¡Qué distinto resulta mirar a nuestra
Patria desde esta perspectiva: a partir de los Santos, de los Héroes, de sus
esencias fundacionales; y aquella a la que nos tiene acostumbrados la cultura
oficial con sus voceros y sus medios!
Volvamos entonces la mirada a otros
tiempos y admiremos la estampa de un noble caballero: Santiago de Liniers y
Bremond. Ezequiel Ortega lo definió como un hombre del Antiguo Régimen[1],
con todo lo de honorable y digno que dicha expresión encierra.
En efecto, don Santiago
no fue un hombre preocupado por proclamar derechos
y reclamar libertades e igualdades. Por el contrario, su
educación se fundó en el Honor, el cumplimiento
del Deber, el Servicio y la Fidelidad a Dios, al Rey y a su Patria adoptiva.
Perteneciente a la
nobleza de provincia francesa, recibió una educación caballeresca[2].
Ingresado en la Orden
de Malta en 1765, terminó dedicado a la náutica. Pasó al Servicio de Su
Majestad Católica, el Rey de España, ya que en ese momento las Casas reales de
Francia y de España se hallaban unidas por los llamados “Pactos de Familia”.
Mantuvo su fidelidad al Rey al que eligió
servir hasta el final de su vida. Este
servicio lo llevó a embarcarse en 1776 en la flota de don Pedro de Cevallos,
primer Virrey del Río de la
Plata. Vuelto a España, se estableció definitivamente en el
Río de la Plata
en el año 1789, convirtiéndose estos Reinos en su Patria definitiva. Aquí fue
donde prestó sus más destacados
servicios.
Habiendo enviudado se ligó a una familia
tradicional de Buenos Aires a través del Matrimonio con María Martina de
Sarratea, de quien también enviudaría poco después. Fue padre de una prole
numerosa. Gobernador de las antiguas Misiones entre 1803 y 1804, como Capitán de Navío aprendió a conocer los
secretos del Río de la
Plata. En 1806 el Virrey Sobremonte lo destinó al puerto de la Ensenada de Barragán,
para fortificar la zona ante un eventual ataque. Éste se produjo a los pocos
días. Los ingleses desembarcaron por Quilmes, y a los pocos días el pabellón
británico flameaba en el fuerte de Buenos Aires. Este hecho le brindó la ocasión para demostrar su lealtad y su
fidelidad.
Cuenta el Padre
Cayetano Bruno que encontrándose Buenos Aires invadida por los ingleses “había decaído lastimosamente el culto
religioso en el histórico templo (de Santo Domingo) por la prohibición de
exponer el Santísimo durante las funciones de la Cofradía y efectuar por
las calles la procesión acostumbrada con el Señor Sacramentado”. Fue
entonces que el bravo caballero “se
acongojó al ver que la función de aquel día no se hacía con la solemnidad que
se acostumbraba. Entonces, conmovido de su celo pasó de la iglesia a la celda
prioral, y encontrándose en ella con el Reverendo Padre Maestro y Prior fray
Gregorio Torres, y el Mayordomo primero, les aseguró que había hecho voto
solemne a Nuestra Señora del Rosario (ofreciéndole las banderas que tomase a
los enemigos) de ir a Montevideo a tratar con el Señor Gobernador sobre
reconquistar esta Ciudad, firmemente persuadido de que lo lograría bajo tan
alta protección”[3].
Siendo superado
el trance de las Invasiones, Liniers fue designado Virrey en forma interina. Le
tocó ocupar este cargo en un momento muy conflictivo, por lo que su autoridad
fue cuestionada por diversos sectores, y algunas de sus actitudes despertaron
recelos. Incluso, se suele recordar de este período algún desliz moral que no
se corresponde con la conducta que caracterizó al resto de su vida.
Pasado el trance,
y siendo reemplazado por el nuevo Virrey, Cisneros, designado por la Junta Central de
Sevilla, Liniers se retiró a las sierras cordobesas para poder disfrutar de una
vida serena y sosegada.
Desencadenados los hechos de Mayo de 1810,
no supo ver que una “nueva fidelidad”: el servicio a la Patria naciente, venía a
reemplazar a la vieja fidelidad a un Rey que ya no reinaba[4].
Y se opuso a un Movimiento que consideró revolucionario[5].
