POR EL R.P. ANIBAL ROTTJER
6. La Virgen del Carmen, Generala de su Ejército
San Martín, el 5 de enero de 1817, después de haber elegido en junta de oficiales a la Virgen del Carmen como Patrona del Ejército de los Andes, se dispone a solemnizar con emotivas ceremonias religiosas el magno acontecimiento.
La procesión, presidida por los prelados, San Martín y el teniente gobernador, llega de San Francisco a la Matriz, donde se halla la nueva bandera depositada sobre la bandeja de plata. Antes de la misa, San Martín se levanta de su sitial, sube al presbiterio, toma la bandera y la presenta al sacerdote, quien la bendice juntamente con el bastón del General. Al Evangelio, el canónigo Güiraldes pronuncia el panegírico de circunstancias. Terminada la misa, se entona el tedéum, se reanuda la procesión y llegan, al altar del tablado, la bandera y la imagen de la Virgen. Entonces San Martín coloca su bastón de mando en la mano derecha de la Madre de Dios, poniendo bajo su amparo la dirección del Ejército y el éxito de la campaña libertadora.
Dice Capdevila : “Tal ceremonia es un acto religioso típico, que define a San Martín como a un perfecto católico, apostólico, romano, creyente como el que más en la Madre Purísima”.
El 25 de mayo de 1815, ordena como gobernador de Cuyo celebrar con solemne “función de Iglesia” el aniversario de la Revolución ; y el 8 de agosto de 1816, jura con su estado mayor, “por Dios y por la Patria”, la Independencia Nacional. Antes de emprender el cruce de la Cordillera, el Héroe de los Andes oye misa y comulga con todo el Ejército, al que le impone el escapulario de la Virgen del Carmen ; como hizo personalmente Belgrano con los cuatro mil escapularios que le enviaran las monjas de Buenos Aires, colocándoselos a sus soldados en Tucumán, después del triunfo obtenido en el día de la Virgen de las Mercedes. Y San Martín en unidad de pensamiento con su íntimo amigo el general O’Higgins – que juró proclamar a la Virgen del Carmen como Patrona y Generala de los ejércitos de Chile, si lograban las armas patriotas el triunfo de la libertad ; y que después de Cancha Rayada, de rodillas ante el altar de la Reina y Madre del Carmelo, formuló el voto de levantar un templo en el campo de la victoria -, prestó su profunda adhesión a todas las ceremonias que en ese año de 1818 se realizaron en Maipú, celebrando el triunfo con imponentes actos religiosos.
Ya el 16 de julio de 1817, festividad de la Virgen del Carmen, se había hecho la solemne entrega de la medalla de honor a los vencedores en Chacabuco, seguida de una gran procesión, en que participaron las tropas libertadoras ; el 21 de abril de 1818 se oficia, por la victoria de Maipú, una solemne misa en la catedral de Santiago de Chile, a la que asistieron San Martín y O’Higgins, con panegírico del presbítero doctor Julián Navarro.
7. Junto a su dormitorio se oficia diariamente la Santa Misa
En el palacio residencial de San Martín, en Santiago de Chile, junto a la habitación destinada a su inseparable capellán, había una capilla, en la cual campeaba la imagen de la Virgen del Carmen; y además, todos los ornamentos y utensilios litúrgicos para la celebración del Santo Sacrificio. Poseía también, en su casa particular, un retablo de la Virgen de los Dolores, el altar portátil y dos artísticos crucifijos.
El 12 de febrero de 1818, San Martín proclamó solemnemente la independencia de la “nueva patria” de Chile en el primer aniversario de Chacabuco, “a nombre de los pueblos y en presencia del Altísimo”. La ceremonia se realiza frente a la catedral. Monseñor José Cienfuegos, vicario del obispo de Santiago, recibe el juramento de San Martín “por Dios y por la Patria”, poniendo su mano sobre los Santos Evangelios; y todo el pueblo responde arrodillado: “¡Sí, juramos!” Al día siguiente, en la catedral, asiste el General al tedéum en acción de gracias por la reconquista de Chile; y el 14, a la solemne misa cantada, en que pronunció la oración patriótica el capellán castrense Julián Navarro.
