En la víspera de la batalla de Tucumán, acudió al pie de los
altares y eligió a Nuestra Señora de las Mercedes por patrona de su ejército,
pidiéndola fervorosamente que intercediera con el Dios de los ejércitos, y le
gobernara en la batalla que iba a librar. Este acto público de acendrada
religiosidad tuvo lugar poco antes de la batalla, y así es que pudo escribir Belgrano, poco después de librado el
combate: “La patria puede gloriarse de la completa victoria que han obtenido
sus armas, el día veinte y cuatro del corriente, día de Nuestra Señora de las
Mercedes, bajo cuya protección nos pusimos…”
La batalla de Tucumán, una de las más gloriosas y heroicas
del ejército argentino, fue librada el día 24 de septiembre de 1812. Aunque la
inferioridad de Belgrano era manifiesta, fue suplida a fuerza de heroísmo y de
audacia. Se luchó denodadamente durante todo el día, hasta que Tristán se dio a
la fuga, dejando en el campo de batalla más de cuatrocientos muertos, tres
banderas, un estandarte y todos los bagajes. Parte del ejército patriota siguió
en persecución de los enemigos, parte quedó en el “Campo de las Carreras” y lo
restante, al mando de Belgrano, se dirigió a la ciudad, con el objeto de
manifestar públicamente su agradecimiento a la Santísima Virgen.
“La división de vanguardia – escribe Mitre- llegó a Tucumán
en momentos que una procesión cruzaba las calles de la ciudad, llevando en
triunfo la Imagen
de Nuestra Señora de Mercedes… A caballo y llena de polvo del camino se
incorporó la División
de vanguardia a la procesión, la que siguiendo su marcha, desembocó al campo de
batalla, húmedo aún con la sangre de las víctimas. El general se coloca
entonces al pie de las andas que descienden hasta su nivel, y desprendiéndose
de su bastón de mando, lo coloca en las manos de la Imagen ; y las andas vuelven
a levantarse en procesión continúa majestuosamente su camino. Este acto tan
sencillo como inesperado, produjo una impresión profunda en aquel concurso
poseído de sentimientos piadosos y aun los espíritus fuertes (?) se sintieron
conmovidos”.
En la “Historia de los Premios Militares”, publicada por el
Ministerio de Guerra, se halla la reseña de una curiosa medalla de origen
desconocido, según los compiladores de la mencionada obra, pero que el erudito
Padre Antonio Larrouy atribuye al general Belgrano quien, por su cuenta, la
hizo acuñar en la Casa
de la Moneda. Es ,
escribe Larrouy, “un nuevo testimonio de su indefectible gratitud a su
Protectora”.
Anverso:
Bajo la protección de
Nuestra Señora de Mercedes
Generala del Ejército
En el campo: Victoria – del 24 de
- Septiembre – de 1812
Reverso:
Tucumán – Sepulcro – de la – Tiranía
En el Canto: Viva la religión, la patria
y la unión.
En 1821, escribía, y no sin fundamento, fray Cayetano
Rodríguez estas hermosas líneas:
“¿En qué país no ha resonado la fama de su piedad religiosa
con que tributaba al cielo el homenaje de su gratitud, reconociéndolo en sus
militares encuentros por autor único de sus triunfos, y besando la mano que lo
humillaba en sus desgracias? ¿Con qué confianza, con qué ternura libraba en las
manos de la Reina
de los Ángeles el feliz éxito de sus empresas y cuán sensibles pruebas le dio
esta Divina Madre de su protección y amparo, en los apurados lances en que se
vio comprometido su honor, e indecisa la suerte de la América del Sur?”.
No se contentó el general Belgrano con proclamar a la Virgen por patrona del
ejército, antes de la batalla, con entregar personalmente su bastón de mando en
manos de la venerada imagen, y con hacer acuñar la hermosa medalla
conmemorativa de aquel señalado triunfo. “Antes de ponerse en marcha para Jujuy
–continúa el historiador Mitre- mandó hacer funerales por los muertos, a los
que asistió personalmente con todo su Estado Mayor, enseñando prácticamente,
que los odios no deben pasar más allá del sepulcro, a la vez que consolidaba la
opinión de religiosidad que iba adquiriendo su ejército”.
Como complemento de lo que acabamos de decir, trasladaremos
a continuación algunas interesantísimas noticias que consigna el general Paz en
sus tan celebradas “Memorias”: “Las monjas de Buenos Aires –escribe el célebre
soldado cordobés- a cuya noticia llegaron estos actos de devoción, los
celebraron mucho y quisieron hacer una manifestación al ejército, mandando
obsequiosamente un cargamento de cuatro mil pares de escapularios de la Merced , los que se
distribuyeron en esta forma:
“Cuando se trató de mover el ejército para buscar el enemigo
en Salta, se hizo por cuerpos, los que después se reunieron en tiempo y
oportunidad. Luego que el batallón o regimiento salía de su cuartel, se le
conducía a la calle en que está situado el templo de la Merced. En su atrio
estaba ya preparada una mesa vestida, con la imagen, a cuyo frente formaba el
cuerpo que iba a emprender la marcha; entonces sacaban muchos cientos de
escapularios, en bandejas, que se distribuían a jefes, oficiales y tropa, los que
colocaban sobre el uniforme y divisas militares”.
“Es admirable que estos escapularios se conservasen
intactos, después de cien leguas de marcha, en la estación lluviosa, y nada es
tan cierto, como el que en la acción de Salta, sin precedente orden y sólo por
un convenio tácito y general, los escapularios vinieron a ser una divisa de
guerra: si alguno los había perdido, tuvo buen cuidado de ponerse otros, porque
hubiera sido peligroso andar sin ellos”.
* Furlong, Guillermo: Belgrano, el Santo de la espada y de
la pluma. Bs. As, Club de Lectores, 1974, pp. 38-43.