Es este nuestro modestísimo grano de arena y nuestro homenaje a la monumental tarea historiográfica que emprendieron los maestros del revisionismo fundacional en pos de develar la verdad histórica y de poner la historia al servicio de los intereses de la Nación.
domingo, 30 de diciembre de 2012
Analisis de los errores históricos de Norberto Galasso (continuacion)
1.
La interpretación de Alberdi, que recoge Norberto Galasso, es muy simplista. Para que los levantamientos revolucionarios en América fuesen “revoluciones democráticas, por la libertad y los derechos del hombre, la división de poderes, etc., dirigidas contra el absolutismo, la monarquía, la Inquisición, la esclavitud, los tributos serviles, etc.” debía haber en las Indias una coyuntura similar a la de la Francia pre-revolucionaria, cosa que no era así.
Puede decirse que no es necesaria la coyuntura y que solo vasta con infiltrar la ideología liberal para que estalle la revolución tal como la ve Alberdi, pero tampoco esto sucedía en América. Se sabe según investigaciones del historiador Agnes, que, si bien los libros prohibidos ingresaban como agua y que la Inquisición ya nada hacia (según investigaciones del historiador británico Ferns), quienes estaban en capacidad de leerlos eran muy pocos y quienes pudieran ser tentados por ellos, menos aún. No se descarta la idea de que quienes fueran tentados tuvieran influencia política, ahora sí, hablando de Buenos Aires. Pero estos no tenían el manejo de la fuerza y sin ella nada se podía.
Por otro lado, es verdad que las revoluciones americanas fueron contra el absolutismo, pero no contra la monarquía. Aquí hay un grave error de concepto. Absolutismo no necesariamente es Monarquía y viceversa. Puede haber una Monarquía que no sea absoluta, y de hecho la monarquía de los Habsburgo en América no lo fue. Un historiador, no recuerdo el nombre ahora (luego adjunto la cita) decía que si los Austrias no hubiesen gobernado con esa flexibilidad no hubieran podido mantener el Imperio tan extenso. La realidad lo demuestra. El mantenimiento del Imperio no fue por la fuerza sino por la flexibilidad, que nacía de la ley de Alfonso el Sabio, “se acata, pero no se cumple”.
Quienes llevaron a cabo la revolución de Mayo eran una serie de grupos políticos que se venían disputando el manejo de los asuntos del Estado desde las invasiones inglesas. Así, el grupo liberal de los letrados, cuyo jefe era el Dr. Castelli habían sido muy condescendientes en las Invasiones con los ingleses mientras que los otros grupos: los patricios, los funcionarios reales y los alzaguistas lucharon por la Reconquista.
El 1 de enero de 1809 cuando los alzaguistas buscan destituir al virrey Liniers, junto con los liberales letrados, son los patricios quienes junto a los funcionarios reales lo impiden.
La Semana de Mayo fue el encuentro de tres de estos grupos: patricios, alzaguistas y liberales letrados contra los funcionarios reales, anclados en la tesis sostenida por Castelli pero ejecutada por Saavedra y los suyos. SIN LOS PATRICIOS NO HUBIESE HABIDO REVOLUCIÓN DE MAYO, PUES ELLOS TENÍAN EL MANEJO DE LA FUERZA, TOTALMENTE NECESARIA PARA DESALOJAR A CISNEROS Y LOS SUYOS.
¿Para qué reaccionan los Patricios? Los patricios reaccionan según lo que Saavedra expone al virrey Cisneros:
“Señor, son muy diversas las épocas del 1 de enero de 1809, y la de mayo de 1810, en que nos hallamos. En aquella existía la España, aunque ya invadida por Napoleón; en ésta toda ella, todas sus provincias y plazas están subyugadas por aquel conquistador, excepto sólo Cádiz y la isla de León, como nos aseguran las gacetas que acaban de venir y V. E. en la proclama de ayer. ¿Y qué, señor? –¿Cádiz y la isla de León son España?- ¿Este territorio inmenso, sus millones de habitantes, han de reconocer soberanía en los comerciantes de Cádiz y en los pescadores de la isla de León?- ¿Los derechos de la Corona de Castilla a que se incorporaron las Américas, han recaído en Cádiz y la isla de León que son parte de una de las provincias de Andalucía?- No, señor; no queremos seguir la suerte de la España, ni ser dominados por los franceses; hemos resuelto reasumir nuestros derechos y conservarnos por nosotros mismos. El que dio a V. E. (la Junta Central) dio autoridad para mandarnos, ya no existe; de consiguiente V. E. la tiene ya, así es que no cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerse” Eso mismo sostuvieron todos mis compañeros” (Saavedra, Cornelio, 1974, pp. 71-72).
Queda claro en esta cita de Saavedra que la reacción de los patricios (no así seguramente de los grupos que los acompañaban) fue para no seguir la suerte de España ni ser dominados por los Franceses, considerados en estas tierras por la mayoría de la población, como unos herejes.
La reacción se dio dentro del esquema jurídico español tradicional, tal como lo expone Juan Germán Roscio, Secretario de Estado de la Suprema Junta Conservadora de los Derechos del Señor Don Fernando VII en Venezuela, en una carta al Gobernador inglés de la Isla Curazao, Teniente General Layard:
“Hemos desconocido como ilegítimos e ineptos para reinar en estos dominios a los cuatro o cinco individuos que obtuvieron el título de Regencia en la Isla de León. Establecidos sin noticia ni conocimiento de las Américas y contra la forma constitucional del Reino, ningún derecho adquirieron para exigir de nosotros el homenaje tributado y debido a la Real Persona de Fernando VII. Ni los miembros de la Junta Central que les dieron el título de Regencia, tuvieron jamás poder para este nombramiento…
Agotado entonces el sufrimiento de este fiel y honrado pueblo, usó de su derecho, rehusó prostituir su obediencia y vasallaje, se consagró de nuevo a su adorado Rey el Señor Don Fernando VII; estableció un nuevo Gobierno conservador de sus derechos…
Por el contrario las relaciones serviles que pretenden y procuran los nuevos gobernantes (de la Isla de León) son opuestos a la libertad e igualdad de esta parte integrante y esencial de la Corona; son incompatibles con los derechos cardinales de su descubrimiento y adquisición establecidos en la Bula de Alejandro VI y en la 1 s. t.s. libro III de las recopiladas para estos dominios. Sobre estos elementos constitucionales está fundado el privilegio que tienen los españoles de este Nuevo mundo, los descendientes de los Descubridores y primeros pobladores para conservarlo por sí mismos en las críticas circunstancias del día y mantenerlo ileso para su legítimo soberano. Procurar otra cosa mientras no logramos su restitución al trono o mientras por el voto libre y general de todos sus vasallos no se fije un centro de poder representativo de su Real Persona en toda la extensión de sus dominios, es atentar contra la Majestad y Soberanía de las Leyes elementales de nuestra constitución.” (Mendoza, Cristobal, 1962, p. 298)
2.
Fernando, príncipe de Asturias y sucesor a la Corona española, dice Galasso, era “promesa de democracia”.
En Historia, hoy y dada la ideologización a la que esta siendo sometida, debemos aclarar cada concepto en su justa medida. Si decimos, como lo hace Galasso, que Fernando era promesa de democracia, debemos aclarar, que entendemos por democracia sino lo estamos utilizando para fundamentar una situación actual. Este tipo de pensadores en realidad buscan en el pasado una justificación al pensamiento del presente. Si los próceres de mayo buscaron la democracia, nuestra identidad nacional radica allí, en consecuencia, debemos defender la democracia para no traicionar nuestra identidad y ser otra cosa. Así no se puede hacer Historia porque se desvirtúa toda la realidad.
Fernando era llamado por el pueblo español y americano, “el Deseado”. Hartos de las políticas corruptas del godoísmo y de los desastres internacionales, vieron en el hijo de Carlos IV un rey que gobernaría para beneficio de su pueblo. Por su parte, los americanos vieron en él un gobernante con quien podrían firmar un nuevo pacto tal como había sucedido entre los conquistadores y los reyes españoles en el siglo XVI. Este nuevo pacto reclamaría más autonomía en el manejo de los asuntos de gobierno, tal como se gozaba bajo los Austrias, y que los Borbones en el poder, habían relegado en pos de una centralización. Por ello, yo no diría que Fernando era promesa de democracia sino de autonomía, porque no se buscó en la Revolución Americana un cambio radical en las estructuras religiosas, políticas, económicas y sociales como sí sucedió en 1789 en Francia, sino solamente más autonomía en la política y en la economía, pero siempre dentro del orden hispano tradicional.
3.
Creo que lo he aclarado en el primer punto.
4.
En este punto se ve la corriente que subyace al pensamiento de Galasso. Él es marxista y como buen marxista, es evolucionista.
En principio, estamos de acuerdo en el carácter democrático de la guerra de independencia, si por democracia entendemos una reacción de tipo popular y bastante espontánea. ¿Fue una reacción democrática y liberal? Eso si que no fue, pues el pueblo se levantó al grito desesperado de “¡Vasallos a las armas! ¡Qué se llevan al Infante!” (Ballesteros y Beretta, Antonio, 1934, p.14) y no “¡Vasallos a las armas! ¡Matemos al Infante!”. También estoy de acuerdo que impugna a las instituciones absolutistas, pero cuidado acá. Galasso dice “viejas instituciones absolutistas” dando a entender que los Austrias también lo fueron. Acá disiento y veo la mano de la ideología: Absolutismo-revolución popular-intento de instauración de la democracia-la oligarquía gana el proceso y se “derechiza” como dice Galasso-lucha entre burguesía y proletariado.
La Monarquía de los Austrias no fue para nada la de los Borbones. La finalidad de ambas cambió radicalmente. Mientras la primera buscaba la Evangelización que justificaba su presencia en América (un gran ejemplo de esto es cuando la Corte le propone a Felipe II dejar las Filipinas porque dan pérdidas y él se niega porque todavía no esta evangelizada), la segunda buscaba la grandeza del Imperio por la acumulación de metálico. Para lograr puso en marcha una serie de Reformas que centralizaron el poder y le sacaron el poder de que gozaban en los primeros tiempos.
El Estado de los Austrias une un estado patrimonial, paternal. El de los Borbones fue un estado nacional unitario y centralista. Aquí radica la gran diferencia.
6.
Si por derechizarse Galasso quiere decir que el Consejo de Regencia, por liberal y centralista, quiere someter a América como una colonia, estoy totalmente de acuerdo. Pero lo que no ve Galasso es que la ideología del Consejo de Regencia es lo que él llama “democrática”. Estos son los liberales españoles ganados por las logias masónicas británicas.
7.
Un despliegue de ideología que yo lo llamo Determinismo Genético. Me pregunto: ¿llevan en la sangre su oligarquía? ¿Los pone como determinados por pertenecer a una clase social? ¿Son los malos?
8.
Nuevamente la ideología en la diferenciación social. Antes que nada quiero aclarar que no existían las clases sociales en América pues este concepto supone una diferenciación social basada en el dinero, cosa que no sucedía en América.
Los absolutistas, para Galasso, son los que tienen el poder, y los antiabsolutistas los que quieren llegar a él. Una visión muy francesa de la historia de nuestro país, en épocas en que la rechazábamos por herética. No solo eso, sino que los absolutistas serían los ricos, los militares, los católicos y los políticos. En el otro lado del ring, estarían los pobres, los comerciantes recién nacidos y laboriosos sin posibilidades de enriquecerse por la opresión monopolista española y no podía faltar la clase obrera o el sector popular. Queda claro que Galasso tomó un esquema hecho por un alemán a mediados del siglo XIX y lo aplicó a la Historia Argentina de fines del siglo XVIII y principios del XIX. Pero la Historia es realista y nada tiene que ver con estos esquemas.
Los grupos (y no clases sociales) que se disputaban el poder desde las Invasiones inglesas eran: los liberales letrados (nada laboriosos en el campo ni en el comercio) que manejaban un grupo urbano militar con personas, en su mayoría, que habían sido afectadas por las reformas militares de Cisneros y se habían quedado sin trabajo y por jóvenes de familias acomodadas; los alzaguistas, que eran los comerciantes asociados con los monopolistas gaditanos; y por último, los Patricios, único cuerpo militar regular, beneficiado por las reformas militares de Cisneros.
¿Y el sector popular? Nada. Los “chisperos” y “manolos” de French y Beruti no superaban los 600. Los vecinos que asistieron al Cabildo Abierto del 22 fueron alrededor de 500 de 50.000 vecinos de Buenos Aires. Por eso Leiva le preguntó el 25 de Mayo a Balcarse ¿Y donde esta el pueblo? Y Balcarse le contestó ¡¡Se fueron a sus casas porque es la hora de almorzar!! Y si no tienen en cuenta nuestros reclamos tocamos generala y abrimos los cuarteles: ahí van a ver al pueblo!
9.
El historiador argentino Roberto Marfany ha demostrado que quienes formaban parte de la Legión Infernal no eran de menores ingresos sino jóvenes de las familias más acomodadas de Buenos Aires, y que French y Beruti no eran “sindicalistas de la administración pública” como los pintan hoy todos los historiadores progresistas sino ex militares que les dieron de baja por su tendencia pro británica durante las invasiones.
10.