8. Su cristiano reconocimiento por la visible protección de la Virgen
El lº de octubre de 1815, San Martín anticipa la victoria a los pueblos de su mando, manifestándoles en su proclama : “…Yo me atrevo a predecirla, contando con vuestro auxilio, bajo la protección del Cielo…”
El 30 de diciembre de 1818, desde Santiago de Chile, aseguraba a los habitantes del Perú, “del modo más solemne”, que la preocupación y los sentimientos de los nuevos gobiernos de América, propendían al “respeto de las personas, de la propiedad y de la Santa Religión Católica ; y les anunciaba que las armas patriotas “habían obtenido señaladamente la protección del Eterno”.
El 19 de agosto de 1820, antes de zarpar de Valparaíso, saluda así a los cuyanos: “…hago votos al Cielo por vuestra felicidad…”; y dirigiéndose a los soldados del Ejército Unido les dice: “Fiado en la justicia de nuestra causa y en la protección del Ser Supremo, os prometo la victoria”.
Al despedirse de sus soldados, en 1822, les dijo: “…ocho años os he mandado y al fin vuestras virtudes y constancia, bajo los auspicios del Cielo, han producido la independencia de la América del Sud” ; y al despedirse de los peruanos : “¡Que Dios os haga felices en todas vuestras empresas y que El os eleve al más alto grado de paz y prosperidad!”
El 12 de agosto de 1818, después de sus victorias, San Martín acredita su sincera devoción a la Madre de Dios y su fervor cristiano, al donar al convento de los franciscanos de Mendoza su bastón de General: “La decidida protección que ha prestado al Ejército de los Andes su Patrona y Generala, Nuestra Madre y Señora del Carmen, son demasiado visibles. Un cristiano reconocimiento me estimula a presentar a dicha Señora, que se venera en el convento que rige V. P., el adjunto bastón, como propiedad suya y como distintivo del mando supremo que tiene sobre dicho Ejército”.
Más tarde envió también la bandera de los Andes, para que fuera custodiada en el camarín de la Virgen del Carmen, la Generala victoriosa de las armas de la patria. Y en carta al gobernador de Mendoza, escrita en Lima en 1821, le recuerda que las banderas tomadas a los realistas, deben depositarse en dicho templo.
El 26 de enero de 1816 escribía a Godoy Cruz, congresal de Tucumán, insistiendo en la necesidad de declarar prontamente la independencia; en cambio, con respecto a la forma de gobierno, só1o le preocupa que el sistema adoptado no manifieste “tendencia a destruir Nuestra Religión”.
El 24 de enero de 1817, escribe su última comunicación al Director Pueyrredón; pues, la expedición ya ha comenzado su marcha a través de la Cordillera; y le anuncia: “Esta tarde salgo a alcanzar las divisiones del Ejército. Dios me dé acierto para salir bien de tamaña empresa… Dios mediante, para el 6 de febrero estaremos en el valle del Aconcagua”.
Y Pueyrredón le contestaba el 1º de febrero de 1817: “Ojalá sea Vd. oído por Nuestra Madre y Señora de las Mercedes”.
Desde Ancón, en 1820, le escribía a O’Higgins diciéndole: “…Nuestros sucesos no pueden ser más prósperos. Dios nos ayuda, porque la causa de América es suya; ésta es mi confianza”. Todo lo calculaba el General, puesta su fe en Dios y en su Madre Santísima.
El día 8 de setiembre de 1820, fiesta de la Natividad de la Virgen María – “el primer día de la libertad” -, desembarca en ]as playas del Perú, y el patriota Hipólito Unanúe le escribe desde Lima : “…Todo esto anuncia un próspero fin, que completará la protección de la Celestial Patrona, en cuyo día puso el pie en estas costas el Ejército Libertador”.
