Por: Dr. Rafael Breide Obeid
…Llegamos así al continente americano. América como unidad no
existía. Antes de Colon era una realidad fragmentada, una Babel lingüística de
culturas más o menos avanzadas entre el paleolítico y el neolítico. San Francisco
Solano, solamente en el actual territorio de Santiago del Estero, encontró 17
lenguas distintas, sin contar los dialectos.
Ahora bien, ¿Qué ocurre cuando dos culturas de distinto
avance relativo se encuentran?
Del lado de la cultura relativamente más débil, la
encontrada, hay dos posiciones: la celota, que se encierra en sí misma y va al
enfrentamiento imposible con el invasor, por lo menos superior en fuerza; y la posición
herodiana de dejarse absorber por el sistema invasor y obtener ventajas
personales y de poder “cipayo” a cambio de vender el alma de su propia nación.
Del lado de la potencia más fuerte, o incorpora a la cultura más
débil a su civilización (en cuyo caso la acusamos de genocidio cultural) o la
mantiene al margen en una especie de reservación, entonces la acusamos de apartheid y de negarle el acceso a la civilización
del superior.
Una cultura puede estar fundada en el mito, en la razón, o en
el misterio.
El mito es prerracional y transmite una sabiduría primordial;
pero envasada en la superstición y la idolatría. Tal el caso de la Grecia presocrática
y la mayoría de las tribus paganas.
Ejemplo de la civilización fundada en la razón es la civilización
moderna. Y la cultura cristiana se funda en la Razón y la Fe, y tiene como
centro el Misterio.
La política lingüística de los Reyes Católicos fue compleja,
procuró desarrollar las culturas nativas y luego incorporarlas al mundo. Para hacer
lo primero le dio alfabeto fonético a las lenguas nativas.
Con el proceso de alfabetización en la lengua nativa se
produce un esfuerzo de abstracción que libera la mente del mito y la introduce
en la razón. Demos como ejemplo: el Concilio de Lima de 1583, que ordenó que se
instruyera a los indios en su lengua nativa.
Los misioneros hicieron innumerables gramáticas y
diccionarios para poder enseñar a los indios en su lengua nativa. Lo ocurrido
con el guaraní es un caso paradigmático. Esta lengua tenía antes de la evangelización
lo que se llama técnicamente un módulo de tres, es decir, tenía palabras,
frases y oraciones.
Los jesuitas la desarrollaron internamente agregándole la posibilidad
de tener sub-oraciones, esto es, pasar a un módulo de cuatro. Además le
confesionaron una gramática muchas décadas antes de que apareciera la primera gramática
inglesa.
Pero además de esta política lingüística que, desarrollando
su propia lengua los sacaba del mito y los hacia entrar en la razón y por tanto
ser capaces de historia, los indios podían aprender el español para entrar en
el Misterio y comunicarse con el resto de la humanidad con la “lengua para unir
muchas lenguas”.
Así podían enseñarle a los indios onas, que sabían contar
hasta dos, el misterio de la Trinidad. Pero, por otro lado, la misma lengua
española recibía sustanciales aportes de las lenguas americanas, como nombres
de lugares, de personas y de productos nuevos como el chocolate, tabaco, maíz,
etc.
Carlos V, en la carta que escribió en 1550 al virrey de Nueva
España, le recomienda que enseñe a los indios nuestra lengua castellana. (1)
Cuando se declaró la independencia de la Argentina en el
Congreso de Tucumán de 1816, se imprimió el Acta de la Independencia de este
modo: 20.000 ejemplares en castellano, 60.000 en quechua, y 40.000 en guaraní.
No obstante, esta sabia política hispánica, que desarrollaba
la cultura nativa y la conectaba con el mundo, tuvo una fractura definitiva bajo
los Borbones, que por real cedula del año 1770 ordena la extinción de los
diferentes idiomas y que solo se hable el español.
1) Vicente Perez Saez. Política lingüística
en el periodo hispánico. En revista Gladius N° 14. Bs As 1989, pp 141-145.
* Breide Obeid, Rafael. Política y
sentido de la historia. Editorial Gladius. Bs As 2020, pp 138-140.
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