Uno de los tópicos de la “crítica democrática” es asociar al
nacionalismo con la oligarquía conservadora, a Uriburu con Justo. Desde sus
inicios el nacionalismo fue crítico del conservadursimo liberal. Se impone,
pues, un breve análisis al respecto. Tomaremos en nuestro análisis cinco ejes:
el ideario político, social, económico, historiográfico y religioso. E iremos comparando qué planteaban
nacionalistas y conservadores acerca de cada uno de estos temas.
a) EL IDEARIO
POLÍTICO
Los conservadores,
como herederos de la elite que organizó el país con posterioridad al año 1853,
respondían a una concepción liberal del Orden sociopolítico. Desde esta
perspectiva, su modelo no era otro que el contenido en la Constitución
Nacional. Constitucionalismo, libertades individuales, Parlamentarismo,
Partidocracia y sufragio universal eran parte del ideario sostenido y defendido,
al menos en el discurso, por los representantes de las diversas agrupaciones
conservadoras[1]. Por eso, sus críticas al yrigoyenismo tuvieron como eje la
acusación de demagogia, de clientelismo, de haber elevado a la función pública
a los peores; y tomaba la defensa del Parlamento avasallado, de la democracia
subvertida, y del sufragio libre violentado[2].
El Nacionalismo,
por su parte, “forma parte de...los movimientos nacionales del siglo XX con
sustento ideológico religioso...Estos movimientos adherían a los grandes
principios políticos construidos por el cristianismo...desde el poder que viene
de Dios hasta la doctrina del bien común”[3]. Ya hemos analizado cómo
tempranamente podemos encontrar estos principios en La Nueva República.
Artículos de César Pico o de Tomás Casares, proponen claramente esta definición
filosófica. Por su parte, Ernesto Palacio, los hermanos Irazusta y Juan Carulla
planteaban una concepción política que abrevaba en los grandes principios de la
tradición clásica, manifestando un rechazo profundo hacia el liberalismo[4]. La
crítica al yrigoyenismo se nutre pues de fuentes doctrinales distintas y
opuestas a las de los sectores conservadores. Por otra parte, el Nacionalismo
propuso un modelo corporativista como alternativa al parlamentarismo fundado en
la partidocracia. Entrados los años 30, Enrique Osés fue exponente definido de
esta postura: “Los partidos políticos concluyen todos en el desorden”, “El
parlamento tiene un pecado de origen, en todos los países: este pecado de
origen es el ser una representación política del país, nunca una representación
integral, de sus clases, de sus fuerzas”, “Por eso, el nacionalismo ofrece...lo
que se llama régimen corporativo, lo que es, en una palabra, la representación
de los intereses de cada clase”[5]. La crítica del parlamentarismo se sustenta
en una dura denuncia contra el sufragio universal: “Claro que no vamos a
achacarle al Parlamento un vicio insanable, porque el Parlamento es sólo un
efecto. La causa que lo produce es el sufragio democrático. El ejercicio de la
democracia por los pueblos, es naturalmente, una engañifa, pero sobre eso, una
inmoralidad”[6].
Como ya queda
indicado en el párrafo anterior, frente a la partidocracia liberal el
Nacionalismo propone un régimen corporativo, porque “allí donde se debaten los
problemas de la economía, de las finanzas, de las relaciones entre el productor y el consumidor, del obrero, del
empleado, del comerciante, del industrial, del campesino, nada tiene que hacer
el político, esto es, el hombre que...surge de un comité”[7].
b) LA CONCEPCIÓN
SOCIAL
Los conservadores
han manifestado en muchas ocasiones una postura marcadamente clasista. El hecho
de que muchos de sus dirigentes procediesen de las principales familias
patricias les otorgaba un sentimiento de clase que bien direccionado hubiese
podido contribuir a profundizar el amor hacia la Patria -construida por sus
antepasados-, y a trabajar por el Bien Común. Pero el influjo nefasto del
liberalismo en su formación intelectual les insufló un orgullo que muchas veces
se convirtió en desprecio hacia otros sectores sociales; ya sea hacia las
viejas clases bajas criollas –que, muchas veces, estaban más identificadas con
la Tradición que esta aristocracia liberal-, ya sea hacia los nuevos grupos
inmigrantes que, en muchos casos, llegaban a estas playas con una fuerte carga
ideológica izquierdista, lo que los hacía ciertamente despreciables. La
pregunta sería si las elites conservadoras los despreciaban por la ideología
que traían o por un simple espíritu clasista. Lo cierto es que el Patriciado
argentino había devenido, en parte, en una oligarquía. Esta oligarquía mereció
el rechazo de muchos de los dirigentes e intelectuales nacionalistas de los
años 30[8].