9. Las cartas sanmartinianas, fiel reflejo de su alma cristiana
En las cartas del Libertador, ya oficiales como privadas, San Martín menudea frases que manifiestan su religiosidad y traslucen su espíritu sinceramente cristiano y piadoso. “Gracias a Dios, me encuentro bien… Dios guarde a Vd. muchos años… Con el favor del Cielo… Si Dios nos echa su bendición… Quiera el Cielo guiarnos… Dios ponga un término a esta guerra, cuyos resultados no serán otros que agravar los males .. Dios le inspire acierto .. Dios lo mantenga en tan buenos propósitos… Dios lo deje llegar con bien… Dios le conserve la salud… Dios ponga tiempo en nuestras manos… Juro ante Dios y América… Dios haga, sea el iris de la unión y tranquilidad.. Quiera Dios que al recibo de esta comunicación… Dios conserve la armonía… ¡Gran Dios! Echad una mirada de misericordia sobre las Provincias Unidas… Dios ha escuchado mis votos…”, etc.: son todas expresiones cristianas, que se suman a las ya transcriptas ; y a las que podemos añadir las de las cartas siguientes :
A Miguel de la Barra le decía en 1842: “…gracias sean dadas a Dios, (pues) mi salud quebrantada ha podido soportar estas desgracias”.
Al cuidador de su chacra mendocina, le escribe el 2 de febrero de 1821, desde su cuartel general de Huaura, una carta que refleja elocuentemente la bondad de su cristiano corazón: “…Auxilie Vd. a los pobres con granos y herramientas… no se dé cuidado que, Dios mediante, en concluyendo la campaña (la chacra de) los Barriales tiene que ser el paraíso y el auxilio de todos los infelices; no hay que desmayar, que todo Dios lo tiene que componer… Dios mediante, muy en breve estaremos en Lima”.
En 1836, escribe al general Pedro Molina y le dice: “….como só1o Dios es el que dispone las cosas de esta vida… he reaccionado de los males que me habían llevado al borde del sepulcro”.
En 1822, afirmaba en su carta a Bolívar: “Dios, los hombres y la historia juzgarán mis actos públicos… esperemos serenos los designios de Dios…”
Y el 30 de setiembre de 1823, al contestar la carta de su íntimo amigo Vicente Chilavert, en la cual se advertía que por su situación más descansada, dispondría también de más tiempo para leer su correspondencia, le decía: “…el tiempo, sin embargo, no lo tengo muy sobrante ; pues él es dedicado a prepararme a bien morir… como un cristiano que por su edad y achaques ya no puede pecar, y a tributar al que dispone de la suerte de los guerreros y profundos políticos, las más humildes gracias por haberme separado de unos y de otros”
O’Higgins, en 1836 y 1837, escribía al ilustre proscripto:
“¡ Qué altos son los juicios del Eterno! ¡Qué admirables sus providencias…! No cesemos, mi querido compañero, de rendir millones de gracias a la Majestad Divina, protectora de la inocencia; porque si nos ha dado y nos manda tribulaciones, nos conserva la vida y salud .. evidentemente para que adoremos su providencia y agradezcamos la merced que nos ha concedido…”
A su secretario e íntimo amigo, general Tomás Guido, le comunica el 2 de agosto de 1818: “…para mediados de este mes pasaré la cordillera y espero en Dios que todo se hará felizmente, Diga Vd. al padre Bauzá apronte mi casa para breves días”. El 6 de febrero de 1830 le decía al terminar su carta : “Que Dios lo libre de vivir y morir en pecado mortal, son los votos de su viejo amigo. – José de San Martín”. Y el 3 de octubre de 1816: “Cuénteme lo que haya de Europa y dedique para su amigo media hora cada correo, que Dios y Nuestra Madre y Señora de Mercedes se lo recompensarán”.
“Esta sola expresión – dice Furlong – bastaría para declarar que no só1o era San Martín un hombre católico, sino también un católico piadoso” e hijo amante de la Reina de los Cielos.
10. El gobernante católico
El 8 de octubre de 1821 promulga en Lima el Estatuto Provisional “dado por el Protector de la Libertad del Perú”, como anticipo de la constitución definitiva. “Mi pensamiento ha sido – afirma – dejar puestas las bases sobre que deben edificar los que sean llamados al sublime destino de hacer felices a los pueblos… Luego iré a buscar en la vida privada mi última felicidad y consagraré el resto de mis días a contemplar la beneficencia del Gran Hacedor del Universo y renovar mis votos por la continuación de sus propicio influjo sobre la suerte de las generaciones venideras”. De los 43 artículos citamos el 1º y 3º: “La Religión Católica, Apostólica, Romana, es la Religión del Estado: el gobierno reconoce como uno de sus primeros deberes el mantenerla y conservarla por todos los medios que estén al alcance de la prudencia humana. Cualquiera que ataque en público o privadamente sus dogmas o principios será castigado con severidad… Nadie podrá ser funcionario público si no profesa la Religión del Estado”.
