Es este nuestro modestísimo grano de arena y nuestro homenaje a la monumental tarea historiográfica que emprendieron los maestros del revisionismo fundacional en pos de develar la verdad histórica y de poner la historia al servicio de los intereses de la Nación.
domingo, 30 de diciembre de 2012
Analisis de los errores históricos de Norberto Galasso (continuacion)
1.
La interpretación de Alberdi, que recoge Norberto Galasso, es muy simplista. Para que los levantamientos revolucionarios en América fuesen “revoluciones democráticas, por la libertad y los derechos del hombre, la división de poderes, etc., dirigidas contra el absolutismo, la monarquía, la Inquisición, la esclavitud, los tributos serviles, etc.” debía haber en las Indias una coyuntura similar a la de la Francia pre-revolucionaria, cosa que no era así.
Puede decirse que no es necesaria la coyuntura y que solo vasta con infiltrar la ideología liberal para que estalle la revolución tal como la ve Alberdi, pero tampoco esto sucedía en América. Se sabe según investigaciones del historiador Agnes, que, si bien los libros prohibidos ingresaban como agua y que la Inquisición ya nada hacia (según investigaciones del historiador británico Ferns), quienes estaban en capacidad de leerlos eran muy pocos y quienes pudieran ser tentados por ellos, menos aún. No se descarta la idea de que quienes fueran tentados tuvieran influencia política, ahora sí, hablando de Buenos Aires. Pero estos no tenían el manejo de la fuerza y sin ella nada se podía.
Por otro lado, es verdad que las revoluciones americanas fueron contra el absolutismo, pero no contra la monarquía. Aquí hay un grave error de concepto. Absolutismo no necesariamente es Monarquía y viceversa. Puede haber una Monarquía que no sea absoluta, y de hecho la monarquía de los Habsburgo en América no lo fue. Un historiador, no recuerdo el nombre ahora (luego adjunto la cita) decía que si los Austrias no hubiesen gobernado con esa flexibilidad no hubieran podido mantener el Imperio tan extenso. La realidad lo demuestra. El mantenimiento del Imperio no fue por la fuerza sino por la flexibilidad, que nacía de la ley de Alfonso el Sabio, “se acata, pero no se cumple”.
Quienes llevaron a cabo la revolución de Mayo eran una serie de grupos políticos que se venían disputando el manejo de los asuntos del Estado desde las invasiones inglesas. Así, el grupo liberal de los letrados, cuyo jefe era el Dr. Castelli habían sido muy condescendientes en las Invasiones con los ingleses mientras que los otros grupos: los patricios, los funcionarios reales y los alzaguistas lucharon por la Reconquista.
El 1 de enero de 1809 cuando los alzaguistas buscan destituir al virrey Liniers, junto con los liberales letrados, son los patricios quienes junto a los funcionarios reales lo impiden.
La Semana de Mayo fue el encuentro de tres de estos grupos: patricios, alzaguistas y liberales letrados contra los funcionarios reales, anclados en la tesis sostenida por Castelli pero ejecutada por Saavedra y los suyos. SIN LOS PATRICIOS NO HUBIESE HABIDO REVOLUCIÓN DE MAYO, PUES ELLOS TENÍAN EL MANEJO DE LA FUERZA, TOTALMENTE NECESARIA PARA DESALOJAR A CISNEROS Y LOS SUYOS.
¿Para qué reaccionan los Patricios? Los patricios reaccionan según lo que Saavedra expone al virrey Cisneros:
“Señor, son muy diversas las épocas del 1 de enero de 1809, y la de mayo de 1810, en que nos hallamos. En aquella existía la España, aunque ya invadida por Napoleón; en ésta toda ella, todas sus provincias y plazas están subyugadas por aquel conquistador, excepto sólo Cádiz y la isla de León, como nos aseguran las gacetas que acaban de venir y V. E. en la proclama de ayer. ¿Y qué, señor? –¿Cádiz y la isla de León son España?- ¿Este territorio inmenso, sus millones de habitantes, han de reconocer soberanía en los comerciantes de Cádiz y en los pescadores de la isla de León?- ¿Los derechos de la Corona de Castilla a que se incorporaron las Américas, han recaído en Cádiz y la isla de León que son parte de una de las provincias de Andalucía?- No, señor; no queremos seguir la suerte de la España, ni ser dominados por los franceses; hemos resuelto reasumir nuestros derechos y conservarnos por nosotros mismos. El que dio a V. E. (la Junta Central) dio autoridad para mandarnos, ya no existe; de consiguiente V. E. la tiene ya, así es que no cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerse” Eso mismo sostuvieron todos mis compañeros” (Saavedra, Cornelio, 1974, pp. 71-72).
Queda claro en esta cita de Saavedra que la reacción de los patricios (no así seguramente de los grupos que los acompañaban) fue para no seguir la suerte de España ni ser dominados por los Franceses, considerados en estas tierras por la mayoría de la población, como unos herejes.
La reacción se dio dentro del esquema jurídico español tradicional, tal como lo expone Juan Germán Roscio, Secretario de Estado de la Suprema Junta Conservadora de los Derechos del Señor Don Fernando VII en Venezuela, en una carta al Gobernador inglés de la Isla Curazao, Teniente General Layard:
“Hemos desconocido como ilegítimos e ineptos para reinar en estos dominios a los cuatro o cinco individuos que obtuvieron el título de Regencia en la Isla de León. Establecidos sin noticia ni conocimiento de las Américas y contra la forma constitucional del Reino, ningún derecho adquirieron para exigir de nosotros el homenaje tributado y debido a la Real Persona de Fernando VII. Ni los miembros de la Junta Central que les dieron el título de Regencia, tuvieron jamás poder para este nombramiento…
Agotado entonces el sufrimiento de este fiel y honrado pueblo, usó de su derecho, rehusó prostituir su obediencia y vasallaje, se consagró de nuevo a su adorado Rey el Señor Don Fernando VII; estableció un nuevo Gobierno conservador de sus derechos…
Por el contrario las relaciones serviles que pretenden y procuran los nuevos gobernantes (de la Isla de León) son opuestos a la libertad e igualdad de esta parte integrante y esencial de la Corona; son incompatibles con los derechos cardinales de su descubrimiento y adquisición establecidos en la Bula de Alejandro VI y en la 1 s. t.s. libro III de las recopiladas para estos dominios. Sobre estos elementos constitucionales está fundado el privilegio que tienen los españoles de este Nuevo mundo, los descendientes de los Descubridores y primeros pobladores para conservarlo por sí mismos en las críticas circunstancias del día y mantenerlo ileso para su legítimo soberano. Procurar otra cosa mientras no logramos su restitución al trono o mientras por el voto libre y general de todos sus vasallos no se fije un centro de poder representativo de su Real Persona en toda la extensión de sus dominios, es atentar contra la Majestad y Soberanía de las Leyes elementales de nuestra constitución.” (Mendoza, Cristobal, 1962, p. 298)
2.
