Por: Pablo Yurman
A mediados de mayo de 1810
llegaba al puerto de Buenos Aires el buque inglés Misletoe, procedente de
Europa. Traía noticias de la invasión francesa a España. Tal como muchos
preveían, éstas daban cuenta de que había desaparecido toda autoridad
metropolitana, lo que tenía incidencia fundamentalmente en los territorios
ultramarinos del extenso pero ya decadente Imperio Español.
La imagen de la nave británica
portadora de noticias que sonaban al “canto del cisne” de España sintetiza como
pocas lo inédito de esa hora de la historia. Y también las múltiples
confusiones a las que daría lugar la formación, el día 25, de la Primera
Junta, expresión autónoma del gobierno del Virreinato, de carácter
provisional y a la espera de la vuelta de Fernando VII (“prisionero”
en un castillo en Francia) al trono.
Demás está señalar el interés
británico por estas tierras. ¿Acaso no intentó Inglaterra dos invasiones al Río
de la Plata en 1806 y 1807 que culminaron en rotundos fracasos militares? Hubo
en carpeta una tercera (que se suponía la definitiva) al mando, nada menos, de
Lord Arthur Wellesley. Pero la invasión francesa a España trastocó todos los
planes y cambió las prioridades que ahora pasaban por lograr derrotar a
Napoleón.
En dos ocasiones había intentado
Inglaterra invadir el Río de La Plata. En el cuadro, la rendición de Beresford
ante Liniers el 12 de agosto de 1806
Para no agregar más confusión
conviene aclarar algunos puntos en el desarrollo de los acontecimientos de Mayo
de 1810. La necesidad de formar una Junta que reemplazara al Virrey Baltasar
Hidalgo de Cisneros fue consecuencia directa de la desaparición de toda
autoridad legítima en España. En otras palabras, Inglaterra no digitó
ese movimiento en las piezas del tablero mundial. Lo que no obsta
afirmar que, dado que las circunstancias llevarían a la formación de un
gobierno autónomo en Buenos Aires como capital virreinal, la diplomacia
británica procuró entonces promover a dicha Junta a personas de su confianza, o
que al menos mirasen con buenos ojos su informal tutela del nuevo
gobierno.
Enrique Ruiz Guiñazú, canciller
argentino durante los primeros años de la década de 1940, en su biografía del
embajador británico, Lord Strangford y la Revolución de Mayo (Buenos
Aires, 1937), ofrece elementos de análisis sumamente interesantes. Con acceso a
documentos exclusivos, muchos de los cuales estaban en poder de los
descendientes del famoso diplomático inglés, incluida una copiosa
correspondencia entre Strangford y el gobierno inglés, interesa destacar que de
la lectura de la obra surge con claridad que la intención del autor fue
la de remarcar su rol protagónico, si no en los sucesos de Mayo de 1810, al
menos en la conformación de parte de la Junta y en la sugerencia a
ésta de los primeros pasos institucionales a adoptar.
La biografía de Lord Strangford,
por Enrique Ruiz Guiñazú
Aclaremos algo crucial para
entender a los protagonistas. Lord Percy Strangford fue designado en 1806
embajador británico ante la corte de Portugal. Fue quien en 1808 ante
la invasión francesa organizó el escape de la familia real lusitana y su
instalación en Río de Janeiro, Brasil, sitio al que él mismo se
trasladó y donde continuaría a cargo de la embajada de su país. Desde allí
habría de seguir con particular interés los sucesos en el Río de la Plata.
Labor ahora facilitada por la cercanía geográfica con Buenos Aires.
Ruiz Guiñazú destaca que en
Inglaterra “la opinión librecambista marchaba a pasos de gigante”. En los
hechos, el libre cambio impulsado por esa nación urgía la apertura de
mercados donde colocar sus productos industriales. Cerrada la Europa
dominada por Francia a tal posibilidad, perdidas años antes las colonias de
Norteamérica, que además impulsaban un firme proteccionismo económico, sólo
quedaba el vasto espacio hispanoamericano. Por tanto, quizás el mercado que no
pudo conquistarse por las armas podría ahora ganarse por los hilos de la
diplomacia.
