Por: Manuel Galvez
Lo único importante del gobierno de Maza es la misión encomendada a Quiroga. La idea con seguridad, ha sido de Rosas, a quien tanto le preocupan las disensiones partidarias. Ocurre que la causa federal peligra en el norte de la República. El gobernador de Tucumán, Alejandro Heredia, es federal con fervor; pero transige con los unitarios, llevado por su espíritu liberal. Rosas le ha reprochado esta política, y le ha predicho que le será funesta. Los unitarios han reclutado gente en Tucumán para derrocar al general Pablo Latorre, gobernador de Salta. Han fracasado en su intentona y emigrado a Bolivia. Latorre cree ver en esa tentativa, lo mismo que en los propósitos de los jujeños de separar a su región de la provincia de Salta, la complicidad de Heredia. Los ejércitos de Tucumán y de Salta están prontos para atacarse. Solo una persona puede evitarlo: Juan Facundo Quiroga. Solo él tiene prestigio en el Norte como para una mediación eficaz. Rosas insinúa a Maza la idea de enviarlo allá.
Lo único importante del gobierno de Maza es la misión encomendada a Quiroga. La idea con seguridad, ha sido de Rosas, a quien tanto le preocupan las disensiones partidarias. Ocurre que la causa federal peligra en el norte de la República. El gobernador de Tucumán, Alejandro Heredia, es federal con fervor; pero transige con los unitarios, llevado por su espíritu liberal. Rosas le ha reprochado esta política, y le ha predicho que le será funesta. Los unitarios han reclutado gente en Tucumán para derrocar al general Pablo Latorre, gobernador de Salta. Han fracasado en su intentona y emigrado a Bolivia. Latorre cree ver en esa tentativa, lo mismo que en los propósitos de los jujeños de separar a su región de la provincia de Salta, la complicidad de Heredia. Los ejércitos de Tucumán y de Salta están prontos para atacarse. Solo una persona puede evitarlo: Juan Facundo Quiroga. Solo él tiene prestigio en el Norte como para una mediación eficaz. Rosas insinúa a Maza la idea de enviarlo allá.
Esto se organiza en muy pocos días, a mediados de diciembre de 1834. Quiroga escribe el 13 a Rosas comunicándole la solicitación que le ha hecho Maza y pidiéndole su opinión. A Rosas, que está de nuevo en San Martin, le parece no solo bien, sino urgente y necesario. Pero como quiere hablar con él y despedirlo y acompañarlo un poco, le ruega avisarle el día de la partida, para esperarlo en Flores, en la quinta de Terrero. La dificultad de llegar hasta Rosas, aun por medio de una carta, debe ser muy grande cuando el mismo Rosas le dice a Quiroga que entregue su carta a Corvalan, encareciéndole su importancia. Quiroga vuelve a escribirle el 16, y él redacta unas líneas el 17 –que tal vez no fueron enviadas- diciéndole que, por no interrumpirle en los momentos que tanto necesita, no pasa personalmente a despedirse. “pero me permito hacerlo por esta expresión de mi sincera amistad, rogando al Todopoderoso le conceda la mejor salud y acierto: con estos votos le seguirá siempre, deseándole toda suerte venturosa”.
El 17 de diciembre, el general Quiroga, que ha partido esa mañana de Buenos Aires, llega en su galera a San José de Flores. Se detiene en la quinta de Terrero, en donde se encuentra con Rosas y con Maza. Todo ese día y parte del siguiente duran las conversaciones. El 18, Quiroga emprende su largo viaje. Rosas lo hace subir a su galera. En Lujan se detienen un rato y al oscurecer llegan a la estancia de Figueroa, próxima a San Antonio de Areco. Allí conversan los dos generales por última vez. Quedan en que Quiroga partirá a la madrugada y en que Rosas le enviara un chasque con una carta política.
Durante esa noche y parte de la mañana siguiente, Rosas dicta su secretario Antonino Reyes su famosa carta de la hacienda de Figueroa. Es un notable documento doctrinario, que basta para mostrar al gran estadista que hay en Rosas. Sus enemigos, y los escritores e historiadores que le son adversos, han negado que él pudiera haberlo escrito. Pero la afirmación de Reyes, muchos años más tarde, treinta después de la caída de Rosas, no permite dudar de que es obra de don Juan Manuel.
Comienza Rosas citando las agitaciones en las provincias y los planes de los unitarios. El país ha retrogradado, alejando el día de la constitución. Ese estado anárquico es el mejor argumento para probar lo que él siempre ha sostenido: que no debe empezarse por una constitución, sino por vigorizar las provincias para labrar sobre esta base la constitución nacional. Los unitarios fracasaron por haber dictado una constitución sin tener en cuenta el estado y la opinión de las provincias, que la rechazaron enérgicamente. El congreso que alguna vez se elija “debe ser convencional y no deliberante; debe ser para estipular las bases de la unión federal y no para resolverla por votación”. En estas palabras de Rosas esta todo el sentido realista y oportunista de su política, tan opuesto al doctrinarismo romántico y libresco de sus enemigos. “Las atribuciones que la constitución asigne al gobierno general deben dejar a salvo la soberanía e independencia de los estados federales”. El gobierno general, en una república federativa, no une a los pueblos: los representa unidos ante las demás naciones. La organización nacional que él propicia básase, pues, en la soberanía e independencia de los Estados. “Si no hay estado bien organizados y con elementos bastantes para gobernarse por sí mismos y asegurar el orden respectivo, la república federal es quimérica y desastrosa”. Primero, pues, orden, paz, unión y organización interna de cada provincia. Y luego, organización y constitución nacionales. Pero es preciso empezar por destruir los elementos de discordia, por terminar con el Partido Unitario. “Esto es lento, a la verdad, -reconoce Rosas- pero es preciso que así sea; y es lo único que creo posible entre nosotros, después de haberlo destruido todo y tener que formarnos del seno de la nada”.
