1 DE MAYO DE 1851, 1865 Y 1933
Afrenta y Sometimiento
Un 1 de mayo de 1851, 1865 y 1933, se firmaron unos de los mas humillantes y escandalosos Tratados: El Pronunciamiento de Urquiza (1 de mayo de 1851); el Tratado de la Triple Alianza (1 de mayo de 1865); y el Tratado Roca-Runciman (1 de mayo de 1933).
Afrenta y Sometimiento
Un 1 de mayo de 1851, 1865 y 1933, se firmaron unos de los mas humillantes y escandalosos Tratados: El Pronunciamiento de Urquiza (1 de mayo de 1851); el Tratado de la Triple Alianza (1 de mayo de 1865); y el Tratado Roca-Runciman (1 de mayo de 1933).
Pudo haber sido mera casualidad la elección de esa misma fecha, pero que los identifica, en medios y en fines, con un solo objetivo: establecer y consolidar la influencia financiera y política de los intereses anglo-brasileños en los dos primeros casos y asegurar los privilegios británicos en el último.
Una íntima vinculación existe entre el Pronunciamiento de Urquiza y el Tratado de la Triple Alianza, pues, como se ha señalado, persiguieron el mismo objetivo y sus actores son los mismos, además de mediar cercanía cronológica.
Detrás de la expansión del Imperio del Brasil encontramos a Ireneo Evangelista de Souza, Barón de Mauá, titular de la casa “Carruthers y Cía.”, que era propiedad del comerciante inglés Richard Carruthers, la misma que a su vez estaba ligada a Rothschild (la misma banca que financió la Revolución Rusa de 1917), posteriormente se fundaría el Banco Mauá con agencias en todo el Imperio y filiales en Nueva York, Londres, Manchester, Montevideo, Rosario y Buenos Aires.
No es posible entender la raíz de esta cuestión si se desconoce la actuación y la decisiva gravitación de este personaje, ya que en sus bolsillos se halla la causa de la hegemonía del Imperio del Brasil en la cuenca del Plata (Argentina, Uruguay y Paraguay), desde Caseros a Cerro Corá, desde 1852 hasta 1870; de más está decir que dicha hegemonía implicó simétricamente la ruina de Argentina, Uruguay y Paraguay, y cuyas consecuencias se pueden apreciar hasta el día de hoy.
Fue Ireneo de Souza el que contribuyó con el dinero que Pedro II (emperador del Brasil) pagó al General Justo José de Urquiza para que surja en él la “preocupación” y desvelo por una constitución escrita. Su “pronunciamiento” del 1 de mayo de 1851 incluyó la firma de un Tratado entre las provincias de Entre Ríos, Corrientes, Uruguay y Brasil, con el solo objetivo de derrocar al Restaurador General Don Juan Manuel de Rosas y estatizando la deuda que por dicho tratado de asumía, lo que desembocaría en la batalla de Caseros (3 de febrero de 1852) combatiendo el “Ejército Grande” de Urquiza (con tropas brasileras, uruguayas y 3.000 mercenarios europeos) contra el Ejército Argentino integrado por valientes y patriotas.
Brasil veía en la Confederación Argentina gobernada por el Restaurador Gral. Don Juan Manuel de Rosas su mas peligroso rival en la política sudamericana; en realidad los verdaderos actores que querían destruir a esa Digna y Próspera Argentina era Gran Bretaña ( ENEMIGO eterno de la Nación Argentina), que como no pudo prevalecer por la armas en el Combate de Vuelta de Obligado (20 de noviembre de 1845, cuando invadió nuestros ríos interiores junto con Francia aplicándonos simultáneamente un feroz bloqueo), lo hizo luego, a través de sus esbirros financieros (Rothschild), y utilizando al Imperio del Brasil como vehículo de sus intereses.
Una vez reducida la Confederación Argentina a un reducto de anarquía, el Imperio y su banquero ocupan de nuevo a sus mas fieles servidores, Justo José de Urquiza y a Bartolomé Mitre, asno inglés consagrado. Esta vez el enemigo era el Paraguay del Mariscal Francisco Solano López, que gobernaba a la única Patria independiente y pujante de estas latitudes. En efecto intervienen nuevamente el oro inglés, pero acuñado en portugués, para que Urquiza haga sus negocios y Mitre aliste a su Ejército con “voluntarios” traídos con cadenas desde el interior; en ese contexto se producen los levantamientos de las montoneras, conducidas por el Chacho Peñaloza y Felipe Varela, éste último protagonizaría la última batalla (Pozo de Vargas, 10 de abril de 1867) de su cruzada americanista y federal.
El Tratado Roca-Runciman, encierra exactamente la misma lógica: menoscabo de la Soberanía Nacional; gobernantes totalmente entregados y vendidos al dinero inglés; concesiones fabulosas al extranjero y pésimos negocios para la Argentina; todo eso a cambio de vanas y vacuas palabritas.
Este Tratado fue suscripto el 1 de mayo de 1933, por el entonces vice-presidente de la República, Julio A. Roca (h) y Walter Runciman; en virtud del mismo, la República Argentina se aseguró la compra por parte de gran Bretaña de una cuota de carne, a cambio de: el desbloqueo de las libras esterlinas pertenecientes a empresas inglesas en la Argentina; importación libre de derechos del carbón; someter cualquier divergencia sobre el tratado a la Corte Permanente de Justicia Internacional; y, a través del Convenio Suplementario de la convención firmada el mismo año, la disminución de los derechos aduaneros sobre 235 artículos ingleses (una suerte de libre comercio encubierto).
El diario de Mitre, La Nación, halagaba el Tratado Roca-Runciman, vaticinando que “en él podrían inspirarse los tratado venideros”, de hecho, así fue, pues es la misma estructura jurídica que poseen los “Tratados de Promoción y Protección de Inversiones”: libre remesa de divisas; monopolio inglés en la economía argentina (Barrick, British Petroleum, etc); sometimiento jurisdiccional a un tribunal extranjero (CIADI).
Ilustra el particular, algunas opiniones de la época sobre el Tratado: el “Dialy Express” de Londres sostuvo que el tratado "entrega el status de dominio a una república de Sudamérica"; el senador Lisandro de la Torre por su parte afirmó: “La misión abocada a un imposible, por pura imprudencia de la Cancillería, después de haber aceptado todo lo que pedía Inglaterra, aceptó que nada se diera a la Argentina. He aquí por qué el convenio constituye un fracaso total: fracaso diplomático y fracaso comercial”; y el senador demócrata nacional por Tucumán José Nicolás Matienzo, advirtió: "tratar con una nación poderosa es siempre salir vencido".
Hemos podido apreciar en los casos analizados (enumeración ejemplificativa) como actuó el Imperialismo Internacional del Dinero mediatizando a los Estados, utilizando uno contra el otro en nombre de consignas varias, desangrándolos en encarnecidas guerras, que muchas veces nunca finalizan, para luego apoderarse de sus escombros y ruinas.
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