Ahora Galasso:
“los militantes encabezados por French y Berutti juegan un rol decisivo pues son ellos los que exigen y logran el Cabildo Abierto del 22 de mayo e incluso participan del mismo utilizando invitaciones falsas que ha “fabricado” Donado en la imprenta de Expósitos, como también son ellos quienes forman piquetes en las esquinas del Cabildo impidiendo el ingreso de algunos señorones reaccionarios.”
He aquí un error histórico. No son los chisperos y manolos, como grupo político, quienes logran el Cabildo Abierto del 22 de mayo. Este grupo paramilitar eran mandados por Belgrano y Rodríguez Peña en íntima conexión con los generales Martín Rodríguez y Chiclana, que eran Patricios. El pedido del Cabildo Abierto del 22 fue una jugada política armada en el Cuartel de las Temporalidades entre los patricios y los liberales letrados. Cuando este grupo pide el Cabildo Abierto el virrey Cisneros llama a los Patricios para ver si lo sostenían, y es Saavedra el que dice que no. Si Saavedra decía que sí se acababa la revolución.
También hay que aclarar que el pedido de Cabildo Abierto no es para destituir al virrey, pues eso ya se había pedido directamente sino para tratar el tema de la formación de un gobierno provisional. La jugada política del Cabildo conjuntamente con los cisneristas fue llamar a un Cabildo Abierto para tratar el tema de la destitución del virrey primero y la formación de un gobierno provisional, después.
Creer que el “sector popular” fue el que logró el Cabildo Abierto también es ideológico, pues es creer que el “pueblo” democráticamente presionó a las autoridades para cambiar el régimen despótico por uno democrático, cosa que para nada fue así.
Prosigue Galasso: “Son ellos también los que se movilizan contra la Junta tramposa del día 24 (dos absolutistas, dos revolucionarios y el Virrey como quinto miembro para desempatar), especialmente después que se contactan con Mariano Moreno, ese hombre que tenía la mente clara y sabía lo que había que hacer, por lo cual French lo apoda “el sabiecito del Sur”.
Nuevamente errores históricos graves. El historiador Roberto Marfany ha demostrado que la Junta del 24 para nada fue tramposa, sino más bien, una vez elegida, hay testimonios de la época que demuestran la algarabía en la Plaza de Mayo. En realidad, fue una transacción política que dejaba al Cabildo Ordinario como mediador. Galasso habla de dos absolutistas, cosa que, para el caso, no lo eran, pues Inchaurregui y Solá, estaban con la destitución del virrey en el Cabildo del 22. Galasso los considera absolutistas por el solo hecho de ser comerciante el primero y religioso el segundo. La idea de la Junta del 24 fue corporativa, estaban representados los grupos de la sociedad porteña: los comerciantes, los religiosos, los militares, los letrados y los funcionarios reales.
La movilización en contra de la Junta del 24 nace en los chisperos y también en los patricios porque el Cabildo Ordinario le había dado a Cisneros el mando de las armas, cosa que era inadmisible. Los revolucionarios podían aceptar a Cisneros, con un voto como todos los demás (eran cuatro a uno) pero ser Jefe de los Patricios no. He aquí la reacción que nace en el Cuartel de las Temporalidades y en la Jabonería de Vieytes y que por medio del grupo paramilitar de los chisperos presiona para el llamado a un nuevo Cabildo Abierto.
Con respecto a Moreno, solo lo que dijo su hermano, Manuel basta:
“Muchas horas hacía que estaba nombrado secretario de la nueva Junta, y aún estaba totalmente ignorante de ello, entretenido en casa de un amigo en conversaciones indiferentes. Al cabo de mucho tiempo, en que yo mismo lo había buscado para avisarle lo ocurrido, lo vi entrar en su casa, envuelto en mil meditaciones, sobre si debía o no aceptar su nombramiento.” (Moreno, Manuel, 1968, p. 117)
Por último Galasso: “Llegado el día 25 y cuando el “sordo” Cisneros y el síndico Leiva apelan a toda clase de dilaciones e incluso intentan que la fuerza armada reprima al pueblo en la Plaza, French, Berutti, Planes y otros ingresan a la planta alta del Cabildo y exigen por la fuerza –cuchillos y trabucos en mano- la designación de una Primera Junta, cuyos integrantes ellos mismos presentan, y firman, en primer término: “Por mí y ante de los seiscientos, Antonio Luis Beruti, por mí y a nombre de seiscientos Domingo French, siguiéndole entre otras, las firmas de Manuel Alberti, Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Tomás Guido” (Historia de la Nación Argentina. Academia Nacional de la Historia, Edit. El Ateneo, Bs As, 1969, tomo V, pág. 47)”
Lo que no dice Galasso es que la lista de los integrantes fue confeccionada por Chiclana, patricio y dependiente de Saavedra.
11.
No es el sector popular el que hace la revolución, como cree Galasso, sino los Patricios, sin los cuales nada podría haberse hecho. Y no la hacen para cambiar la sociedad toda sino para resguardarla de los hechos peninsulares.
13.
Nuevamente la ideología a flor de piel.
“Poco después, Moreno redacta el Plan de Operaciones que constituye el verdadero programa de la Revolución, documento que Bartolomé Mitre “pierde”, distraídamente, para poder mantener a la “Representación de los Hacendados” –alegato por el comercio libre- como objetivo del movimiento.”
¿Cómo prueba que Mitre lo perdió a propósito para mantener un alegato del comercio libre? Aparte hay versiones para nada despreciables que dicen que la parte económica del plan fue realizada por Manuel Belgrano.
14. Rivadavia buscó lo mismo que Moreno: la modificación total de las estructuras religiosas, políticas, económicas y sociales en el Río de la Plata. Rivadavia para nada fue “contrarrevolucionario” como dice Galasso, de hecho es quién deshace el Cabildo como institución representativa del orden hispánico en América.
Tomado de: http://larevoluciondemayo.blogspot.com.ar/
domingo, 23 de diciembre de 2012
Exposición de los errores históricos de Norberto Galasso
¿Quién es Norberto Galasso? Wikipedia nos dice de él: “Norberto Galasso (Buenos Aires, 28 de julio de 1936) es un ensayista e historiador revisionista argentino. Estudió en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, de donde egresó como contador, en 1961. A fines de los años cincuenta, sus inquietudes políticas lo impulsaron a leer a Marx, Trotsky, entre otros, y se familiarizó con los conceptos de lucha de clases, plusvalía, explotación. Ha aportado al pensamiento nacional y popular.” (http://es.wikipedia.org/wiki/Norberto_Galasso)
El aporte de Galasso en cuanto al tema que nos ocupa, la Revolución de Mayo, lo encontramos en un texto titulado "25 de Mayo de 1810: ¿Golpe pro-británico o revolución democrática?" publicado en Cuadernos para la Emancipación en el año 2002.*
A continuación detallo los errores históricos de este texto y en otro post intentaré responder históricamente a estos desvios.
Los errores históricos de Galasso
1. Significado de las Revoluciones Americanas en general y de la de Mayo en particular:
Siguiendo la interpretación de Juan Bautista Alberdi, la revolución de mayo “se trataría, en todos los casos, -no de revoluciones separatistas, independentistas – sino de revoluciones democráticas, por la libertad y los derechos del hombre, la división de poderes, etc., dirigidas contra el absolutismo, la monarquía, la Inquisición, la esclavitud, los tributos serviles, etc.”
2. Fernando, príncipe de Asturias y sucesor a la Corona española, “promesa de democracia”:
“Asimismo, en la casi totalidad de las revoluciones, las juntas triunfantes juraban por Fernando VII y recién años después -cuando Fernando VII, que era promesa de democracia, gira a la derecha y reprime brutalmente a los revolucionarios a partir de l8l4”
3. La Revolución en el Río de la Plata integrada a la Revolución Francesa de 1789:
“En principio, pues, en el Río de la Plata, se trataría de un movimiento que integraría el proceso de cambio que recorre toda Hispanoamérica por entonces, bajo la influencia tanto de la revolución española de l808 como de la Francesa de 1789.”
4. Carácter democrático de la guerra por la independencia en España:
“Se trata de una revolución nacional, contra el invasor, defendiendo la soberanía de España, pero inmediatamente asume al mismo tiempo otro carácter: el pueblo se organiza en Juntas y reclama, entonces, no sólo expulsar a los franceses, sino sus derechos democráticos impugnando las viejas instituciones absolutistas. Las juntas diversas unifican su representación en la Junta Central de Sevilla. Así, 1808 es el 89 español. Estas juntas, en su propósito de ser coherentemente democráticas, declaran -el 22 de enero de 1809- que “las tierras americanas no son colonias sino provincias”, iguales a las de España, por lo cual, al convocarse a las cortes constituyentes, se les reconoce representación. Y más aún: la Junta de Cádiz, el 28/2/1810, informa a los americanos de los cambios producidos y les señala que la Junta que ellos han constituido debe ser modelo que deben tomar en América, es decir, los incita a formar Juntas. Esta información no es demasiado conocida, pero sí puede recordarse que el levantamiento del 1º de enero de 1809, en Buenos Aires, aunque de contenido españolista contra la preponderancia francesa, proclama: “Juntas como en España”.
5. Integración de los movimientos revolucionarios peninsulares y americanos:
“Esto significa que la revolución que recorre el territorio español, se extiende a América, explicándose por esta razón la sincronía de los levantamientos insurreccionales (La Paz l809, Caracas, Buenos Aires, Chile y Nueva Granada en 1810, Méjico, Paraguay y la Banda oriental, en l811). A la luz de esta interpretación resulta coherente, tanto la metodología juntista, como también la jura por Fernando, a quien tanto en España como en América se juzga una posibilidad democrática, deslindándolo del resto de la familia real corrompida.”
6. Causas del estallido revolucionario:
“El levantamiento de las nuevas banderas democráticas se torna urgente en América cuando en España el proceso se derechiza con la disolución de la Junta central de Sevilla y la instalación del Consejo de Regencia, al mismo tiempo que Napoleón domina ya casi todo el país ibérico. Ambas noticias llegan a América en los primeros meses de l8l0 y apresuran los estallidos revolucionarios.”
7. Determinismo genético:
“los godos”. Sus apellidos interesan porque luego reaparecen integrando la oligarquía argentina: Martínez de Hoz, Pinedo, Alzaga, Santa Coloma, Sáenz Valiente, Ocampo, Lezica, Beláustegui, Arana, Oromí, Ezcurra...”
8. Diferentes “clases sociales” en la Revolución:
Los absolutistas:
a. comerciantes monopolistas
b. el virrey, los oidores y los funcionarios reales
c. “cúpula eclesiástica”
d. “alguna fuerza armada”
Los antiabsolutistas y democrático:
a. “comerciantes nuevos” formados a expensas de la relacion comercial con Inglaterra.
b. “pequeña burguesía”
c. “sectores populares”
9. Fines y medios revolucionarios:
“…que el pueblo gobierne a través de sus representantes, asegurando los derechos del hombre y del ciudadano, la libertad de imprenta y el libre pensamiento, integrando el movimiento al estallido que conmueve por entonces al resto de la América Española e incluso, también al de España si allí prevalecen las fuerzas modernizadoras. En esa pequeña burguesía se destacan varios abogados, como Moreno, Castelli, Belgrano y Paso, con el apoyo de unos seiscientos activistas que pertenecen a los sectores sociales de menores ingresos, conocidos como “Los Chisperos”, “La Legión Infernal”, o “los manolos”, en las crónicas españolas. Allí, liderando, se encuentran French, cartero de la ciudad y Berutti, empleado de la Tesorería del Gobierno.”
10. El sector popular:
“En los sucesos que se desarrollan en la semana de Mayo, los militantes encabezados por French y Berutti juegan un rol decisivo pues son ellos los que exigen y logran el Cabildo Abierto del 22 de mayo e incluso participan del mismo utilizando invitaciones falsas que ha “fabricado” Donado en la imprenta de Expósitos, como también son ellos quienes forman piquetes en las esquinas del Cabildo impidiendo el ingreso de algunos señorones reaccionarios. Son ellos también los que se movilizan contra la Junta tramposa del día 24 (dos absolutistas, dos revolucionarios y el Virrey como quinto miembro para desempatar), especialmente después que se contactan con Mariano Moreno, ese hombre que tenía la mente clara y sabía lo que había que hacer, por lo cual French lo apoda “el sabiecito del Sur”. Llegado el día 25 y cuando el “sordo” Cisneros y el síndico Leiva apelan a toda clase de dilaciones e incluso intentan que la fuerza armada reprima al pueblo en la Plaza, French, Berutti, Planes y otros ingresan a la planta alta del Cabildo y exigen por la fuerza –cuchillos y trabucos en mano- la designación de una Primera Junta, cuyos integrantes ellos mismos presentan, y firman, en primer término: “Por mí y ante de los seiscientos, Antonio Luis Beruti, por mí y a nombre de seiscientos Domingo French, siguiéndole entre otras, las firmas de Manuel Alberti, Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Tomás Guido” (Historia de la Nación Argentina. Academia Nacional de la Historia, Edit. El Ateneo, Bs As, 1969, tomo V, pág. 47)”
11. “Clase social” que hace la revolución:
“No existe duda de que el sector popular, como cabeza del frente democrático, impone a la Primera Junta para reemplazar al virrey.”
12. Finalidad de la lealtad a Fernando VII:
“Sus integrantes juran, entonces, en nombre del Rey Fernando VII porque éste resulta aún una posibilidad democrática tanto para los españoles liberales como para los americanos de la misma filiación ideológica.”
