Por Alfredo Saenz
…"El doce de octubre, mal titulado el día de
la raza, deberá ser en lo sucesivo el día de la hispanidad ", escribió
hace muchos años el Padre Zacarias de Vizcarra sacerdote español residente por
aquel entonces en la
Argentina. Es que, la hispanidad, sustancia de nuestro ser
nacional, no es reductible a meros elementos etnográficos o a la sequedad de un
mapa geográfico. Trataremos en esta conferencia de penetrar en nuestras raíces
para desde allí para desde allí volver a proyectar nuestra unidad de destino en
lo universal.
La España de la conquista
Resulta imprescindible considerar ante todo cuál
era el estado político y religioso de la España que se aprestaba a encarar la empresa
ciclópea de la conquista.
Situación espiritual de España
El descubrimiento de América ocurre en un momento
de verdadera encrucijada histórica. Comienza la Conquista al culminar el
siglo XV y se desarrolla en el siglo XVI, es decir, cuando en el resto de
Europa la Edad Media
ya no era casi sino un recuerdo del pasado, en medio de una terrible crisis, en
camino de una desintegración progresiva. El edificio de la cristiandad estaba
profundamente conmovido. Las actividades humanas como el arte, la cultura, la
economía etc., que antes se desarrollaban en jerarquía y gozosa subordinación a
la teología, ahora buscaban ¨liberarse¨ en sus principios rectores. Sobre este
edificio ya averiado la reforma cayó como un rayo.
España trato de preservar contra viento y marea, la fe de sus padres. Para ello
debió sacudir el poder de la
Media Luna. Recordemos que la conquista de Granada acaeció
precisamente en 1492, tras siete siglos de incesante lucha. Asimismo decretaban
la expulsión de los judíos no bautizados, medida dictada no por consideraciones
racistas, como aseguran los redactores de panfletos, sino por motivos
religiosos exclusivamente para preservar la fe del pueblo español, y ello a pesar
de que los reyes católicos no ignoraban el enorme quebranto económico que dicha
medida iba necesariamente a ocasionar. Doce años antes los Reyes Católicos
habían solicitado del Papa la institución en España del tribunal de la Santa Inquisición.
Con estas medidas España quedo exenta de la invasión
protestantizante que conmovió el resto de Europa. O mejor, la supo enfrentar e
incluso anticipar en su propio terreno, con una reforma verdaderamente
Católica. Ya en 1473, la decadencia espiritual del clero español había sido
considerada en los sínodos locales. La voluntad de autocorregirse fue por
cierto eficaz. Al diagnostico certero siguieron los remedios adecuados.
Pensemos que el que por aquel entonces ocupaba la sede pontificia fue Alejandro
VI, de quien dice Pastor que " la iglesia antigua no hubiera admitido a
los grados inferiores del clero, a causa de su vida, desarreglada" Así que
España mal podía buscar respaldo para su proyecto de autorreforma en la Santa Sede, demasiado
atareada en preocupaciones mundanas y renacentistas.
Fueron pues los Reyes Católicos quienes, ayudados por eclesiasticos lúcidos y
llenos de coraje, debieron asumir la responsabilidad de la reforma de las
instituciones eclesiásticas. Lo hicieron con la ayuda del Cardenal Mendoza
primero, y del gran Cardenal Cisneros después. Ante todo, lograron del Papa el
nombramiento de un grupo de excelentes Obispos. Cisneros se abocó
principalmente a la restauración de los monasterios, realizando una reforma que
habría de figurar entre las más impresionantes de la historia eclesiástica. Por
otro lado, y gracias a la inspiración divina, también en aquellas décadas
brotaron del suelo español nuevas congregaciones y ordenes religiosas,
especialmente la militante compañía de Jesús, con cuya ayuda España se pondría
a la cabeza del movimiento de la contrareforma, llegando a ser el alma del
concilio de Trento.
Los hombres del siglo XVI no eran, por cierto, muy distintos a los españoles de
nuestro tiempo. Y por eso cabe preguntarse cómo una España menos poblada menos
rica, pudo conocer un siglo de oro tan esplendoroso, engendrando tantos sabios
de renombre universal, tantos poetas, tantos héroes, tantos Santos. Los hombres
eran como los de ahora, pero la sociedad estaba organizada de cara a Dios, conspirando
hacia un mismo fin la Iglesia
y el Estado, la
Universidad y el teatro, las leyes y las costumbres. Si bien los
hombres del siglo XVI no fueron distintos a los de hoy, el ambiente era otro. Se
los inducía a vivir y a morir para la mayor gloria de Dios.
Y así España conservó en su seno todo el ímpetu de la Edad Media, ya en disolución
en el resto de Europa, se autopreservó de la corrupción protestante - cosa que
nunca le sería perdonada -, y de la corriente renacentista que provenía de Roma,
realizando un renacimiento propio, de cuño español cuya concreción arquitectónica
sería el Escorial; al tiempo que liberaba al testamento clerical de la
tentación temporalista, neutralizaba el influjo de los espíritus intermedios y
conciliantes al estilo de Erasmo , y propiciaba el cultivo intenso de los
estudios teológicos. Así se puso en condiciones de afrontar el desafío de la
conquista.
