viernes, 15 de marzo de 2019

1919-2019: A CIEN AÑOS DE LOS FASCISMOS

Hace 100 años comenzaba a expandirse por Europa la Revolución Fascista, como un intento de superar el capitalismo y el comunismo, en el marco de Movimientos Nacionales que defendían los valores tradicionales (cristianos o paganos), el patriotismo, la justicia, las legítimas jerarquías sociales y el combate contra el Imperialismo Internacional del Dinero. Conocemos sus errores y en algunos casos sus horrores: la influencia hegeliana, el estatismo, el racismo, el antisemitismo, el totalitarismo, las inclinaciones voluntaristas y vitalistas, etc (características que no se aplican a todos los nacionalismos europeos de entre guerras, por lo menos no a los de inspiración cristiana). También aceptamos y compartimos las condenas parciales o totales del Magisterio de la Iglesia respecto de algunos de estos Movimientos. Pero los fascismos fueron mucho más que eso y desde 1945 han sido sometidos a una leyenda negra que impide ver, al lado de sus innegables equivocaciones y crímenes, sus aportes en defensa de la Civilización Occidental. De hecho, en su momento, políticos e intelectuales insospechables de inclinaciones totalitarias, advirtieron, al menos en parte, esas virtudes. Allí están, para quienes quieran leerlas, las opiniones contemporáneas de Chesterton, Pareto, Mises, Churchill, Keynes, Pío XI, Ramiro de Maeztu, el cardenal Roncalli (futuro Juan XXIII), Von Hildebrand, entre muchos otros. Ni que decir de Carl Schmitt, Ezra Pound o Heidegger. Juicios que no escapan al lógico temor que inspiraban los bolcheviques y que además fueron distintos según se refiriesen a uno u otro de los Movimientos Nacionales. Porque, reconociendo sus coincidencias, hay que decir que no pueden ser unificados sin más, como si no tuvieran también importantes diferencias entre sí. No fueron idénticos, en efecto, el Fascismo italiano, la Guardia de Hierro rumana, el Nacionalsocialismo alemán, el Falangismo español o el Rexismo belga. Ni tampoco sus líderes, pues son notorios los diversos estilos e ideas de Mussolini, Codreanu, Hitler, Dollfuss, José Antonio, Mons. Tiso o León Degrelle. En un juicio ecuánime, por otra parte, no hay que dejar de advertir las calumnias escritas y difundidas por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, que legitiman al llamado "Revisionismo histórico" (sin defenderlo “in totum”) pues es necesario un estudio más sereno de estos asuntos, en los que muchas veces la leyenda negra ha prevalecido sobre la ciencia histórica.[1] En todo caso, es innegable que hubo algo que en su momento llevó a las juventudes europeas a identificarse con los fascismos, a ofrecerse como voluntarios para combatir el marxismo de la URSS y a unir en una misma bandera (todo lo confusa que se quiera) la Tradición y la Revolución. Bien lo expresó Brasillach cuando escribió: «El fascismo, hace tiempo que hemos pensado que era una poesía, y la poesía misma del siglo XX (...). Afirmo que eso no puede morir. Los chicos que serán muchachos de veinte años más tarde, se enterarán con oscura admiración de la existencia de esa exaltación de millones de hombres, los campos de juventudes, la gloria del pasado, los desfiles, las catedrales de luz, los héroes inmolados en el combate, la amistad entre las juventudes de todas las naciones de pie, José Antonio, el fascismo inmenso y rojo... Todo eso puede ser vencido aparentemente por el liberalismo, por el capitalismo anglosajón; eso no morirá más de lo que murió la revolución del 89 en el siglo XIX, a pesar del retorno de los reyes. Y yo, que en estos últimos meses desconfié tanto de tantos errores del fascismo italiano, del nacionalismo alemán, del falangismo español, afirmo que jamás podré olvidar la irradiación maravillosa del fascismo universal de mi juventud, el fascismo, nuestro mal del siglo» («Carta a un soldado de la Clase 60»).Quien quiera hacerse una idea acerca de este "ambiente" no tiene más que ver películas de la época como "El triunfo de la voluntad", "Sin novedad en El Alcázar" o "Raza", entre muchas otras. O entender el mensaje sencillo y claro de José Antonio cuando decía: “nuestro movimiento no estaría del todo entendido si se creyera que es una manera de pensar tan sólo; no es una manera de pensar: es una manera de ser. No debemos proponemos sólo la construcción, la arquitectura política. Tenemos que adoptar, ante la vida entera, en cada uno de nuestros actos, una actitud humana, profunda y completa. Esta actitud es el espíritu de servicio y de sacrificio, el sentido ascético y militar de la vida (…) Yo creo que está alzada la bandera. Ahora vamos a defenderla alegremente, poéticamente. Porque hay algunos que frente a la marcha de la revolución creen que para aunar voluntades conviene ofrecer las soluciones más tibias; creen que se debe ocultar en la propaganda todo lo que pueda despertar una emoción o señalar una actitud enérgica y extrema. ¡Qué equivocación! A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!” (Discurso fundacional de Falange Española, 29 de octubre de 1933)
                                                 Xavier De Bouillon




