino y del Revisionismo Histórico
de orientación católica y tradicionalista. Había nacido en 1909 y se dedicó
principalmente a la investigación histórica, al periodismo y a la enseñanza.
Hijo de Alberto Ezcurra Jolly y de Sara Medrano, contrajo matrimonio con María
Rosa Uriburu Peró con quien tuvo siete hijos (tres de ellos sacerdotes), todos varones.
Sus estudios primarios los realizó en su hogar, por motivos de salud. Cursó en
cambio el Secundario en el Colegio Champagnat de los Hermanos Maristas. Desde
muy joven tuvo una clara inclinación política, que abordó desde una profunda Fe
católica y una rica vida interior. A principios
de 1928, fundó con Francisco Bellouard Ezcurra y Eugenio Frías Bunge el Comité
Monárquico Argentino, fugaz organización pero de cuyos estatutos pueden
extraerse las ideas principales que defendería hasta el fin de sus días. “El fin que se propone este comité - se
afirma en los Estatutos firmados el 14 de febrero de 1928 - es sembrar la idea monárquica en la conciencia de los pueblos y
apoyar las tendencias de la derecha contra las ideas democráticas, comunistas y
revolucionarias que hoy pervierten a la sociedad”. La preferencia
monárquica la cambiaría por la de una república clásica, jerárquica,
presidencialista, federal y con representación corporativa, en el marco de un
régimen mixto (síntesis de los principios monárquicos, aristocráticos y
democráticos) más acorde con la realidad argentina (los proyectos monárquicos
habían fracasado aquí, de manera definitiva, en 1820/21) y con las tendencias
más de moda en aquellos tiempos. El “empirismo organizador” de Maurras, que los
hermanos Irazusta siguieron en esta materia, fue lo que iluminó a la primera
generación nacionalista en relación al régimen político, de la cual formó parte
Ezcurra Medrano. A su vez el tradicionalismo católico y contrarrevolucionario
tendría en él a uno de sus más fieles servidores. En la primera reunión del
Comité Monárquico Argentino, se decidió “contribuir
con un óbolo, a la colecta organizada por el Diario ‘El Pueblo’ en favor de los
católicos de México”. Y en efecto, tal como informa este Diario el 19 de Febrero
de 1928, el Comité Monárquico Argentino colaboró con una suma de $30 a la gesta
de los Cristeros, suma que está entre las más grandes, salvo algunas pocas de
$50 realizadas por personas individuales y ciertas instituciones. La aparición
del periódico La Nueva República en diciembre de 1927, de cuya existencia
Ezcurra Medrano tuvo noticias a mitad de abril de 1928 supuso la disolución del
Comité Monárquico Argentino y la incorporación de sus miembros al Nacionalismo Argentino,
que tendría poco después una expresión más ortodoxa con la fundación de El
Baluarte, publicación donde integraría el Consejo de Redacción junto a Juan
Carlos Villagra y Mario Amadeo. El Nacionalismo de El Baluarte estuvo inspirado
sobre todo en el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, Joseph de Maistre, Louis
De Bonald, Juan Donoso Cortés y Juan Vázquez de Mella. Sin embargo no dejó de
colaborar con otras publicaciones como La Fronda, La Nueva República (segunda
etapa), Bandera Argentina, Crisol, El Pueblo, Criterio o Sursum. Como todo el Nacionalismo
Argentino apoyó la Revolución del 6 de septiembre de 1930, que tuvo en los
mitines políticos de la Liga Republicana de su primo Roberto de Laferrere, una
de las tantas expresiones públicas que prepararon el clima pre-revolucionario.
En 1937 apareció Restauración, la
expresión más pura del Nacionalismo Argentino según Ezcurra Medrano, donde
escribió junto a otros destacados nacionalistas como Héctor Bernardo, Héctor
Llambías y Alfredo Villegas Oromí. Como afirmara años más tarde, Restauración, “abandonando
el nacionalismo empírico o con ribetes ‘Maurrasianos’ o ‘nazis’, fue
profundamente católica, hispánica y rosista. Fue, inconfundiblemente, nuestro
nacionalismo, o sea la doctrina que quiso que nuestra política fuese expresión
de nuestro ser nacional y tradicional, y no de doctrinas artificiales o
exóticas. Hoy que miro ‘El Baluarte’ con una perspectiva de más de 30 años, me
doy cuenta hasta qué punto sigo siendo en 1960 el mismo ‘baluartista’ de 1929.