Y el juramento del Protector del Perú lo redactó así: “Juro a Dios y a la Patria y empeño mi honor, que cumpliré fielmente el Estatuto Provisional dado por mí para el mejor régimen etcétera”
Después de haber consultado al arzobispo, monseñor Bartolomé de Las Heras, y a los prelados peruanos para compulsar la voluntad general y haber levantado acta de la decisión unánime por la libertad, declaró solemnemente a la faz del mundo, el 28 de julio de 1821 : “El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad de los pueblos y por la justicia de su causa, que Dios defiende”. Al día siguiente se realiza la ceremonia en la catedral de Lima, con misa cantada y solemne tedéum en acción de gracias con la asistencia de San Martín y las altas autoridades civiles, eclesiásticas y militares.
Y como un cristiano homenaje a Santa Rosa de Lima, Patrona de la Independencia Argentina, el Fundador de la Libertad del Perú crea la Orden del Sol, colocándola bajo la especial protección de la virgen americana.
El 19 de enero de 1822, al delegar el mando, emana un decreto que establece en el artículo 4º: “El Supremo Delegado saldrá con la comitiva a la Iglesia Catedral, donde se cantará un tedéum…”
El 20 de setiembre de 1822, al recibir en el sagrado recinto de la Catedral, el juramento de los ministros y diputados : – “Juráis la Santa Religión Católica, Apostólica, Romana, como propia del Estado” -, añadió San Martín: “Si cumpliereis lo que habéis jurado, Dios os premie y si no, El y la Patria os demanden”.
Acto seguido, el deán entonó el tedéum de acción de gracia.; por la instalación del Primer Gobierno Patrio.
Y ante el congreso de Lima, el Protector del Perú, en la sesión de apertura, desciende del alto sitial de gobierno de los pueblos libres, pronunciando estas hermosas palabras: “Al deponer esta investidura, no hago sino cumplir con mi deber y con los votos de mi corazón… Pido al Ser Supremo el acierto, luces y tino, necesarios a los representantes del pueblo, para hacer su felicidad… Que el Cielo presida vuestros destinos y que éstos os colmen de felicidad y paz”.
11. San Martín cumple sus deberes de fiel cristiano
Dice Francisco Gómez, hermano del general Andrés y del coronel Leandro, héroe de Paysandú, que “San Martín era muy religioso. Lo vi varias veces en la (Iglesia) Matriz (de Montevideo en los meses de febrero, marzo y abril de 1829) ; sobre todo en las misas de los domingos, adonde concurríamos infaliblemente. En la capilla del Reducto – fundada por el general Rondeau, durante el sitio de Montevideo – asistió el General (San Martín) a una misa celebrada en esa capilla, en compañía del coronel Eugenio Garzón, quien tenía su cuartel a pocos pasos de la capilla”. Igualmente, durante esos meses, visitó la capilla de la Aguada, para cumplir con sus deberes religiosos.
12. Los funerales del Héroe
El testamento ológrafo de San Martín, escrito en 1844, bajo la impresión de una muerte inminente, es en realidad – como dice Furlong – una simple minuta del verdadero testamento que aún se desconoce; y lo inicia como reza el símbolo de la fe cristiana: “En el nombre de Dios Todopoderoso…”
Vicuña Mackenna refiere que “esa pieza de cincuenta y dos renglones, escrita en una cuartilla de papel, no es un testamento, es un simple boletín como el de Maipo, redactado sobre la almohada, como redactó aquél en el arzón de la silla (de su cabalgadura)”.
“En frases sencillas ordenó sus disposiciones – dice el doctor Villegas Basavilbaso – sin jactancia, humildemente, con fervor cristiano. Inició su testamento “En el nombre de Dios Todopoderoso, a quien reconozco como Hacedor del Universo”, porque creía en Dios, a quien invocó tantas veces en víspera de la gloria”.