[1] Respecto del revisionismo histórico (corriente representada por  Ernst Zündel, Fredrick Töben, Robert Faurisson, Harry Elmer Barner, David Irving, Salvador Borrego, entre muchos otros)  es importante señalar que: a) Hay historiadores importantes, pero cuya adhesión a los errores nacionalsocialistas no se puede aprobar. Ej: Federico Rivanera Carlés; b) Hay otros que no adhieren a dichos errores, pero los ocultan o los minimizan. Ej: Salvador Borrego; c) Hay algunos sin un aparato crítico que permita saber si lo que dicen tiene fundamento o no, y su producción da la impresión de ser amarillista: Ej: Trian Romanescu (o el autor que usaba este pseudónimo); d) No se puede comparar el rigor académico de varios historiadores (por caso David Irving) con el estilo periodístico de otros (Ej. Louis Marschalko); e) Por fin, en algunos se dan sofismas y falacias (falacia del hombre de paja, generalizaciones indebidas, argumentos ad hominem, etc), típicos del conspiracionismo. que dañan la imagen del revisionismo histórico, perjudicando a una corriente que tiene estudios académicos serios en una cantidad importante de sus representantes.



lunes, 11 de marzo de 2019

ARTIGAS, ROSAS y FRANCIA: LA LÍNEA FEDERAL

Gaspar Rodriguez de Francia
Por: Leonardo Castagnino                             

Producida la revolución de mayo de 1810 en Buenos Aires, varias provincias del Virreinato no adhirieron a la revolución y se mantuvieron leales a las autoridades peninsulares; entre ellas las provincias de Paraguay y la Banda Oriental del Uruguay.

Gaspar Rodriquez de Francia

En el Paraguay gobernaba Bernardo de Velazco, español, que contaba con la adhesión de los paraguayos. La Junta revolucionaria de Buenos Aires envía dos misiones para intentar la adhesión paraguaya a la revolución, pero fracasan.

Mientras tanto la Junta de Buenos Aires preparaba un ejército “auxiliar” al mando de Manuel Belgrano, para “convencer” a las autoridades asunceñas, pero al momento de pisar suelo paraguayo, los pobladores mostraron un fuerte rechazo al sentirse invadidos por ejercito extraño, a pesar de enarbolar bandera española como la propia, y se retiran territorio adentro llevando consigo los abastecimientos que podían trasladar. Finalmente se enfrentan en Paraguarí (19 de enero de 1811) y Tacuarí (9 de marzo de 1811), donde el ejército de Buenos Aires es derrotado y se ve obligado a retirarse, seguido de cerca por las tropas paraguayas.

Posteriormente el gobernador Bernardo de Velazco es obligado a gobernar con una Junta compuesta por dos paraguayos y el propio Velazco, que al poco tiempo sería desplazado. La Junta quedaría luego formada por tres paraguayos, uno de ellos Gaspar Rodríguez de Francia, nativo paraguayo graduado en leyes en Córdoba, admirador de Franklin y de la organización federal del país del Norte. Hombre de carácter firme, inteligente y desconfiado, con el tiempo se convertiría en el hombre fuerte de Paraguay y designado “Dictador Perpetuo”.