Fernando, príncipe de Asturias y sucesor a la Corona española, dice Galasso, era “promesa de democracia”.
En Historia, hoy y dada la ideologización a la que esta siendo sometida, debemos aclarar cada concepto en su justa medida. Si decimos, como lo hace Galasso, que Fernando era promesa de democracia, debemos aclarar, que entendemos por democracia sino lo estamos utilizando para fundamentar una situación actual. Este tipo de pensadores en realidad buscan en el pasado una justificación al pensamiento del presente. Si los próceres de mayo buscaron la democracia, nuestra identidad nacional radica allí, en consecuencia, debemos defender la democracia para no traicionar nuestra identidad y ser otra cosa. Así no se puede hacer Historia porque se desvirtúa toda la realidad.
Fernando era llamado por el pueblo español y americano, “el Deseado”. Hartos de las políticas corruptas del godoísmo y de los desastres internacionales, vieron en el hijo de Carlos IV un rey que gobernaría para beneficio de su pueblo. Por su parte, los americanos vieron en él un gobernante con quien podrían firmar un nuevo pacto tal como había sucedido entre los conquistadores y los reyes españoles en el siglo XVI. Este nuevo pacto reclamaría más autonomía en el manejo de los asuntos de gobierno, tal como se gozaba bajo los Austrias, y que los Borbones en el poder, habían relegado en pos de una centralización. Por ello, yo no diría que Fernando era promesa de democracia sino de autonomía, porque no se buscó en la Revolución Americana un cambio radical en las estructuras religiosas, políticas, económicas y sociales como sí sucedió en 1789 en Francia, sino solamente más autonomía en la política y en la economía, pero siempre dentro del orden hispano tradicional.
3.
Creo que lo he aclarado en el primer punto.
4.
En este punto se ve la corriente que subyace al pensamiento de Galasso. Él es marxista y como buen marxista, es evolucionista.
En principio, estamos de acuerdo en el carácter democrático de la guerra de independencia, si por democracia entendemos una reacción de tipo popular y bastante espontánea. ¿Fue una reacción democrática y liberal? Eso si que no fue, pues el pueblo se levantó al grito desesperado de “¡Vasallos a las armas! ¡Qué se llevan al Infante!” (Ballesteros y Beretta, Antonio, 1934, p.14) y no “¡Vasallos a las armas! ¡Matemos al Infante!”. También estoy de acuerdo que impugna a las instituciones absolutistas, pero cuidado acá. Galasso dice “viejas instituciones absolutistas” dando a entender que los Austrias también lo fueron. Acá disiento y veo la mano de la ideología: Absolutismo-revolución popular-intento de instauración de la democracia-la oligarquía gana el proceso y se “derechiza” como dice Galasso-lucha entre burguesía y proletariado.
La Monarquía de los Austrias no fue para nada la de los Borbones. La finalidad de ambas cambió radicalmente. Mientras la primera buscaba la Evangelización que justificaba su presencia en América (un gran ejemplo de esto es cuando la Corte le propone a Felipe II dejar las Filipinas porque dan pérdidas y él se niega porque todavía no esta evangelizada), la segunda buscaba la grandeza del Imperio por la acumulación de metálico. Para lograr puso en marcha una serie de Reformas que centralizaron el poder y le sacaron el poder de que gozaban en los primeros tiempos.
El Estado de los Austrias une un estado patrimonial, paternal. El de los Borbones fue un estado nacional unitario y centralista. Aquí radica la gran diferencia.
6.
Si por derechizarse Galasso quiere decir que el Consejo de Regencia, por liberal y centralista, quiere someter a América como una colonia, estoy totalmente de acuerdo. Pero lo que no ve Galasso es que la ideología del Consejo de Regencia es lo que él llama “democrática”. Estos son los liberales españoles ganados por las logias masónicas británicas.
7.
Un despliegue de ideología que yo lo llamo Determinismo Genético. Me pregunto: ¿llevan en la sangre su oligarquía? ¿Los pone como determinados por pertenecer a una clase social? ¿Son los malos?
8.
Nuevamente la ideología en la diferenciación social. Antes que nada quiero aclarar que no existían las clases sociales en América pues este concepto supone una diferenciación social basada en el dinero, cosa que no sucedía en América.
Los absolutistas, para Galasso, son los que tienen el poder, y los antiabsolutistas los que quieren llegar a él. Una visión muy francesa de la historia de nuestro país, en épocas en que la rechazábamos por herética. No solo eso, sino que los absolutistas serían los ricos, los militares, los católicos y los políticos. En el otro lado del ring, estarían los pobres, los comerciantes recién nacidos y laboriosos sin posibilidades de enriquecerse por la opresión monopolista española y no podía faltar la clase obrera o el sector popular. Queda claro que Galasso tomó un esquema hecho por un alemán a mediados del siglo XIX y lo aplicó a la Historia Argentina de fines del siglo XVIII y principios del XIX. Pero la Historia es realista y nada tiene que ver con estos esquemas.
Los grupos (y no clases sociales) que se disputaban el poder desde las Invasiones inglesas eran: los liberales letrados (nada laboriosos en el campo ni en el comercio) que manejaban un grupo urbano militar con personas, en su mayoría, que habían sido afectadas por las reformas militares de Cisneros y se habían quedado sin trabajo y por jóvenes de familias acomodadas; los alzaguistas, que eran los comerciantes asociados con los monopolistas gaditanos; y por último, los Patricios, único cuerpo militar regular, beneficiado por las reformas militares de Cisneros.
¿Y el sector popular? Nada. Los “chisperos” y “manolos” de French y Beruti no superaban los 600. Los vecinos que asistieron al Cabildo Abierto del 22 fueron alrededor de 500 de 50.000 vecinos de Buenos Aires. Por eso Leiva le preguntó el 25 de Mayo a Balcarse ¿Y donde esta el pueblo? Y Balcarse le contestó ¡¡Se fueron a sus casas porque es la hora de almorzar!! Y si no tienen en cuenta nuestros reclamos tocamos generala y abrimos los cuarteles: ahí van a ver al pueblo!
9.
El historiador argentino Roberto Marfany ha demostrado que quienes formaban parte de la Legión Infernal no eran de menores ingresos sino jóvenes de las familias más acomodadas de Buenos Aires, y que French y Beruti no eran “sindicalistas de la administración pública” como los pintan hoy todos los historiadores progresistas sino ex militares que les dieron de baja por su tendencia pro británica durante las invasiones.
10.