Rosas manda su carta con un chasque y vuelve a su vida de hombre de campo.
*Manuel Galvez, Vida de don Juan Manuel de Rosas
Todo muy lindo, pero omite referir la falsedad de Rosas al llamarse federal y hablar de la "soberanía e independencia de los estados federales", que atropelló sin miramientos, como el peor de los unitarios. Tuvo en sus manos la posibilidad de lograr la ansiada constitución federal y lo omitió con argucias que no resisten el menor análisis. Entre los que él llamaba salvajes unitarios se contaban los auténticos federales, que repudiaban su centralismo y sus crímenes. El rosismo es una versión -la más cruel- del centralismo porteño, peor aún que Moreno, Rivadavia o Mitre. Su verdadero fin -como el de todos ellos- era permitir que Buenos Aires siguiera gozando en exclusividad de la aduana y del monopolio del comercio internacional, excluyendo a los demás puertos. Esa fue la verdadera razón de la tan mentada Vuelta de Obligado, una farsa para defender al monopolio porteño. La Constitución federal se logró tras la caída de Rosas y fue resistida por los porteños (aún por los antiguos rosistas), que se separaron del país. El verdadero federalismo parte del auténtico respeto a los otros, pues nada serio se puede construir cuando se pretende eliminar a los que piensan diferente. Su retrato en todas partes, hasta en las iglesias, el obsceno culto a la personalidad y los crímenes aberrantes de sus esbirros lo convierten en uno de los personajes más siniestros de nustra historia.
ResponderEliminarPrudencio Bustos Argañarás
Estimado Prudencio:
EliminarUd afirma gratuitamente que Rosas fingió llamarse federal y que atropelló sin miramientos a las provincias como el peor de los unitarios. La verdad es que Rosas jamás invadió a las provincias como lo hicieron los unitarios para imponerles autoridades ilegitimas y producir terribles matanzas; tampoco las abandonó a las manos criminales de los liberales como lo hizo el infame traidor a la Patria, y vendido al oro brasileño, don Justo Jose de Urquiza.
Los argumentos que dio Rosas para no dictar una constitución están claros en la Carta de la Hacienda de Figueroa, a Ud ellos le podrán parecer una argucia, sin embargo los hechos demostraron que el Restaurador tenía razón, prueba de ello es que después de Caseros el país sufrió por más de veinte años un espantoso baño de sangre, periodo en el cual –justamente- fueron aniquilados también aquellos federales ingenuos y maladvertidos (a los que Ud llama auténticos) que fueron opositores a Rosas, entre ellos el Chacho Peñaloza, cuya muerte tanto festejó el boletinero del ejército que derrotó a Rosas, el nefasto Domingo Sarmiento.
Tanto en aquella epoca (posterior a Casero) como en el periodo anterior, la cantidad de víctimas del terror unitario y liberal siempre excedió con creces a los muertos que produjo la dictadura de Rosas, la inmensa mayoría delos cuales eran culpables del abominable crimen de traición a la Patria por haber estado unidos al enemigo extranjero, de modo pues que considerar a Rosas más cruel que Moreno, Rivadavia o Mitre es desconocer la verdadera historia y atenerse simplemente a la mentira oficial consagrada en libelos embusteros como las Tablas de Sangre.
Tampoco se corresponde con la realidad considerar a don Juan Manuel la peor versión del centralismo porteño. Es cierto que antes de la llegada de Rosas al poder Buenos Aires se aprovechaba de las rentas aduaneras en su exclusivo beneficio y en detrimento de las economías de las demás provincias, las cuales vieron arruinadas sus industrias por el libre comercio, pero eso cambio justamente gracias a Rosas que en 1835 dictó la famosa Ley de Aduana, la cual fue aplaudida por casi todas las provincias ya que con ella se protegieron y pudieron resurgir las industrias del interior.
Por supuesto que Rosas, como bonaerense que era estaba obligado a defender los intereses de su provincia, lo notable del caso es que lo hizo en el marco de una política de unidad nacional, ayudando a las economías de las demás provincias y preservando el federalismo y la soberanía e independencia del país. Por ello es que sufrió la agresión anglo-francesa, y cuando se enfrentó a ella no fue para asegurar la renta aduanera, sino para impedir el nefasto librecomercio, es más el bloqueo perjudicó la economía de Bs As ya que impidió el ingreso de mercadería extranjera, es decir se corto el flujo de ingresos (claro que esto a Urquiza no le afectó por que siempre fue un contrabandista) y se paralizaron las exportaciones, de ahí también las rebelión de los hacendados del sur.
Lamentablemente después de Caseros y con la secesión de Bs As el puerto volvió a aprovecharse exclusivamente de la renta aduanera con el consiguiente empobrecimiento de las provincias de la confederación, cosa que no pasaba en la época de Rosas.
Y si en los años de la separación de Bs As, hubo antiguos rosistas entre los secesionistas es porque estos tenían asco de unirse al traidor Urquiza y porque seguramente creyeron que así defendían mejor los interese de su provincia, como sea, lo que hicieron o dejaron de hacer en aquel contexto, es decir no estando ya el Restaurador, no es responsabilidad de Rosas.
En definitiva, lamentablemente tenemos paradigmas distintos Ud. llama al Restaurador uno de los personajes más siniestros de la historia, yo en cambio, siguiendo el autorizado criterio del padre de la Patria, el general San Martin, prefiero homenajearlo como a uno de los más grandes héroes de nuestra historia.
Atte. Edgardo