Por: Luis Alfredo Andregnette Capurro
Cuando se penetra en el territorio del pasado de la Patria Grande, es necesario tener muy clara la idea de avanzar desbrozando las mixtificaciones que se han acumulado en el transcurso del tiempo. El documentario, si bien es importante, para probar un aserto, puede no ser suficiente para darle alma a una serie de hechos que ante nosotros están inertes. Por esto es necesario ir a la tradición, y como muy bien señala Miguel Ayuso, al espíritu, que enlaza los hechos y les confiere razón y sentido. Estas son las premisas que tuvimos en cuenta cuando ante la figura del Caudillo Oriental José Gervasio Artigas nos propusimos un breve escorzo de su pensamiento y vida entre 1764 y 1850. Ante todo, cabe señalar, que fue hombre de duro cabalgar y batallar en estas comarcas vertebradas por los grandes ríos de la Cuenca del Plata, a las que soñó mantener unidas en la magnífica unidad geopolítica que fue el Virreinato. Se hace también imperioso subrayar el cinismo de la historiografía liberal, cuando desconoce y falsea el alma de nuestra historia, haciendo aparecer al personaje como un roussoniano desarraigado de sus ancestros, lo que preparó el camino a los escribas partisanos para trasmutarlo en un protomarxista. De aquí que sea no sólo un desconocido sino alguien que ha muerto dos veces.
Nuestra tarea es entonces dejar de lado lo imaginario, ya que creemos con Ortega que “el pensamiento tiene la misión primaria de reflejar el ser de las cosas”. Y para ubicarlo en la Verdad hay que plantear con claridad meridiana que el Caudillo no fue ni un demo- liberal, ni un revolucionario, si le damos a esta palabra el significado de subversión de las formas religiosas, culturales y políticas legadas por la tradición.En las comarcas sureñas de los dominios del Rey Católico, se afincaron los Artigas. Gens de guerreros y labradores con origen en Navarra y Aragón hicieron honor a su apelativo, porque Artiga (sin la s final) es voz latina del verbo “artire” que habla de tierra “que está preparada para sembrar”. Este apellido aparece en las listas de los futuros hidalgos fundadores del Real de San Felipe y Santiago de Montevideo.(1724-30)
Un 19 de junio de 1764, en el hogar de Martín José Artigas y Francisca Arnal, nació José Gervasio bautizado dos días después. La tierra y lo telúrico ejercieron fascinación avasallante en el joven criollo. Con los años y de acuerdo a sus antecedentes familiares fue hacendado y Ayudante de Félix de Azara. Con baquía y valor alcanzó, siendo mozo, el grado de Capitán del Cuerpo de Blandengues de la Frontera de Montevideo.
Desde ese puesto combatió a matreros y a ingleses cuando las mercantilistas agresiones de 1806 y 1807 intentaban crear el ambiente para una rebelión generalizada en los Reinos de Indias. Eran los años en que la Revolución Francesa de 1789, con su satánico inmanentismo y su terrorismo de Estado, se extendía en la Europa minada por las logias. En 1808, la felonía bonapartista y pretendió aherrojar a los Reinos del Sacro Imperio Romano Hispano. La respuesta fue el levantamiento religioso contra el ideologísmo de la Revolución. Al ser ocupado el Trono por un napoleónida usurpador, América se encontró con el poder político acéfalo con lo que la soberanía recayó en las jerarquías naturales. Esto fue lo que ocurrió en Montevideo el 21 de septiembre de 1808 y en Buenos Aires en Mayo de 1810.
“La sociedad rioplatense -dice Jordán Genta- era una unidad de orden... y el pueblo actuó jerárquicamente por medio de sus jefes naturales no elegidos por la multitud sino acatados por ella...” Los caminos Imperiales de América y España se bifurcaron cuando las liberales Cortes de Cádiz y más tarde Fernando VII, pretendieron desconocer los reinos diferenciados establecidos por el César Carlos V en 1519-Entre 1811 y 1815, Artigas definió su pensamiento político y económico entroncado en las bases del doctrinarismo español. Dos fueron los puntos claves expuestos por el Caudillo: Independencia y Federalismo.
