Depuesto
Alvear, el Cabildo convocó al pueblo de Buenos Aires para decidir su forma de
gobierno, designar autoridades transitorias, y elegir una “Junta de Organización”,
que dictaría el Estatuto destinado a regular el funcionamiento institucional.
Mientras tanto, dispuso graves sanciones contra los alvearistas en desgracia,
haciendo fusilar Paillardell y desterrándolo a Monteagudo, Agrelo, Rodríguez
Peña, Alvarez Jonte y otros. Ignacio Alvarez Thomas asumió interinamente el
cargo de “Director de Estado”.
La Junta de Observación cumplió
rápidamente su cometido, redactando el Estatuto Provisional cuya confección se
le encomendara. Era este una suerte de Constitución, inspirada en la de Cádiz,
que disponía sobre múltiples materias. Solo lo aceptaron Buenos Aires y Tucumán.
Cuyo, Salta y Córdoba se redujeron a acatar la convocatoria, contenida en el
mismo, para un Congreso General.
Alvarez Thomas
derogó las sucesivas condenas fulminadas contra Artigas, ordenando quemar en la
plaza publica los documentos que las contenían.
Rondeau siguió
al mando del ejército del Perú, gravemente desorganizado. Pese a ello, inició
un avance en Febrero del 15, con suerte diversa: fue vencido en El Tejar, venció
en Puesto del Marques, y volvió a caer derrotado en Venta y Media (allí recibió
José Maria Paz la herida cuyas consecuencias determinarían que se lo llamara
“el manco”). Por fin en Sipe – Sipe, las tropas patriotas sufrieron un tremendo
descalabro a manos de Pezuela, el 29 de noviembre de 1815. Se perdieron en la
batalla 2000 hombres, entre muertos, heridos y prisioneros; todos los cañones y
1.500 fusiles.
Guemes se apoderó del gobierno en
Salta, mediante una revolución.
El 24 de marzo
de 1816 quedo inaugurado, en Tucumán, el Congreso que proclamaría nuestra
independencia. Lo presidía el porteño Pedro Medrano. Como la presidencia era
rotativa, luego lo hicieron José Maria Serrano, diputado por Charcas; el canónigo
Pedro Ignacio Castro Barros, diputado por la Rioja; Teodoro Sánchez de Bustamante, diputado
por Jujuy; Francisco Narciso Laprida, diputado por San Juan, y el canónigo José
Ignacio Thames, diputado por Tucumán.
A fines de
mayo el Congreso aprobó un plan, al cual se ajustaría para tratar las distintas
materias sobre las que tendría que resolver. Sin embargo, dejándolo de lado, a
principios de mayo se decidió tratar el tema de la independencia.
Solamente los
diputados por Tucumán y Jujuy contaban con instrucciones para declararla. Pero
la intención de hacerlo flotaba en el aire, pues ya hacia tiempo que los
argentinos se sentían argentinos. San Martín, Belgrano, Guemes, y Artigas
presionaban a favor de ella. Durante la sesión del día 9 de julio el asunto fue
sometido a consideración de los congresales. Propuesta la formula del voto,
“puestos en pie los señores diputados en sala plena aclamaron la independencia
de las provincias unidas de América del Sud de la dominación de los reyes de
España y su metrópoli, resonando en la barra la voz de un aplauso universal con
repetidas vivas y felicitaciones al Soberano Congreso”. El acta respectiva fue
firmada por Francisco Narciso Laprida, presidente, y Mariano Boedo,
vicepresidente, siendo refrendada por los secretarios en funciones.
Días después,
a instancias del diputado Medrano, quedó aprobado que la independencia
declarada no lo seria tan solo “de los reyes de España y su metrópoli”, sino también
“de toda otra dominación extranjera”.
Tal como lo
afirmaban las estrofas de la canción patriótica, compuesta por Vicente Lopez y
Planes, se levantaba “a la faz de la tierra una nueva y gloriosa Nación”.
Inmediatamente
después de proclamada la independencia, el congreso se abocó a resolver otra
ardua cuestión: cual seria la forma de gobierno para las provincias unidas.
Prácticamente
la totalidad de los diputados se inclinó por una monarquía constitucional. Y,
dentro de esa abrumadora mayoría, la opinión mas extendida consistió en que se
ungiera rey a un descendiente de los incas. Solamente se pronunciaron a favor
de la forma republicana el diputado por Buenos Aires, Tomas Manuel de Anchorena,
y el diputado mendocino Godoy Cruz. Los diarios porteños ridiculizaron la idea,
denominando al futuro monarca como “El rey patas sucias”.
Sin embargo,
el debate sobre la forma de gobierno pasó pronto a segundo plano pues, el 23 de
julio, los congresales recibieron noticias de la Junta de Observación,
respecto a que se consideraba inminente una invasión portuguesa. Tan grave
amenaza vino a transformarse en la mayor preocupación del congreso, que envió
instrucciones para encarar la situación.
En noviembre
de 1816 aprobó un Reglamento Provisorio que, en líneas generales, se pareció al
de 1815. El 17 de enero de 1817 tuvo lugar la ultima sesión en Tucumán, trasladándose
luego su sede a Buenos Aires.
Juan Luis Gallardo
Cronica de cinco siglos
excelente sintesis
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