martes, 8 de febrero de 2022

LA POLITICA LINGÜÍSTICA EN HISPANOAMERICA*

 


Por: Dr. Rafael Breide Obeid

    …Llegamos así al continente americano. América como unidad no existía. Antes de Colon era una realidad fragmentada, una Babel lingüística de culturas más o menos avanzadas entre el paleolítico y el neolítico. San Francisco Solano, solamente en el actual territorio de Santiago del Estero, encontró 17 lenguas distintas, sin contar los dialectos.

    Ahora bien, ¿Qué ocurre cuando dos culturas de distinto avance relativo se encuentran?

    Del lado de la cultura relativamente más débil, la encontrada, hay dos posiciones: la celota, que se encierra en sí misma y va al enfrentamiento imposible con el invasor, por lo menos superior en fuerza; y la posición herodiana de dejarse absorber por el sistema invasor y obtener ventajas personales y de poder “cipayo” a cambio de vender el alma de su propia nación.

    Del lado de la potencia más fuerte, o incorpora a la cultura más débil a su civilización (en cuyo caso la acusamos de genocidio cultural) o la mantiene al margen en una especie de reservación, entonces la acusamos de apartheid y de negarle el acceso a la civilización del superior.

    Una cultura puede estar fundada en el mito, en la razón, o en el misterio.

    El mito es prerracional y transmite una sabiduría primordial; pero envasada en la superstición y la idolatría. Tal el caso de la Grecia presocrática y la mayoría de las tribus paganas.

    Ejemplo de la civilización fundada en la razón es la civilización moderna. Y la cultura cristiana se funda en la Razón y la Fe, y tiene como centro el Misterio.

    La política lingüística de los Reyes Católicos fue compleja, procuró desarrollar las culturas nativas y luego incorporarlas al mundo. Para hacer lo primero le dio alfabeto fonético a las lenguas nativas.

    Con el proceso de alfabetización en la lengua nativa se produce un esfuerzo de abstracción que libera la mente del mito y la introduce en la razón. Demos como ejemplo: el Concilio de Lima de 1583, que ordenó que se instruyera a los indios en su lengua nativa.

    Los misioneros hicieron innumerables gramáticas y diccionarios para poder enseñar a los indios en su lengua nativa. Lo ocurrido con el guaraní es un caso paradigmático. Esta lengua tenía antes de la evangelización lo que se llama técnicamente un módulo de tres, es decir, tenía palabras, frases y oraciones.

    Los jesuitas la desarrollaron internamente agregándole la posibilidad de tener sub-oraciones, esto es, pasar a un módulo de cuatro. Además le confesionaron una gramática muchas décadas antes de que apareciera la primera gramática inglesa.

    Pero además de esta política lingüística que, desarrollando su propia lengua los sacaba del mito y los hacia entrar en la razón y por tanto ser capaces de historia, los indios podían aprender el español para entrar en el Misterio y comunicarse con el resto de la humanidad con la “lengua para unir muchas lenguas”.

    Así podían enseñarle a los indios onas, que sabían contar hasta dos, el misterio de la Trinidad. Pero, por otro lado, la misma lengua española recibía sustanciales aportes de las lenguas americanas, como nombres de lugares, de personas y de productos nuevos como el chocolate, tabaco, maíz, etc.

    Carlos V, en la carta que escribió en 1550 al virrey de Nueva España, le recomienda que enseñe a los indios nuestra lengua castellana. (1)

    Cuando se declaró la independencia de la Argentina en el Congreso de Tucumán de 1816, se imprimió el Acta de la Independencia de este modo: 20.000 ejemplares en castellano, 60.000 en quechua, y  40.000 en guaraní.

    No obstante, esta sabia política hispánica, que desarrollaba la cultura nativa y la conectaba con el mundo, tuvo una fractura definitiva bajo los Borbones, que por real cedula del año 1770 ordena la extinción de los diferentes idiomas y que solo se hable el español.

 

1) Vicente Perez Saez. Política lingüística en el periodo hispánico. En revista Gladius N° 14. Bs As 1989, pp 141-145.

* Breide Obeid, Rafael. Política y sentido de la historia. Editorial Gladius. Bs As 2020, pp 138-140.

 


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