La primera era exigida dado él desconocimiento, como dijimos, en septiembre de 1810 por las liberales Cortes , del federalismo natural que había caracterizado la Unión de los Reinos de España y América, para establecer el masónico Estado centralizado. Por el segundo se planteaba un gobierno nacional y gobiernos provinciales, es decir, un federalismo encontrado en el fondo de los antiguos Cabildos nacidos en la Hispania Romana y fortalecidos en la Edad Media. Estos fueron los municipios trasplantados a nuestra América que encarnaban el espíritu local y estaban constituidos por los jefes de familia.
Era la Provincia, formada con los “Pueblos Libres” en el sentido de ciudades con Cabildo junto a sus respectivas jurisdicciones. En lo económico su política de tierras se inspiró en la Legislación de Indias y mantuvo la Propiedad Privada fuera del planteo liberal. Artigas devino en arquetipo de la Tradición, por lo que los logistas, con la baja traición del denominado Tratado del Pilar (1820), lo eliminaron de la argentinidad. Cayó con la Provincia Oriental y el “Sistema Americano”.
Nunca más pudo volver del ostracismo paraguayo, pero su alma reapareció en la Cruzada Lavallejista de abril 1825. En ella -hay que recordarlo siempre- tuvieron especial protagonismo don Juan Manuel de Rosas y don Manuel Oribe quienes en pocos años serían los continuadores del Caudillo. Tanto fue así, que en 1843, 7 años antes de su fallecimiento, el Patriarca, contestó negativamente el ofrecimiento de Carlos Antonio López para Comandar las fuerzas preparadas contra el Restaurador. El Viejo Guerrero vio lejos las intenciones de la siniestra alianza burguesa, liberal y anti hispanoamericana. Por ello, sigue siendo Centinela, Muralla y Bastión de una historia que es esencia de “Nuestra Unidad de Destino en lo Universal” al decir del inmortal José Antonio Primo de Rivera.
Cuando se penetra en el territorio del pasado de la Patria Grande, es necesario tener muy clara la idea de avanzar desbrozando las mixtificaciones que se han acumulado en el transcurso del tiempo. El documentario, si bien es importante, para probar un aserto, puede no ser suficiente para darle alma a una serie de hechos que ante nosotros están inertes. Por esto es necesario ir a la tradición, y como muy bien señala Miguel Ayuso, al espíritu, que enlaza los hechos y les confiere razón y sentido. Estas son las premisas que tuvimos en cuenta cuando ante la figura del Caudillo Oriental José Gervasio Artigas nos propusimos un breve escorzo de su pensamiento y vida entre 1764 y 1850. Ante todo, cabe señalar, que fue hombre de duro cabalgar y batallar en estas comarcas vertebradas por los grandes ríos de la Cuenca del Plata, a las que soñó mantener unidas en la magnífica unidad geopolítica que fue el Virreinato. Se hace también imperioso subrayar el cinismo de la historiografía liberal, cuando desconoce y falsea el alma de nuestra historia, haciendo aparecer al personaje como un roussoniano desarraigado de sus ancestros, lo que preparó el camino a los escribas partisanos para trasmutarlo en un protomarxista. De aquí que sea no sólo un desconocido sino alguien que ha muerto dos veces.
Nuestra tarea es entonces dejar de lado lo imaginario, ya que creemos con Ortega que “el pensamiento tiene la misión primaria de reflejar el ser de las cosas”. Y para ubicarlo en la Verdad hay que plantear con claridad meridiana que el Caudillo no fue ni un demo- liberal, ni un revolucionario, si le damos a esta palabra el significado de subversión de las formas religiosas, culturales y políticas legadas por la tradición.En las comarcas sureñas de los dominios del Rey Católico, se afincaron los Artigas. Gens de guerreros y labradores con origen en Navarra y Aragón hicieron honor a su apelativo, porque Artiga (sin la s final) es voz latina del verbo “artire” que habla de tierra “que está preparada para sembrar”. Este apellido aparece en las listas de los futuros hidalgos fundadores del Real de San Felipe y Santiago de Montevideo.(1724-30)
Un 19 de junio de 1764, en el hogar de Martín José Artigas y Francisca Arnal, nació José Gervasio bautizado dos días después. La tierra y lo telúrico ejercieron fascinación avasallante en el joven criollo. Con los años y de acuerdo a sus antecedentes familiares fue hacendado y Ayudante de Félix de Azara. Con baquía y valor alcanzó, siendo mozo, el grado de Capitán del Cuerpo de Blandengues de la Frontera de Montevideo.