Contrariamente a
esta concepción, el Nacionalismo cultivó el culto a un estilo genuinamente
aristocrático al mismo tiempo que integró es sus filas –sobre todo a partir de
los años 30-, a un gran número de hijos de la inmigración[9]. Alberto Ezcurra
Medrano, uno de los “padres fundadores” del nacionalismo argentino –y del
revisionismo histórico-, representante del patriciado argentino, pero que supo
mirar las cosas por encima de un simple
espíritu de clase, afirmaba: “Tampoco pude ser conservador porque he visto siempre en el
conservadorismo...demasiado espíritu de clase...Y yo, aunque personal y
familiarmente aristócrata, como ciudadano argentino antepuse siempre los
intereses del país a los míos propios”[10].
c) LA CONCEPCIÓN
ECONÓMICA
A partir de los
tiempos posteriores a Caseros se fue imponiendo el modelo económico preconizado
por los “padres fundadores” del liberalismo argentino: Sarmiento y Alberdi. El
país debía crecer “hacia afuera”, la apertura al capital extranjero iba a
proporcionar el crecimiento económico que éste necesitaba. Capitales,
inmigrantes, tecnología, créditos; todo debía provenir del desarrollado norte
de Europa. Y la Argentina se integraría al mercado internacional como
abastecedora de materias primas.
El modelo liberal
fue la herencia que los conservadores recibieron de aquella “generación
fundadora”. Si bien es cierto que en la década del 30 la crisis mundial llevó
al gobierno de Justo a aplicar políticas económicas “heterodoxas”, lo cierto es
que ante la crisis, el “salvavidas” se buscó desesperadamente en una
reformulación de nuestro vínculo comercial con el Reino Unido. Justamente el
Tratado Roca-Runciman es el que motivó la indagación de nuestro pasado
económico por parte de los hermanos Irazusta[11], con la acusación consiguiente
a la “oligarquía” liberal argentina.
Con la obra de
los hermanos Irazusta comienza el cuestionamiento por parte del Nacionalismo al
liberalismo económico argentino. Términos como “cipayos”, “vendepatria”,
“oligarquía”, comenzarán a hacerse frecuentes en la jerga política
argentina[12].
Los escritos
nacionalistas de la década del 30, referidos a los aspectos económicos plantean
una clara definición a favor del proteccionismo, del desarrollo del mercado
interno, y de una política social obrerista que inserte a este sector en el
consumo y en la dignidad[13].
d) LA
HISTORIOGRAFÍA
Los conservadores
fueron fieles a la historiografía liberal mitrista. La Argentina hispana,
criolla, tradicional, de los caudillos federales, representaba para ellos la
barbarie, frente a la civilización implantada por la generación liberal
posterior a 1853. En el centro de esta concepción, la figura de Rosas encarna
el compendio de toda la maldad, y su régimen es catalogado como la época de la
“tiranía”[14]. Dentro de este esquema historiográfico los caudillos del siglo
XX: Yrigoyen, primero, y Perón después, fueron asimilados al rosismo.
EL nacionalismo,
por su parte, redescubre a Rosas, iniciándose el movimiento revisionista[15].
La revisión de la Historia argentina que se va a desarrollar en la década del
30 no se va a limitar a una reivindicación de Rosas[16], sino que en su
indagación irá redescubriendo a la auténtica
tradición nacional hispano-católica-, a los caudillos federales como
representantes de aquella tradición frente al Iluminismo unitario, al “otro”
mayo –católico, monárquico, militar y patricio-[17], que nada tiene que ver con
el mayo liberal de la historia oficial.
