viernes, 16 de junio de 2017

ROSAS Y EL PARAGUAY

Por Leonardo Castagnino                        

La declaración oficial de la dependencia paraguaya se hizo el 25 de abril de 1842. No fue ajena la instigación del Brasil por medio de José Antonio Pimienta Bueno, luego marqués de San Vicente. Resultó fácil al diplomático brasilero agitar los agravios del “puerto” y el fantasma de una dependencia de Buenos Aires, por la equivocada política de los gobernantes porteños anterior a 1829.

Pero en 1842, Rosas dirigía los destinos de la Confederación Argentina; su política había quitado los recelos del interior contra el puerto, el gran factor de la dispersión platina; de allí que estableciera la Confederación de provincias iguales en derecho por el Pacto Federal de 1831, y cerrase la entrada a Buenos Aires de mercadería y producciones extranjeras que podían elaborarse en el interior (Ley de Aduana de 1835). Gracias a ello rehízo la unidad, que de otra manera hubiera llevado a una Centroamérica de catorce republiquetas enemigas. No faltaban, de más está decir, los estímulos exteriores para esa balcanización.

Rosas no reconoce la Independencia Paraguaya

La Independencia del Paraguay no fue reconocida por Rosas. Declaró que “no llevaría la guerra a esa provincia”, limitándose a esperar que el tiempo y la reflexión modificasen la actitud de los paraguayos. Consideró a Paraguay “provincia argentina” y sus productos (tabaco, yerba, madera) tenían en el puerto de Buenos Aires el tratamiento preferencial de todo producto argentino. Solamente en 1849 ante el tránsito de un convoy de armas de Brasil a Paraguay por territorio argentino, perdió la paciencia con López y amenazó con la guerra. Posiblemente no fuera otra cosa que una amenaza, pues Rosas no iría a estrellar su Ejército de Operaciones (que destinaba a la próxima guerra con Brasil) contra 25.000 paraguayos que sabía bien armados, y cuyo coraje amor al terruño los hacia imbatibles en la defensiva. Por otra parte había expresado claramente a López que "jamás pretenderá obligar con armas a aquel país a que entre en la Confederación, y que sus relaciones siempre serán conducidas con amistosa benevolencia". Por otra parte no estaba en las modalidades de Rosas anexar territorios por la fuerza (caso de Tarija en 1841, de la alianza ofrecida por Brasil en 1843, etc.) El Restaurador buscaba la Federación del Plata, pero de la misma manera que hizo la Federación Argentina: sin prepotencia, sin avasallamientos, por propia y decidida voluntad de los escindidos, que es la sola manera de reconstruir una nacionalidad disgregada.

Legado de la "espada diplomática y militar"

El 17 de febrero de 1869, mientras Francisco Solano López y el heroico pueblo guaraní se debatían en las últimas como jaguares decididos que se niegan a la derrota, Rosas testó el destino del "sable de la soberanía":

"Su excelencia el generalísimo, Capitán General don José de San Martín, me honró con la siguiente manda: La espada que me acompañó en toda la guerra de la Independencia será entregada al general Rosas por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido los derechos de la Patria. Y yo, Juan Manuel de Rosas, a su ejemplo, dispongo que mi albacea entregue a su Excelencia el señor Gran Mariscal, presidente de la República paraguaya y generalísimo de sus ejércitos, la espada diplomática y militar que me acompañó durante me fue posible defender esos derechos, por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido y sigue sosteniendo los derechos de su Patria".

Rosas y el Paraguay

La simpatía de Rosas hacia el Paraguay fue constante. Su correspondencia demuestra que durante la guerra de la Triple Alianza estuvo a favor de los paraguayos, como estuvieron a favor la mayoría de los argentinos y orientales.

En 1869 el Restaurador lega su sable al mariscal López, que se debatía en las últimas, reconociéndolo el defensor de la soberanía americana.

Vencido el Paraguay, se interesó por su suerte ante los banqueros ingleses, gestionando empréstitos para su reconstrucción.

El 17 de Mayo de 1871, el Presidente Paraguayo Rivarola, agradeció a Rosas “el interés que ha mostrado en favor de este pobre país que ha quedado aniquilado en una guerra sin ejemplo”.

Al año siguiente en carta del 9 de Marzo de 1872, el Presidente Jovellanos le ofrecía “en nombre de todos mis conciudadanos hospitalidad entre nosotros, donde después de honrarnos con su aceptación hallaría corazones que habrían de mitigar los sinsabores de su triste vida” (“Copia fotográfica en papeles de Rosas”, de Adolfo Saldías, t.II, p.436 y 438)

Fuentes:

­- Castagnino Leonardo. Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
- Rosa José María, La Guerra del Paraguay. p.51
- Irazusta, Julio. Vida política de Juan Manuel de Rosas.T.IV.p.348



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