La prohibición de los funerales obedece al espíritu sanmartiniano, en oposición a todo lo aparatoso, y nada más. Por eso deudos y amigos cumplieron fielmente con las disposiciones testamentarias ; ofreciendo, no obstante, misas y sufragios, que han sido, seguramente, del agrado del cristiano y austero militar.
“Fiel siempre a sus hábitos modestos – escribió Félix Frías – había manifestado su voluntad de que su entierro se hiciera sin pompa ni ostentación alguna y así se ha hecho”.
Por las cartas transcriptas, nos revela San Martín, que desde 1823, se venía preparando a bien morir; de modo que su deceso repentino, no fue imprevisto para él En el ostracismo tuvo a su lado, en Gran Bourg, al presbítero Bertin, y en Boulogne Sur Mer, el párroco monseñor Benoit Haffreingue, “prelado ilustrado y piadoso”, quien lo asistió espiritualmente en los últimos días de su vida “como un verdadero ministro del Evangelio”; y ofreció luego a su hija la cripta de la Catedral, para que reposaran los restos del Libertador.
Francisco Rosales, encargado de negocios de Chile, que cerró sus ojos “después del repentino ataque, que casi sin agonía puso fin a sus días”, comunicó al gobierno el deceso diciendo: “acabó sus días con la calma del justo”; y Félix Frías, testigo presencial, informa: “Un crucifijo estaba colocado sobre su pecho. Otro en una mesa, entre dos velas, que ardían al lado del lecho del muerto…
(Su hija y sus dos nietecitas rogaban por él)… Dos Hermanas de Caridad rezaban por el descanso del alma que abrigó aquel cadáver.. El carro fúnebre se detuvo en la iglesia de San Nicolás. Allí rezaron algunos sacerdotes las oraciones en favor del alma del difunto… Después de esa ceremonia el convoy fúnebre continuó hasta la Catedral”. Allí permanecieron los restos de San Martín hasta el 21 de noviembre de 1861, en que, celebrándose solemnes exequias, fueron trasladados a Brunoy. Más tarde, con toda la pompa de la liturgia católica, se celebraron funerales en la Catedral de El Havre, el 21 de abril de 1880, y en las catedrales de Montevideo y Buenos Aires, a fines de mayo; como ya se había realizado en 1850 y l851, en Chile, en Entre Ríos por orden de Urquiza, y en Perú por decreto del presidente Ramón Castilla.
13. Hijo sincero de la Iglesia Católica
“No existe ningún documento para probar que San Martín haya sido masón”. (Ricardo Rojas en “El Santo de la Espada”, Buenos Aires, 1942, p. 70).
“San Martín era un caballero en su proceder, en sus acciones y conducta, cuya bondad de corazón era tan manifiesta como sus grandes habilidades, y a quien era imposible conocer íntimamente sin amarle”. (General Miller en 1853).
“Fue un ejemplo sorprendente de consecuencia, lealtad, patriotismo, fidelidad, desinterés, austeridad y nobleza de alma, Se necesita estar cegado por la pasión de secta para pasar por alto todo el cúmulo de pruebas documentadas que acreditan el catolicismo del Libertador, y obstinarse en llamarlo masón, o católico despreocupado de la doctrina” (Armando Tonelli en “El General San Martín y la Masonería”, p. 138).
“Es sobre todo venerable a mis ojos porque a sus hechos heroicos mereció asociar el título de grande hombre de bien” (Felix Frías),
“Murió sin quejas cobardes en los labios y sin odios amargos en el corazón”. (Mitre).
“Treinta años de calumnias innobles no alcanzaron a hacer subir su palabra de defensa desde su corazón hasta sus labios. La ingratitud no le arrancó una queja”. (Avellaneda).
“(Los peruanos) declaramos ante el universo que San Martín es el más grande de los héroes, el más virtuoso de los hombres públicos, el más desinteresado patriota, el más humilde en su grandeza ; que San Martín a nadie injurió; que sufrió con cristiana resignación los más inmerecidos ataques; aunque retirado en su humilde vida privada, de su boca no salieron revelaciones que hubieran mancillado la honra ajena; de su pluma no se deslizó el corrosivo veneno de la difamación..” (Paz Soldán, 1868).