Encabezó la resistencia contrarrevolucionaria en Córdoba, que fue fácilmente
contenida, y los cabecillas capturados y condenados. En estas circunstancias, y ante la presión de su
padre político que no entiende su conducta, le escribe: “(…) mi amado padre
(...) en cuanto a mi individuo; ¿cómo siendo yo un general, un oficial quien en
sus treinta y seis años he acreditado mi fidelidad y amor al soberano, quisiera
Usted que en el último tercio de mi vida me cubriese de ignominia quedando
indiferente en una causa que es la de mi Rey; que por esa infidencia dejase a
mis hijos un nombre, hasta el presente intachable con la nota de traidor? ¡Ah
mi padre! Yo que conozco también la honradez de sus principios, no puedo creer
que Usted piense, ni me aconseje motu proprio, semejante proceder (...) (...) Por último
Señor, el que nutre a las aves, a los reptiles, a las fieras y los insectos
proveerá a la subsistencia de mis hijos, los que podrán presentarse en todas
partes sin avergonzarse de deber la vida a un padre que fue capaz por ningún
título de quebrantar los sagrados vínculos del honor, de la lealtad, y del
patriotismo, y que si no les deja caudal, les deja a lo menos un buen nombre y
buenos ejemplos que imitar (...)”
El Padre Cayetano Bruno nos describe sus
últimos momentos: “(luego de conocer la
sentencia de muerte) Liniers ya no pensó sino en su alma. (…) (un documento
anónimo atestigua que) ‘pidió al Sr. Obispo (Orellana) le sacase de su bolsillo
el rosario y paseándose lo rezó y continuó preparándose para la confesión,
todo con tal nobleza y entereza que…, en
aquel estado de ignominia y con los brazos atados, parecía más glorioso que en
sus victorias de la
Reconquista …Este Señor y el coronel Allende hicieron su
confesión con el Sr. Obispo (…)
Liniers rechazó la
venda. Luego ‘en voz perceptible (…) imploró el auxilio de María Santísima
–bajo el título del Rosario de quien fue siempre muy devoto-, e hincado de
rodillas’ dio la señal a los soldados”[6].
Más adelante, el mismo autor nos describe
una experiencia muy particular que tuvo una monja del convento de las Teresas, de Córdoba: sor Lucía del Ssmo.
Sacramento. Ésta por orden de su confesor escribió su autobiografía con el
título Amores de Dios con el alma. En
dicha obra, entre otras experiencias místicas, cuenta que vio las almas de los
ejecutados “en la Gloria. Dícele
‘Nuestro Señor de cada una en particular con lo que se habían hecho dignos y
merecedores de tal corona’. Conversa con ellas familiarmente. Le encargan
comunicar a sus allegados ‘no tuviesen pena, que era tan grande y tal sus
felicidades que no se puede explicar …; bendecían y alababan al Dios de las
Misericordias que había usado de tanta liberalidad para con ellos, bendecían
sus suertes y entonaban cánticos de gracias al Omnipotente…’ (…)
Sor Lucía frisaba
a la sazón en los 39 años de edad. Murió el 4 de mayo de 1824, ‘después de
llevar una vida admirable en virtudes y favores del Señor’.”[7]
Prof. Javier Ruffino
[1]Ortega, Ezequiel. Santiago de
Liniers. Un hombre del Antiguo Régimen.
[2] “Santiago de Liniers fue el
producto natural y lógico de su formación familiar y de su medio. De sus cuatro
hermanos varones, tres fueron hombres de armas y uno religioso; de las cuatro
hermanas, dos siguieron la vida del claustro”. (Lozier Almazán, B. Liniers
y su tiempo)
[3] Bruno, Cayetano. La Virgen Generala.
[4] Por
otra parte, los Borbones se habían hecho indignos de toda obediencia. América,
en efecto, necesitaba continuar su historia al margen
de una Metrópoli que había abdicado, hacía tiempo, de los principios que habían
impulsado su acción evangelizadora y civilizadora en siglos anteriores. “Puede decirse (…) que para los Austrias
estos países eran provincias del vasto Imperio, poblado por vasallos fieles e
iguales en sus derechos a los de la península: idea que impregna toda su
legislación de Indias. Para los Borbones no es así. Carentes del sentido
imperial de sus antecesores, empiezan a mirar dichos territorios como colonias
proveedoras de recursos y objeto de combinaciones diplomáticas” (Palacio,
Ernesto, Historia de la Argentina ); “Al
Imperialismo religioso de los Austrias sucedió entonces una Monarquía
preocupada fundamentalmente por desarrollar su marina, su comercio y sus
industrias…” (Ricardo Zorraquín Becú, La
organización política argentina durante el período hispánico). La
consecuencia de estos cambios fue la infiltración de la Corte por ministros masones,
la aplicación de reformas conforme a los principios del Despotismo Ilustrado, y la expulsión de los jesuitas. El final de
la tragedia del otrora gran Imperio Español se representó en Bayona, cuando los
Borbones hicieron entrega de sus Reinos al Tirano de Europa, Napoleón
Bonaparte.