13. Ideología:
“Poco después, Moreno redacta el Plan de Operaciones que constituye el verdadero programa de la Revolución, documento que Bartolomé Mitre “pierde”, distraídamente, para poder mantener a la “Representación de los Hacendados” –alegato por el comercio libre- como objetivo del movimiento.”
14. Contraposición entre burguesía criolla revolucionaria (Moreno) y burguesía criolla contrarrevolucionaria (anglos, Rivadavia y García)
* El texto completo se puede ver en: http://www.discepolo.org.ar/node/45
Tomado de: http://larevoluciondemayo.blogspot.com.ar/2011/02/exposicion-de-los-errores-historicos-de.html
domingo, 9 de diciembre de 2012
ANTECEDENTES DE LA OLIGARQUíA*
Por: Vicente Sierra
“En cuanto es posible fijar con precisión el nacimiento de los seres morales –dicen Rodolfo y Julio Irazusta- la oligarquía vio la luz el 7 de febrero de 1826. Ese día, las diferencias existentes desde el 25 de mayo en el viejo partido que había hecho la revolución, se definieron en una escisión irreconciliable. Una de sus fracciones se apoderó del gobierno por una conjura de asamblea, un verdadero golpe de estado. Las circunstancias injustificables en que se realiza la operación hicieron de sus autores un grupo de cómplices, en vez de correligionarios. Y esa complicidad era un mal comienzo para una tradición que estaba destinada luego a una expiación de cinco lustros, a regir el país durante más de medio siglo.’
Los elementos vitales de la nacionalidad estaban demasiado vivos en 1826 para que la reacción no se produjera, y al exterior huyeron aquellos rivadavianos, campeones del orden legal, que solo demostraron serlo de la intriga, la imitación y el motín. Atropellaron las instituciones en 1828, jugando al ejercito nacional para defender a los mismos que, por simple ideología antimilitarista –que era la moda después de la caída de Napoleón- habían destruido los cuadros militares en vísperas de una guerra internacional y llegaron hasta el crimen despiadado e inútil de Navarro, al que la historiografía liberal se apresuró a perdonar. Lavalle no fue el hombre que aquella oligarquía necesitaba. Era preciso que, a fuerza de pasar el cuchillo por la espalda de los gauchos, como le pedía del Carril, hiciera ‘la unidad a los palos’, como lo proponía el siniestro Agüero; que permitiera la entrega de las riquezas del país a Hullet y Cía. de Londres y facilitara la amputación del territorio patrio; disminuyera la influencia de la iglesia y creara un estado fuerte que debía colocar en manos de sus protectores, y como Lavalle no fue hombre de tamaña empresa lo abandonaron, exiliándose en Montevideo. No fue necesaria la llegada de Rosas para que la vecina ciudad del Plata se viera llena de migrados políticos Argentinos. Corridos por la propia conciencia, cuando Rosas llega Montevideo rebosa de ellos, y allí observa la misma conducta que en Argentina. Como carecen del sentimiento de patria y solo tienen en cuenta las ideas, lo mismo les da aplicarlas en un lado o en otro, por lo que se entregan a la intriga para destruir un gobierno nacional y nacionalista, apoyando a Rivera, el ‘pardejón’ hecho a la medida pues unas veces es enemigo del Brasil y otras Barón de Tacuarembó, unas contrario a Rosas y otras Zalamero en la tarea de procurar en el un gesto de inteligencia que los iguale. Tarea inútil por cierto.
De las intrigas de los exiliados de la Banda Oriental, a los que mas tarde se agregan los jóvenes de la generación de 1837, mas ideólogos que sus antecesores los rivadavianos, surgen dos bloqueos extranjeros a los puertos argentinos, sin que aquellos emigrados, que practican según Vicente López y Planes la política de prosperidad ante que patriotismo, sientan herida una sola fibra ante la prepotencia con que Francia e Inglaterra parecen dispuestas a humillar a argentina. La voz inmaculada de San Martín señala la traición, pero las Ideas no le permiten ver los hechos y apoyan al enemigo y hasta aceptan su oro para cambiar el gobierno argentino, lo que no es conveniente para que se proclamen los mejores argentinos; y que lo son se enseña en las escuela por que así lo quisieron, después de Caseros, los que habrían de continuar tras las huellas rivadavianas. Para lo cual se falsifica la historia para lograr que el argentino de hoy haya olvidado el aislamiento de 1821, la sesión del alto Perú en 1825, la sustitución de la guerra extranjera por la civil en 1826, la pérdida de la banda oriental en 1828, el ataque Francés de 1828, el anglo-francés de 1849 y la derrota de Rosas por fuerzas Uruguayas y Brasileras, sin dejar de lado la internacionalización de los ríos y la pérdida del glorioso territorio de las misiones del Uruguay.
Rosas cae como consecuencia de una conjura internacional. En Caseros los argentinos solo luchan en las filas de los derrotados. Al frente de tropas internacionales esta Urquiza. Ha surgido en el un afán constitucionalista que no condice ni con sus antecedentes ni con la manera como gobierna su feudo entrerriano, pero que parece sincera. Con el llega, entre otros, Mitre, soldado sin mayor relieve, que ha servido a Oribe hasta su caída y seguido luego a Rivera, en el Uruguay, retirándose mas tarde a Bolivia y Chile, donde como periodista, ha destacado una personalidad. Alienta ambiciones respecto al futuro del país, pero nada tiene que ver ni con los rivadavianos ni con los antirosistas de 1837. No tiene ningún motivo de agravio hacia Rosas, pero posee ambiciones. Ni Urquiza ni Mitre tienen plena conciencia de lo que quieren, de forma que, como saldo de sus compromisos, el país pierde definitivamente la provincia del Paraguay y las regiones misioneras regadas con sangre de santos y hasta la isla Martín García sufre el oprobio de llegar a ser neutralizada, perdiendo el país la soberanía sobres sus grandes ríos navegables. Y, como si fuera poco, a la primera complicación internacional, apoyados en la estúpida soberbia de Solano López y en la presión deslumbrante de la Corte imperial de Rió Janeiro, Argentina entra en una guerra injusta contra sus hermanos en la sangre y en la historia. Ni Urquiza ni Mitre odian a Rosas. Mitre es liberal, pero su temperamento frío le veda caer en pasiones subalternas. Desgraciadamente, tiene que actuar con quienes no ven las cosas como él, y cede muchas veces, pero hay siempre un sentido nacionalista en su actuación que desespera a Sarmiento, para quien todo lo autóctono es destruible. El sentido histórico, evidente en Mitre, le hace comprender que si se quiere forjar la nación no hay que prescindir de todo el pasado ni admitir todo lo foráneo como bueno. Impone el liberalismo por la fuerza porque esta convencido de su bondad, pero coloca todavía ciertos factores espirituales por encima de los materiales. Es así que, aprovechando su estada en el frente de guerra paraguayo en combinación con camarillas y con el apoyo del ejercito, la oligarquía eleva a la presidencia, para sucederle, a Sarmiento, cuyo ideal consiste en dar vuelta al país, cambiarle las ideas y los hombres, la moral y la religión, hasta hacer de él la mas perfecta imitación de los Estados Unidos.
La gestación de este drama, desde 1826 a 1868, interrumpido por los cinco lustros del gobierno de Rosas, es obra de una oligarquía insignificante, pero habilísima y políticamente inescrupulosa. No porque no lo sean sus penates, sino porque se han forjado una doctrina del progreso en virtud de la cual quien no esta con ellos esta contra ellos. Convencidos de que representan la civilización, cuanto les es extraño es bárbaro. Por eso no se detienen ni ante el crimen. Borrego, Benavides, Heredia, Peñaloza, Lucero, marcan etapas en la labor de "liberalizar" al país, o sea, someterlo a los intereses de Buenos Aires, para lo cual se amparan en grandes principios. Nutridos de ideas abstractas –Razón, Ciencia, Progreso, Educación, Civilización, Humanidad- a las que dan vitalidad, convirtiéndolas en mitos, cuyo real contenido nadie investiga, manifiestan una fe sin limites en el poder de la razón, pero cree que se manifiesta exclusivamente en cada uno de ellos cuando escriben sobre cuestiones sociales o políticas. Poseen una noción puramente intelectual del progreso social. La moral es considerada como un elemento estático con poca o ninguna influencia en el progreso humano, al que solo comprenden y valoran a través de los hechos materiales: más ferrocarriles, más máquinas, más cantidad de escuelas, etc. No debe extrañar, por consiguiente, que estimaran, en un país católico, que la religión era un elemento retrogrado, porque así lo habían leído en algunos libros extranjeros.
Educados en momentos de agitación del país, y en una época de profunda dispersión ideológica, carecen de cultura filosófica, lo que disimulan embanderándose en las corrientes racionalistas, que alivianan, por cierto, la difícil tarea de pensar. Más pese a su progresismo son conservadores, no en el sentido noble del término, sino en cuanto a la convicción de que constituyen la clase que debe gobernar dentro de normas que se destacan por un casi religioso respeto por la riqueza. Tienen la convicción de que puede descubrirse una forma natural de gobierno que corresponda en la esfera social a las grandes leyes de Newton en la física, pero, por singular coincidencia, esa forma natural se acomoda a sus ideas de la sociedad y de la economía. El hombre debe ser libre para hacer y comentar sus negocios, no para comentar los públicos. Creen estar al día, y en realidad, viven ideas extrañas con singular atraso. El concepto que tienen de la sociedad, del hombre y del estado, pertenece al siglo anterior. Creen, como el deán Tucker que ‘Los estatutos para regular los salarios y el precio del trabajo son otro absurdo y un daño muy grande para el comercio. Absurdo y descabellado debe parecer seguramente en que una tercera persona intente fijar el precio entre comprador y vendedor sin su mutuo consentimiento’. Estos conceptos, escritos en 1757, son divulgados por Alberdi, un siglo mas tarde, como la ‘ultima’ expresión de la ciencia económica, de manera que cuando Europa comienza a registrar intervenciones del Estado en la regulación de la economía, los triunfadores de Caseros imponen al país una libertad basada en la ciencia de que el comerciante es una especie de benefactor publico, que cuando menos se lo constriña en la persecución de su riqueza, tanto mayor será el beneficio que podrá hacer a sus semejantes.
Cada uno trata de hacer del Estado el intérprete de una ley natural que puede ser deformada, pero no mejorada, para lo cual procura liberar al propietario y facilitar la labor del comerciante. Ninguno cree que hace el juego a una teoría económica y a los intereses de una clase particular, porque carecen, como hemos dicho, de cultura filosófica; hecho común a todo el movimiento liberal que, con retraso, encarnan en Argentina. El país había logrado saltar el siglo XVIII, pero los triunfadores de Caseros lo obligan a vivirlo apresuradamente para que, sus sucesores, después del presidente Avellaneda, lo pongan al día.
No repudian a Rosas porque ha ejercido el gobierno con la ‘suma del poder público’, pues lo detentó Lavalle y Paz. ¿No es, acaso, proceder con la suma del poder lo que hace Mitre después de Pavón con los procónsules uruguayos que envía a las provincias para someterlas, a fin de que le entreguen – como lo hicieron con Rosas – la dirección de las relaciones exteriores y, mas tarde, los electores para ser electo Presidente de la Nación? Lo que repudian es que Rosas haya empleado ese supremo poder contra las clases pudientes, restaurando los valores tradicionales, protegiendo la producción nacional, no dejando que los maestros ‘lancasterianos’difundieran el protestantismo entre los educandos argentinos; lo que repudian es que Rosas haya resistido las ‘luces’ de Europa que a ellos los ha encandilado. Son, sin embargo, heroicos, porque son sinceros. Están, simplemente, equivocados. Son el fruto directo de la relajación en la que cayó la enseñanza pública en el país después de 1806, agravado por la dispersión intelectual y doctrinaria de un siglo en que hubo de todo, y todo, sin filtrar, llegó a nuestras playas a deformar mentes, como en el caso de Alberdi, bien dotado, que en pocos años pasa del ideologismo al historismo, de este al socialismo y luego ¡nada menos! que a Adam Smith. Semejante esquema intelectual, con evolución al revés, inclusive, no podía darnos sino un hombre contradictorio en su manera de pensar y actuar. Son, además, puros. Ninguno procura enriquecerse con la situación que alcanza después de Caseros. Eso quedara para mas tarde; para los herederos lógicos de sus ideologías a pesar de todo, constituyen todavía un magnífico patriciado.
Repudian lo propio pero todos lucen virtudes cardinales de la raza. Se creen idealistas, y lo son, pero de un ideal materialista, aunque le imprima cierta emoción estética, una corriente romántica que hay en todos ellos; pero, cuando la influencia del idealismo romántico, que había dominado el pensamiento europeo durante la primera mitad del siglo, entra en decadencia y la corriente se inclina hacia el puro pragmatismo, como saldo de los sorprendentes desarrollos de la técnica industrial, las cosas cambian. Ya entonces la oligarquía hace gala de su desapego a la religión y sus penates entran a formar en las filas del positivismo. La austeridad de vida de Mitre o Sarmiento no será entendido por los hombres de 1890, pero llegado ese momento ya no habrá una política internacional propia; ya no habrá posibilidad de que el argentino desarrolle un estilo propio de vida; el imperativo será la riqueza, el plagio, la imitación, o sea, el desprecio de lo propio y, en la misma proporción, un crecimiento de los poderes del Estado. Puestos en esta región se tratará de gobernar sin pueblo y sin Dios.
