PROLOGO
Para la inmensa mayoría de los
argentinos el Paraguay se independizó en 1811. No es extraño que así sea,
porque eso es lo que han aprendido desde niños en los manuales de Grosso y de
Levene. Y si por casualidad llegan a enterarse de que Rosas consideraba al
Paraguay como una provincia argentina, atribuyen esto a una simple genialidad
del "tirano", fruto de su espíritu despótico, y no se preocupan de
investigar todo lo que ha sido cuidadosamente ocultado por los cómplices de esa
desmembración que lejos de ser la primera, como lo cree Levene, fué la última
de las grandes mutilaciones del Virreinato del Río de la Plata. Explicar cómo
se produjo y qué consecuencias tuvo, es el objeto de este breve estudio.
EL AISLAMIENTO
Producida la Revolución de Mayo,
el Gobernador del Paraguay, que lo era entonces don Bernardo de Velazco, reunió
el 24 de julio de 1810 una Asamblea de notables, en la que se adoptaron las
siguientes resoluciones:
"1- Guardar fidelidad al Consejo de Regencia establecido en España a
nombre de su legítimo soberano. "
2- Conservar correspondencia y amistad fraternal con la Junta de Buenos
Aires, pero sin reconocerle superioridad. "
3- Formar a la mayor brevedad una junta de guerra que adopte las
medidas conducentes a la seguridad y defensa de la Provincia".
Como Velazco continuaba
reconociendo al Consejo de Regencia e intrigaba al mismo tiempo en favor de la
Corte de Portugal, la Junta de Buenos Aires resolvió enviar a Belgrano, al
frente de un ejército de 950 hombres, con el objeto de derrocarlo. Esta
expedición —como es sabido— fué vencida en los combates de Paraguarí y Tacuarí,
viéndose obligado Belgrano a capitular con el jefe del ejército paraguayo,
coronel Cabanas. En virtud de esa capitulación, el ejército de Buenos Aires
evacuó el Paraguay.
A pesar de su triunfo sobre
Buenos Aires, no duró mucho tiempo el gobierno de Velazco, que indudablemente
no respondía al sentimiento paraguayo. El 14 de mayo de 1811, una conspiración
dirigida por el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, el capitán Pedro Juan
Caballero y los hermanos Yegros, obligó a Velazco a aceptar la coparticipación
de la autoridad con Francia y con Juan Valeriano Cevallos. De inmediato Velazco
entró en tratos con los españoles, lo que provocó su deposición y arresto, que
se realizaron el 9 de junio. Las causas de esa destitución, fueron explicadas
en un manifiesto, en el cual se expresaba, entre otras cosas, lo siguiente:
"La conclusión general de
todo esto es que el empeño de don Bernardo Velazco y de los individuos del
Cabildo en sostener la total división de esta Provincia, sin querer arbitrar o
tentar un medio de conciliar su reunión con su libertad y sus derechos, sin
querer reducirse a enviar sus diputados al Congreso General de las Provincias,
con el objeto de fundar una asociación justa, racional, fundada en la equidad y
en los mejores principios de derecho natural, que son comunes a todos y que no
hay motivo para creerse que hayan de abandonar u olvidarse por un pueblo tan
generoso e ilustrado como el de Buenos Aires; ha sido una conducta imprudente,
opuesta a la prosperidad de la Provincia y común felicidad de los naturales...”
Firmaban este manifiesto los
siguientes jefes militares: Pedro Juan Cevallos, Fulgencio Yegros, Antonio
Tomás Yegros, Mauricio José Troche, Vicente Iturbe, Francisco Antonio González,
Juan Bautista Rivarola, Manuel Iturbe, José Joaquín León, Mariano del Pilar
Mallada, Blas Domingo Franco, Agustín Yegros y Pedro Alcántara Estigarribia.
Así pues, la principal causa del
derrocamiento de Velazco fué su política separatista y el móvil de los
distinguidos jefes y oficiales paraguayos que firmaron dicho manifiesto no fué
otro que la unión con Buenos Aires.