EL SENTIDO IMPERIAL
Si bien aún no se había proclamado el impero, la España del descubrimiento y
de la conquista estaba signada por la vocación imperial. Para que el Rey
llegase a ser Emperador, para que aquella vocación se concretase, era menester
que una sola mano reuniese la totalidad, era preciso que España se hiciese
universal. La idea tradicional del imperio exigía que sus miembros
constituyesen una sola familia, unidos por el culto a un mismo Dios, la misma
cultura, la misma sangre, el mismo comercio. No de otro modo había sido el
Imperio Romano de los primeros siglos, así como el que patrocinara Orosio y San
Agustín; así lo fue desde Augusto hasta Justiniano; después, aunque en un grado
menor, el imperio Carolingio de los siglos IX y X, y luego, si bien más
restringido todavía, el Sacro Imperio Romano-Germánico. La España sojuzgada por el
Islam durante ocho siglos, hizo surgir de sus entrañas liberadas el proyecto de
un gran destino universal que, en lo político no necesitaba sino asumir las
propias raíces romanas para transformarse en vocación imperial. La savia
católica, por otra parte, ya había impregnado la sociedad con su espíritu de
aventura, la tendencia a intentar lo imposible, el menosprecio de los bienes
materiales, el sentido de la hidalguía, elementos constitutivos del espíritu
caballeresco, un estilo tan propio de la hispanidad.
Carlos, nieto de los Reyes Católicos, solo hablaba francés y flamenco,
ignorando la lengua española, estaba rodeado por una camarilla de holandeses
sin el menor sentido imperial. Sin embargo y a pesar de todo, no fue otro sino
él quien tomó de España la antigua noción de Imperio, y sobre esta base, se
dedico a construirlo. Cuando estaba a punto de salir de España para dirigirse a
Alemania y ser allí coronado, hizo ya su primera declaración imperial. Fue en
las cortes, precisamente de la
Coruña, localidad de donde siglos atrás había salido Adriano,
el gran conductor español del Imperio Romano. Refiriéndose a dicha declaración,
comento el P. Mota allí presente que Carlos no era un rey como los demás sino
"rey de reyes ", pues su imperio constituía la continuación del
Romano-Germánico, y así como ayer España había exportado emperadores a Roma,
" ahora viene el imperio a buscar (otra vez) el emperador a España, y
nuestro rey de España es hecho, por la gracia de Dios, rey de los romanos y
emperador del mundo”. Menéndez y Pidal sintetizó así el discurso de Mota:
"Este imperio no lo acepta Carlos para ganar nuevos reinos, pues le sobran
los heredados que son más y mejores que los de ningún rey; aceptó el Imperio
para cumplir las muy trabajosas obligaciones que implica, para desviar los
grandes males que amenazan la religión cristiana y acometer la empresa contra
los infieles enemigos de la
Santa Fe Católica, en la cual entiende, con la ayuda de Dios,
emplear su real persona”. España sería el corazón de dicho imperio, su
fundamento, su tesoro, su espada.
Desde entonces Carlos se comportó con el gran estilo de un emperador. Incluso
su enfrentamiento con Lutero no careció de ribetes imperiales. Al día siguiente
de la Dieta de
Worms , Carlos V les dijo a los príncipes allí reunidos que les daría su
opinión al respecto. Fue su primera declaración en un trascendente asunto
político, completamente suya, así relatada por el cronista: "Como
descendiente de los cristianísimos Emperadores de la noble nación alemana, de
los Reyes Católicos de España, de los archiduques de Austria y de los duques de
Borgoña, se declaró resuelto a administrar su cargo de defensor de la iglesia
Católica, de la fe Católica, y de los sagrados usos ordenamientos y costumbres,
y a proceder contra Lutero por manifiesto hereje". Ello significaba la
pena para Lutero. Los príncipes le respondieron que acaso sería mejor tratar de
convertirlo. Carlos accedió a discutir, lo cual no opto a que al mismo tiempo
publicase el edicto de Worms, y se transformase en el paladín del concilio,
buscando el medio de recuperar a los disidentes merced a auténticas reformas
eclesiásticas. Al tiempo que luchaba en defensa de la ortodoxia, anhelaba que
desapareciesen las manchas de la iglesia, y que en todas las naciones se
llevase a cabo la reforma que ya se había realizado en España. Y así fue como a
pesar de las reticencias de la curia de Roma, el Papa se resolvió a convocar el
concilio. Trento es obra netamente española. Más allá de su contenido
estrictamente religioso, fue una obra imperial española. Lo fue no solo en su
aspecto espiritual, sino incluso en sus aspiraciones políticas de unir a todos
los pueblos de Europa bajo el mismo signo imperial.
Esta es la España
que descubre América. Bien ha escrito Caturelli que no se trató de un mero
"hallazgo". Hallar es, simplemente, dar con algo, chocar o topar con
una cosa. Por tanto hallar no significa, necesariamente, descubrir, aunque
descubrir debe siempre suponer hallar. El mero hallar no descubre no devela,
quedando lo hallado encerrado en su ser que permanece velado. De ahí que si
fuera comprobado alguna vez que los vikingos llegaron a Groenlandia hacia el
982 y alcanzaron la bahía de Hudson y El Labrador, lo único que se probaría es
que solamente "hallaron", toparon con algo sin hacerse cargo de su
ser y su sentido, manteniéndolo en su ahistoricidad.
Dos cosas nos trajo España a los del nuevo mundo: el Cristianismo y la Cristiandad.
...
Continuara
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