Por: Fernando Romero Moreno
Llegamos a la Revolución Libertadora :
explicable y justificable en la línea de Lonardi, aunque habría que profundizar
la influencia de los británicos, de la masonería y del catolicismo liberal en
su génesis. Justificable dado el carácter anticlerical del justicialismo en los
años 54- 55, más la aparición, tolerada ya por el General Perón, de un
nacionalismo marxista dentro del Movimiento. Lo cierto es que Lonardi quiso
“destronar” a Perón pero conservando los aspectos positivos logrados durante el
ciclo 1943- 1955. El proyecto (en alianza con liberales, socialistas, radicales
y demás exponentes de la “vieja” política) era inviable y no duró. Un golpe
palaciego del sector “democrático” (con el apoyo de partidos políticos de
derecha y de izquierda) lo derrocó, acusando a Lonardi de estar rodeado de
“nazis” y de ser tolerante con el régimen depuesto… Y empezó la violencia, otra
vez desde los sectores “ilustrados” (como Moreno y Castelli contra Liniers,
como los Unitarios contra Dorrego, como Sarmiento contra los gauchos),
identificados, como ellos mismos decían, con la “línea Mayo- Caseros”. Se
prohibió el partido peronista y sus símbolos partidarios, muchos profesores
debieron abandonar sus cátedras (algunos de ellos, católicos que, por ej.
habían sido peronistas pero apoyaron la Revolución Libertadora
debido al conflicto con la
Iglesia ), se intervino a la CGT …y se restauró el capitalismo
prebendista, la sumisión al FMI, la entrega de la Universidad a la
izquierda y de la cultura a la masonería o grupos afines a la misma. La Revolución del Gral.
Valle en 1956 – contra el “liberalismo rancio y laico” como dice en su última
proclama – fue una reacción nacional. Valle era católico y de simpatías
nacionalistas. No era nazi ni autoritario ni comunista (a pesar de la
“reivindicación” que de su figura hace siempre el peronismo de izquierda). Pero
los “gorilas” quisieron dar una “lección” y lo fusilaron. Fusilaron a él y a
todos los sospechosos que pudieron encontrar, tanto militares como civiles. La
consecuencia lógica hubiera sido que la reivindicación de Valle y de su
rebelión corriera exclusivamente a cargo del peronismo ortodoxo (no de la
ortodoxia “corrupta” y criminal del lópezrreguismo, por supuesto) y
eventualmente del nacionalismo, al menos el más cercano al justicialismo. Algo
de eso hubo en la acción política de Marcelo Sánchez Sorondo, Mario Amadeo,
Juan Carlos Goyeneche y Alberto Ezcurra Uriburu, con las diferencias entre
ellos que es de rigor señalar (por caso Amadeo terminó ligado al frondicismo y
Sánchez Sorondo al peronismo, a diferencia de Goyeneche y Ezcurra que siguieron
fieles a la tradición nacionalista). Pero aparecieron dos fenómenos que
complicaron aún más el panorama político argentino y que explican parte de la Guerra Civil que
enlutara a la Argentina
entre 1959 y 1979: el nacionalismo de izquierda – al calor de la Revolución Cubana
– y el catolicismo tercermundista que derivó en las teologías de la liberación
de inspiración marxista. Y se dio lo que hasta entonces hubiera sido
inexplicable: jóvenes que, bajo los símbolos de la Cruz y la Bandera , reivindicando a
Rosas y los Caudillos Federales, y pidiendo una Patria “Justa, Libre y
Soberana”, se alistaron en las filas de la Revolución Mundial.