Mi nacionalismo es esencialmente católico y tradicionalista. Fue una reacción
de mi patriotismo contra el internacionalismo marxista y el desprecio por la patria
de los liberales”. Fue precisamente en El Baluarte donde aclaró, en un artículo
de mayo de 1930, que el Nacionalismo Argentino nada tenía que ver con el
principio de las nacionalidades (por no aplicarse a la realidad hispanoamericana),
el estatismo condenado por Pío XI en el Syllabus, ciertos errores del Fascismo
italiano y la Acción Francesa, el chauvinismo y el nacionalismo continentalista
antiyanqui de corte populista y/o izquierdista. Además de estas publicaciones y
a lo largo de su vida, escribió en otras como Nueva Política, Choque, Combate,
Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Nuevo
Orden, Ofensiva, Sí sí -No no, El Pampero, Cabildo (Diario), El Federal,
Nuestro Tiempo, El Debate, Balcón, Presencia, Boletín del Instituto Rosista de
Investigaciones Históricas (La Plata), Sexto Continente, Revisión de la
Historia, Genealogía, Esquiú, Jauja, Roma y Cabildo (revista). De sus libros
sobre política e historia editados vale mencionar Las otras tablas de sangre
(1934), Catolicismo y Nacionalismo (1936), La Independencia del Paraguay (1941),
Sarmiento Masón (1952) y la Historia del Anticristo (edición póstuma de 1990).
De los aún no editados, San Martín, Protector del Perú (1950) y Memorias (1956,
con un Apéndice de 1960). Además de
haber frecuentado los Cursos de Cultura Católica en los años 30, fue miembro de
instituciones como la Liga Universitaria de Afirmación Católica, la Junta
Americana de Homenaje y Repatriación de los restos del Brigadier General Juan
Manuel de Rosas, la Comisión de Homenaje al Combate de la Vuelta de Obligado,
el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, la Junta de
Recuperación de las Islas Malvinas, la Comisión Honoraria del Plebiscito de la
Paz, la Junta Organizadora del Congreso de Recuperación Nacional, el Instituto
Argentino de Ciencias Genealógicas, la Comisión de Homenaje a la Revolución del
6 de septiembre de 1930, el Instituto Hugo Wast y la Comisión de Homenaje al
Gral. Ángel Pacheco. Como dijimos ut supra, también dedicó su vida profesional
a la docencia. Gracias a su producción historiográfica obtuvo la habilitación
oficial para desempeñarse como Profesor de Religión y de Historia. Dictó
cátedra en el Colegio Nacional Sarmiento y Anexo a la Escuela Normal Mariano Acosta,
en el Colegio Nacional de Buenos Aires, en la Escuela de Comercio N° 9 y en el
Colegio Nacional Reconquista. También participó como miembro del Jurado en los
Concursos para la selección de docentes de Historia en el Instituto Nacional de
Profesorado de la ciudad de Paraná y cumplió funciones en el Consejo Nacional
de Educación. Al igual que Don Julio Irazusta, murió hace 40 años, en 1982,
meses antes de la recuperación provisoria de nuestras Islas Malvinas, Causa por
la que había trabajado con empeño, como muchos otros argentinos. Poco antes de entregar
su alma al Creador dijo unas palabras que coronaron toda una vida puesta al
servicio de Dios y de la Patria: “No me arrepiento de haber sido católico,
nacionalista y rosista”. A 40 años de su partida y próximos a celebrar el
primer centenario del Nacionalismo Argentino, no dejemos que se pierda ese
legado y transmitámoslo purificado y enriquecido a las nuevas generaciones.
Como escribió su hijo primogénito, el Padre Alberto Ezcurra Uriburu en el
prólogo a la reedición del libro Catolicismo y Nacionalismo: “Hoy el mundo
parece encaminarse hacia un ‘Nuevo Orden Internacional’, bajo el dominio de un
solo centro de poder (…), vigilante universal encargado de velar por el mismo e
imponer a los díscolos (…) el cumplimiento de las más arbitrarias resoluciones
de las Naciones Unidas (…). En este ambiente sufren los creyentes la tentación
de confundir el espíritu universal del catolicismo, que respeta y asume todo lo
bueno y positivo de las culturas nacionales, con el internacionalismo nivelador
y masificante. Corren el riesgo de pensar que todo nacionalismo es aislamiento,
egoísmo, cerrazón y xenofobia, de perder hasta el sentido mismo de la Patria y
de convertirse, en el espíritu de la ‘Nueva Era’, a la religión de la
humanidad. Por eso el tiempo presente nos exige no sólo orientar al
nacionalismo en el sentido de la Verdad católica, mostrar la coherencia entre
catolicismo y nacionalismo, sino también y ante todo justificar la existencia
misma de la Nación como algo que deriva del Orden Natural, es decir querido por
Dios e irreemplazable”. Palabras escritas en 1991 y que tienen absoluta
actualidad ante la embestida globalista, supracapitalista y progresista que
estamos padeciendo
BIBLIOGRAFIA
Archivo Histórico de la Familia Ezcurra Uriburu (Bella Vista)
Cabildo (Revista), 2a época, Año VI, N° 51, Marzo de 1982,
Alberto Ezcurra Medrano (nota necrológica).
Cloppet, Ignacio Martín, Semblanzas biográficas publicadas
como epílogos a la edición póstuma de la Historia del Anticristo (1990) y a la
tercera edición (1991) de Catolicismo y Nacionalismo.
Ezcurra, Alberto Ignacio, Prólogo a la tercera edición de
Catolicismo y Nacionalismo, Cruz y Fierro Editores, Buenos Aires, 1991.