Ahora Galasso:
“los militantes encabezados por French y Berutti juegan un rol decisivo pues son ellos los que exigen y logran el Cabildo Abierto del 22 de mayo e incluso participan del mismo utilizando invitaciones falsas que ha “fabricado” Donado en la imprenta de Expósitos, como también son ellos quienes forman piquetes en las esquinas del Cabildo impidiendo el ingreso de algunos señorones reaccionarios.”
He aquí un error histórico. No son los chisperos y manolos, como grupo político, quienes logran el Cabildo Abierto del 22 de mayo. Este grupo paramilitar eran mandados por Belgrano y Rodríguez Peña en íntima conexión con los generales Martín Rodríguez y Chiclana, que eran Patricios. El pedido del Cabildo Abierto del 22 fue una jugada política armada en el Cuartel de las Temporalidades entre los patricios y los liberales letrados. Cuando este grupo pide el Cabildo Abierto el virrey Cisneros llama a los Patricios para ver si lo sostenían, y es Saavedra el que dice que no. Si Saavedra decía que sí se acababa la revolución.
También hay que aclarar que el pedido de Cabildo Abierto no es para destituir al virrey, pues eso ya se había pedido directamente sino para tratar el tema de la formación de un gobierno provisional. La jugada política del Cabildo conjuntamente con los cisneristas fue llamar a un Cabildo Abierto para tratar el tema de la destitución del virrey primero y la formación de un gobierno provisional, después.
Creer que el “sector popular” fue el que logró el Cabildo Abierto también es ideológico, pues es creer que el “pueblo” democráticamente presionó a las autoridades para cambiar el régimen despótico por uno democrático, cosa que para nada fue así.
Prosigue Galasso: “Son ellos también los que se movilizan contra la Junta tramposa del día 24 (dos absolutistas, dos revolucionarios y el Virrey como quinto miembro para desempatar), especialmente después que se contactan con Mariano Moreno, ese hombre que tenía la mente clara y sabía lo que había que hacer, por lo cual French lo apoda “el sabiecito del Sur”.
Nuevamente errores históricos graves. El historiador Roberto Marfany ha demostrado que la Junta del 24 para nada fue tramposa, sino más bien, una vez elegida, hay testimonios de la época que demuestran la algarabía en la Plaza de Mayo. En realidad, fue una transacción política que dejaba al Cabildo Ordinario como mediador. Galasso habla de dos absolutistas, cosa que, para el caso, no lo eran, pues Inchaurregui y Solá, estaban con la destitución del virrey en el Cabildo del 22. Galasso los considera absolutistas por el solo hecho de ser comerciante el primero y religioso el segundo. La idea de la Junta del 24 fue corporativa, estaban representados los grupos de la sociedad porteña: los comerciantes, los religiosos, los militares, los letrados y los funcionarios reales.
La movilización en contra de la Junta del 24 nace en los chisperos y también en los patricios porque el Cabildo Ordinario le había dado a Cisneros el mando de las armas, cosa que era inadmisible. Los revolucionarios podían aceptar a Cisneros, con un voto como todos los demás (eran cuatro a uno) pero ser Jefe de los Patricios no. He aquí la reacción que nace en el Cuartel de las Temporalidades y en la Jabonería de Vieytes y que por medio del grupo paramilitar de los chisperos presiona para el llamado a un nuevo Cabildo Abierto.
Con respecto a Moreno, solo lo que dijo su hermano, Manuel basta:
“Muchas horas hacía que estaba nombrado secretario de la nueva Junta, y aún estaba totalmente ignorante de ello, entretenido en casa de un amigo en conversaciones indiferentes. Al cabo de mucho tiempo, en que yo mismo lo había buscado para avisarle lo ocurrido, lo vi entrar en su casa, envuelto en mil meditaciones, sobre si debía o no aceptar su nombramiento.” (Moreno, Manuel, 1968, p. 117)
Por último Galasso: “Llegado el día 25 y cuando el “sordo” Cisneros y el síndico Leiva apelan a toda clase de dilaciones e incluso intentan que la fuerza armada reprima al pueblo en la Plaza, French, Berutti, Planes y otros ingresan a la planta alta del Cabildo y exigen por la fuerza –cuchillos y trabucos en mano- la designación de una Primera Junta, cuyos integrantes ellos mismos presentan, y firman, en primer término: “Por mí y ante de los seiscientos, Antonio Luis Beruti, por mí y a nombre de seiscientos Domingo French, siguiéndole entre otras, las firmas de Manuel Alberti, Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Tomás Guido” (Historia de la Nación Argentina. Academia Nacional de la Historia, Edit. El Ateneo, Bs As, 1969, tomo V, pág. 47)”
Lo que no dice Galasso es que la lista de los integrantes fue confeccionada por Chiclana, patricio y dependiente de Saavedra.
11.
No es el sector popular el que hace la revolución, como cree Galasso, sino los Patricios, sin los cuales nada podría haberse hecho. Y no la hacen para cambiar la sociedad toda sino para resguardarla de los hechos peninsulares.
13.
Nuevamente la ideología a flor de piel.
“Poco después, Moreno redacta el Plan de Operaciones que constituye el verdadero programa de la Revolución, documento que Bartolomé Mitre “pierde”, distraídamente, para poder mantener a la “Representación de los Hacendados” –alegato por el comercio libre- como objetivo del movimiento.”
¿Cómo prueba que Mitre lo perdió a propósito para mantener un alegato del comercio libre? Aparte hay versiones para nada despreciables que dicen que la parte económica del plan fue realizada por Manuel Belgrano.
14. Rivadavia buscó lo mismo que Moreno: la modificación total de las estructuras religiosas, políticas, económicas y sociales en el Río de la Plata. Rivadavia para nada fue “contrarrevolucionario” como dice Galasso, de hecho es quién deshace el Cabildo como institución representativa del orden hispánico en América.
Tomado de: http://larevoluciondemayo.blogspot.com.ar/
domingo, 23 de diciembre de 2012
Exposición de los errores históricos de Norberto Galasso
¿Quién es Norberto Galasso? Wikipedia nos dice de él: “Norberto Galasso (Buenos Aires, 28 de julio de 1936) es un ensayista e historiador revisionista argentino. Estudió en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, de donde egresó como contador, en 1961. A fines de los años cincuenta, sus inquietudes políticas lo impulsaron a leer a Marx, Trotsky, entre otros, y se familiarizó con los conceptos de lucha de clases, plusvalía, explotación. Ha aportado al pensamiento nacional y popular.” (http://es.wikipedia.org/wiki/Norberto_Galasso)
El aporte de Galasso en cuanto al tema que nos ocupa, la Revolución de Mayo, lo encontramos en un texto titulado "25 de Mayo de 1810: ¿Golpe pro-británico o revolución democrática?" publicado en Cuadernos para la Emancipación en el año 2002.*
A continuación detallo los errores históricos de este texto y en otro post intentaré responder históricamente a estos desvios.