Desde ese puesto combatió a matreros y a ingleses cuando las mercantilistas agresiones de 1806 y 1807 intentaban crear el ambiente para una rebelión generalizada en los Reinos de Indias. Eran los años en que la Revolución Francesa de 1789, con su satánico inmanentismo y su terrorismo de Estado, se extendía en la Europa minada por las logias. En 1808, la felonía bonapartista y pretendió aherrojar a los Reinos del Sacro Imperio Romano Hispano. La respuesta fue el levantamiento religioso contra el ideologísmo de la Revolución. Al ser ocupado el Trono por un napoleónida usurpador, América se encontró con el poder político acéfalo con lo que la soberanía recayó en las jerarquías naturales. Esto fue lo que ocurrió en Montevideo el 21 de septiembre de 1808 y en Buenos Aires en Mayo de 1810.
“La sociedad rioplatense -dice Jordán Genta- era una unidad de orden... y el pueblo actuó jerárquicamente por medio de sus jefes naturales no elegidos por la multitud sino acatados por ella...” Los caminos Imperiales de América y España se bifurcaron cuando las liberales Cortes de Cádiz y más tarde Fernando VII, pretendieron desconocer los reinos diferenciados establecidos por el César Carlos V en 1519-Entre 1811 y 1815, Artigas definió su pensamiento político y económico entroncado en las bases del doctrinarismo español. Dos fueron los puntos claves expuestos por el Caudillo: Independencia y Federalismo.
La primera era exigida dado él desconocimiento, como dijimos, en septiembre de 1810 por las liberales Cortes , del federalismo natural que había caracterizado la Unión de los Reinos de España y América, para establecer el masónico Estado centralizado. Por el segundo se planteaba un gobierno nacional y gobiernos provinciales, es decir, un federalismo encontrado en el fondo de los antiguos Cabildos nacidos en la Hispania Romana y fortalecidos en la Edad Media. Estos fueron los municipios trasplantados a nuestra América que encarnaban el espíritu local y estaban constituidos por los jefes de familia.
Era la Provincia, formada con los “Pueblos Libres” en el sentido de ciudades con Cabildo junto a sus respectivas jurisdicciones. En lo económico su política de tierras se inspiró en la Legislación de Indias y mantuvo la Propiedad Privada fuera del planteo liberal. Artigas devino en arquetipo de la Tradición, por lo que los logistas, con la baja traición del denominado Tratado del Pilar (1820), lo eliminaron de la argentinidad. Cayó con la Provincia Oriental y el “Sistema Americano”.
Nunca más pudo volver del ostracismo paraguayo, pero su alma reapareció en la Cruzada Lavallejista de abril 1825. En ella -hay que recordarlo siempre- tuvieron especial protagonismo don Juan Manuel de Rosas y don Manuel Oribe quienes en pocos años serían los continuadores del Caudillo. Tanto fue así, que en 1843, 7 años antes de su fallecimiento, el Patriarca, contestó negativamente el ofrecimiento de Carlos Antonio López para Comandar las fuerzas preparadas contra el Restaurador. El Viejo Guerrero vio lejos las intenciones de la siniestra alianza burguesa, liberal y anti hispanoamericana. Por ello, sigue siendo Centinela, Muralla y Bastión de una historia que es esencia de “Nuestra Unidad de Destino en lo Universal” al decir del inmortal José Antonio Primo de Rivera.
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