El 17 de junio del mismo año 1811
se reunió el Congreso de la Provincia, presidido por Francia y Cevallos, y el
19 el diputado Molas propuso lo siguiente:
"1º La creación de una Junta
de Gobierno, compuesta de Fulgencio Yegros, doctor Francia, Pedro Juan
Caballero, doctor Francisco Javier Bogarín y Fernando de la Mora. "
2° Que no solamente el Paraguay
mantenga buenas relaciones con Buenos Aires, sino que se una con ella para
formar una sociedad fundada en principios de justicia, equidad e igualdad.
"3º Que a este efecto se
nombre diputado al Dr. Francia para representar a la Provincia en el Congreso
General anunciado por la Junta de Buenos Aires."
4- Que se suspenda toda relación
con España, hasta la suprema decisión del Congreso General de Buenos
Aires".
A pesar de esta resolución, que
fué aprobada por aclamación, el diputado no fué enviado a Buenos Aires, debido
a la oposición del mismo Francia, que para ello había sido designado. Fué
remitida en cambio una nota, la famosa nota del 20 de julio, redactada en
términos algo vagos. Esta nota ha sido considerada como la notificación de la
independencia paraguaya. Y sin embargo, si bien se sienta en ella la doctrina
de la reasunción por los pueblos de sus derechos primitivos —ya proclamada por
Moreno— y se establecen las condiciones bajo las cuales el Paraguay está
dispuesto a la unión con las demás provincias, de ninguna manera proclama o
notifica una independencia absoluta. Por el contrario, afirma, refiriéndose a
la "Provincia del Paraguay", que "su voluntad decidida es
unirse con esa ciudad y demás confederadas, no sólo para conservar una
recíproca amistad, buena armonía, comercio y correspondencia, sino también para
formar una sociedad fundada en principios de justicia, de equidad y de igualdad".
En un bando del día 14 de
septiembre, la Junta paraguaya declaró que "se felicitaba por el éxito
de nuestra unión y negociaciones políticas con la ciudad de Buenos Aires"
y porque "de un solo golpe recobramos nuestro lugar entre las
provincias de la Nación, de cuyo número se nos quería borrar".
El tratado del 12 de octubre de
1811, negociado entre Francia por parte del Paraguay y Belgrano y Echevarría
por parte de Buenos Aires, confirma la unión con las demás provincias
argentinas. En el preámbulo establece que su objeto es "la unión y
común felicidad de ambas provincias y demás confederadas". El artículo
1º acuerda las medidas de seguridad común a todas las provincias contra los
enemigos interiores y exteriores de la Nación Argentina. El artículo 2º
estipula para el Paraguay el cobro de derechos en la misma forma que en las
demás provincias y para el fin de conservar la unión y seguridad nacional. El
artículo 3º arregla el cobro del derecho de alcabala en el mismo sentido de
unión nacional. El artículo 4º sujeta a la decisión del Congreso de todas las
provincias la demarcación de los límites del Paraguay y Corrientes. Y el
artículo 5º establece la unión federativa y alianza indisoluble del Paraguay
con las demás provincias confederadas, bajo la base de la independencia de que
cada una de ellas goza para su régimen interior provincial.
Todavía en nota oficial del 19 de
agosto de 1812 el Gobierno del Paraguay declaraba que "no aprovechará
jamás en trance alguno las ocasiones que pudieran dispensarlo de la obligación
sagrada que contrajo con el pueblo de Buenos Aires, por impulso de pública
utilidad y no por las miras de intereses y conveniencia temporal".
Desde 1813 se inició de hecho en
el Paraguay la larga época de la dictadura del Dr. Francia y con ella una
política de tendencia más que separatista, aislacionista. Si bien es cierto que
el Congreso de 1813, como nuestra Asamblea del mismo año, dictó una serie de
decretos qué parecían expresar voluntad de independencia, debemos hacer notar
que nunca fueron comunicados en tal sentido a Buenos Aires. Y así el Archivo
Americano podría decir años más tarde: "Ni renuncia ni retractación, ni
reclamos, ni declaración de ningún género para anular las estipulaciones del
tratado del 12 de octubre de 1811, jamás fueron hechos por el Dr. Francia ante
el Gobierno Argentino"[1].