Fue la época del llamado “socialismo nacional” y del “revisionismo histórico
popular”. De Hernández Arregui, Astesano, Puigróss, Abelardo Ramos
y del “coqueteo” con la izquierda de “Pepe” Rosa, Fermín
Chávez y Arturo Jauretche (aunque no toda la “izquierda nacional”, a pesar de
sus gravísimos errores intelectuales, se solidarizara plenamente con las
organizaciones armadas…el caso del “Colorado” Ramos es un ejemplo de lo que
decimos). El clima que dio origen a Montoneros, la banda terrorista que se
inició “vengando” la muerte del Gral. Valle y terminó siendo parte de la
estrategia cubana de infiltración en toda América Hispana. Contra lo que suele
decirse hoy, los nacionalistas de extracción católica fueron, en su gran
mayoría, ajenos al “giro izquierdista” de esa parte de la juventud argentina. Y
sobre todo el P. Meinvielle como el Prof. Jordán B. Genta denunciaron el error
que, al respecto, significaba un falso nacionalismo influenciado por el
clasismo, el socialismo y el populismo. Aunque el primero – y, como él,
Leonardo Castellani, Carlos A. Sacheri o Alberto Ezcurra Uriburu – no vieran
como intrínsecamente mala una colaboración con el peronismo “ortodoxo”, a
diferencia de Genta…. Pero lo cierto es que otra vez quedamos “atrapados”:
entre los yanquis y el soviet, como dijera Ramiro de Maeztu. O entre los
yanquis y Fidel Castro, para ser más precisos (ya sabemos que la Unión Soviética
jugó a dos puntas, según sus conveniencias).Subversión, represión mal hecha –
con asesoramiento del Primer Mundo -, deuda externa y un largo etcétera,
empujaron a la Argentina
al borde del abismo. El heroísmo épico de muchas víctimas del terrorismo
marxista (Rucci, Larrabure, Sacheri, Genta, Amelong), de tantos combatientes de
la Batalla
por Malvinas (Giachino, el “Perro” Cisnero, el Tte. Roberto Estévez, pilotos de
Fuerza Aérea como Falconier) o de las rebeliones “carapintadas” (sobre todo
Seineldín), no lograron impedir la crisis aparentemente terminal de la Argentina ….Pero no nos
adelantemos…
A partir de 1976, el liberalismo extranjerizante
encontró refugio, primero, en el Proceso de Reorganización Nacional (1976-
1983) y luego en el menemismo (1989- 1999). La centro- izquierda
socialdemócrata, en el radicalismo de Alfonsín (1983- 1989), origen de la Revolución cultural que
hoy padecemos. Y parte de la izquierda “nacional”, en síntesis con la
“contracultura progre”, en el “kirchnerismo” actual (2003- 2011)… Esos hitos
marcan la entrada de la
Argentina en el Nuevo Orden Mundial, en sus vertientes
neoconservadora (el Proceso y los 90) como progresista (“alfonsinismo” y
“kirchnerismo”). ¿Habrá muerto para siempre la Argentina Tradicional ?
¿Será vana la esperanza de una nación cristiana que, “en serio”, sea
políticamente soberana, económicamente independiente y socialmente justa? ¿Quedaremos
a merced del imperialismo norteamericano o del Nuevo Orden Mundial de la ONU ?...
La tensión entre dos polos (Tradición y Revolución)
que registran la Argentina
y demás naciones de Occidente desde hace siglos, parece diluirse hoy por el
triunfo aparente de la
Revolución y de la Modernidad laicista, a lo que debemos sumar la
sumisión colonial de nuestra Patria al mundialismo masónico. Por supuesto que
Tradición o Revolución, Patria o Colonia son contraposiciones que hay que
entender en relación con las “Dos Ciudades” de San Agustín, no al modo del
dualismo o de la dialéctica hegeliana. Nuestra Tradición hispánica, como
dijimos al inicio de este escrito, ya vino bastante
"contaminada" de errores “modernos” (de allí, probablemente, nuestro
“catolicismo mistongo” que denunciara Castellani). A la vez, ciertos
partidarios de la
Revolución reclamaron, en lo accidental, algunos cambios que
eran justos y atendibles: mayor atención al crecimiento económico, menos
clericalismo, apertura a la ciencia y la tecnología...También sobre esto se
explayó Castellani, a propósito de Sarmiento. Hablar por lo tanto de las “Dos
Argentinas” no nos debe llevar a un maniqueísmo simplista y esquemático…”Todo
lo nacional es nuestro” decía Maurras, y siempre que sepamos justipreciar acontecimientos
o personajes históricos desde el Orden Natural y Cristiano, podremos “dar a
cada uno lo suyo”, sin leer el pasado en “blanco y negro” o con “anteojeras
ideológicas”……
El tiempo dirá si la restauración de la Argentina , de una
Comunidad Hispánica de Naciones y de la Cristiandad son posibles. Pero a nosotros nos
toca seguir combatiendo por los valores de siempre. Como decía Hugo Wast:
“Nuestros ideales son aquellos que dan sentido a la vida cuando se vive por
ellos y los que dan sentido a la muerte cuando se muere por ellos: Dios, Patria
y Familia”.