“Al privarnos la Divina Providencia de un padre tierno y virtuoso, parece que hubiese querido suavizar su dolor, haciendo que sus últimos momentos fueran sin sufrimiento alguno visible y con la serenidad que inspira una conciencia sin tacha”. (Balcarce, 14 de setiembre de 1850, al general Ramón Castilla, presidente del Perú).
“Esta casa estaba santificada a nuestros ojos”, dirá el doctor Gerardi, dueño de la casa en que murió San Martín.
“San Martín fue profundamente cristiano”. (Enrique Tovar en “La Crónica” de Lima).
“…Comandante en Jefe del Ejército de los Andes, rezaba al toque de oración de cada día, y semanalmente escuchaba misa y rezaba el rosario”. (Coronel Bartolomé Descalzo, presidente del Instituto Sanmartiniano).
“Creía en Dios, en la Santísima Virgen, en la ilicitud de la blasfemia, en el Pontificado Romano, en los Sacramentos, y quiso morir como buen cristiano. Era un hijo sincero de la Iglesia Católica. Nadie podrá presentar documentos donde se pruebe lo contrario”. (Trenti Rocamora).
“Era un católico no sólo práctico, sino además ferviente y apostólico”. (Guillermo Furlong, miembro de la Academia Nacional de la Historia).
“Los audaces y atrevidos que han puesto en duda la cristiana devoción de San Martín desconocen su grandeza. Este no fue un hombre capaz de fingir nada. Como lo dijo lo practicó: “O serás lo que has de ser, o no serás nada”. Porque fue lo que debía ser, fue grande entre los grandes”. (Cardenal Caggiano, primado de la Argentina, arzobispo de Buenos Aires y vicario castrense).
Y cumpliendo la vieja sentencia castellana del escudo de armas de la familia San Martín: “Velar se debe la vida de tal suerte, que viva quede en la muerte”… viven en la inmortalidad [2] .
NOTAS:
[1] Barcia Trelles, Augusto. San Martín en Europa, cap. II, pp. 7 y 72. Zúñiga, Antonio R. La logia Lautaro y la independencia argentina, p. 174, Bs. As. 1922. Genta, Jordán B. La masonería en la Argentina, pp. 8 a 14, Bs.As., año 1949. Furlong Guillermo. El general don José de San Martín:¿masón, católico, deísta?, pp. 72 a 84. Revistas: Símbolo, de octubre de 1950, y Verbum, de agosto de 1947.
[2] Abad, Plácido. El general San Martín en Montevideo. Bazán.- Nociones de Historia Eclesiástica Argentina. Barros Arana, D. – Historia General de la Independencia de Chile. Bueis de Los, A.- Los agustinos en la Argentina. Carbia, Rómulo. – San Martín y la Iglesia. Cartas del Libertador Carranza, A. – San Martín: Su correspondencia. Delfino, H. – La religión de San Martín. Espejo, Jerónimo. – El paso de los Andes. Furlong. – El general don José de San Martín, ¿masón, católico, deísta? y La religiosidad del General José de San Martín. 1920. (Rev. El mensajero del S. Cor. de, Jesús). Gelly y Obes, C. – El libertador general José de San Martín, cristiano por linaje, educación y convicción. Grenon, P. – San Martín y Córdoba. Hudson, Damián.- Recuerdos históricos de Cuyo. Paz, Soldán.- Historia del Perú independiente. Piaggio, Agustín. – La fe de nuestros padres. Ruíz Santana. – Los capellanes castrenses en el ejército argentino. Saldaña Retamar, Reginaldo. – Los dominicos en la independencia argentina. Tonelli, Armando. – San Martín y la Masonería. 1943. – Religiosidad del L.ibertador. Trenti Rocamora.- La creencia religiosa del general don José de San Martín. – Las convicciones religiosas de los próceres argentinos. Varela, L.- Breve historia de la Virgen de Luján. Verdaguer, J. Aníbal. – Historia eclesiástica de Cuyo.
Tomado del libro de Anibal A. Rottjer, La Masonería en la Argentina y en el mundo, Ed. Nuevo Orden, Buenos Aires 1973 (4ª Edición), pp. 397-417.
No hay comentarios:
Publicar un comentario