Los errores históricos de Galasso
1. Significado de las Revoluciones Americanas en general y de la de Mayo en particular:
Siguiendo la interpretación de Juan Bautista Alberdi, la revolución de mayo “se trataría, en todos los casos, -no de revoluciones separatistas, independentistas – sino de revoluciones democráticas, por la libertad y los derechos del hombre, la división de poderes, etc., dirigidas contra el absolutismo, la monarquía, la Inquisición, la esclavitud, los tributos serviles, etc.”
2. Fernando, príncipe de Asturias y sucesor a la Corona española, “promesa de democracia”:
“Asimismo, en la casi totalidad de las revoluciones, las juntas triunfantes juraban por Fernando VII y recién años después -cuando Fernando VII, que era promesa de democracia, gira a la derecha y reprime brutalmente a los revolucionarios a partir de l8l4”
3. La Revolución en el Río de la Plata integrada a la Revolución Francesa de 1789:
“En principio, pues, en el Río de la Plata, se trataría de un movimiento que integraría el proceso de cambio que recorre toda Hispanoamérica por entonces, bajo la influencia tanto de la revolución española de l808 como de la Francesa de 1789.”
4. Carácter democrático de la guerra por la independencia en España:
“Se trata de una revolución nacional, contra el invasor, defendiendo la soberanía de España, pero inmediatamente asume al mismo tiempo otro carácter: el pueblo se organiza en Juntas y reclama, entonces, no sólo expulsar a los franceses, sino sus derechos democráticos impugnando las viejas instituciones absolutistas. Las juntas diversas unifican su representación en la Junta Central de Sevilla. Así, 1808 es el 89 español. Estas juntas, en su propósito de ser coherentemente democráticas, declaran -el 22 de enero de 1809- que “las tierras americanas no son colonias sino provincias”, iguales a las de España, por lo cual, al convocarse a las cortes constituyentes, se les reconoce representación. Y más aún: la Junta de Cádiz, el 28/2/1810, informa a los americanos de los cambios producidos y les señala que la Junta que ellos han constituido debe ser modelo que deben tomar en América, es decir, los incita a formar Juntas. Esta información no es demasiado conocida, pero sí puede recordarse que el levantamiento del 1º de enero de 1809, en Buenos Aires, aunque de contenido españolista contra la preponderancia francesa, proclama: “Juntas como en España”.
5. Integración de los movimientos revolucionarios peninsulares y americanos:
“Esto significa que la revolución que recorre el territorio español, se extiende a América, explicándose por esta razón la sincronía de los levantamientos insurreccionales (La Paz l809, Caracas, Buenos Aires, Chile y Nueva Granada en 1810, Méjico, Paraguay y la Banda oriental, en l811). A la luz de esta interpretación resulta coherente, tanto la metodología juntista, como también la jura por Fernando, a quien tanto en España como en América se juzga una posibilidad democrática, deslindándolo del resto de la familia real corrompida.”
6. Causas del estallido revolucionario:
“El levantamiento de las nuevas banderas democráticas se torna urgente en América cuando en España el proceso se derechiza con la disolución de la Junta central de Sevilla y la instalación del Consejo de Regencia, al mismo tiempo que Napoleón domina ya casi todo el país ibérico. Ambas noticias llegan a América en los primeros meses de l8l0 y apresuran los estallidos revolucionarios.”
7. Determinismo genético:
“los godos”. Sus apellidos interesan porque luego reaparecen integrando la oligarquía argentina: Martínez de Hoz, Pinedo, Alzaga, Santa Coloma, Sáenz Valiente, Ocampo, Lezica, Beláustegui, Arana, Oromí, Ezcurra...”
8. Diferentes “clases sociales” en la Revolución:
Los absolutistas:
a. comerciantes monopolistas
b. el virrey, los oidores y los funcionarios reales
c. “cúpula eclesiástica”
d. “alguna fuerza armada”
Los antiabsolutistas y democrático:
a. “comerciantes nuevos” formados a expensas de la relacion comercial con Inglaterra.
b. “pequeña burguesía”
c. “sectores populares”
9. Fines y medios revolucionarios:
“…que el pueblo gobierne a través de sus representantes, asegurando los derechos del hombre y del ciudadano, la libertad de imprenta y el libre pensamiento, integrando el movimiento al estallido que conmueve por entonces al resto de la América Española e incluso, también al de España si allí prevalecen las fuerzas modernizadoras. En esa pequeña burguesía se destacan varios abogados, como Moreno, Castelli, Belgrano y Paso, con el apoyo de unos seiscientos activistas que pertenecen a los sectores sociales de menores ingresos, conocidos como “Los Chisperos”, “La Legión Infernal”, o “los manolos”, en las crónicas españolas. Allí, liderando, se encuentran French, cartero de la ciudad y Berutti, empleado de la Tesorería del Gobierno.”
10. El sector popular:
“En los sucesos que se desarrollan en la semana de Mayo, los militantes encabezados por French y Berutti juegan un rol decisivo pues son ellos los que exigen y logran el Cabildo Abierto del 22 de mayo e incluso participan del mismo utilizando invitaciones falsas que ha “fabricado” Donado en la imprenta de Expósitos, como también son ellos quienes forman piquetes en las esquinas del Cabildo impidiendo el ingreso de algunos señorones reaccionarios. Son ellos también los que se movilizan contra la Junta tramposa del día 24 (dos absolutistas, dos revolucionarios y el Virrey como quinto miembro para desempatar), especialmente después que se contactan con Mariano Moreno, ese hombre que tenía la mente clara y sabía lo que había que hacer, por lo cual French lo apoda “el sabiecito del Sur”. Llegado el día 25 y cuando el “sordo” Cisneros y el síndico Leiva apelan a toda clase de dilaciones e incluso intentan que la fuerza armada reprima al pueblo en la Plaza, French, Berutti, Planes y otros ingresan a la planta alta del Cabildo y exigen por la fuerza –cuchillos y trabucos en mano- la designación de una Primera Junta, cuyos integrantes ellos mismos presentan, y firman, en primer término: “Por mí y ante de los seiscientos, Antonio Luis Beruti, por mí y a nombre de seiscientos Domingo French, siguiéndole entre otras, las firmas de Manuel Alberti, Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Tomás Guido” (Historia de la Nación Argentina. Academia Nacional de la Historia, Edit. El Ateneo, Bs As, 1969, tomo V, pág. 47)”
11. “Clase social” que hace la revolución:
“No existe duda de que el sector popular, como cabeza del frente democrático, impone a la Primera Junta para reemplazar al virrey.”