* Tomado del capitulo XI de la obra "Historia de las ideas politicas en Argentina".
“En cuanto es posible fijar con precisión el nacimiento de los seres morales –dicen Rodolfo y Julio Irazusta- la oligarquía vio la luz el 7 de febrero de 1826. Ese día, las diferencias existentes desde el 25 de mayo en el viejo partido que había hecho la revolución, se definieron en una escisión irreconciliable. Una de sus fracciones se apoderó del gobierno por una conjura de asamblea, un verdadero golpe de estado. Las circunstancias injustificables en que se realiza la operación hicieron de sus autores un grupo de cómplices, en vez de correligionarios. Y esa complicidad era un mal comienzo para una tradición que estaba destinada luego a una expiación de cinco lustros, a regir el país durante más de medio siglo.’
Los elementos vitales de la nacionalidad estaban demasiado vivos en 1826 para que la reacción no se produjera, y al exterior huyeron aquellos rivadavianos, campeones del orden legal, que solo demostraron serlo de la intriga, la imitación y el motín. Atropellaron las instituciones en 1828, jugando al ejercito nacional para defender a los mismos que, por simple ideología antimilitarista –que era la moda después de la caída de Napoleón- habían destruido los cuadros militares en vísperas de una guerra internacional y llegaron hasta el crimen despiadado e inútil de Navarro, al que la historiografía liberal se apresuró a perdonar. Lavalle no fue el hombre que aquella oligarquía necesitaba. Era preciso que, a fuerza de pasar el cuchillo por la espalda de los gauchos, como le pedía del Carril, hiciera ‘la unidad a los palos’, como lo proponía el siniestro Agüero; que permitiera la entrega de las riquezas del país a Hullet y Cía. de Londres y facilitara la amputación del territorio patrio; disminuyera la influencia de la iglesia y creara un estado fuerte que debía colocar en manos de sus protectores, y como Lavalle no fue hombre de tamaña empresa lo abandonaron, exiliándose en Montevideo. No fue necesaria la llegada de Rosas para que la vecina ciudad del Plata se viera llena de migrados políticos Argentinos. Corridos por la propia conciencia, cuando Rosas llega Montevideo rebosa de ellos, y allí observa la misma conducta que en Argentina. Como carecen del sentimiento de patria y solo tienen en cuenta las ideas, lo mismo les da aplicarlas en un lado o en otro, por lo que se entregan a la intriga para destruir un gobierno nacional y nacionalista, apoyando a Rivera, el ‘pardejón’ hecho a la medida pues unas veces es enemigo del Brasil y otras Barón de Tacuarembó, unas contrario a Rosas y otras Zalamero en la tarea de procurar en el un gesto de inteligencia que los iguale. Tarea inútil por cierto.
De las intrigas de los exiliados de la Banda Oriental, a los que mas tarde se agregan los jóvenes de la generación de 1837, mas ideólogos que sus antecesores los rivadavianos, surgen dos bloqueos extranjeros a los puertos argentinos, sin que aquellos emigrados, que practican según Vicente López y Planes la política de prosperidad ante que patriotismo, sientan herida una sola fibra ante la prepotencia con que Francia e Inglaterra parecen dispuestas a humillar a argentina. La voz inmaculada de San Martín señala la traición, pero las Ideas no le permiten ver los hechos y apoyan al enemigo y hasta aceptan su oro para cambiar el gobierno argentino, lo que no es conveniente para que se proclamen los mejores argentinos; y que lo son se enseña en las escuela por que así lo quisieron, después de Caseros, los que habrían de continuar tras las huellas rivadavianas. Para lo cual se falsifica la historia para lograr que el argentino de hoy haya olvidado el aislamiento de 1821, la sesión del alto Perú en 1825, la sustitución de la guerra extranjera por la civil en 1826, la pérdida de la banda oriental en 1828, el ataque Francés de 1828, el anglo-francés de 1849 y la derrota de Rosas por fuerzas Uruguayas y Brasileras, sin dejar de lado la internacionalización de los ríos y la pérdida del glorioso territorio de las misiones del Uruguay.
Rosas cae como consecuencia de una conjura internacional. En Caseros los argentinos solo luchan en las filas de los derrotados. Al frente de tropas internacionales esta Urquiza. Ha surgido en el un afán constitucionalista que no condice ni con sus antecedentes ni con la manera como gobierna su feudo entrerriano, pero que parece sincera. Con el llega, entre otros, Mitre, soldado sin mayor relieve, que ha servido a Oribe hasta su caída y seguido luego a Rivera, en el Uruguay, retirándose mas tarde a Bolivia y Chile, donde como periodista, ha destacado una personalidad. Alienta ambiciones respecto al futuro del país, pero nada tiene que ver ni con los rivadavianos ni con los antirosistas de 1837. No tiene ningún motivo de agravio hacia Rosas, pero posee ambiciones. Ni Urquiza ni Mitre tienen plena conciencia de lo que quieren, de forma que, como saldo de sus compromisos, el país pierde definitivamente la provincia del Paraguay y las regiones misioneras regadas con sangre de santos y hasta la isla Martín García sufre el oprobio de llegar a ser neutralizada, perdiendo el país la soberanía sobres sus grandes ríos navegables. Y, como si fuera poco, a la primera complicación internacional, apoyados en la estúpida soberbia de Solano López y en la presión deslumbrante de la Corte imperial de Rió Janeiro, Argentina entra en una guerra injusta contra sus hermanos en la sangre y en la historia. Ni Urquiza ni Mitre odian a Rosas. Mitre es liberal, pero su temperamento frío le veda caer en pasiones subalternas. Desgraciadamente, tiene que actuar con quienes no ven las cosas como él, y cede muchas veces, pero hay siempre un sentido nacionalista en su actuación que desespera a Sarmiento, para quien todo lo autóctono es destruible. El sentido histórico, evidente en Mitre, le hace comprender que si se quiere forjar la nación no hay que prescindir de todo el pasado ni admitir todo lo foráneo como bueno. Impone el liberalismo por la fuerza porque esta convencido de su bondad, pero coloca todavía ciertos factores espirituales por encima de los materiales. Es así que, aprovechando su estada en el frente de guerra paraguayo en combinación con camarillas y con el apoyo del ejercito, la oligarquía eleva a la presidencia, para sucederle, a Sarmiento, cuyo ideal consiste en dar vuelta al país, cambiarle las ideas y los hombres, la moral y la religión, hasta hacer de él la mas perfecta imitación de los Estados Unidos.
La gestación de este drama, desde 1826 a 1868, interrumpido por los cinco lustros del gobierno de Rosas, es obra de una oligarquía insignificante, pero habilísima y políticamente inescrupulosa. No porque no lo sean sus penates, sino porque se han forjado una doctrina del progreso en virtud de la cual quien no esta con ellos esta contra ellos. Convencidos de que representan la civilización, cuanto les es extraño es bárbaro. Por eso no se detienen ni ante el crimen. Borrego, Benavides, Heredia, Peñaloza, Lucero, marcan etapas en la labor de "liberalizar" al país, o sea, someterlo a los intereses de Buenos Aires, para lo cual se amparan en grandes principios. Nutridos de ideas abstractas –Razón, Ciencia, Progreso, Educación, Civilización, Humanidad- a las que dan vitalidad, convirtiéndolas en mitos, cuyo real contenido nadie investiga, manifiestan una fe sin limites en el poder de la razón, pero cree que se manifiesta exclusivamente en cada uno de ellos cuando escriben sobre cuestiones sociales o políticas. Poseen una noción puramente intelectual del progreso social. La moral es considerada como un elemento estático con poca o ninguna influencia en el progreso humano, al que solo comprenden y valoran a través de los hechos materiales: más ferrocarriles, más máquinas, más cantidad de escuelas, etc. No debe extrañar, por consiguiente, que estimaran, en un país católico, que la religión era un elemento retrogrado, porque así lo habían leído en algunos libros extranjeros.
Educados en momentos de agitación del país, y en una época de profunda dispersión ideológica, carecen de cultura filosófica, lo que disimulan embanderándose en las corrientes racionalistas, que alivianan, por cierto, la difícil tarea de pensar. Más pese a su progresismo son conservadores, no en el sentido noble del término, sino en cuanto a la convicción de que constituyen la clase que debe gobernar dentro de normas que se destacan por un casi religioso respeto por la riqueza. Tienen la convicción de que puede descubrirse una forma natural de gobierno que corresponda en la esfera social a las grandes leyes de Newton en la física, pero, por singular coincidencia, esa forma natural se acomoda a sus ideas de la sociedad y de la economía. El hombre debe ser libre para hacer y comentar sus negocios, no para comentar los públicos. Creen estar al día, y en realidad, viven ideas extrañas con singular atraso. El concepto que tienen de la sociedad, del hombre y del estado, pertenece al siglo anterior. Creen, como el deán Tucker que ‘Los estatutos para regular los salarios y el precio del trabajo son otro absurdo y un daño muy grande para el comercio. Absurdo y descabellado debe parecer seguramente en que una tercera persona intente fijar el precio entre comprador y vendedor sin su mutuo consentimiento’. Estos conceptos, escritos en 1757, son divulgados por Alberdi, un siglo mas tarde, como la ‘ultima’ expresión de la ciencia económica, de manera que cuando Europa comienza a registrar intervenciones del Estado en la regulación de la economía, los triunfadores de Caseros imponen al país una libertad basada en la ciencia de que el comerciante es una especie de benefactor publico, que cuando menos se lo constriña en la persecución de su riqueza, tanto mayor será el beneficio que podrá hacer a sus semejantes.
Cada uno trata de hacer del Estado el intérprete de una ley natural que puede ser deformada, pero no mejorada, para lo cual procura liberar al propietario y facilitar la labor del comerciante. Ninguno cree que hace el juego a una teoría económica y a los intereses de una clase particular, porque carecen, como hemos dicho, de cultura filosófica; hecho común a todo el movimiento liberal que, con retraso, encarnan en Argentina. El país había logrado saltar el siglo XVIII, pero los triunfadores de Caseros lo obligan a vivirlo apresuradamente para que, sus sucesores, después del presidente Avellaneda, lo pongan al día.
No repudian a Rosas porque ha ejercido el gobierno con la ‘suma del poder público’, pues lo detentó Lavalle y Paz. ¿No es, acaso, proceder con la suma del poder lo que hace Mitre después de Pavón con los procónsules uruguayos que envía a las provincias para someterlas, a fin de que le entreguen – como lo hicieron con Rosas – la dirección de las relaciones exteriores y, mas tarde, los electores para ser electo Presidente de la Nación? Lo que repudian es que Rosas haya empleado ese supremo poder contra las clases pudientes, restaurando los valores tradicionales, protegiendo la producción nacional, no dejando que los maestros ‘lancasterianos’difundieran el protestantismo entre los educandos argentinos; lo que repudian es que Rosas haya resistido las ‘luces’ de Europa que a ellos los ha encandilado. Son, sin embargo, heroicos, porque son sinceros. Están, simplemente, equivocados. Son el fruto directo de la relajación en la que cayó la enseñanza pública en el país después de 1806, agravado por la dispersión intelectual y doctrinaria de un siglo en que hubo de todo, y todo, sin filtrar, llegó a nuestras playas a deformar mentes, como en el caso de Alberdi, bien dotado, que en pocos años pasa del ideologismo al historismo, de este al socialismo y luego ¡nada menos! que a Adam Smith. Semejante esquema intelectual, con evolución al revés, inclusive, no podía darnos sino un hombre contradictorio en su manera de pensar y actuar. Son, además, puros. Ninguno procura enriquecerse con la situación que alcanza después de Caseros. Eso quedara para mas tarde; para los herederos lógicos de sus ideologías a pesar de todo, constituyen todavía un magnífico patriciado.
Repudian lo propio pero todos lucen virtudes cardinales de la raza. Se creen idealistas, y lo son, pero de un ideal materialista, aunque le imprima cierta emoción estética, una corriente romántica que hay en todos ellos; pero, cuando la influencia del idealismo romántico, que había dominado el pensamiento europeo durante la primera mitad del siglo, entra en decadencia y la corriente se inclina hacia el puro pragmatismo, como saldo de los sorprendentes desarrollos de la técnica industrial, las cosas cambian. Ya entonces la oligarquía hace gala de su desapego a la religión y sus penates entran a formar en las filas del positivismo. La austeridad de vida de Mitre o Sarmiento no será entendido por los hombres de 1890, pero llegado ese momento ya no habrá una política internacional propia; ya no habrá posibilidad de que el argentino desarrolle un estilo propio de vida; el imperativo será la riqueza, el plagio, la imitación, o sea, el desprecio de lo propio y, en la misma proporción, un crecimiento de los poderes del Estado. Puestos en esta región se tratará de gobernar sin pueblo y sin Dios.
* Tomado del capitulo XI de la obra "Historia de las ideas politicas en Argentina".
domingo, 18 de noviembre de 2012
LA VUELTA DE OBLIGADO*
Por Alberto Ezcurra Medrano
En 1845, la Confederación Argentina se hallaba en conflicto con Francia e Inglaterra, debido a la pretensión de estas potencias de que no continuase la guerra que sostenía con el gobierno de Rivera en la Banda Oriental. Esta guerra había sido declarada por Rivera con el apoyo de Francia, y no preocupó a las mencionadas potencias mientras se desarrolló en territorio argentino. Comenzaron a juzgarla perjudicial para la “Humanidad” cuando, a raíz de la victoria de Arroyo Grande, Oribe puso sitio a Montevideo. Estaba en juego, por otra parte, el supuesto derecho de esas grandes potencias a la libre navegación de nuestros ríos. Y por sobre todo, la pretensión de Francia e Inglaterra de establecer su influencia y dictar su voluntad en el Río de la Plata.