En junio de 1811, la Junta asunceña envía una nota, de pluma de Francia, a la Junta porteña, proponiendo formar una confederación de provincias autónomas, sin que ninguna tuviera preponderancia sobre las demás. La nota es clara al exponer la buena voluntad de Asunción de unirse en confederación con las demás provincias en igualdad, como así también es contundente en hacer reserva de sus derechos. Plantea la igualdad de todas las provincias, exige la derogación de impuestos cobrados Buenos Aires, y deja la resolución del Congreso General sujeta a la ratificación de los paraguayos. Es demasiado pedir. Buenos Aires no rechaza explícitamente la nota, pero no está dispuesta a renunciar al cobro de impuestos ni a perder la supremacía que pretendía.

La nota del 20 de julio, que podría haber sido el germen y base de una constitución para las Provincias Unidas del Río de la Plata, no es tenida en cuenta por Buenos Aires. Buenos Aires no solo deja la nota sin contestación, si no que además comienza una política de hostigamiento y presión, entorpeciendo el comercio y la navegación fluvial paraguaya, incluyendo decomiso de mercaderías, retención de buques y aumento de tasas sobre el comercio. Esta actitud tuvo como consecuencia el paulatino aislamiento del Paraguay del resto de las provincias, desentendiéndose de los conflictos internos y de la guerra de la independencia.

Con el aislamiento, Paraguay llegó a ser un país autónomo, sin deuda ni injerencia extrajera, alfabetizado y dueño de su propia producción, industria y comercio. Este aislamiento paraguayo se mantuvo durante todo el gobierno de Rodríguez de Francia, que muere en 1840.

El sucesor es Carlos Antonio López, quien en 1842 solicita a Rosas el reconocimiento de la independencia paraguaya. Rosas no consiente el pedido, y le advierte el peligro de separarse, con que ambas partes se debilitarían y serian `presa de extranjeros y de brasileños, lo que fue un vaticino de los sucedido veinte años más tarde con la trágica guerra de la Triple Alianza contra Paraguay (1865-1870) que costra la vida del 75% de los paraguayos.

Rosas no pretende incorporar por la fuerza al Paraguay, sino que busca su incorporación por desición voluntaria de Paraguay. La misma actitud tendrá con la Banda Oriental y Bolivia.

José Artigas

Jose Gervasio Artigas
La Banda Oriental tampoco adhiere a la revolución de mayo. Montevideo se mantiene leal a las autoridades peninsulares. José Artigas, por entonces oficial del ejército español, deja su puesto del regimiento de Blandengues y se dirige con algunos pocos acompañantes a Buenos Aires, donde propone a la Junta llevar las banderas de la revolución hasta Montevideo.

En el regreso, se demora unos días haciendo contactos en Entre Ríos, y mientras tanto, en febrero de 181 se produce el hecho conocido como “El grito de Asencio”. Un grupo de hombres de la campaña oriental, compuesto por hombres de toda clase, se reúne a orillas del arroyo de Ascencio, y el 28 de febrero de 1811 se declaran en rebeldía contra las autoridades montevideanas. A su llegada, José Artigas asume como su natural caudillo oriental.

En el año de 1813, Buenos Aires convoca un Congreso Constituyente conocido como la Asamblea del Año XIII, invitando a las provincias a enviar diputados al congreso. La asamblea tenía una gran influencia de los directoriales, partidarios del centralismo porteño. Paraguay se abstiene de participar con distintas excusas, mientas que la Banda Oriental envía sus Diputados al Congreso.

El 13 de abril José Artigas envía las instrucciones a los diputados orientales al congreso, en las que básicamente se proponía formar una confederación de provincias autónomas. En su Art.19 proponía “Que precisa e indispensablemente sea fuera de Buenos Aires donde resida el sitio del Gobierno de las Provincias Unidas”. Era demasiado pedir; con excusas formales, los directoriales rechazan la incorporación de los representantes orientales al Congreso. Esto provocaría el paulatino distanciamiento de José Artigas, nombrado Protector de los Pueblos Libres, formado por las actuales provincias de Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fe y Córdoba, y con sede de gobierno en Purificación, próxima al actual Paysandú. Artigas propone a Francia a formar parte de la Liga, pero el paraguayo, desconfiado y en parte por evitar conflictos con Buenos Aires, no adhiere a la Liga.