e) LA RELIGIÓN
Nos enseña el
profesor Jordán Bruno Genta que “Caseros (…)
(representa) el triunfo de la masonería y del liberalismo en la política
argentina (…) Después de la constitución nacional de 1853, después de la
falsificación de la historia argentina iniciada por Bartolomé Mitre y Vicente
Fidel López, vino el tercer episodio de la traición liberal y masónica, y fue
entonces, en el ’80, cuando se consumó la destitución a Cristo de la familia y
de la escuela, y se implantó el laicismo escolar y el matrimonio civil”[18]. La
Argentina liberal que se fue conformando con posterioridad a 1853, permitió
ganar espacios de poder a los grupos masónicos, muchos de los cuales hicieron
causa común con los sectores de la Izquierda, con quienes compartían su origen
en las ideas ilustradas del siglo XVIII. En efecto, desde 1853 la Constitución
inspirada en las Bases de Alberdi, primer paso para el triunfo del Liberalismo
en nuestro país[19], estableció el indiferentismo religioso y la “libertad de
cultos”. En 1882 el Liberalismo dio un segundo paso muy importante, imponiendo
el Laicismo escolar, por medio del cual se vehiculizó en la educación la visión
del mundo de la Masonería. De este modo se fue gestando en nuestro país una
pseudotradición laicista que comenzó a ser cuestionada a partir de 1930.
En la década del
30, al calor y la luz del Congreso Eucarístico Internacional, de los Cursos de
Cultura Católica –que ya habían comenzado a desarrollarse en el decenio
anterior-, del ejemplo de los mártires de la Cruzada Española, del desarrollo
del Revisionismo histórico –qué profundizará en la esencia católica de la
Patria, tanto en su pasado hispano, como durante la Gesta independentista y las
luchas civiles-, se comienza a cuestionar duramente el laicismo de la
generación positivista y liberal, y a proclamar la catolicidad de la Nación
argentina y la consiguiente necesidad de la confesionalidad del Estado[20].
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[1] “El Partido Demócrata Nacional no puede estar sino al
servicio de una limpia reconstrucción democrática (...) El ejército es el
custodio armado de la Constitución.” (Solano Lima, V. La fuerza conservadora).
Con respecto a este último punto, es contundente el contraste entre la
afirmación del conservador Solano Lima y la enseñanza del nacionalista Jordán
Bruno Genta: “Es justo y bello morir por la Patria; y por todo lo que es
esencial y permanente en ella: unidad de ser, integridad moral y natural, la
soberanía nacional, la Iglesia de Cristo. No es justo ni bello morir por cosas
accidentales (se refería a la Constitución), transitorias o contrarias al ser
de la Patria.” (Guerra Contrarrevolucionaria). El mismo Genta fue fiel a este
ideal, que marcó toda su vida, hasta derramar “bellamente” su sangre por Dios y
por la Patria.
[2] Aunque en muchas ocasiones para conservar el poder se
contradijeran así mismos y recurrieran al fraude, el discurso conservador no
contradecía el modelo liberal.
[3] D’Angelo Rodríguez, Aníbal. Cristian Buchrucker o el
nacionalismo imaginario. Instituto Bibliográfico Antonio Zinny. Buenos Aires.
2010, p. 86.
[4] Algunos ejemplos: César Pico, “Inteligencia y
revolución”, La Nueva República 1-I-28; Casares, Tomás, “Política y moral”,
Ibídem 15-I-28; Irazusta, Julio, “La forma mixta de gobierno”, Ibídem 31-I-28;
Palacio, Ernesto, “Nacionalismo y democracia”, Ibídem, 5-V-28.
[5] Capizzano, Hernán. Enrique Osés. Discursos y textos.
Memoria y Archivo. Buenos Aires. 2014, pp. 40, 46, 42.
[6] Ibídem, 46.
[7] Ibídem, 42. Los grupos conservadores por el contrario
sólo buscaban el “derrocamiento de las autoridades (el radicalismo
yrigoyenista) y sustituirlas por ellos mismos (...) sin más programa que buscar
el derrocamiento de las autoridades y sustituirlas por ellos mismos (...) Sólo
querían mantener el régimen representativo de las facciones políticas.”
(Ibarguren, C. La Historia que he vivido)
[8] El historiador revisionista Vicente Sierra en su obra
sobre la Historia de las Ideas políticas en Argentina, nos hace un análisis
histórico sobre la “anatomía” cultural de esta oligarquía. Durante la década
del 30 será cada vez más frecuente el
uso del término “oligarca” u “oligarquía” con una carga notablemente
peyorativa.
[9] Jordán Bruno Genta, hijo de inmigrantes, enseñaba el
verdadero sentido de la hidalguía y de la
nobleza, como la entendía el nacionalismo: “En nuestra lengua castellana
hay una palabra que significa, como ninguna, la condición humana. Es la palabra
hidalgo...Hidalgo quiere decir hijo de algo, de alguien, de bien; y el hombre
es en su origen, raíz y dignidad, hijo de alguien y con una triple filiación:
divina, histórica y carnal. Hijo del Padre que está en los cielos...; hijo de
sus padres y de la Patria
Quiere decir que el
hombre no es principio primero ni comienzo absoluto, sino que viene de otro u
otros...