12. Finalidad de la lealtad a Fernando VII:
“Sus integrantes juran, entonces, en nombre del Rey Fernando VII porque éste resulta aún una posibilidad democrática tanto para los españoles liberales como para los americanos de la misma filiación ideológica.”
13. Ideología:
“Poco después, Moreno redacta el Plan de Operaciones que constituye el verdadero programa de la Revolución, documento que Bartolomé Mitre “pierde”, distraídamente, para poder mantener a la “Representación de los Hacendados” –alegato por el comercio libre- como objetivo del movimiento.”
14. Contraposición entre burguesía criolla revolucionaria (Moreno) y burguesía criolla contrarrevolucionaria (anglos, Rivadavia y García)
* El texto completo se puede ver en: http://www.discepolo.org.ar/node/45
Tomado de: http://larevoluciondemayo.blogspot.com.ar/2011/02/exposicion-de-los-errores-historicos-de.html
domingo, 9 de diciembre de 2012
ANTECEDENTES DE LA OLIGARQUíA*
Por: Vicente Sierra
“En cuanto es posible fijar con precisión el nacimiento de los seres morales –dicen Rodolfo y Julio Irazusta- la oligarquía vio la luz el 7 de febrero de 1826. Ese día, las diferencias existentes desde el 25 de mayo en el viejo partido que había hecho la revolución, se definieron en una escisión irreconciliable. Una de sus fracciones se apoderó del gobierno por una conjura de asamblea, un verdadero golpe de estado. Las circunstancias injustificables en que se realiza la operación hicieron de sus autores un grupo de cómplices, en vez de correligionarios. Y esa complicidad era un mal comienzo para una tradición que estaba destinada luego a una expiación de cinco lustros, a regir el país durante más de medio siglo.’
Los elementos vitales de la nacionalidad estaban demasiado vivos en 1826 para que la reacción no se produjera, y al exterior huyeron aquellos rivadavianos, campeones del orden legal, que solo demostraron serlo de la intriga, la imitación y el motín. Atropellaron las instituciones en 1828, jugando al ejercito nacional para defender a los mismos que, por simple ideología antimilitarista –que era la moda después de la caída de Napoleón- habían destruido los cuadros militares en vísperas de una guerra internacional y llegaron hasta el crimen despiadado e inútil de Navarro, al que la historiografía liberal se apresuró a perdonar. Lavalle no fue el hombre que aquella oligarquía necesitaba. Era preciso que, a fuerza de pasar el cuchillo por la espalda de los gauchos, como le pedía del Carril, hiciera ‘la unidad a los palos’, como lo proponía el siniestro Agüero; que permitiera la entrega de las riquezas del país a Hullet y Cía. de Londres y facilitara la amputación del territorio patrio; disminuyera la influencia de la iglesia y creara un estado fuerte que debía colocar en manos de sus protectores, y como Lavalle no fue hombre de tamaña empresa lo abandonaron, exiliándose en Montevideo. No fue necesaria la llegada de Rosas para que la vecina ciudad del Plata se viera llena de migrados políticos Argentinos. Corridos por la propia conciencia, cuando Rosas llega Montevideo rebosa de ellos, y allí observa la misma conducta que en Argentina. Como carecen del sentimiento de patria y solo tienen en cuenta las ideas, lo mismo les da aplicarlas en un lado o en otro, por lo que se entregan a la intriga para destruir un gobierno nacional y nacionalista, apoyando a Rivera, el ‘pardejón’ hecho a la medida pues unas veces es enemigo del Brasil y otras Barón de Tacuarembó, unas contrario a Rosas y otras Zalamero en la tarea de procurar en el un gesto de inteligencia que los iguale. Tarea inútil por cierto.
De las intrigas de los exiliados de la Banda Oriental, a los que mas tarde se agregan los jóvenes de la generación de 1837, mas ideólogos que sus antecesores los rivadavianos, surgen dos bloqueos extranjeros a los puertos argentinos, sin que aquellos emigrados, que practican según Vicente López y Planes la política de prosperidad ante que patriotismo, sientan herida una sola fibra ante la prepotencia con que Francia e Inglaterra parecen dispuestas a humillar a argentina. La voz inmaculada de San Martín señala la traición, pero las Ideas no le permiten ver los hechos y apoyan al enemigo y hasta aceptan su oro para cambiar el gobierno argentino, lo que no es conveniente para que se proclamen los mejores argentinos; y que lo son se enseña en las escuela por que así lo quisieron, después de Caseros, los que habrían de continuar tras las huellas rivadavianas. Para lo cual se falsifica la historia para lograr que el argentino de hoy haya olvidado el aislamiento de 1821, la sesión del alto Perú en 1825, la sustitución de la guerra extranjera por la civil en 1826, la pérdida de la banda oriental en 1828, el ataque Francés de 1828, el anglo-francés de 1849 y la derrota de Rosas por fuerzas Uruguayas y Brasileras, sin dejar de lado la internacionalización de los ríos y la pérdida del glorioso territorio de las misiones del Uruguay.
Rosas cae como consecuencia de una conjura internacional. En Caseros los argentinos solo luchan en las filas de los derrotados. Al frente de tropas internacionales esta Urquiza. Ha surgido en el un afán constitucionalista que no condice ni con sus antecedentes ni con la manera como gobierna su feudo entrerriano, pero que parece sincera. Con el llega, entre otros, Mitre, soldado sin mayor relieve, que ha servido a Oribe hasta su caída y seguido luego a Rivera, en el Uruguay, retirándose mas tarde a Bolivia y Chile, donde como periodista, ha destacado una personalidad. Alienta ambiciones respecto al futuro del país, pero nada tiene que ver ni con los rivadavianos ni con los antirosistas de 1837. No tiene ningún motivo de agravio hacia Rosas, pero posee ambiciones. Ni Urquiza ni Mitre tienen plena conciencia de lo que quieren, de forma que, como saldo de sus compromisos, el país pierde definitivamente la provincia del Paraguay y las regiones misioneras regadas con sangre de santos y hasta la isla Martín García sufre el oprobio de llegar a ser neutralizada, perdiendo el país la soberanía sobres sus grandes ríos navegables. Y, como si fuera poco, a la primera complicación internacional, apoyados en la estúpida soberbia de Solano López y en la presión deslumbrante de la Corte imperial de Rió Janeiro, Argentina entra en una guerra injusta contra sus hermanos en la sangre y en la historia. Ni Urquiza ni Mitre odian a Rosas. Mitre es liberal, pero su temperamento frío le veda caer en pasiones subalternas. Desgraciadamente, tiene que actuar con quienes no ven las cosas como él, y cede muchas veces, pero hay siempre un sentido nacionalista en su actuación que desespera a Sarmiento, para quien todo lo autóctono es destruible. El sentido histórico, evidente en Mitre, le hace comprender que si se quiere forjar la nación no hay que prescindir de todo el pasado ni admitir todo lo foráneo como bueno. Impone el liberalismo por la fuerza porque esta convencido de su bondad, pero coloca todavía ciertos factores espirituales por encima de los materiales. Es así que, aprovechando su estada en el frente de guerra paraguayo en combinación con camarillas y con el apoyo del ejercito, la oligarquía eleva a la presidencia, para sucederle, a Sarmiento, cuyo ideal consiste en dar vuelta al país, cambiarle las ideas y los hombres, la moral y la religión, hasta hacer de él la mas perfecta imitación de los Estados Unidos.