En junio de 1815, Artigas convoca al Congreso de Arroyo de la China (actual localidad de Concepción del Uruguay, Provincia de Entre Ríos) o Congreso de Oriente, donde se declara la independencia de España y de toda potencia extranjera. Buenos Aires desconoce lo resuelto, convocando al Congreso de Tucumán, al que se abstienen de participar las provincias que integraban la Liga de Pueblos Libres, a excepción de Córdoba que participa en los dos congresos.

Las desavenencias de Artigas con Buenos Aire se profundizan con la invasión portuguesa a la Banda Oriental ante la mirada indiferente o cómplice de Buenos Aires, que concluye con la ruptura definitiva entre Artigas y Buenos Aires en 1820. Tras la batalla de Cepeda y el Tratado del Pilar, se produce el enfrentamiento entre el caudillo entrerriano Francisco “Pancho” Ramírez y José Artigas. Vencido éste, se exilia definitivamente en Paraguay.

Luego de la gesta de “Los 33 orientales” (abril de 1825) se convoca al “Congreso de Florida” (agosto de 1825) donde se “Declara írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre, todos los actos de incorporación, reconocimientos, aclamaciones y juramentos arrancados á los pueblos de la Provincia Oriental, por la violencia de la fuerza unida á la perfidia de los intrusos poderes de Portugal y el Brasil que la han tiranizado, hollado y usurpado sus inalienables derechos, y sujetándole al yugo de un absoluto despotismo desde el año de 1817 hasta el presente de 1825. Y por cuanto el Pueblo Oriental, aborrece y detesta hasta el recuerdo de los documentos que comprenden tan ominosos actos…” (Art.1º), “…reasumiendo la Provincia Oriental la plenitud de los derechos, libertades y prerrogativas, inherentes á los demás pueblos de la tierra, se declara de hecho y de derecho libre é independiente del Rey de Portugal, del Emperador del Brasil, y de cualquiera otro del universo y con amplio y pleno poder para darse las formas que en uso y ejercicio de su soberanía estime convenientes”. “... para resolver y sancionar todo cuanto tienda á la felicidad de ella, declara: - que su voto general, constante, solemne y decidido, es y debe ser por la unión con las demás Provincias Argentinas, á que siempre perteneció por los vínculos más sagrados que el mundo conoce”… “Por tanto ha sancionado y decreta por ley fundamental la siguiente: “Queda la Provincia Oriental del Río de la Plata unida á las demás de este nombre en el territorio de Sud América, por ser la libre y espontánea voluntad de los pueblos que la componen, manifestada en testimonios irrefragables y esfuerzos heroicos desde el primer período de la regeneración política de las dichas Provincias". (Art.2º)
Juan Manuel de Rosas

Juan Manuel de Rosas

Algunos alegan que Rosas, como gobernador de Buenos Aires actuó como unitario y no como federal. Sin embargo Rosas tenía la típica cultura federal: defensa de la hispanidad, la tradición, la Patria, antilogista y defensor de la “Santa Federación”. Y como tal, siempre respetó las autonomías regionales y provinciales. Nunca invadió otro territorio y en todo caso ejerció su influencia por medio de la política, la correspondencia y el respeto que inspiraba.

En el enfrentamiento en la Banda Oriental entre Manuel Oribe y Fructuoso Rivera, que por otra parte le había declarado la guerra a Rosas, éste no envió un ejército de Buenos Aires, si no un ejecito auxiliar al servicio de Oribe.

En ocasión del levantamiento unitario de la “Liga del Norte” (Lavalle, Gral. Paz y Lamadrid) no envió un ejercito propio, si no un ejército de la Confederación al mando del oriental Oribe, para evitar el celo o desconfianza de las provincias, según dijo.

Cuando el pedido de Carlos López de reconocimiento de la independencia de Paraguay en 1842, contestó por nota oficial que ni aprobaba ni desaprobaba el pedido de independencia, para lo que no tenía atribuciones, y que en todo caso lo tratarían entre todas las provincias cunado se pacificaran.

Con motivo de la revolución untaría de Corrientes, Carlos López envió un ejército al mando de Francisco Solano López en apoyo a la revolución. Rosas ordenó a Urquiza desalojar de la provincia de Corrientes las tropas paraguayas, pero que de ninguna manera cruzara el Paraná.