[5] En algunas de las mentes de sus protagonistas, por cierto que lo
era. Pero el Movimiento de Mayo tenía su justificación, y entroncaban sus
fundamentos, en la auténtica tradición jurídica española.
[6] Bruno, Cayetano. Ídem.
[7] Bruno, Cayetano. Ídem.
A las puertas de Nueva Arcadia
ResponderEliminarCessas vota precesque,
Tros, ait, Aeneas? Cessas?
¿Por qué apareces, oh Verdad, y me acusas
hermosa, horrenda, implacable obstinada,
con tu dedo, por qué sobre mí
descargas tanto peso en mi conciencia,
por qué me arrastras y me internas
por las grutas de Cronos
para hacerme desolador testigo
de epopeya, que es maldición evocar,
de crimen y traición,
de que es mejor no escuchar,
de que es mejor no saber?
¿Por qué desgarras de emoción mi alma
desencubriendo para mis ojos,
la más grandiosa hazaña épica de toda América,
la Reconquista total de Buenos Aires,
la bravura sobrenatural de las milicias
al mando del glorioso y divino Virrey,
único y genuino Libertador de la Argentina y Padre de la Patria,
sepultada su memoria por diabólicos villanos,
olvidada su memoria por imperdonables idiotas?
¿Por qué a mí, oh Verdad, te me presentas en solitaria noche,
te me desnudas y me muestras tu al espíritu excitante belleza,
para estremecerme la sangre de pavor,
para dejarme clavada tu aguja en mi consciencia,
para robarme con perturbación el sueño,
para echar sobre mi alma testigo el peso,
inllevable, de la oculta conjura de viles, de inicuos,
traidores criminales, reconocidos
por todos y por todos como próceres?
Ya déjame dormir, oh Verdad, ¡vade retro, aléjate!
e infecta con tu sacrosanta peste el alma de otro.
Si por padre de la patria reconocemos a quien inició la patria, no hay ninguna duda que Liniers merece ese nombre porque el salvó el territorio de lo que despues fueron Argentina, Uruguay Paraguay y seguramente Chile y el Alto Perú con dos epopeyas porteñas, la Reconquista y Defensa de Buenos Aires., así lo vivieron Buenos Aires y Montevideo, pero también Paraguay que preparó una expedición Militar al mando de los comandantes Yegros y Cabañas, futuros próceres de la independencia paraguaya y vencedores de Belgrano durante las primeras campañas militares de la revolución de Mayo. Asi lo vivió Potosí, actual Bolivia que mandó una copa de plata como agradecimiento por habernos salvado del invasor extranjero. Objeto que aun hoy se puede admirar en el Cabildo de Buenos Aires, asi lo vivió Chile, destinatario de otra invasión británica si hubiera triunfado la de Buenos Aires, que incluso mandó doscientos voluntarios para engrosar las filas de Liniers que por una cuestión de distancia llegaron con Manuel Dorrego a la sasón estudiante de derecho en Chile y oficial subalterno de ese contingente, tarde ya que los Ingleses ya se habían rendido por segunda vez en Buenos Aires. También lo supieron las provincia del interior del Virreinato que concurrieron con hombres armas y municiones a la defensa de Buenos Aires o a la custodia de los prisioneros británicos de la primera invasión inglesa repartidos en todos lados, vinieron milicianos de San Luis de la Punta, de Mendoza de San Juan de Salta destacándose el jóveb Alferez Martín Miguel de Guemes, de Corrientes con tercio propio los Cazadores Correntinos y hasta los Blandengues que custodiaban las fronteras en ámbas márgenes del Plata y los indios pampas que se ofrecieron para combatir a los walichos como designaban en su lengua a los ingleses. Vinieron todos y formaron el Tercio de Arribeños junto a los porteños y sus tercios de Patricios, Gallegos, Asturianos, Montañeces, Migueletes y los esclavos y gente del pueblo, indios pardos y morenos. A todos convocó Liniers y a todos lideró en el combate. En ese momento no se jugaba la Corona de España ni la independencia, se jugaba la lengua la religión las costumbres y tradiciones y todos los elementos que estaban conformando un ser nacional argentino y rio platense, se jugaba nada menos ser o no ser argentinos, aunque también, se fundaba la autonomía porque Liniers fundó un ejército propio que despues de Mayo sería patrio, fue elegido por un Cabildo americano y una junta de Guerra Virrey y Capitán General, trató el directamente con poderes extranjeros y Generales Británicos y gobernó como pudo el basto Virreinato. Linier no nos dio patria pero preparó su nacimiento y paradójicamente murió al parirse la Patria muerto por los hijos que preparó a la victoria, Merece o no ser considerado también un padre de la patria y dejarse sobre él de considerarlo un traidor.
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