Por Javier Ruffino
EL SIGLO XVIII
En el siglo XVIII
grandes transformaciones se producen en el mundo hispánico. La rama española de
la antigua familia de los Austrias se extingue, siendo reemplazada por los
Borbones, familia de origen francés. Éstos traen nuevas inquietudes a la
Península, y se rodean de intelectuales acordes con dichas inquietudes. A
partir del 1700 la Modernidad comienza a “infiltrarse” en el mundo hispánico,
generándose en el seno de la sociedad una división que se hará cada vez mayor
entre aquellos que se mantendrán fieles a los valores tradicionales y patrios
–en los siglos XVIII y XIX, la mayor parte de la población-, y quienes pretenderán
una “modernización” y “europeización” de España. Estos últimos se preocuparán
sobre todo por los problemas de tipo económico que presentaba la España de ese
entonces, procurando generar reformas –políticas, sociales, educativas-, que
permitan un desarrollo de la agricultura, el comercio y la navegación: “Al imperialismo religioso de los Austrias
sucedió entonces una monarquía preocupada fundamentalmente por desarrollar su
marina, su comercio y sus industrias” (Zorraquín Becú, Ricardo. La
organización política argentina durante el período hispánico, 227). Esto irá
acompañado por una pérdida del fervor religioso en América. En realidad lo que
estaba en juego no era una simple preocupación por los problemas fiscales del
Estado Español y por la falta de desarrollo económico, sino una actitud
metafísica ante la realidad.
La nueva familia real
se propuso centralizar su poder, eliminando viejos “privilegios” y “fueros” que
las ciudades, algunos reinos de la Corona (como el de Aragón), la nobleza y las
Órdenes religiosas tenían. La nueva concepción política convertía al Gobierno
en instancia suprema. Más allá de la búsqueda de la Justicia o del Bien Común
se consideraba que por el mero hecho de existir, y de imponer Orden, un
gobierno debía ser aceptado. Por otra parte, este deber de los súbditos hacia
la Corona pasaba a ser considerado como casi religioso. Se hablaba, en los documentos
de la época, de la “dominación suave y dulce” que ejercían los monarcas.
Además, los intelectuales del momento pensaban que el fin de los Gobiernos era
promover el desarrollo material, agilizar el comercio, promover la navegación,
crear puentes, caminos, incentivar las ciencias, etc. Para desarrollar la
economía era necesario favorecer a los sectores de la sociedad ligados al comercio
y las finanzas (burguesía). La misión humanística y justiciera del Poder era
dejada de lado. El gran objetivo de los nuevos monarcas, y de sus ministros, fue
integrar a España en el capitalismo en el que ya estaban insertas otras naciones
de Europa.
Esta política, que
abandonaba los fines religiosos del Estado, y lo convertía en instancia
suprema, aún sobre la misma Iglesia, fue acompañada por sectores religiosos fuertemente
influenciados por una corriente que existía dentro del catolicismo, y que tenía
grandes influjos del Protestantismo, que se denominaba Jansenismo. Éste se
caracterizó por imponer una moral muy estricta por un lado, acusando a los
jesuitas de “laxos” –por defender una doctrina teológica denominada
probabilismo, que aceptaba la doctrina
tradicional de resistencia a los gobiernos tiránicos-; y por apoyar a Gobiernos
que inspirados en posturas ilustradas y regalistas fueron secularizando la vida
social, apartando de los intereses políticos las preocupaciones religiosas,
orientando a sus pueblos hacia intereses puramente materiales. Detrás de estas políticas se encontraban ministros
que pertenecían a sectas francmasónicas.
Cerramos con dos citas
que ilustran los cambios producidos:
“España es una encina medio sofocada por la hiedra. La hiedra es tan
frondosa, y se ve la encina tan arrugada y encogida, que a ratos parece que el
ser de España está en la trepadora, y no en el árbol (…) la revolución en
España, allá en los comienzos del siglo XVIII, ha de buscarse únicamente en
nuestra admiración del extranjero. No brotó de nuestro ser, sino de nuestro no
ser”. (RAMIRO DE MAEZTU. Defensa de la Hispanidad)
“Entonces, desde el comienzo del siglo XVIII, la unidad espiritual de
los españoles, que en los dos anteriores siglos se manifestaba al exterior
firme, perfecta, con débiles escisiones tan sólo en puntos accidentales, deja
ahora ver sus quiebras profundas, poniendo en pugna dos ideologías
frecuentemente exaltadas al extremo. Los puntos de divergencia son muy variados
según los tiempos, pero en el fondo se lucha siempre por motivos religiosos”.
(RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL. Los españoles en la historia)
Tomado de: https://historiatradicion.blogspot.com/2020/11/los-borbones-y-la-modernidad.html
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