En cuanto al nombre de República del Paraguay y las armas y colores nacionales
adoptados, no se trata de un caso único en nuestra historia. También hubo una
República del Tucumán y una República de Entre Ríos y ni Aráoz ni Ramírez son
hoy considerados como separatistas. La no concurrencia al Congreso de 1816,
tampoco significa nada. Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes no estuvieron
representadas y no por eso dejaron de pertenecer a la familia argentina.
El aislamiento paraguayo, bajo la
dictadura de Francia, es perfectamente explicable. El hecho de que no haya
declarado la independencia, es indicio suficiente de que Francia no se hubiese
opuesto a dejar que se operase por sí misma la reabsorción del Paraguay en el
conjunto más vasto a que pertenecía. Pero en la realidad ocurre lo contrario.
Las Provincias Unidas del Río de la Plata, en vez de absorber, se disuelven. En
Buenos Aires el Triunvirato, bajo la influencia localista rivadaviana, en vez
de procurar atraer al Paraguay, adopta medidas arbitrarias, tendientes a dejar
sin aplicación el tratado de 1811. Así mientras éste abolía el estanco de
tabaco, declarando libre su comercio, el reglamento dictado por el Triunvirato
el 1º de septiembre de 1812 dispone en su artículo 39: "Los tabacos
extranjeros o de provincias separadas de la jurisdicción de este superior
gobierno pagarán a su introducción duplicados derechos que los impuestos a los
nacionales". Y se crea en Corrientes una aduana como "punto de
frontera". El Paraguay protesta en una nota que marca el principio del
aislamiento: "Por último —dice— concluímos que con Buenos Aires
nada se adelanta, y nada hay que esperar, aun tratándose de la justicia y buena
fe con que deben observarse los tratados". El año 1813, en que se
acentúa el aislamiento, es precisamente el mismo en que la Asamblea del Año
XIII rechaza la diputación oriental por el hecho de traer un pliego de
condiciones que coincidía, en lo substancial, con los derechos otorgados al
Paraguay por el tratado de 1811. Al año siguiente, Artigas, amigo y aliado del
Dr. Francia, es declarado infame, privado de sus empleos, fuera de la ley,
enemigo de la patria y puesta su cabeza a precio. Al mismo tiempo los gobiernos
porteños, sin saber qué hacer con la independencia obtenida, comienzan la
búsqueda ansiosa de un amo, sea bajo la forma de una monarquía extranjera, sea
bajo la de una simple sumisión a Inglaterra. Viene luego el directorio de
Pueyrredón y no sólo se intensifica dicha búsqueda sino que su ministro en Río,
Manuel José García, hombre de espíritu colonial, negocia la invasión portuguesa
a la Banda Oriental para concluir con la "anarquía" de Artigas. La
invasión del enemigo tradicional se produce y Pueyrredón y su logia la toleran.
Más tarde, ya vencido Artigas, el mismo Pueyrredón azuza contra el Paraguay al
caudillo Ramírez. Una conspiración de amigos de éste es descubierta y ahogada
en sangre. ¿Qué otra actitud podía asumir el Dr. Francia, ante semejantes
hechos, que la de aislarse para preservar al Paraguay de la guerra civil y de
la dominación extranjera? No arrancaba con ello a su provincia del tronco
secular. Tal vez deseaba mantenerla íntegra e incontaminada para la hora de la
patria grande.
Si por parte del Paraguay no se
produce ningún acto de independencia, menos aún existe alguna actitud que la
autorice por parte de Buenos Aires. La ley de 9 de mayo de 1825, por la cual la
Argentina se desprendió del Alto Perú o el tratado de 1828, que dió la
independencia al Uruguay, no tienen su similar en la historia de la
desmembración del Paraguay.
