domingo, 21 de octubre de 2012

DESARROLLO DE LA MASONERIA EN ESPAÑA*



Por el R. P. Aníbal Atilio Rottjer. 

En España se abrió la logia filial de Inglaterra en 1728. La figura más saliente de la masonería española fue el conde de Aranda, ministro del rey Carlos III y agente principal de la expulsión de los jesuitas en combinación con el marqués de Pombal, primer ministro y Gran Maestre de la masonería en Portugal.

El masón D’Alembert había dicho: “Los jesuitas son la tropa de línea bien disciplinada que, bajo el estandarte de la “superstición”, forman la falange macedónica, cuyo exterminio importa sobremanera”. Voltaire, comentando la expulsión, escribía: “Bendigamos al conde de Aranda porque ha limado los dientes y cortado las uñas del monstruo”.

En Francia los había expulsado, en 1782, en número de 4.000, el primer ministro de Luis XV, el duque de Choiseul, venerable de la logia “Enfants de la gloire”. Pombal los había desterrado de Portugal en 1759, en número de 1.100; descuartizando, además, a cinco y dejando morir en la cárcel un centenar. Los reinos borbónicos de Nápoles, Sicilia y Parma harán otro tanto en 1768, siguiendo el ejemplo de Aranda, que había expulsado, en 1767, a 7.000 de España y América, por las burdas calumnias y ridículas fábulas que configuraron el complot urdido por el duque de Alba [52]. Sus mismos autores, antes de morir, confesaron su perfidia; y la historia se ha encargado de demostrar hasta la evidencia la falsedad de sus acusaciones.

El cerebro de esta conjura satánica era Pombal, principal “punto” del triángulo masónico: Pombal-Aranda-Choiseul. Los masones aseguran que con tal expulsión y supresión de los jesuitas ganaron la principal batalla del siglo, pues ellos eran los que más se oponían a su penetración. Los llamaban jenízaros del Papa y granaderos del fanatismo y la intolerancia. El ministro de Gracia y Justicia, Manuel de Roda, escribía a Choiseul, el 17 de diciembre de 1767: “Hemos matado al hijo; ya no nos queda más que hacer otro tanto con la madre, Nuestra Santa Iglesia Romana”.

Aranda cambió el rito inglés por el escocés filosófico-primitivo y fundó, en 1760, con el ministro Campomanes, la primera Gran Logia Española de la que fue Gran Maestre. El 24 de junio de 1780 fundó el Gran Oriente Español, que dependió de Francia. El apóstata y traidor Juan Antonio Llorente, secretario del Tribunal del Santo Oficio, se trasladó a Francia y allí escribió a pedido de la masonería, que pagó sus trabajos, la “Historia de la Inquisición”, a fin de denigrar a España y a la Iglesia. Usó, según dice él, los archivos de la institución, los cuales cuidó muy bien de hacer desaparecer para que nadie comprobara sus aseveraciones. Ese libro ha sido el tintero adonde todos los sectarios han ido a mojar su pluma para calumniar a España y a la Iglesia.

En 1809 existían en España tres grupos masónicos: el Gran Oriente Español Independiente y los dos Supremos Consejos, dependiente uno de Francia y otro de Inglaterra. El rey José Bonaparte era el Gran Maestre del Gran Oriente Español. Durante su reinado suprimió en España los institutos religiosos y declaró bienes nacionales sus propiedades, cuyas ventas decretó.

La traición del masón Godoy, ministro del reino y agente de la masonería francesa, entregó España a Napoleón. El masón Miguel de Albania, elegido por Napoleón presidente de las Cortes de Bayona, y que fue Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo de la masonería española, sancionó la entrega y redactó el proyecto de constitución, conforme a las líneas generales que le suministró el emperador [53]. Más tarde, en 1812, bajo la égida de la masonería inglesa, se dictará la constitución liberal de Cádiz, origen de un sinnúmero de motines y de revoluciones. Además se organizaron logias militares denominadas “trincheras”, cuyas actas se llamaron “salvas”. A ellas se afiliaron oficiales encumbrados del ejército español. Tales logias quebrantaron la disciplina y originaron multitud de pronunciamientos, como el de 1820 del general Rafael Riego, Gran Maestre del Oriente.

En muchas de estas logias – que eran exclusivamente de carácter político – hubo también sacerdotes que lucharon por la independencia de España en la invasión napoleónica; y patriotas criollos civiles, militares y clérigos – que bregaban por la independencia de la dominación española en la América del Sur. Terminadas las guerras de la independencia se disolvieron estas logias, quedando tan sólo las nacionales masónicas

Tomado de: Rotjer, Anibal Atilio. 'La Masonería en la Argentina y en el mundo'.

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