El primer episodio de este conflicto tuvo lugar el 2 de agosto. Lo constituyó el incalificable atropello del secuestro de la escuadra argentina que al mando de Brown bloqueaba Montevideo. El hecho se produjo sin previa declaración de guerra, pendientes todavía las negociaciones con los ministros mediadores, Ouseley y Deffaudis, y pudo ser justamente calificado como acto de piratería. Al robo siguió el reparto de los buques, que fueron arbolados con la bandera oriental y puestos al mando del aventurero internacional José Garibaldi. De inmediato los aliados se dispusieron a imponer por la fuerza la libre navegación de los ríos argentinos, y entre el 7 y el 11 de agosto se vió a algunos de sus barcos haciendo trabajos de sondeo en la boca del Paraná Guazú.
Ante el giro que tomaban los acontecimientos, Rosas adoptó diversas medidas. El 13 de agosto dirige una nota al Comandante en Jefe del Departamento del Norte, General Lucio Mansilla. Este general tenía en su haber una brillante foja de servicios, pues había peleado en las invasiones inglesas, Chacabuco, Maipú, Camacuá e Ituzaingó, comandando además como jefe la división argentina que venció en Ombú al famoso general brasileño Bentos Manuel. En su nota, Rosas le hace ver la necesidad de “construir cuanto antes, en la costa firme del Paraná, una batería en el punto más aparente” y acoderar los buques todo combinado para una resistencia simultánea, de modo que la escuadra enemiga “no pueda pasar más adelante”; le indica la conveniencia de que el lugar destinado para la defensa fuera en la provincia de Buenos Aires o Santa Fé, las cuales reunían más abundancia de recursos que Entre Ríos; pone a su disposición los buques de guerra y demás elementos que están al mando del Coronel Francisco Erézcano con 4 oficiales y 100 marineros. Todo esto es interesante, porque revela hasta qué punto Rosas –que no participó directamente en la Vuelta de Obligado-, fue el inspirador y el alma de la resistencia contra el invasor extranjero.
Felizmente, el temor que tenía Rosas de una agresión por el Paraná, no se realizó con la prontitud que era de esperar. Los aliados temían lanzar su escuadra por un río que les era desconocido. Y Rosas contribuyó a fomentar este temor. Hizo difundir la falsa noticia de que en cuatro puntos del Paraná se habían echado a pique buques cargados con piedras para obstruir el canal. La noticia llegó a conocimiento de los jefes aliados, quienes el 23 de agosto hicieron detener a un ballenero argentino, exigiendo a su patrón que informara el lugar donde habían sido echados a pique los buques, lo que por supuesto ignoraba. La marcha lenta y llena de precauciones con que más tarde los invasores navegaban el Paraná, demuestra que el ardid de Rosas había producido su efecto.
Lo cierto es que las actividades bélicas de los aliados tomaron otro rumbo. El 31 de agosto los anglo-franceses y Garibaldi ocuparon, incendiaron y saquearon la Colonia. El 5 de septiembre se presentaron en Martín García. Rosas, aleccionado por la estéril aunque gloriosa defensa de 1838, la había hecho evacuar previamente, dejando sólo una guarnición simbólica compuesta de 10 soldados ancianos y un niño y el pabellón argentino izado al tope del mástil, como signo de soberanía. A Garibaldi cupo la heroica hazaña de semejante conquista, elogiada como tal por la prensa de Montevideo. El 20 de septiembre –recalco la fecha- el mismo Garibaldi saqueó Gualeguaychú, “escandalosamente”, según el propio secretario de Rivera. Conviene recordar más a menudo que para nosotros, los argentinos, el 20 de septiembre es el aniversario del saqueo a Gualeguaychú.
Mientras tales atropellos se perpetraban bajo la protección de las escuadras de Francia e Inglaterra, los llamados ministros mediadores de estas potencias, que en realidad fueron ministros interventores, declaraban, el día 17, el bloqueo de los puertos y costas de la Provincia de Buenos Aires. “La Gran Bretaña y la Francia –comenta acertadamente Saldías- a título de mediadores, tomaban contra la Confederación Argentina la misma medida que se habían negado a reconocer como emanada de esta última, a título de beligerante, ante la plaza de Montevideo”.
La verdadera guerra iba a comenzar. “El gobierno argentino –escribía “La Gaceta Mercantil”- se halla pues en el forzoso caso de repeler una guerra de abominable conquista anglo-francesa sobre las nacionalidades americanas”.
Demás está decir que salvo el pequeño grupo que, según frase de Lavalle antes de imitarlo, había “trastornado las leyes eternas de patriotismo, del honor y del buen sentido”, todos los argentinos, sin distinción de clases sociales, acompañaron a Rosas en esta cruzada por la soberanía. Como expresión máxima de ese sentimiento, Don Vicente López y Planes, que había cantado en “El Triunfo Argentino” la epopeya de las invasiones inglesas, y en el “Himno Nacional” la de la Independencia, compuso una “Oda Patriótica”, donde llamaba así a los argentinos a defender por tercera vez su libertad:
Se interpone ambicioso el extranjero,
Su ley pretende al argentino dar,
Y abusa de sus naves superiores
Para hollar nuestra patria y su bandera,
Y fuerzas sobre fuerzas aglomera
Que avisan la intención de conquistar
Morir antes, heroicos argentinos
Que de la libertad caiga este templo
Daremos a la América alto ejemplo
Que enseñe a defender la libertad!
Es interesante señalar que la opinión americana, manifestada a través de la prensa, comprendió ampliamente el sentido y la trascendencia de la lucha que se preparaba. Sería largo y pesado abundar en citas. Como ejemplo, bastará con dos. “El Grito del Amazonas”, del Brasil, decía: “Nos llamarán rosistas! somos americanos! Todo el Río de la Plata y sus tributarios, sólo por un milagro dejarán de ser surcados por los galo-británicos. Vosotros, argentinos, acabad con honor. No retrocedáis delante de los que amenazándoos hoy con bombardeos porque os suponen débiles, se olvidan de la humillación de Whitelocke y del tratado de Mackau”. Y “The New York Sun” expresaba: “Nos es grato ver al gobierno argentino firme en su determinación de defender la integridad de la Unión. La rebelión del Uruguay fue puesta en pie por Francia con la esperanza de obtener los dominios del Príncipe de Joinville, hermano político del emperador del Brasil. La sumisión a la vil alianza de Guizot, sería la señal de una repartición de la República Argentina entre las potencias aliadas; pero nuestra confianza en el General Rosas y en su administración no nos deja qué temer al respecto”.
Mientras estas reacciones se producían en la opinión nacional y extranjera, el General Mansilla se dedicaba activamente a dar cumplimiento a las órdenes de Rosas. Había elegido para ello el lugar conocido por Vuelta de Obligado, en el partido de San Pedro. Allí el río se enangosta y forma una curva muy pronunciada. Su anchura es de unos 600 metros y su profundidad, en el canal principal, de 15. La barranca es muy adecuada para la instalación de baterías.
Después de algunas vacilaciones, que le hicieron abandonar transitoriamente ese lugar para trasladarse al paraje denominado “Las Hermanas”, situado seis leguas más arriba, Mansilla resolvió definitivamente por la Vuelta de Obligado, donde lo encontramos instalado el 17 de septiembre.
Veamos como se organizó la defensa de esa posición, de acuerdo a los datos suministrados por el propio Mansilla en su informe del 20 de diciembre. Sobre la costa se instalaron cuatro baterías. La de la derecha, denominada “Restaurador Rosas”, estaba al mando del ayudante mayor de marina Alvaro de Alzogaray y constaba de seis cañones, dos de a 24 y cuatro de a 16. La Segunda, ciento diez varas más arriba, era la “General Brown”, a las órdenes del teniente de marina Eduardo Brown, hijo del almirante, y constaba de cinco cañones, uno de a 24, dos de a 18, uno de a 16 y uno de a 12. A cincuenta varas le seguía la tercera, “General Mansilla”, comandada por el teniente de artillería Felipe Palacios y compuesta de tres cañones, dos de a 12 y uno de a 8, en línea rasante con el río. La cuarta, “Manuelita”, a cuyo frente estaba el teniente coronel de artillería Juan Bautista Thorne, distaba 160 varas de la anterior y tenía siete cureñas de mar, de a 100 y de a 8, rudimentariamente empotradas en troncos de tala. Estas baterías estaban servidas por 160 artilleros y 60 de reemplazo.
La batería “Restaurador Rosas” estaba guarnecida en su flanco derecho por 500 milicianos de infantería, de los cuerpos de Patricios de Buenos Aires, al mando del Coronel Rodríguez, y por cuatro cañones de a 4 al mando del teniente José Serezo. El flanco izquierdo era defendido por 100 milicianos al mando del teniente Juan Gainza.
Las baterías “General Brown” y “General Mansilla” eran resguardadas por 200 milicianos del Norte, bajo las órdenes del teniente coronel Laureano Anzoátegui y por el capitán de marina Santiago Maurice.
Apostadas en un monte, a 100 pasos de distancia, servían de reserva 600 hombres de infantería y dos escuadrones de caballería al mando del ayudante Julián del Río y del teniente Facundo Quiroga, hijo del caudillo riojano, y ambas bajo las órdenes del teniente coronel José María Cortina.
A estas fuerzas hay que añadir los vecinos de San Pedro a las órdenes de Benito Urraca; de Baradero, a las de Juan Magallanes; y de San Antonio de Areco, a las de Tiburcio Lima, que en número total de 300 se unieron a último momento en patriótico y meritorio esfuerzo.
Y completa esta enumeración la escolta del General Mansilla, compuesta de 70 hombres al mando del teniente Cruz Cañete.
En el flanco izquierdo de la batería General Mansilla, en un mogote aislado, estaban apoyadas las anclas que sostenían una línea de 24 buques desmantelados, de los que hacían la navegación del Paraná y probablemente algunos de guerra, con tres cadenas corridas por la proa, centro y popa. El extremo opuesto de esas cadenas estaba sostenido por el bergantín “Republicano”, con seis piezas de a diez sobre estribor, y al mando del capitán de marina Tomás Craig. Por si el enemigo intentaba cortarlas, los místicos “Restaurador” y “Lagos”, con una pieza de a 6 cada uno, montaban guardia junto al “Republicano”. Tenían las mencionadas cadenas una doble finalidad: dificultar el paso del enemigo y demostrarle simbólicamente que la navegación del río no era libre y que sólo la lograría a la fuerza.
En una ensenada de la margen izquierda, 14 embarcaciones a remo con 200 infantes estaban listas para acudir a cualquier parte de la cadena o de la margen opuesta. Por último, se tenían preparadas dos líneas de a 5 chalanas unidas entre sí, con materias incendiarias a su bordo, para largarlas oportunamente a la deriva.
De todo lo dicho se deduce el acierto de Mansilla en disponer la defensa. Los principales jefes enemigos fueron los primeros en reconocerlo. Hubo fallas, sin duda. La artillería era escasa, las municiones más aún. Las había en Buenos Aires. Hubo demora en pedirlas y en enviarlas. El Teniente Coronel Ramírez Juárez, en el capítulo “Comprobaciones tardías” de su interesante libro “Conflictos diplomáticos y militares en el Río de la Plata”, ha señalado muy bien este aspecto negativo de la Vuelta de Obligado. Pero todo ello fué explicable dada la falta de experiencia en este género de guerra, y no aminora en nada la gloria del combate, sino que en cierto modo la aumenta, ya que en su transcurso el elemento humano supo sobreponerse a las deficiencias y dificultades materiales.
Dejemos a Mansilla instalado en sus baterías y volvamos al campo enemigo.
Rosas no se equivocó al esperar el principal ataque por el lado del Paraná. Existió en Montevideo una fuerte empresa comercial inglesa, cuyo jefe era Samuel Lafone. Esa empresa había adquirido el producto de la renta de aduana de Montevideo, dando una asignación usuraria a los orientales, y se beneficiaba, además, con el producto de los saqueos de Rivera. En ella tenían acciones algunos miembros del gobierno riverista, como el ministro Vázquez, y logró interesar también a los ministros mediadores –o interventores- de Inglaterra y Francia, Ouseley y Deffaudis. Había conseguido de la “generosidad” del gobierno de Rivera el privilegio de la navegación del Río Uruguay. Pero le interesaba obtener lo mismo en el Paraná, para comerciar con el Paraguay y con la Provincia de Corrientes, sublevada contra Rosas. Para ello preparaba un “convoy” de barcos mercantes, que sería protegido por la escuadra anglo-francesa.
El 1º de noviembre, el “British Packet” nos entera de que se habla formalmente de una expedición al Río Paraná. El 6 se concentran los barcos frente al Carmelo. Luego se internan en el Delta remontando en son de exploración el imponente Paraná Guazú. El 10 pasan por Baradero. Se detienen frente a la boca del Ibicuy, en sitio adecuado al entrenamiento de la infantería. El 17, la expedición sigue viaje en busca de la amenaza de la que se tienen noticias imprecisas. El 18 al atardecer fondea a una legua de la Vuelta de Obligado, a la vista de las posiciones de Mansilla. “Las márgenes –expresan en un mensaje- están cubiertas de gente vestidas de colorado, y frente a la obstrucción cruzan una goleta de guerra, cinco lanchas armadas y dos místicos”.