En 1815, el Director Pueyrredón pidió
al Gobierno paraguayo un contingente de 4000 hombres para el ejército nacional,
y el doctor Francia se manifestó dispuesto a enviarlo, siempre que el gobierno
general sufragara los gastos necesarios, que la provincia no podía hacer por su
sola cuenta.
Al legislar el Gobierno
Argentino, por decreto de 23 de noviembre de 1816, el cabotaje y navegación de
los puertos de la República y de sus ríos interiores, dispuso que se
considerase como cabotaje mayor, excluyendo de él a los extranjeros, "la
navegación de los Cabos de San Antonio, al interior del Río de la Plata, en
todos sus canales, riachos, ensenadas y puertos del Norte y Sud, Banda Oriental
y Occidental, hasta los confines de la Provincia del Paraguay".
La Ley de Aduanas del 21 de
agosto de 1821 sigue concediendo al Paraguay, a pesar de su aislamiento,
privilegios correspondientes a pueblos de una misma nación.
En 1824 el comisionado del
Gobierno Argentino, Juan García de Cosio se dirigió, desde Corrientes, al Dr.
Francia invitándolo a enviar representantes al Congreso Nacional. No habiendo
tenido respuesta la primera invitación, le hizo una segunda y luego una
tercera, con igual resultado. Nótese que Francia, si bien no responde a las
notas, tampoco las rechaza ni niega al gobierno argentino el derecho de invitar
al Paraguay a un Congreso de orden interno. Sigue firme en su aislamiento; pero
nada más.
En 1825 ocurre un episodio
interesante, aunque sin trascendencia, en la historia de esta desmembración. El
Gobierno de Buenos Aires había enviado a Potosí dos delegados, Alvear y Díaz
Vélez, para cumplimentar a Bolívar y solicitarle su auxilio en la inminente
guerra con el Brasil. Bolívar opone a ello la existencia de obstáculos
insalvables; pero, ofrece en cambio ocupar el Paraguay, con el fin de permitir
a sus habitantes disponer de su propia suerte, o de anexarlo directamente a la
Argentina. El Gobierno de Buenos Aires eludió responder a esta proposición. Los
historiadores bolivarianos lo critican por ello. Blanco Fombona afirma que
el propósito de Bolívar era formar en
América estados fuertes y que a la política bonaerense de la época debemos la
pérdida del Paraguay. Sin embargo —y aun suponiendo que se hubiese equivocado
en sus móviles el gobierno de Las Heras— creemos que estuvo acertado en el
rechazo. Se trataba de un asunto doméstico que era prudente resolver entre
nosotros, sin intromisiones extrañas, por bien intencionadas que se las
supusiese. Este episodio sin trascendencia, demuestra por otra parte que al
genio indiscutible de Bolívar no había escapado lo absurdo de la división
argentino paraguaya. Ese mismo año de 1825, comienza a disgregarse el viejo
Virreinato. El 10 de julio, cuatro provincias argentinas, con el consentimiento
del Congreso nacional, declaran su independencia, constituyendo la República de
Bolívar, hoy Bolivia. Al año siguiente se les une Tarija. Dos años después,
tras una guerra militarmente ganada, perdemos la Banda Oriental por un tratado
debido a la diplomacia inglesa, a la incapacidad rivadaviana, y a la acción
nefasta de Manuel José García, "el más incondicional servidor que ha
tenido Inglaterra entre nosotros", como tan acertadamente lo califica
Scalabrini Ortiz. El espectáculo que ofrecíamos al mundo no era como para
invitar al Paraguay a salir de su aislamiento protector e incorporarse a una
nación que se disgregaba. Si allá en su retiro de la Asunción alguna vez el Dr.
Francia soñó con la Patria grande, debió ver en esos años desvanecerse su sueño
con honda melancolía. Y así, con un Paraguay separado de nosotros por casi 20
años de aislamiento, de decepción y de resentimiento, entramos en la época de
Rosas.
*Alberto Ezcurra Medrano. La independencia del Paraguay. Ediciones
católicas argentinas. Bs As. 1941