La gestación de este drama, desde 1826 a 1868, interrumpido por los cinco lustros del gobierno de Rosas, es obra de una oligarquía insignificante, pero habilísima y políticamente inescrupulosa. No porque no lo sean sus penates, sino porque se han forjado una doctrina del progreso en virtud de la cual quien no esta con ellos esta contra ellos. Convencidos de que representan la civilización, cuanto les es extraño es bárbaro. Por eso no se detienen ni ante el crimen. Borrego, Benavides, Heredia, Peñaloza, Lucero, marcan etapas en la labor de "liberalizar" al país, o sea, someterlo a los intereses de Buenos Aires, para lo cual se amparan en grandes principios. Nutridos de ideas abstractas –Razón, Ciencia, Progreso, Educación, Civilización, Humanidad- a las que dan vitalidad, convirtiéndolas en mitos, cuyo real contenido nadie investiga, manifiestan una fe sin limites en el poder de la razón, pero cree que se manifiesta exclusivamente en cada uno de ellos cuando escriben sobre cuestiones sociales o políticas. Poseen una noción puramente intelectual del progreso social. La moral es considerada como un elemento estático con poca o ninguna influencia en el progreso humano, al que solo comprenden y valoran a través de los hechos materiales: más ferrocarriles, más máquinas, más cantidad de escuelas, etc. No debe extrañar, por consiguiente, que estimaran, en un país católico, que la religión era un elemento retrogrado, porque así lo habían leído en algunos libros extranjeros.
Educados en momentos de agitación del país, y en una época de profunda dispersión ideológica, carecen de cultura filosófica, lo que disimulan embanderándose en las corrientes racionalistas, que alivianan, por cierto, la difícil tarea de pensar. Más pese a su progresismo son conservadores, no en el sentido noble del término, sino en cuanto a la convicción de que constituyen la clase que debe gobernar dentro de normas que se destacan por un casi religioso respeto por la riqueza. Tienen la convicción de que puede descubrirse una forma natural de gobierno que corresponda en la esfera social a las grandes leyes de Newton en la física, pero, por singular coincidencia, esa forma natural se acomoda a sus ideas de la sociedad y de la economía. El hombre debe ser libre para hacer y comentar sus negocios, no para comentar los públicos. Creen estar al día, y en realidad, viven ideas extrañas con singular atraso. El concepto que tienen de la sociedad, del hombre y del estado, pertenece al siglo anterior. Creen, como el deán Tucker que ‘Los estatutos para regular los salarios y el precio del trabajo son otro absurdo y un daño muy grande para el comercio. Absurdo y descabellado debe parecer seguramente en que una tercera persona intente fijar el precio entre comprador y vendedor sin su mutuo consentimiento’. Estos conceptos, escritos en 1757, son divulgados por Alberdi, un siglo mas tarde, como la ‘ultima’ expresión de la ciencia económica, de manera que cuando Europa comienza a registrar intervenciones del Estado en la regulación de la economía, los triunfadores de Caseros imponen al país una libertad basada en la ciencia de que el comerciante es una especie de benefactor publico, que cuando menos se lo constriña en la persecución de su riqueza, tanto mayor será el beneficio que podrá hacer a sus semejantes.
Cada uno trata de hacer del Estado el intérprete de una ley natural que puede ser deformada, pero no mejorada, para lo cual procura liberar al propietario y facilitar la labor del comerciante. Ninguno cree que hace el juego a una teoría económica y a los intereses de una clase particular, porque carecen, como hemos dicho, de cultura filosófica; hecho común a todo el movimiento liberal que, con retraso, encarnan en Argentina. El país había logrado saltar el siglo XVIII, pero los triunfadores de Caseros lo obligan a vivirlo apresuradamente para que, sus sucesores, después del presidente Avellaneda, lo pongan al día.
No repudian a Rosas porque ha ejercido el gobierno con la ‘suma del poder público’, pues lo detentó Lavalle y Paz. ¿No es, acaso, proceder con la suma del poder lo que hace Mitre después de Pavón con los procónsules uruguayos que envía a las provincias para someterlas, a fin de que le entreguen – como lo hicieron con Rosas – la dirección de las relaciones exteriores y, mas tarde, los electores para ser electo Presidente de la Nación? Lo que repudian es que Rosas haya empleado ese supremo poder contra las clases pudientes, restaurando los valores tradicionales, protegiendo la producción nacional, no dejando que los maestros ‘lancasterianos’difundieran el protestantismo entre los educandos argentinos; lo que repudian es que Rosas haya resistido las ‘luces’ de Europa que a ellos los ha encandilado. Son, sin embargo, heroicos, porque son sinceros. Están, simplemente, equivocados. Son el fruto directo de la relajación en la que cayó la enseñanza pública en el país después de 1806, agravado por la dispersión intelectual y doctrinaria de un siglo en que hubo de todo, y todo, sin filtrar, llegó a nuestras playas a deformar mentes, como en el caso de Alberdi, bien dotado, que en pocos años pasa del ideologismo al historismo, de este al socialismo y luego ¡nada menos! que a Adam Smith. Semejante esquema intelectual, con evolución al revés, inclusive, no podía darnos sino un hombre contradictorio en su manera de pensar y actuar. Son, además, puros. Ninguno procura enriquecerse con la situación que alcanza después de Caseros. Eso quedara para mas tarde; para los herederos lógicos de sus ideologías a pesar de todo, constituyen todavía un magnífico patriciado.
Repudian lo propio pero todos lucen virtudes cardinales de la raza. Se creen idealistas, y lo son, pero de un ideal materialista, aunque le imprima cierta emoción estética, una corriente romántica que hay en todos ellos; pero, cuando la influencia del idealismo romántico, que había dominado el pensamiento europeo durante la primera mitad del siglo, entra en decadencia y la corriente se inclina hacia el puro pragmatismo, como saldo de los sorprendentes desarrollos de la técnica industrial, las cosas cambian. Ya entonces la oligarquía hace gala de su desapego a la religión y sus penates entran a formar en las filas del positivismo. La austeridad de vida de Mitre o Sarmiento no será entendido por los hombres de 1890, pero llegado ese momento ya no habrá una política internacional propia; ya no habrá posibilidad de que el argentino desarrolle un estilo propio de vida; el imperativo será la riqueza, el plagio, la imitación, o sea, el desprecio de lo propio y, en la misma proporción, un crecimiento de los poderes del Estado. Puestos en esta región se tratará de gobernar sin pueblo y sin Dios.