La escuadra invasora estaba compuesta de los siguientes buques:
Ingleses:
1) Vapor fragata “Gorgon”, buque insignia del Capitán Hotham, con seis cañones de 64 y 4 de 32.
2) Vapor fragata “Firebrand”, con igual armamento.
3) Corbeta “Camus”, con 18 cañones de 32.
4) Bergantín “Philomel”, con 10 cañones de 32.
5) Bergantín “Dolphin”, con 3 cañones de 32.
6) Bergantín “Fanny”, con un cañón de 24.
Franceses:
1) Cajor Fragata “Fulton”, con 2 cañones de 80.
2) Corbeta “Expeditive”, con 16 cañones de 8.
3) Bergantín “San Martín”, robado a la Argentina cuando el secuestro de la escuadra y constituído en buque insignia del Capitán Trehouart, con 2 cañones de 26 y 16 de 16.
4) Bergantín “Pandour”, con 10 Paixhans de 30 libras.
5) Bergantín goleta “Procede”, con 3 cañones de 24.
En total, 11 buques de guerra con 101 cañones, la mayoría de grueso calibre y los Paixhans con balas explosivas, que enfrentaban a las 35 pequeñas piezas de la defensa argentina.
Acompañaban a esta escuadra los buques carboneros que las abastecían. En el Paraná Guazú, poco antes del Ibicuy, un convoy de 20 barcos mercantes, cargados con mercaderías extranjeras y destinados a las ciudades ribereñas del interior aguardaba el resultado del combate.
La primera escaramuza se produce el 18, a las cinco de la tarde, cuando Mansilla envía en reconocimiento tres lanchones, que se ven obligados a retirarse ante los disparos del “Dolphin”. Por primera vez había tronado en el Paraná el cañón de los invasores. Mansilla se dispone al combate y proclama a sus soldados. “Considerad el insulto que hacen a la soberanía de nuestra patria al navegar, sin más títulos que la fuerza, las aguas de un río que corre por el territorio de nuestro país. Pero no lo conseguirán impunemente. Vamos a resistirles con el ardiente entusiasmo de la libertad. ¡Suena ya el cañón! ¡Tremola en el río Paraná y en sus costas el pabellón azul y blanco, y debemos morir todos antes que verlo bajar de donde flamea!”.
El 19, estamos en vísperas del combate. Mansilla envía al General Corvalán el siguiente parte, cuyo original conservo en mi colección de documentos históricos:
“Sírvase V.E elevar al supremo conocimiento del Excmo. Señor Gobernador y Capitán General de la Provincia, Brigadier Don Juan Manuel de Rosas, que hasta ahora que son las siete de la mañana, el enemigo no ha hecho el menor movimiento, permaneciendo fondeado a tiro de cañón, sin hacérsele fuego por éstas baterías porque con sólo al recoger el ancla se pondrán a mejor tiro, para aprovechar con acierto las balas que se les tiren. La relación adjunta le impondrá a su S.E de los buques anglofranceses que componen la fuerza invasora.
“Anoche ha desertado en un botecito un marinero del Bergantín de guerra nacional “Republicano”, e incorporándose al enemigo.
“Dios guarde a Vd. Muchos años –Lucio Mansilla”.
Curioso episodio el de este marinero, que en vísperas del combate se pasa al enemigo, dando espaldas a la gloria. ¿Sería acaso alguno de esos argentinos adictos a cierta línea histórica, que no pasa, precisamente, por la Vuelta de Obligado? Preferimos no creerlo. Según Mackinnon, había algunos extranjeros, y aún ingleses, en las fuerzas de Rosas. Y Ramírez Juárez atribuye el conocimiento que los aliados parecieron tener de las posiciones de Mansilla, sin haber efectuado ningún reconocimiento previo, a algunas deserciones producidas en esos elementos.
El 20 es el glorioso día. Amanece con niebla, pero ésta se disipa a las 8 y comienza a soplar una brisa del sur, favorable al ataque. A las 8 y 20 la vanguardia enemiga avanza lentamente sobre las baterías. A las 9 rompe el fuego. De inmediato, la banda de los Patricios de Buenos Aires hace oír los acordes del Himno Nacional, cuya última estrofa es saludada con un ¡Viva la Patria! y coronada con los primeros cañonazos de la defensa argentina.
Comienzan a avanzar, en primer término, el “Philomel”, la “Procede”, la “Fanny”. Pero no lo hace impunemente. Sufren serias averías mientras intentan tomar posiciones. Una vez anclados todos los buques, el combate se hace general y se mantiene vigoroso por espacio de dos horas.
Recio es el fuego de las baterías. El “San Martín” donde flamea la insignia del Capitán Trehouart, es el más castigado. Con 28 bajas, inclusive sus dos oficiales, y más de 120 impactos, se ve obligado a retirarse, y Trehouart debe arbolar su insignia en la “Expeditive”. El “Fulton”, que había acudido a socorrerlo, sufrió igualmente un serio castigo, recibiendo más de 100 impactos, y siendo desmontado uno de sus poderosos cañones de 80. También el “Dolphin” y el “Pandour” quedan momentáneamente fuera de combate, debiendo regresar aguas abajo para hacer urgentes reparaciones.
No obstante, el fuego mortífero de los aliados, y en especial las granadas paixhans, consiguen hacer mella en las baterías. Además, al cabo de dos horas de intensa lucha, comienzan a escasear las municiones. A mediodía se habían agotado las del bergantín “Republicano”. El comandante Craig ante la imposibilidad de defenderlo, resuelve volarlo para evitar que caiga en manos de enemigo, y pasa con su gente a engrosar la batería de Thorne.
Libres ya de este obstáculo y después de varias tentativas fracasadas, los aliados consiguen cortar las cadenas. Realiza esta operación el Capitán Hope, en una lancha protegida por el “Fulton”, que es el primero en cruzar el paso. Forzado éste, los potentes cañones de la escuadra consiguen arrojar su metralla sobre el flanco de las baterías, haciendo estragos en ellas. Las trincheras se llenan de muertos y heridos, imposibles de reemplazar por la escasez de personal. No por ello cesa el fuego de los valientes defensores, que se multiplican a fin de suplir a los que caen. Lo trágico es la falta de municiones. Callan la segunda y la tercera batería. Las otras dos sólo se dejan oír de vez en cuando, a largos intervalos. A las 4, Alsogaray dispara la última metralla de la suya. Sólo queda la de Thorne, sobre la que se concentra el fuego del enemigo. A las 4 y 50 cuenta sus municiones. Sólo le quedan 8 tiros. Personalmente dirige sus últimos disparos, sin errar ninguno, que no en vano es el mejor artillero de la Confederación. Al hacer el último, a las 5 de la tarde, una granada enemiga, que explota cerca de él, lo derriba en tierra, fracturándole un brazo y privándole del oído para siempre. Por eso pasó a la historia como el sordo de Obligado.
El combate puede considerarse decidido. Sólo resta a los aliados consolidar la destrucción mediante un desembarco. Lo hacen primero los ingleses bajo la protección de los cañones de la escuadra. Mansilla, en formidable carga a la bayoneta, desafiando a la metralla enemiga, consigue arrollarlos hasta las mismas embarcaciones. Pero cae herido por un rebote de granada. Lo reemplaza el Coronel Crespo, quien ordena al Jefe de Patricios de Buenos Aires, Coronel Rodríguez, continuar con la resistencia. Entretanto han desembarcado también los franceses, reforzando el ataque. Rodríguez intenta una nueva carga, pero es detenido por el terrible fuego de la “Expeditive”, la “Procide” y el “Philomel”, que han conseguido situarse a sólo 150 metros. Son tan grandes las bajas, que se ve obligado a replegarse a la altura de las barrancas, donde ofrece una tenaz resistencia, disputando palmo a palmo el terreno a los invasores hasta las 8 de la noche. Sólo entonces se retira, salvando la artillería volante y acampando a dos leguas de distancia, sobre el camino a San Nicolás.
Tal fué el combate de la Vuelta de Obligado. Once horas había durado la lucha. Según parte británico los aliados tuvieron 28 muertos y 85 heridos. De acuerdo al parte argentino, firmado por Crespo en reemplazo de Mansilla, los defensores muertos ascienden a 150 y los heridos a 101. Es probable que, en realidad, las bajas hayan sido mayores por ambas partes. La diferencia en contra de los argentinos es lógica, dadas las características del combate y la superior cantidad y calidad del armamento extranjero.
Cabe hacer notar que los propios aliados reconocieron el valor de la defensa argentina. El parte de Capitán Hotham, si bien tergiversa en varios puntos la verdad –haciendo figurar, por ejemplo, 10 buques de guerra argentinos que no existieron- lo que motivó un reto a duelo del General Mansilla, reconoce, por otra parte, que “el enemigo se defendió valerosamente” y que “los hombres que caían eran inmediatamente reemplazados”.
Resulta difícil hacer sin incurrir en injustas omisiones, el elogio individual de los héroes de Obligado, porque lo fueron todos los que allí combatieron. Hecha esta aclaración previa, no podemos dejar de mencionar algunos de entre ellos, que se distinguieron particularmente.
En primer término el general en jefe, Lucio Mansilla, cuyo elogio hace el propio Hotham, al reconocer que “una gran habilidad militar se había desplegado, tanto al escoger el terreno como en el plan de defensa adoptado”; que –según el “British Packet”- “durante todo el combate estuvo tomando mate con la mayor sangre fría”; y que concluyó la jornada herido por las metralla enemiga.
Mención especial merecen los coroneles Juan Bautista Thorne y Ramón Rodoríguez. Dejemos su elogio, en el que incurre en un error que luego aclararemos, al almirante Sullivan:
“En la batalla de Obligado –dice- un oficial que mandaba la batería principal causó la admiración de los oficiales ingleses que nos hallábamos cerca de él, por la manera que animaba a sus hombres y los mantenía en sus puestos, al pie de los cañones, durante un fuerte fuego cruzado, bajo el cual esta batería estaba más especialmente expuesta. Por más de 6 horas se paseó por el parapeto de la batería exponiendo su cuerpo entero, sin otra interrupción que cuando él mismo ponía de tiempo en tiempo la puntería de un cañón."
“Por prisioneros heridos de un regimiento supimos después que era el Coronel Rodríguez, del Regimiento de Patricios de Buenos Aires. Cuando los marineros y soldados ingleses desembarcaron a la tarde y tomaron esa batería, él, con los restos de su regimiento solamente, y sin otro concurso de las fuerzas defensoras, mantuvo su posición a retaguardia, a pesar del fuerte fuego cruzado de todos los buques que se hallaban detrás de la batería, y fue el último en retirarse."
“La bandera de esa batería, que había defendido tan noblemente, fué tomada por uno de los hombres de mi mando, y me fue dada por el oficial inglés de mayor rango, Capitán Aotham. Al ser arriada, la bandera cayó sobre algunos de los cuerpos de los caídos y fue manchada con su sangre”.
Sullivan incurre aquí en una confesión. El jefe de la batería, que se paseaba expuesto al fuego enemigo, no fue Rodríguez, sino Thorne. Sí, fue en cambio el Coronel Rodríguez quien resistió heroicamente a las fuerzas de desembarco. El elogio, por lo tanto, corresponde a ambos. La bandera a la que se refiere Sullivan, la devolvió caballerescamente al Consulado Argentino en Londres, en 1883. Hoy se encuentra, sin leyenda alguna, en el Museo Histórico Nacional. Fue la única bandera de combate capturada en Obligado, y como ya lo hacía notar el “British Packet” el 20 de diciembre de 1845, no es propiamente la bandera oficial argentina, sino una insignia de regimiento, con bonetes e inscripciones. Las banderas que se exhibieron en los Inválidos de París como trofeos de Obligado, no eran banderas de guerra, sino de los barcos mercantes que sostenían la cadena, o de las carpas de los soldados.
Continuando con la mención de los héroes de Obligado, recordemos a la heroína nicoleña Petrona Simonino, que con un grupo de abnegadas mujeres, algunas de las cuales murieron bajo fuego enemigo, prestó ayuda a los heridos e infundió ánimo a los defensores, consiguiendo salvar el parque sanitario en momentos de ser flanqueada la batería “Manuelita”.
Y no olvidemos a los que dieron su vida por la patria en tan memorable ocasión. En la imposibilidad de mencionarlos a todos –se calcula su número en 250- recordemos al menos el nombre de los oficiales: Teniente de Marina José Romero, subtenientes Marcos Rodríguez y Faustino Medrano, y alféceres Martínez y Sánchez.
El combate de Obligado, a pesar de constituir técnicamente, el episodio en sí, una victoria aliada, no lo fue en definitiva, ni por consecuencias prácticas, ni por su trascendencia moral.
