CANTONI Y COOKE
Con motivo de un homenaje que le prodigara a John W. Cooke —uno de los ideólogos peronistas de la guerra revolucionaria marxista— el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas recibió el formal pedido de renuncia del destacado historiador Jorge C. Bohdziewicz. Siguiendo su hidalgo gesto, otros miembros del susodicho Instituto Rosas presentaron también sus respectivas renuncias.
Enterado del hecho, el señor Cantoni,
miembro también él de la precitada institución, dio a conocer una penosa
misiva, que retrata tanto su confusión mental como su incapacidad
argumentativa, amén del prolijo pago de tributo a las categorías de la
contracultura dominante, que ofrendan estos neo y pseudo revisionistas.
Reproducimos a continuación la
epístola de Cantoni, y la condigna réplica del Profesor Jorge C. Bohdziewicz.
LA CONDIGNA RESPUESTA
Sr. Presidente del
Instituto Nacional de Investigaciones Históricas
“Juan Manuel de Rosas”,
Dr. Alberto González Arzac
De mi consideración:
He recibido
copia de la nota que el profesor Juan Carlos Cantoni elevó al Cuerpo Académico
del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas” en
relación con la renuncia que presenté el 19 del mes de septiembre. En ella, a
modo de anticipación y para que no queden dudas, el firmante sostiene que
adhiere y celebra el homenaje a William Cooke. Digo en respuesta que tiene todo
el derecho de hacerlo y en los términos que mejor le parezcan. También puede
disimular la contradicción que supone su admiración por un personaje que, según
afirma, se comprometió con las luchas contra las dictaduras pero no tuvo
escrúpulos en adherir a la de Fidel Castro, la más sangrienta y despiadada que
se conoce. Lo que no debe, aprovechando la ingenuidad de los académicos, es estampar
ligerezas sobre el Instituto que presido en el resto de su nota, fruto, sin
duda, de una sorprendente ignorancia.
Para
comenzar, le diré que la foto de José María Rosa presentando a Cooke no sólo no
prueba que el homenajeado haya sido “revisionista”, título que suele
adjudicarse con evidente abuso, sino que, en todo caso, confirma la desviación
y complacencia de Rosa hacia el marxismo a la vez que prueba el prematuro ejercicio
del “entrismo” en el Instituto Juan Manuel de Rosas, tolerado culposamente por
muchos en una entidad que supo congregar alguna vez a los mejores estudiosos de
la historia patria, verdaderos señores, ellos sí indiscutiblemente
revisionistas. Nada sorprendente, al fin y al cabo, en quien concluyó su
parábola defendiendo los inte-reses chilenos en la disputa del Beagle, cuyo
desenlace significó una nueva amputación territorial. Supongo -sólo supongo-
que esa foto y algunos párrafos de ocasión son para Cantoni testimonio
ilevantable del revisionismo de Cooke, cuya nulidad de antecedentes académicos
asombra más cuando es una institución académica la que lo homenajea.
Cantoni no
desmiente los reparos que le presenté al Brigadier Carlos French cuando se
empeñó en nacionalizar el Instituto. En más de una ocasión le señalé los
riesgos de que se convirtiera en una suerte de apéndice del poder político y
sujeto a sus vaivenes, toda vez que su funcionamiento en lo sucesivo dependería
de la voluntad e intereses de lo funcionarios de la cartera a la que estaría
adscripta. Pero Cantoni quiere demostrar que no es así y hace para ello una apretadísima
y desafortunada síntesis, con ánimo comparativo, de la trayectoria del
Instituto Bibliográfico “Antonio Zinny”. Dice bien que fue fundado en 1972 y en
1977 obtuvo personería jurídica, pecado este último, al parecer, por haber
sucedido en “plena época de la dictadura genocida”. De otra manera no habría
mencionado esa circunstancia. ¿Y? Recuerdo que yo personalmente realicé el
fastidioso trámite burocrático de rutina para alcanzarla. Recuerdo también que
en “plena época de la dictadura genocida” fui al cine alguna vez, leí libros,
trabajé en el archivo, visité amigos, dí clases en un colegio, disfruté
viendo algún partido de fútbol y,
como la inmensa mayoría de los argentinos, hice muchas otras cosas propias de
un individuo del común. Casi se me olvidaba decir que Julio Irazusta, la máxima
figura intelectual del revisionismo histórico, presidió el Instituto
Bibliográfico “Antonio Zinny”, en “plena época de la dictadura genocida”.
¿Qué pretende
Cantilo con esa tosca alusión? ¿Asociarnos acaso al gobierno del denominado
Proceso de Reorganización Nacional a partir de la obtención de la personería
jurídica en aquella época? Me niego a razonar sobre semejante estupidez. Pero
hay algo más. No podía faltar la mención a nuestra relación con el CONICET.
Cantoni dice que el Instituto no perdió su “independencia ni corrió el riesgo
de convertirse en instrumento de las veleidades ideológicas de los superiores
jerárquicos durante los gobiernos dictatoriales, ni democráticos”. Razonamiento
bastante pobre y carente de matices sobre el que podría escribir muchas
páginas. Pero seré breve.