* Tomado del capitulo XI de la obra "Historia de las ideas politicas en Argentina".
“En cuanto es posible fijar con precisión el nacimiento de los seres morales –dicen Rodolfo y Julio Irazusta- la oligarquía vio la luz el 7 de febrero de 1826. Ese día, las diferencias existentes desde el 25 de mayo en el viejo partido que había hecho la revolución, se definieron en una escisión irreconciliable. Una de sus fracciones se apoderó del gobierno por una conjura de asamblea, un verdadero golpe de estado. Las circunstancias injustificables en que se realiza la operación hicieron de sus autores un grupo de cómplices, en vez de correligionarios. Y esa complicidad era un mal comienzo para una tradición que estaba destinada luego a una expiación de cinco lustros, a regir el país durante más de medio siglo.’
Los elementos vitales de la nacionalidad estaban demasiado vivos en 1826 para que la reacción no se produjera, y al exterior huyeron aquellos rivadavianos, campeones del orden legal, que solo demostraron serlo de la intriga, la imitación y el motín. Atropellaron las instituciones en 1828, jugando al ejercito nacional para defender a los mismos que, por simple ideología antimilitarista –que era la moda después de la caída de Napoleón- habían destruido los cuadros militares en vísperas de una guerra internacional y llegaron hasta el crimen despiadado e inútil de Navarro, al que la historiografía liberal se apresuró a perdonar. Lavalle no fue el hombre que aquella oligarquía necesitaba. Era preciso que, a fuerza de pasar el cuchillo por la espalda de los gauchos, como le pedía del Carril, hiciera ‘la unidad a los palos’, como lo proponía el siniestro Agüero; que permitiera la entrega de las riquezas del país a Hullet y Cía. de Londres y facilitara la amputación del territorio patrio; disminuyera la influencia de la iglesia y creara un estado fuerte que debía colocar en manos de sus protectores, y como Lavalle no fue hombre de tamaña empresa lo abandonaron, exiliándose en Montevideo. No fue necesaria la llegada de Rosas para que la vecina ciudad del Plata se viera llena de migrados políticos Argentinos. Corridos por la propia conciencia, cuando Rosas llega Montevideo rebosa de ellos, y allí observa la misma conducta que en Argentina. Como carecen del sentimiento de patria y solo tienen en cuenta las ideas, lo mismo les da aplicarlas en un lado o en otro, por lo que se entregan a la intriga para destruir un gobierno nacional y nacionalista, apoyando a Rivera, el ‘pardejón’ hecho a la medida pues unas veces es enemigo del Brasil y otras Barón de Tacuarembó, unas contrario a Rosas y otras Zalamero en la tarea de procurar en el un gesto de inteligencia que los iguale. Tarea inútil por cierto.
De las intrigas de los exiliados de la Banda Oriental, a los que mas tarde se agregan los jóvenes de la generación de 1837, mas ideólogos que sus antecesores los rivadavianos, surgen dos bloqueos extranjeros a los puertos argentinos, sin que aquellos emigrados, que practican según Vicente López y Planes la política de prosperidad ante que patriotismo, sientan herida una sola fibra ante la prepotencia con que Francia e Inglaterra parecen dispuestas a humillar a argentina. La voz inmaculada de San Martín señala la traición, pero las Ideas no le permiten ver los hechos y apoyan al enemigo y hasta aceptan su oro para cambiar el gobierno argentino, lo que no es conveniente para que se proclamen los mejores argentinos; y que lo son se enseña en las escuela por que así lo quisieron, después de Caseros, los que habrían de continuar tras las huellas rivadavianas. Para lo cual se falsifica la historia para lograr que el argentino de hoy haya olvidado el aislamiento de 1821, la sesión del alto Perú en 1825, la sustitución de la guerra extranjera por la civil en 1826, la pérdida de la banda oriental en 1828, el ataque Francés de 1828, el anglo-francés de 1849 y la derrota de Rosas por fuerzas Uruguayas y Brasileras, sin dejar de lado la internacionalización de los ríos y la pérdida del glorioso territorio de las misiones del Uruguay.
Rosas cae como consecuencia de una conjura internacional. En Caseros los argentinos solo luchan en las filas de los derrotados. Al frente de tropas internacionales esta Urquiza. Ha surgido en el un afán constitucionalista que no condice ni con sus antecedentes ni con la manera como gobierna su feudo entrerriano, pero que parece sincera. Con el llega, entre otros, Mitre, soldado sin mayor relieve, que ha servido a Oribe hasta su caída y seguido luego a Rivera, en el Uruguay, retirándose mas tarde a Bolivia y Chile, donde como periodista, ha destacado una personalidad. Alienta ambiciones respecto al futuro del país, pero nada tiene que ver ni con los rivadavianos ni con los antirosistas de 1837. No tiene ningún motivo de agravio hacia Rosas, pero posee ambiciones. Ni Urquiza ni Mitre tienen plena conciencia de lo que quieren, de forma que, como saldo de sus compromisos, el país pierde definitivamente la provincia del Paraguay y las regiones misioneras regadas con sangre de santos y hasta la isla Martín García sufre el oprobio de llegar a ser neutralizada, perdiendo el país la soberanía sobres sus grandes ríos navegables. Y, como si fuera poco, a la primera complicación internacional, apoyados en la estúpida soberbia de Solano López y en la presión deslumbrante de la Corte imperial de Rió Janeiro, Argentina entra en una guerra injusta contra sus hermanos en la sangre y en la historia. Ni Urquiza ni Mitre odian a Rosas. Mitre es liberal, pero su temperamento frío le veda caer en pasiones subalternas. Desgraciadamente, tiene que actuar con quienes no ven las cosas como él, y cede muchas veces, pero hay siempre un sentido nacionalista en su actuación que desespera a Sarmiento, para quien todo lo autóctono es destruible. El sentido histórico, evidente en Mitre, le hace comprender que si se quiere forjar la nación no hay que prescindir de todo el pasado ni admitir todo lo foráneo como bueno. Impone el liberalismo por la fuerza porque esta convencido de su bondad, pero coloca todavía ciertos factores espirituales por encima de los materiales. Es así que, aprovechando su estada en el frente de guerra paraguayo en combinación con camarillas y con el apoyo del ejercito, la oligarquía eleva a la presidencia, para sucederle, a Sarmiento, cuyo ideal consiste en dar vuelta al país, cambiarle las ideas y los hombres, la moral y la religión, hasta hacer de él la mas perfecta imitación de los Estados Unidos.