El ejército argentino, aunque diezmado, no se había disuelto. Pronto se rehizo. Las fuerzas aliadas que desembarcaron en Obligado fueron arrolladas en los meses de diciembre y enero por las del Coronel Thorne, que comandaba la línea de observación sobre la costa. El 2 de febrero intentaron un nuevo desembarco, y otra vez Thorne los obligó a reembarcarse. De nada servía haber forzado el paso. El objetivo aliado era dominar el río para comerciar con Paraguay y Corrientes. Pero no se domina el río cuando la costa sigue en poder del enemigo. Desde sus barcos, los anglo-franceses se veían seguidos y observados por los jinetes criollos –poncho y gorro colorado- que “surcaban en todo sentido la llanura, atendiendo a tropas inmensas de caballos y vacas destinadas a su uso y consumo, mientras los marinos famélicos eran presa del escorbuto, a pesar de la huerta de legumbres que habían instalado en una islita”. Veían, por otra parte, levantarse de nuevo sobre la costa las baterías abatidas para siempre. “Rosas está levantando baterías a lo largo de las barrancas entre nosotros y Obligado”, escribía el teniente Robins, de la fragata “Firebrand”, y añadía: “Si no hay una poderosa división abajo con fuerzas de tierra para sacar los hombres de la barranca, ellos echarán a pique algunos de los buques del convoy y probablemente harán daño a los de guerra. Nos hemos internado muy pronto río arriba. Hemos tomado una posición que no podemos sostener sin muchas posiciones fortificadas”. Y el teniente Marelly, confesaba: “Nos preocupan mucho las baterías que Rosas levanta contra nosotros en San Lorenzo”.
Pronto se vió que tales temores no eran infundados. Los barcos que surcan el río comienzan a ser objeto de continuas agresiones. El 9 de enero el convoy es hostilizado en Acevedo. El 16 en San Lorenzo y el Quebracho, con grandes averías y 50 hombres fuera de combate. El 10 de febrero, el “Alecto” y el “Firebrand” son atacados en el Tonelero. El 2 de abril el “Philomel” es perseguido en el Quebracho. El 6, en el mismo lugar, el “Alecto” quedó bastante descalabrado. El 19 Mansilla se toma un pequeño desquite recapturando con la bandera inglesa el pailebot “Federal”, uno de los barcos que sostenían la cadena en la Vuelta de Obligado y que había sido tomado, armado y rebautizado por los ingleses con el nombre de ese combate. El 21, Thorne acribilla a balazos al “Lizzard”, causándole 4 muertos y otros tantos heridos. El 11 de mayo la escena se repite con el “Harpy”, quedando herido su comandante. Y como coronamiento, el 4 de junio, cuando el convoy regresa a Montevideo cargado de mercaderías de Paraguay y Corrientes, sufre un verdadero desastre en el Quebracho, viéndose obligado a incendiar varios barcos y a emprender una vergonzosa fuga. Desde entonces, el envío del convoy no se repitió y los buques aliados dejaron de surcar las aguas del Paraná. ¿Dónde había quedado el dominio del río, objetivo principal de la Vuelta de Obligado?
Si desde el punto de vista práctico este combate fué una victoria a lo Pirro, desde el punto de vista moral constituyó un triunfo argentino.
Lo fué por la desmoralización que produjo el enemigo. Comprendieron que se trataba de una guerra y no de un paseo. Lo dejan entrever en su correspondencia. “Nadie se declara en nuestro favor…Dejarlos que se degüellen unos a otros, limitándonos al bloqueo a menos que vengan otros a completar el trabajo…Nos hemos metido mucho…Hemos hecho demasiado, o demasiado poco”. En vista de ello, los interventores solicitan refuerzos. Piden 10.000 soldados franceses, igual cantidad de ingleses y el envío de una nueva escuadra. Pero los gobiernos de Inglaterra y Francia no contaban con semejante guerra. Habían creído empresa fácil dominar a los argentinos, a los “gauchos cobardes” que decía Thiers en el parlamento francés. La realidad les demostraba otra cosa. La Argentina no era Argelia o Túnez, ni Rosas un reyezuelo africano. Era un país que sabía hacer honor a su noble estirpe y defender la independencia que había conquistado. Hubo que abrir con él negociaciones de paz. El duelo a cañonazos iniciado en Obligado terminó pocos años después con las salvas con que Inglaterra y Francia desagraviaron al pabellón nacional.
A los argentinos, en cambio, la Vuelta de Obligado les retempló el espíritu. Les dió, como otrora la resistencia a las invasiones inglesas, la conciencia de su propio valer. Fue la réplica viril al infame atropello del robo de la escuadra y su recuerdo subsistió, y subsistirá, como saludable lección a las veleidades de la intromisión extraña. Fue, y sigue siendo para nosotros, aunque todavía no se lo haya declarado oficialmente, el Día de la Soberanía.
La energía de Rosas y el heroísmo de los combatientes despertó la admiración de todo el mundo. Especialmente la prensa de Estados Unidos, Chile y Brasil abundó en comentarios altamente elogiosos. Periódicos de Río de Janeiro se expresaban en los siguientes términos: “Triunfe la Confederación Argentina o acabe con honor. Rosas, a pesar del epíteto de déspota con que lo difaman, será en la posteridad respetado como el único americano del sur que ha resistido intrépido las violencias y agresiones de las dos naciones más poderosas del viejo mundo. Un día, los americanos del Norte y el Sur repetirán con entusiasmo a sus hijos estas palabras enérgicas y famosas dirigidas por el general argentino a los piratas de las Galias y de la Britania: No cederé mientras tuviese un soldado…Sean cuales fuesen las faltas de ese hombre extraordinario, nadie ve en él sino al ilustre defensor de la causa americana, al principal representante de los intereses americanos. Sea que triunfe o que sucumba en esa verdadera lucha de gigante en que se halla empeñado, Rosas será en le presente época el grande hombre de la América”.
A su vez, “The Journal of Commerce” de Nueva York, decía: “No somos panegiristas del gobernador Rosas, pero deseamos que nuestros compatriotas conozcan su verdadero carácter, como lo describen los comodoros Ridgley, Morris y Turner y todo los ciudadanos de los Estados Unidos que haya visitado Buenos Aires. Verdaderamente él es un gran hombre; y en sus manos ese país es la segunda república de América”.
Mientras así se hablaba en el exterior, la única nota disonante –triste es decirlo- la dio la prensa de los argentinos emigrados en Montevideo y Chile. La sangre noblemente derramada en Obligado fue innoblemente insultada por ella, mientras incitaba a los extranjeros a continuar la lucha, bajo el pretexto de que no había de combatir el pueblo a los hombres “a quienes consideraba como libertadores”. Con tal motivo, Pinto, ex presidente de Chile, escribía al plenipotenciario argentino: “Seguimos con el más profundo interés las aventuras de la guerra contra Buenos Aires, porque esperamos que tarde o temprano se aplicarán a todos los Estados de América los mismos principios que ha invocado la intervención para crearse gobiernos esclavos que pongan al país a merced de la Inglaterra y de la Francia. Así s que todos los chilenos nos avergonzamos de que haya en Chile dos periódicos que defiendan la legalidad de la traición a su país, y Ud. sabe quiénes son sus redactores”.
Afortunadamente, no todos los enemigos de Rosas cayeron tan hondo. Don Manuel Erguía protestaba contra esas actitudes en los siguientes términos: “Para la prensa de Montevideo, la Francia y la Inglaterra tienen todos los derechos, toda la justicia. Aun más, pueden dar una puñalada de atrás, arrebatar una escuadra, quemar buques mercantes, entrar en los ríos a cañonazos, destruir nuestro cabotaje…todo esto y mucho más que aún falta, es permitido a los civilizadores…el francés maquinista que cae atravesado por una bala es digno de compasión, y ve caer 400 cabezas argentinas y no muestra el menor sentimiento por su propia sangre. La prensa de Montevideo es completamente franco-inglesa”. El coronel Martiniano Chilavert reacciona aún con mayor energía. “Me impuse –dice- de las ultrajantes condiciones a que pretenden sujetar a mi país los poderosos interventores y del modo inicuo como se había tomado la escuadra. Ví también propagadas doctrinas a las que deben sacrificarse el honor y el porvenir de mi país. La disolución misma de su nacionalidad establece como principio. El cañón de Obligado contestó a tan insolentes provocaciones. Su estruendo resonó en mi corazón. Desde ese instante sólo un buen deseo me anima: el de servir a mi patria en esta lucha de justicia y gloria para ella”. Chilavert cumplió su palabra. No pudo luchar en esta guerra, porque después de Quebracho quedó virtualmente concluída. Pero en Caseros defendió a su patria contra otra intervención extranjera. Urquiza le hizo pagar con la vida el terrible delito de haber luchado hasta el fin contra el invasor brasileño.
El propio Alberdi, que con todos sus errores vió más claro que otros, escribió por aquel tiempo: “Hoy más que nunca, el que ha nacido en el hermoso país situado frente a la Cordillera de los Andes y el Río de la Plata, tiene derecho a exclamar con orgullo: soy argentino. Rosas no es un simple tirano, a mis ojos. Si en su mano hay una vara sangrienta de fierro, también veo en su cabeza la escarapela de Belgrano. Simón Bolívar no ocupó tanto el mundo con su nombre, como el actual gobernador de Buenos Aires”. Y nada menos que Sarmiento, se vió obligado a reconocer que a Rosas “debe la República Argentina en estos últimos años haber llenado de su nombre, de sus luchas y de la discusión de sus intereses el mundo civilizado, y puéstola más en contacto con Europa”.
Si aún algunos entre los enemigos de Rosas supieron comprender la trascendencia de la Vuelta de Obligado, cabe suponer la impresión que habrá producido en el espíritu del más grande los argentinos, el Gral. San Martín, que supo prever a Rosas y comprenderlo desde su advenimiento y que ya le había ofrecido sus servicios durante el bloqueo francés del año 38. En carta a Rosas de marzo de 1846, le dice: “Ya sabía la acción de Obligado, los interventores habrán visto que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que el de abrir la boca…Esta contienda, en mi opinión, es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de la España”. Su confianza en el triunfo argentino es absoluta, como se lo manifiesta al General Guido: “Me asiste la confianza segura de que a pesar de la desproporción de fuerzas y recursos, el General Rosas triunfará de todos los obstáculos”. Y firmada la paz del 49, le vuelve a escribir a Rosas: “Ud. me hará la justicia de creer que sus triunfos son un gran consuelo de mi achacosa vejez”.
Lo que es menos conocido es que a causa de Obligado, San Martín estuvo a punto de mandar su sable a Rosas. Lo manifestó expresamente cuando dijo: “Sobre todo tiene para mí el General Rosas que ha sabido defender con toda energía y en toda ocasión el pabellón nacional. Por esto, después de Obligado, tentado estuve de mandarle la espada con que contribuí a defender la independencia americana, por aquel acto de entereza en el cual, con cuatro cañones, hizo conocer a la escuadra anglo-francesa que, pocos o muchos, sin contar los elementos, los argentinos saben siempre defender su independencia”.
Esta intención quedó concretada en la famosa cláusula 3º de su testamento, donde lega su sable a Rosas “como una prueba la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injusticias pretensiosas de los extranjeros que trataban de humillarla”.
Ningún argentino recibió nunca mejor premio.
*Publicado en el número XVIII de la Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Año 1958.
miércoles, 7 de noviembre de 2012
ENTREVISTA AL DR. ANTONIO CAPONNETTO
Usted recientemente escribió un libro sobre la Revolución de Mayo y dio conferencias. ¿Cómo analiza en el año del Bicentenario lo que significa la Revolución de Mayo del 25 de Mayo de 1810?
Entiendo que hay, simplificando un poco, dos mayos. Hay un mayo liberal, masónico, jacobino, profundamente antihispánico y anticatólico. Ese mayo es el que lamentablemente el gobierno festejó y celebró indignamente, y ese mayo existió. Ese mayo existió y terminó para nuestra desgracia imponiéndose, históricamente ese fue el mayo que se impuso, un mayo segregacionista, un mayo de espaldas a nuestra prosapia y a nuestra estirpe española; y un mayo que significó la ruina de nuestra identidad.
Pero también paralelamente existió otro mayo, un mayo monárquico, un mayo fidelista, un mayo con sentido y significación profundamente hispano católico, un mayo que fue la continuación de aquellos movimientos españoles que se hicieron en contra de Francia para defender España de la invasión napoleónica. Ese mayo nuestro, querido, entrañable, cuya cabeza es Don Cornelio de Saavedra, ese mayo es el que personalmente reivindico como el genuino, como el auténtico como el prístino. Y como el derrotado.
¿Por qué se tardó 6 años después de la Revolución de Mayo para declarar la independencia en Tucumán?
Precisamente porque durante esos 6 años se creyó que existía otra posibilidad u otra alternativa. Esa posibilidad y esa alternativa era conservar la fidelidad al Rey cautivo y mantener la unidad del Imperio hispano católico. Pero desafortunadamente, y dada la insensatez del Rey Fernando VII, que estuvo cautivo y que después fue liberado y que después no dejó catástrofe por implementar. Por culpa, principalmente, de esta insensatez, es que el destino de nuestra nacionalidad, el destino de nuestro país, el destino de nuestra Patria, no pudo ser otro que más que el de la lucha por nuestra legítima autonomía, por una legítima Independencia.
En el siglo XIX se destaca la figura del Brigadier Juan Manuel de Rosas. ¿Qué nos puede decir de esta figura amada y odiada por varios?