Hay cosas
sobre las que Cantoni no tiene la menor idea y en vez de callar y averiguar
como historiador, en el supuesto que lo sea, escribe. Es evidente que en tanto
asociación civil con personería jurídica y sujeto de derecho privado, el
Instituto Bibliográfico “Antonio Zinny” no podía perder su independencia porque
de nadie dependía, ni bajo gobiernos dictatoriales, ni bajo gobiernos
democráticos, sino de sus propias capacidades y limitaciones. Sólo este
gobierno parece romper la regla y quitar personerías. Nadie jamás lo presionó
ni se vio amenazado en el ejercicio de su libertad académica. Nuestro único
cometido era investigar el pasado con probidad y jamás le hicimos morisquetas
al poder de turno. Como Programa del CONICET la situación fue distinta aunque
nuestra conducta la misma. Con el advenimiento de la “democracia” el Instituto
fue violentamente suprimido por resolución del Directorio luego de una
evaluación obscena por su arbitrariedad y sectarismo, bien documentada y que no
viene al caso detallar. Es que el CONICET había caído bajo el dominio de
ideólogos y viejos militantes de la subversión marxista y nuestra calidad de
revisionistas, nacionalistas y católicos resultaba intolerable para ellos.
Fue bajo la
gestión del doctor Raúl Matera en la Secretaría de Ciencia y Tecnología que se
rehabilitó al Instituto salvándolo de su marasmo. Pudo así reiniciar sus actividades
y reincorporar a investigadores y técnicos cesanteados. Y fue nuevamente bajo
la gestión marxistoide de Juan Carlos Del Bello y sucesores en esa cartera que
el Instituto volvió a ser objeto de presiones y acosos diversos. Sin embargo
tampoco en ese ámbito perdimos nuestra independencia porque nos obstinamos
celosamente en no perderla, aun pagando un alto costo que no viene al caso
precisar y queda ya enunciado. Las situaciones de ambos Institutos son, por
estas y otras razones, distintas e incomparables.
A Cantoni
le parece inaceptable que yo diga que se incorporaron al Instituto al que
renuncié -que se llama de “investigaciones”, conviene recordarlo- personas
“ajenas” a la “investigación histórica”, como si ello fuera un insulto y no
simplemente una realidad que consta y que sólo requiere para darle fe posar la
vista sobre el listado de sus miembros. Dicho esto no en desmedro de los
divulgadores, algunos egregios, pero cada cosa en su lugar.
Si a
Cantoni le molesta que utilice la referencia a la “partidocracia” y cree que
con ello pretendo descalificar a la “democracia”, lo siento mucho. Pero se me
hace imposible desligar una y otra de la profunda decadencia en todos los
órdenes de su existencia que vive nuestra Patria, sin que ello signifique
adhesión a las formas anteriores. Y siento también decirle que las Dictaduras
constituyen una legítima respuesta al caos y la anarquía, como en la Roma
republicana, sobre todo cuando el poder dictatorial está asumido por un
virtuoso por su moral y su saber. No hace falta que le diga que Rosas era un
Dictador de esa clase y menos que le asegure que “salvó” a la Patria de su
disolución. Después, si quiere, hablaremos de “democracia”, siempre que admita,
como yo, que es el mejor sistema político porque otro peor no se pudo concebir.
Más me
parece que no nos pondremos de acuerdo. Cantoni, que se muestra como un
admirador del Cooke, me endilga gratuitamente la condición de “posible
admirador de la doctrina de seguridad nacional” y parece dispuesto a negar o
ignorar que el susodicho personaje contribuyó a formar los cuadros ideológicos
del terrorismo maxista, el mismo que desencadenó una guerra homicida contra la
Patria, como dije en mi renuncia. Pero en vez de predicar la violencia, la
lucha de clases y recibir entrenamiento en Cuba, parecería que Cooke se dedicó
a predicar la paz, el diálogo y la unidad. Si así fuera, reconozco que me he
equivocado redondamente.
En medio de
sus desaciertos, Cantoni dice algo con lo cual tengo plena coincidencia. Pide
que sea aceptada mi renuncia “sin más”. Así también lo pido yo, y agrego mi
deseo de que sea lo más rápido posible. De este modo no perderé tiempo en
respuestas como estas, pues me esperan buenos libros para leer y amigos para
conversar. Y Cantoni podrá dedicarse a descubrir placas y debatir sesudamente
sobre “la relación del cuerpo con toda concepción propia de la dictadura
genocida”. En alguna peña…
Por último,
Señor Presidente, le pido que divulgue esta nota entre los Miembros del Cuerpo
Académico, como lo hizo con la del profesor Cantoni. Creo que corresponde en
justicia. De paso le aclaro que no me siento agraviado por los términos de la
nota del profesor. El único agravio es a la verdad y al buen gusto.
Atentamente
Jorge C.
Bohdziewicz
Tomado del Blog de Cabildo
Tomado del Blog de Cabildo