La gestación de este drama, desde 1826 a 1868, interrumpido por los cinco lustros del gobierno de Rosas, es obra de una oligarquía insignificante, pero habilísima y políticamente inescrupulosa. No porque no lo sean sus penates, sino porque se han forjado una doctrina del progreso en virtud de la cual quien no esta con ellos esta contra ellos. Convencidos de que representan la civilización, cuanto les es extraño es bárbaro. Por eso no se detienen ni ante el crimen. Borrego, Benavides, Heredia, Peñaloza, Lucero, marcan etapas en la labor de "liberalizar" al país, o sea, someterlo a los intereses de Buenos Aires, para lo cual se amparan en grandes principios. Nutridos de ideas abstractas –Razón, Ciencia, Progreso, Educación, Civilización, Humanidad- a las que dan vitalidad, convirtiéndolas en mitos, cuyo real contenido nadie investiga, manifiestan una fe sin limites en el poder de la razón, pero cree que se manifiesta exclusivamente en cada uno de ellos cuando escriben sobre cuestiones sociales o políticas. Poseen una noción puramente intelectual del progreso social. La moral es considerada como un elemento estático con poca o ninguna influencia en el progreso humano, al que solo comprenden y valoran a través de los hechos materiales: más ferrocarriles, más máquinas, más cantidad de escuelas, etc. No debe extrañar, por consiguiente, que estimaran, en un país católico, que la religión era un elemento retrogrado, porque así lo habían leído en algunos libros extranjeros.
Educados en momentos de agitación del país, y en una época de profunda dispersión ideológica, carecen de cultura filosófica, lo que disimulan embanderándose en las corrientes racionalistas, que alivianan, por cierto, la difícil tarea de pensar. Más pese a su progresismo son conservadores, no en el sentido noble del término, sino en cuanto a la convicción de que constituyen la clase que debe gobernar dentro de normas que se destacan por un casi religioso respeto por la riqueza. Tienen la convicción de que puede descubrirse una forma natural de gobierno que corresponda en la esfera social a las grandes leyes de Newton en la física, pero, por singular coincidencia, esa forma natural se acomoda a sus ideas de la sociedad y de la economía. El hombre debe ser libre para hacer y comentar sus negocios, no para comentar los públicos. Creen estar al día, y en realidad, viven ideas extrañas con singular atraso. El concepto que tienen de la sociedad, del hombre y del estado, pertenece al siglo anterior. Creen, como el deán Tucker que ‘Los estatutos para regular los salarios y el precio del trabajo son otro absurdo y un daño muy grande para el comercio. Absurdo y descabellado debe parecer seguramente en que una tercera persona intente fijar el precio entre comprador y vendedor sin su mutuo consentimiento’. Estos conceptos, escritos en 1757, son divulgados por Alberdi, un siglo mas tarde, como la ‘ultima’ expresión de la ciencia económica, de manera que cuando Europa comienza a registrar intervenciones del Estado en la regulación de la economía, los triunfadores de Caseros imponen al país una libertad basada en la ciencia de que el comerciante es una especie de benefactor publico, que cuando menos se lo constriña en la persecución de su riqueza, tanto mayor será el beneficio que podrá hacer a sus semejantes.
Cada uno trata de hacer del Estado el intérprete de una ley natural que puede ser deformada, pero no mejorada, para lo cual procura liberar al propietario y facilitar la labor del comerciante. Ninguno cree que hace el juego a una teoría económica y a los intereses de una clase particular, porque carecen, como hemos dicho, de cultura filosófica; hecho común a todo el movimiento liberal que, con retraso, encarnan en Argentina. El país había logrado saltar el siglo XVIII, pero los triunfadores de Caseros lo obligan a vivirlo apresuradamente para que, sus sucesores, después del presidente Avellaneda, lo pongan al día.
No repudian a Rosas porque ha ejercido el gobierno con la ‘suma del poder público’, pues lo detentó Lavalle y Paz. ¿No es, acaso, proceder con la suma del poder lo que hace Mitre después de Pavón con los procónsules uruguayos que envía a las provincias para someterlas, a fin de que le entreguen – como lo hicieron con Rosas – la dirección de las relaciones exteriores y, mas tarde, los electores para ser electo Presidente de la Nación? Lo que repudian es que Rosas haya empleado ese supremo poder contra las clases pudientes, restaurando los valores tradicionales, protegiendo la producción nacional, no dejando que los maestros ‘lancasterianos’difundieran el protestantismo entre los educandos argentinos; lo que repudian es que Rosas haya resistido las ‘luces’ de Europa que a ellos los ha encandilado. Son, sin embargo, heroicos, porque son sinceros. Están, simplemente, equivocados. Son el fruto directo de la relajación en la que cayó la enseñanza pública en el país después de 1806, agravado por la dispersión intelectual y doctrinaria de un siglo en que hubo de todo, y todo, sin filtrar, llegó a nuestras playas a deformar mentes, como en el caso de Alberdi, bien dotado, que en pocos años pasa del ideologismo al historismo, de este al socialismo y luego ¡nada menos! que a Adam Smith. Semejante esquema intelectual, con evolución al revés, inclusive, no podía darnos sino un hombre contradictorio en su manera de pensar y actuar. Son, además, puros. Ninguno procura enriquecerse con la situación que alcanza después de Caseros. Eso quedara para mas tarde; para los herederos lógicos de sus ideologías a pesar de todo, constituyen todavía un magnífico patriciado.
Repudian lo propio pero todos lucen virtudes cardinales de la raza. Se creen idealistas, y lo son, pero de un ideal materialista, aunque le imprima cierta emoción estética, una corriente romántica que hay en todos ellos; pero, cuando la influencia del idealismo romántico, que había dominado el pensamiento europeo durante la primera mitad del siglo, entra en decadencia y la corriente se inclina hacia el puro pragmatismo, como saldo de los sorprendentes desarrollos de la técnica industrial, las cosas cambian. Ya entonces la oligarquía hace gala de su desapego a la religión y sus penates entran a formar en las filas del positivismo. La austeridad de vida de Mitre o Sarmiento no será entendido por los hombres de 1890, pero llegado ese momento ya no habrá una política internacional propia; ya no habrá posibilidad de que el argentino desarrolle un estilo propio de vida; el imperativo será la riqueza, el plagio, la imitación, o sea, el desprecio de lo propio y, en la misma proporción, un crecimiento de los poderes del Estado. Puestos en esta región se tratará de gobernar sin pueblo y sin Dios.
* Tomado del capitulo XI de la obra "Historia de las ideas politicas en Argentina".
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