Yo diría que entronca la figura de Rosas con este verdadero mayo porque curiosamente los liberales fueron los inventores de la falsa línea Mayo- Caseros. Ellos inventaron un mayo ficticio, un mayo postizo, reivindicaron ese mayo y era lógico que a ese mayo le continuara un Caseros que fue el derrumbe definitivo de nuestra Patria con la caída de Don Juan Manuel. Pero para quienes creemos que hay un mayo hispanocatólico y que hay un mayo que deviene necesariamente en Independencia (en Independencia legítima y dolorosa, dolorosa pero legítima), para quienes creemos que hay un mayo de este porte, de esta naturaleza y de esta hidalguía, la figura de Juan Manuel de Rosas se nos hace la prolongación de ese mayo genuino. Por eso es que Rosas le rinde homenaje a Don Cornelio de Saavedra, figura tutelar y patrocinadora de este mayo auténtico y que había sido marginada y olvidada.
Entonces, la figura de Rosas es, ciertamente, la del gran restaurador, la de un gran caudillo, la de un príncipe católico, a la vieja usanza, a la usanza tradicional, y es también la figura de un gran dictador. Si las palabras no estuvieran tan envilecidas como están bastaría con decir esto, enunciarlo y callar, y el hombre de buena voluntad lo entendería. Como hoy la palabra dictadura esta asociada a procesos militares hay que aclarar que la dictadura de Rosas no tuvo absolutamente ninguna vinculación con lo que hoy desdeñosamente se considera que es una dictadura militar. La dictadura de Rosas es un gobierno fuerte como entendían los antiguos, ese gobierno de emergencia del que habla Tito Livio por ejemplo en las Décadas. Fue principalmente ese gobierno que le dio a la Patria la seguridad y el honor que reclamaba el General Don José de San Martín. La dictadura de Rosas fue preanunciada, fue prevista, fue pedida y fue exigida por el General José de San Martín antes de que Rosas asumiera. Cuando Rosas asume San Martín apoya tanto la política interior como la política exterior de Rosas y pone como modelo para todos los estados americano el gobierno de la Confederación Argentina que el dictador Rosas había forjado y había ejecutado. Digamos entonces, en síntesis hay un mayo masónico, jacobino y liberal, sí ciertamente lo hay, lo hubo y, repito, fue el que prevaleció para nuestra desdicha. Paralelamente y simétricamente hubo otro mayo un mayo hispano católico, ese mayo hispano católico cuya cabecera es Saavedra lo continua la figura de Don Juan Manuel de Rosas.
¿Qué significo el Combate de la Vuelta de Obligado?
Significó lo que el mismo General Don José de San Martín dijo en su oportunidad, que los argentinos no somos empanadas que se come sin más trabajo que abrir la boca. Significó que existía una Nación soberana y que estaba dispuesta a defender ese señorío y esa posesión territorial más allá de cualquier desventaja material o de cualquier desigualdad corpórea. Significó una gesta, significó una hazaña. Ante esa gesta y ante esa hazaña a la Argentina la saludaron las naciones más poderosas de la tierra con 21 salvas, y ante ese hecho extraordinario muchos tuvieron que, finalmente, doblegarse y darle la razón a los hechos, y convenir que Rosas era como se lo llamó después de Obligado, el grande americano.
¿Qué significo o que conceptos tiene del General Justo José de Urquiza?
Se trata de un traidor a la Patria, y de alguien que se convirtió en un mercenario, mal destino para un hombre. No siempre fue así Urquiza, supo ser un soldado federal, supo ser un soldado de Rosas. Por eso que la corrupción de lo mejor es la peor de todas. Corrompido este General federal terminó siendo un traidor.
¿Qué opina de una de las figuras fuertes del siglo XX, Hipólito Yrigoyen?
Hipólito Yrigoyen es un hombre oscuro, un hombre heterodoxo, aunque ciertamente, hay en él algunas actitudes destacables, algunas actitudes positivas, su posición a favor de la neutralidad argentina, por ejemplo. Su posición contraria al divorcio, su reconocimiento del Día de la Hispanidad que hoy insensatamente se quiere abolir y convertir en el día del respeto a la diversidad cultural. Se puede admitir que Hipólito Yrigoyen tuvo algunos gestos ponderables y encomiables, pero en líneas generales su política fue liberal, fue filomasónica por krausista, indudablemente la Revolución siguió su curso con su anuencia. La Revolución Mundial Anticristiana, a esa me refiero ya que nada hizo Hipólito Yrigoyen para contrarrestar la Reforma Universitaria del 18, ni a los grupos anarquistas y socialistas desbordados que cometieron todo tipo de tropelías y desmanes. Creo que en el balance la figura de Yrigoyen es negativa.
¿Cómo analiza el primer golpe de Estado de Septiembre de 1930?
Lo analizo como un levantamiento justo en su origen. Es justo levantarse en armas contra un poder despótico y tirano; de manera tal que, en su origen, ese levantamiento, ese alzamiento tuvo legitimidad; en su ejercicio no. Se convirtió en un mal similar al que quería combatir y terminó entregando los destinos del país a un conjunto de personajes que conformaron aquello que se dio en llamar, no sin motivos, la década infame. Es decir, que fue un alzamiento que tuvo legitimidad de origen pero no legitimidad de ejercicio.
¿El peronismo es el gran movimiento de masas de Argentina?
Sí, y en eso consiste su oprobio. No es un movimiento que haya buscado la construcción de una nación soberana sino de un pueblo demagógicamente conducido. Donde está la masa está el marxismo, es una de las consignas leninistas. A sabiendas de que está consigna era trágica y veraz al mismo tiempo el peronismo se dedicó a alimentar a las masas y tras las masas concienzudamente y demagógicamente alimentadas sobrevino después el terrorismo marxista. De modo que sí, como dicen los peronistas, es un movimiento de masas; en eso consiste no su grandeza sino su pecado.
¿Qué significó la Revolución Libertadora y todo el daño que le causó sobre todo al peronismo?
Pasa lo mismo que con la revolución del 30, hay legitimidad de origen, pero no legitimidad de ejercicio. En el origen la Revolución Libertadora fue un alzamiento justo y perfectamente comprensible y plausible, en cuanto que se trataba de derrocar a un personaje siniestro, pero esa Revolución Libertadora perdió su rumbo, perdió su cauce, perdió su quicio, marginaron al que fuera –Lonardi- su gran cabeza; y lo que vino después fue otra nueva década infame que no termina hasta nuestros días.
¿Cómo analiza la figura de Arturo Frondizi que para muchos es un gran estadista?
Ciertamente y comparativamente hablando con relación a lo que vino después se puede decir que Frondizi era un hombre más despabilado, pero comparativamente hablando. Pero en sí mismo no se puede decir que Frondizi haya sido un estadista. Fue un personaje más del régimen demoliberal y que sirvió en su momento desde la Presidencia a los mismos intereses antinacionales que el resto de sus congéneres.
Después de Caseros no creo que se salve prácticamente nadie. Yo no estoy de acuerdo con la posición historiográfica de José María Rosa, pero era un hombre chispeante por momentos, y en una ocasión dijo que las colonias felices como las mujeres decentes no tienen historia. La argentina después de Caseros fue una colonia feliz, lo sigue siendo. De modo que no tenemos historia sino una parodia, una caricatura, que hoy ha devenido en una verdadera e impúdica tragedia nacional. Entonces por cualquier personaje que me preguntes con posterioridad a Caseros, mi juicio desde ya que va a ser negativo. Creo que Rosas fue el último gran caudillo que tuvimos, el único príncipe católico que gobernó la Argentina con su gran destreza- decía Lugones- de varón acostumbrado al dominio de los potros, y después de la caída de Don Juan Manuel de Rosas la Patria entra en una degradación sucesiva.
¿Pero se puede rescatar a algún intelectual, a algún historiador?
Sí claro, se pueden rescatar a muchas personas, todas aquéllas que han luchado para que la Patria no terminara como terminó.
¿Por ejemplo?
Todo el movimiento de intelectuales nacionalistas que aparecen en el año 1927, 1928, es muy rescatable. Todo el movimiento que aparece alrededor de los llamados Cursos de Cultura Católica, en la década del 30 y del 40 es francamente plausible y rescatable. Sí, si, por supuesto.
¿Qué significó el daño que le hizo la subversión a Argentina?
La subversión le hace daño a todo lo que toca y roza, porque como la palabra lo indica está subvirtiendo, está alterando el orden. Está conspirando contra el orden natural y el orden sobrenatural. De manera tal que la subversión siempre hace daño.
¿Qué nos puede decir de uno de los crímenes de la subversión que quedó impune que fue precisamente en democracia a Jordán Bruno Genta?
En realidad los que lo mataron, sin saberlo, fueron causas segundas del plan de la Divina Providencia. Para mí, en particular, a Genta, su muerte fue lo mejor que le pudo pasar: lo convirtieron en mártir de Cristo Rey y en héroe de la Patria Argentina. Para nosotros que tuvimos el orgullo de ser sus modestos discípulos también entiendo que fue lo mejor que le podía haber pasado. Morir con prevista muerte, morir persignándose, y morir por defender el bien, la verdad y la belleza. Es una muerte envidiable, una muerte admirable. Los terroristas, con su ceguera, no se dieron cuenta de que estaban cumpliendo con el plan de Dios, de que nos estaban regalando una causa ejemplar.
¿El comunismo es parte de la Revolución Anticristiana como dice el gran Padre Julio Meinvielle?
Claro. El comunismo es una etapa del movimiento universal de la Revolución Mundial Anticristiana.
¿Qué opina del Padre Julio Meinvielle que lamentablemente hace años no se edita?
Fue un gran sacerdote católico, gran maestro, al que mucho quise, al que mucho admiré. Lo he leído con unción y con todo el provecho que he podido rescatar de sus encomiables páginas, desde ya. Además, el Padre Julio tenía una característica: no era solamente un contemplativo, sino era un hombre de acción. Hay un principio en filosofía que dice la operación sigue al ser. En él se notaba; era un hombre capaz de un recto obrar, de un prolífico obrar y de un fecundo obrar, justamente porque era un hombre de contemplación.
¿Se puede decir que el Padre Alfredo Sáenz sigue esta línea de Castellani, Meinvielle y Ezcurra?
Yo creo que sí. De todas maneras habría que preguntárselo a él, pero conociéndolo y teniendo la gracia de ser su amigo, creo que sí, que efectivamente el magisterio que trazaran el Padre Julio Meinvielle, el Padre Leonardo Castellani; ese magisterio es continuado por el Padre Alfredo; claro que sí. Es continuado, alimentado, enriquecido por él.
¿Cómo analiza el Proceso de Reorganización Nacional del año 76?
El proceso, lamentablemente, podía haber tenido legitimidad de origen, y de hecho hubiese tenido la legitimidad de origen, que era también la de derrocar a un gobierno ilegítimo. Pero desde el origen el proceso ya estuvo mal, desde el origen y después, lamentablemente, perdió una gran ocasión histórica, porque la gran ocasión histórica que tenían los militares del proceso era la de regalarnos a la Patria una guerra justa, la guerra contra la criminalidad marxista. Esta guerra justa, por sus errores, la convirtieron los Generales en una guerra llena de reproches y pasible de objeciones morales.
De cualquier manera, a pesar de que el proceso desaprovechó esta oportunidad que tenía que era la de alzarse en armas para sacudir de una vez por todas un flagelo y una peste, que es la peste del peronismo, desaprovechó esta oportunidad y entregó una vez más la economía al liberalismo, y una vez más cayó en la miopía indecible de no advertir la verdadera naturaleza de la subversión que exige una guerra contrarevolucionaria, sobre todo en lo cultural. Entonces fue un momento más del Régimen, eso fue el proceso. Un momento más en la larga y triste continuidad del régimen instalado después de Caseros, yo te decía que no hay prácticamente excepciones.
¿De la Guerra de Malvinas que opina?
Fue una guerra justa, una guerra justa que dio sus frutos y sigue dando sus frutos.
¿Por qué piensa que hay un proceso desmalvinizador a partir del 83, que no se toca el tema Malvinas?
Porque si no se desmalvinizaba la Argentina no se le quitaba a la Patria lo bueno que había tenido en aquéllos días gloriosos y que había resplandecido, ¿Cómo podía soportar el enemigo eterno de la argentinidad, cómo podía soportar que la Argentina resplandeciera?, ¿Cómo podían soportar lo que Malvinas significaba?: Malvinas significaba la lucha contra Gog y Magog, contra Albión. Era un peligro para los enemigos de la Patria que lo que Malvinas significaba y emblematizaba, corroboraba y sellaba con su sangre, se expandiera y se consolidara. Era un peligro; entonces apuntaron todos los cañones a la desmalvinización y lo lograron.
Malvinas fue otra deuda del proceso, una lamentable deuda del proceso. Por eso digo un alzamiento militar que hubiera tenido legitimidad de origen y de que hecho la tenía pero se desfiguró por su propio origen. El proceso estalla después de haber abortado un levantamiento mucho más puro que era el del Brigadier Capellini. Entonces abortan el levantamiento de Capellini en diciembre del 75 porque no estaban dispuestos a soportar un levantamiento con el sello del nacionalismo católico e inventan otro, cuyo origen es liberal.
Santo Tomás dice que un error pequeño al principio es grande al final, empezaron con un error y terminaron con errores mayúsculos. Lamentablemente durante los años del proceso se produjo este estallido de una guerra justa como la Guerra de Malvinas, esperada desde hacía mucho tiempo atrás por los verdaderos patriotas y desaprovechada, por lo menos en términos humanos. A la luz de la eternidad Dios sabe que los héroes siempre fecundan una Nación, y la sangre de los héroes siempre es una sangre derramada para bien de una Nación.
Tomado de:
http://lahoradejuancruz.blogspot.com.ar/2010/09/historia-argentina-entrevista-al-dr.html