Acá es donde aparece la figura de
quién será Secretario de la Primera Junta, Mariano Moreno, que en 1809
había escrito su Representación de los Hacendados, obra en la que defendía la
apertura del puerto de Buenos Aires al ingreso de productos industriales
extranjeros. En la época, no hacía falta agregar la procedencia de tales
mercaderías manufacturadas, puesto que en su inmensa mayoría eran inglesas.
Mariano Moreno no tuvo actuación
destacada ni en la Reconquista (1806) ni en la Defensa (1807) de Buenos Aires.
Tampoco participó del Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810. Su designación en
la Junta lo tomó por sorpresa
Pero interesa saber que Lord
Strangford era un entusiasta del libro escrito por Moreno. Según Ruiz
Guiñazú “En carta fechada en Río de Janeiro el 6 de febrero de 1810 se hace
alusión a la obra, manifestando: ‘Las observaciones que ese documento contiene,
y que descansan en los principios más liberales de economía
política, ha producido, según se dice, un gran efecto en el ánimo del
virrey español… Pero no me parece que hayan logrado inducirlo a separarse
abiertamente del rígido sistema colonial español, de acuerdo con el cual se le
ha ordenado proceder’…”
En rigor, más que “hacendados” y
labriegos, quienes financiaron la obra de Moreno y le dieron difusión eran en
su mayoría comerciantes británicos establecidos en Buenos Aires, a quienes
interesaba particularmente constituirse en importadores habilitados de
manufacturas británicas. Nuestro autor nombra algunos: Mackinnon, Crockett,
Barton, Dowling, Dyson, Allsop, Ponsonby Staples y otros “cuyos nombres se han
perpetuado en la sociedad argentina”.
Cabe destacar que Moreno,
siendo porteño, no tuvo actuación destacada ni en la Reconquista (1806) ni en
la Defensa (1807) de su ciudad. Tampoco participó, no obstante su
condición de vecino, del famoso Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 y fue
tomado por sorpresa con su designación en la Junta de Gobierno.
El 28 de mayo, siendo ya
Secretario, redactó el memorial que la Junta dirigiría a Strangford para lograr
su reconocimiento por el gobierno inglés. Llamativo que fuera el mismo Moreno
quien, meses después, se opusiera tenazmente a que se incorporaran al
gobierno los representantes de los pueblos del Interior. Quizás no sea
casualidad. Algunos de ellos venían con instrucciones de sus provincias
para proponer un sistema económico proteccionista de las industrias locales, lo
que significaba el cierre al menos parcial del puerto de Buenos Aires. Si eso
acontecía, aquellos comerciantes deberían volver a la ilegal práctica del
contrabando, lo que los alejaba socialmente de que sus apellidos “se
perpetuaran en la sociedad argentina” según nuestro ex canciller.
La Representación de los
Hacendados: el ensayo de Moreno que agradó a Lord Stanford
Agrega Ruiz Guiñazú que “con la
Revolución, había cambiado el escenario y sus hombres; al rigorismo del
Consulado se opondrían ahora las amplias vistas del Doctor Moreno, que habría
de tener la fortuna de llevar a la práctica desde el gobierno, lo que
aconsejara desde su bufete de abogado. Sus conocidas ideas, expresadas
en la Representación de los Hacendados y Labradores darían la pauta para una
nueva orientación.”
Curioso que las pautas para una
nueva orientación económica generarían gran encono en los pueblos del interior,
que no se beneficiaban ni con el contrabando ni con la apertura indiscriminada
que inundaba de manufacturas inglesas que ahogaban las muchas
artesanías y productos industriales locales.
Por ello es que el famoso
enfrentamiento entre Moreno y el presidente de la Junta, Cornelio Saavedra, no
obedecerá ni por asomo a cuestiones de temperamento o de carácter. La burda
simplificación según la cual Saavedra por su genio apocado y conservador,
chocaba con el fogoso y entusiasta joven abogado porteño esconde el
enfrentamiento de fondo. Aquél representaba, bien o mal, los intereses
provincianos proteccionistas en materia económica, mientras que Moreno, según
lo analizado, en plena sintonía con el hábil embajador británico en Río de
Janeiro, era vocero de los comerciantes del puerto, no de labriegos
y hacendados de la vastedad de la pampa.
El 26 de agosto de 1810 moría
fusilado en Córdoba, por instigación de Moreno, el héroe de la Reconquista y la
Defensa de Buenos Aries, don Santiago de Liniers. Es de suponer la satisfacción
de Lord Strangford al enterarse de la noticia.