martes, 28 de mayo de 2013

Cuando los escapularios vinieron a ser una divisa de guerra

Por el P. Guillermo Furlong, S J *

En la víspera de la batalla de Tucumán, acudió al pie de los altares y eligió a Nuestra Señora de las Mercedes por patrona de su ejército, pidiéndola fervorosamente que intercediera con el Dios de los ejércitos, y le gobernara en la batalla que iba a librar. Este acto público de acendrada religiosidad tuvo lugar poco antes de la batalla, y así es que pudo  escribir Belgrano, poco después de librado el combate: “La patria puede gloriarse de la completa victoria que han obtenido sus armas, el día veinte y cuatro del corriente, día de Nuestra Señora de las Mercedes, bajo cuya protección nos pusimos…”

La batalla de Tucumán, una de las más gloriosas y heroicas del ejército argentino, fue librada el día 24 de septiembre de 1812. Aunque la inferioridad de Belgrano era manifiesta, fue suplida a fuerza de heroísmo y de audacia. Se luchó denodadamente durante todo el día, hasta que Tristán se dio a la fuga, dejando en el campo de batalla más de cuatrocientos muertos, tres banderas, un estandarte y todos los bagajes. Parte del ejército patriota siguió en persecución de los enemigos, parte quedó en el “Campo de las Carreras” y lo restante, al mando de Belgrano, se dirigió a la ciudad, con el objeto de manifestar públicamente su agradecimiento a la Santísima Virgen.

“La división de vanguardia – escribe Mitre- llegó a Tucumán en momentos que una procesión cruzaba las calles de la ciudad, llevando en triunfo la Imagen de Nuestra Señora de Mercedes… A caballo y llena de polvo del camino se incorporó la División de vanguardia a la procesión, la que siguiendo su marcha, desembocó al campo de batalla, húmedo aún con la sangre de las víctimas. El general se coloca entonces al pie de las andas que descienden hasta su nivel, y desprendiéndose de su bastón de mando, lo coloca en las manos de la Imagen; y las andas vuelven a levantarse en procesión continúa majestuosamente su camino. Este acto tan sencillo como inesperado, produjo una impresión profunda en aquel concurso poseído de sentimientos piadosos y aun los espíritus fuertes (?) se sintieron conmovidos”.

En la “Historia de los Premios Militares”, publicada por el Ministerio de Guerra, se halla la reseña de una curiosa medalla de origen desconocido, según los compiladores de la mencionada obra, pero que el erudito Padre Antonio Larrouy atribuye al general Belgrano quien, por su cuenta, la hizo acuñar en la Casa de la Moneda. Es, escribe Larrouy, “un nuevo testimonio de su indefectible gratitud a su Protectora”.

Anverso:

Bajo la protección de
Nuestra Señora de Mercedes
Generala del Ejército
En el campo: Victoria – del 24 de
- Septiembre – de 1812

Reverso:

Tucumán – Sepulcro – de la – Tiranía
En el Canto: Viva la religión, la patria
y la unión.

En 1821, escribía, y no sin fundamento, fray Cayetano Rodríguez estas hermosas líneas:

“¿En qué país no ha resonado la fama de su piedad religiosa con que tributaba al cielo el homenaje de su gratitud, reconociéndolo en sus militares encuentros por autor único de sus triunfos, y besando la mano que lo humillaba en sus desgracias? ¿Con qué confianza, con qué ternura libraba en las manos de la Reina de los Ángeles el feliz éxito de sus empresas y cuán sensibles pruebas le dio esta Divina Madre de su protección y amparo, en los apurados lances en que se vio comprometido su honor, e indecisa la suerte de la América del Sur?”.

No se contentó el general Belgrano con proclamar a la Virgen por patrona del ejército, antes de la batalla, con entregar personalmente su bastón de mando en manos de la venerada imagen, y con hacer acuñar la hermosa medalla conmemorativa de aquel señalado triunfo. “Antes de ponerse en marcha para Jujuy –continúa el historiador Mitre- mandó hacer funerales por los muertos, a los que asistió personalmente con todo su Estado Mayor, enseñando prácticamente, que los odios no deben pasar más allá del sepulcro, a la vez que consolidaba la opinión de religiosidad que iba adquiriendo su ejército”.

Como complemento de lo que acabamos de decir, trasladaremos a continuación algunas interesantísimas noticias que consigna el general Paz en sus tan celebradas “Memorias”: “Las monjas de Buenos Aires –escribe el célebre soldado cordobés- a cuya noticia llegaron estos actos de devoción, los celebraron mucho y quisieron hacer una manifestación al ejército, mandando obsequiosamente un cargamento de cuatro mil pares de escapularios de la Merced, los que se distribuyeron en esta forma:

“Cuando se trató de mover el ejército para buscar el enemigo en Salta, se hizo por cuerpos, los que después se reunieron en tiempo y oportunidad. Luego que el batallón o regimiento salía de su cuartel, se le conducía a la calle en que está situado el templo de la Merced. En su atrio estaba ya preparada una mesa vestida, con la imagen, a cuyo frente formaba el cuerpo que iba a emprender la marcha; entonces sacaban muchos cientos de escapularios, en bandejas, que se distribuían a jefes, oficiales y tropa, los que colocaban sobre el uniforme y divisas militares”.

“Es admirable que estos escapularios se conservasen intactos, después de cien leguas de marcha, en la estación lluviosa, y nada es tan cierto, como el que en la acción de Salta, sin precedente orden y sólo por un convenio tácito y general, los escapularios vinieron a ser una divisa de guerra: si alguno los había perdido, tuvo buen cuidado de ponerse otros, porque hubiera sido peligroso andar sin ellos”.

* Furlong, Guillermo: Belgrano, el Santo de la espada y de la pluma. Bs. As, Club de Lectores, 1974, pp. 38-43.

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