Cuando la guerra contra el dictador Santa Cruz de la Confederación peruano-boliviana, que complotado con Cullen y los unitarios de Montevideo pretendía anexar las provincias del Norte, luego de la victoria Argentina un grupo de generales, a través del general Pacheco, le propusieron a Rosas que era la oportunidad de reincorporar Bolivia a la Confederación. Rosas le contestó en una extensa carta donde, entre otras cosas, le decía que eso no iba a suceder mientras el estuviera en el gobierno, porque seria aprovecharse de la situación y crearía un resentimiento perdurable, y que mas bien convendría esperar a que se organicen y luego adhieran a la Confederación por su propia voluntad.

Durante las negociaciones a raíz del bloqueo Anglo-Francés, Rosas se negó a negociar por separado con los anglo-franceses sin tener en cuenta la opinión de Manuel Oribe, a quien reconocía con autoridad sobre la Banda Oriental.

Estos son solo algunos ejemplos.

Respecto a la acusación que se le hace de ser ”pro ingles”, los unitarios se basan en dos argumentos principales: que Rosas respetó a los comerciantes ingleses, y que no recuperó las islas Malvinas.

En relación con el primer argumento, vale hacer notar que Rosas era profundamente legalista, y como tal respetó él tratado de amistad de 1825 con Inglaterra, pero cuando quisieron violar la soberanía navegando libremente los ríos interiores, Rosas opuso tenazmente, dejó de pagar el servicio de la deuda del Empréstito Baring de 1824 y no solamente les hizo morder el polvo de la derrota, si no que se dio el gusto de salirse con la suya, haciéndole devolver los buques capturados y saludar con 22 cañonazos el pabellón Nacional.

Respecto a la recuperación de Malvinas, la Confederación no estaba en condiciones de recuperarlas por la fuerza; la escuadra había sido entregada por los unitarios en pago de servicios de la deuda del empréstito Baring; pero Rosas no dejó de reclamarlas en la prensa escrita y en la Legislatura anualmente. Es más: intentó recuperarlas por medio de un ardid diplomático: ordenó a Manuel Moreno, representante en Londres, que “como cosa suya” ofreciera las Malvinas a cambio de la deuda; si los ingleses aceptaban, estarían reconociendo que las islas pertenecían a la Confederación, y bastaría con desautorizar a Manuel Moreno en su ofrecimiento “como cosa suya”, para que la Confederación tenga reconocida la soberanía sobre las islas. Lamentablemente los ingleses no picaron el anzuelo.

A instancias de Juan Manuel de Rosas, el 4 de enero de 1831 se firma el Pacto Federal entre las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, invitando a la posterior adhesión de las demás. Era básicamente un pacto de mutua defensa. Se delega en Rosas la representación de las Relaciones Exteriores.

En un notable documento conocido como “Carta de Hacienda de Figueroa”, enviado por Rosas a Facundo Quiroga el 20 de diciembre de 1834, refiriéndose a la formación de una Confederación de provincias y a la reunión de un congreso, Rosas entre otros conceptos le expresa: “El punto sobre el lugar de la residencia del Gobierno suele ser de mucha gravedad, y trascendencia por los celos y emulaciones que esto excita en los demás pueblos, y la complicación de funciones que sobrevienen en la corte o capital de la República con las autoridades del Estado particular a que ella corresponde. Son éstos inconvenientes de tanta gravedad que obligaron a los norteamericanos a fundar la ciudad de Washington, hoy Capital de aquella República que no pertenece a ninguno de los Estados confederados”.

La línea federal

Como vemos, el pensamiento de los tres hombres, Francia, Artigas y Rosas, son coincidentes.

Derrocado Rosas, el liberalismo centralista porteño toma la iniciativa. Desplaza al gobierno oriental, blanco federal, y con el colorado Venancio Flores en el gobierno y Bartolomé Mitre presidente argentino, forman con Brasil la Triple Alianza contra Paraguay. Se destruye Paraguay y queda postrado el federalismo en el Río de La Plata. A partir de entonces, empréstitos de por medio, los países de la cuenca del Plata serían presa fácil del imperialismo inglés.