miércoles, 13 de febrero de 2013

LA CRUZ, LA ESPADA Y EL IMPERIO



Nuestra Patria fue construida por el esfuerzo de los bravos capitanes españoles que fundaron las ciudades en torno a las cuales luego fueron surgiendo nuestras provincias. Junto al esfuerzo de aquellos intrépidos varones se debe destacar la acción misionera de los frailes de las distintas Órdenes que llegaban a estas tierras. Y ambos, capitanes y frailes, estaban al servicio del Rey del Cielo –Cristo, Nuestro Señor-, y del Rey de la Tierra, procurando la extensión del Imperio Cristiano –“el barro y el hierro”, al decir de Rubén Calderón Bouchet-. 

     Cuando, en tiempos de los Borbones, la Corona española abandonó el ideal imperial y evangelizador, y fue presa de los poderes mundano desatados por la Revolución, aquí en estas tierras nuevamente fueron los grandes capitanes quienes lucharon por construir una Patria independiente fiel  al espíritu fundacional: la obra de Belgrano y San Martín son una muestra de ello. Y junto a los grandes generales iban los frailes que daban asistencia espiritual a la tropa, y le infundían el espíritu de devoción mariana inculcado por los ilustres Jefes. Nuevamente la Cruz y la Espada procuraban establecer el señorío –el “Imperio”- sobre estas tierras.


     Pero los sectores iluministas, continuadores del Despotismo Ilustrado de los Borbones, procuraron por medio del “Unitarismo”, infundir en estas tierras el espíritu de la “Revolución” y del “Capital”; las nuevas corrientes filosóficas, políticas, económicas, culturales, nacidas en la Francia de la Revolución y en la Inglaterra protestante fueron sus modelos. Con eso se abandonaba también el ideal del “Imperio”, y se procuraba crear una “Patria chica”, adaptada al “espíritu de la Modernidad”.


     Frente a esta situación se levantaron los caudillos, bravos capitanes, herederos del espíritu de los Capitanes de la Fundación, quienes defendieron el ideal de la Patria Grande, y la herencia de Fe de los primeros misioneros. Allí estaba don Facundo Quiroga levantando en La Rioja su bandera que rezaba “Religión o Muerte”, frente al reformismo rivadaviano. El gran heredero de esta tradición fue Juan Manuel de Rosas, quien supo devolver el Orden a la nueva Patria Independiente, mantener bien alto el ideal “imperial” –defendiendo la herencia virreinal y plantándose frente a los poderosos de ese momento-, y sosteniendo la Religión frente a los logistas y liberales. Nuevamente se daban la mano la Cruz, la Espada y el Imperio.


                                                                                  Prof. Javier Ruffino

No hay comentarios:

Publicar un comentario