Asumir conciencia
de nuestro divino origen...; saberse heredero, continuador y responsable de una
gran empresa nacional y del honor familiar, es proclamar la nobleza de origen”.
Pero aclaraba, siguiendo a Alfonso el Sabio, “que se debe llamar verdaderamente
noble, no al que nace en nobleza, sino al que muere en ella.” (Guerra
Contrarrevolucionaria)
[10] Nacionalismo y Tradicionalismo en Alberto Ezcurra
Medrano, en carlismoar.blogspot.com.ar
[11] La Argentina y el Imperialismo británico.
[12] Si bien la obra de los hermanos Irazusta es la primera
definición de importancia del Nacionalismo contra nuestros vínculos
“coloniales” con el Imperio Británico, ya encontramos textos de la Liga
Republicana con claras condenas a nuestra dependencia del capitalismo
internacional: “En números posteriores a la revolución del 6 de setiembre de
1930, Rodolfo Irazusta irá señalando cada vez mejor que ‘la finanza
internacional era dueña del país’.” (Ibarguren, F. Orígenes del Nacionalismo
argentino, 60)
[13] “...el patrimonio argentino debe ser nuestro para que
el porvenir argentina sea nuestro...Nuestro debe ser el patrimonio vial de la
República...el transporte fluvial..., y el transporte aéreo...las fuentes de
energía eléctrica,...las comunicaciones telefónicas...Nuestro patrimonio nacional
debe ser nuestro.
Y no lo es, porque
no tenemos otro mercado para nuestras carnes que los establecidos en tratados
por Inglaterra...” (Capizzano, H. Enrique Osés...,84-86)
[14] El “conservador” Solano Lima comulga absolutamente con
la concepción liberal del pasado nacional: “Sobre esos cimientos de altanería
gauchesca, de odio bárbaro y de intransigencia a muerte, no podía fundarse
ninguna institución estable, ni consumarse ningún experimento social, ni
inculcarse doctrina alguna.
La anarquía produjo
sus frutos: la ‘política de fuerza’, con la cual Rosas instauró su tiranía
iracunda.”
O sea, la barbarie
de los caudillos condujo a la tiranía de Rosas, ambas totalmente incompatibles
con la “civilizada” Constitución de 1853. Es el ideal del constitucionalismo
liberal lo que en definitiva defendió el conservadurismo argentino, salvo
honrosas excepciones.
[15] Antonio Caponnetto se refiere al “revisionismo que
gestó limpiamente aquel haz de patriotas esclarecidos, cuando nacía la tercera
década del siglo que acaba (el XX)”. Unas líneas antes había indicado que
estudiar al revisionismo “comporta un afán de recuperar el rostro más veraz y
más límpido del transcurrir nacional...comporta asimismo la revalorización de
un quehacer historiográfico, por el cual, la patria indagada en sus raíces es
una unidad de destino en lo Universal, el tiempo una resonancia de la
eternidad...Un quehacer historiográfico por el que cuentan los arquetipos antes
que las estructuras, la plenitud de las conciencias rectoras del bien común
antes que el inconsciente colectivo, las epopeyas nacionales por encima de las
luchas de clases, la prioridad del espíritu sobre la materia.” (Los críticos
del revisionismo histórico. T. I, 15-16).
[16] Aunque el tema de Rosas es central en el revisionismo,
ya que es la encarnación del ideal que une en su persona la tradición
hispano-católica con la defensa de la Independencia nacional. Afirma Antonio
Caponnetto: “mientras no se entienda qué defendemos cuando defendemos a Juan
Manuel de Rosas, toda visión del rosismo seguirá siendo defectuosa” (Los
críticos del revisionismo histórico. T. II, 28).
[17] “La revolución de Mayo fue exclusivamente militar y
realizada por señores.
Nada tiene que
ver con la Revolución Francesa.
El populacho no
intervino en sus preparativos.” (Hugo Wast, Año X).
[18] La masonería en la historia argentina. Nuevas
comprobaciones.
[19] “Urquiza cumplió bien con sus mandantes. La
Constitución era el instrumento legal de la servidumbre colonial (...) El
liberalismo religioso y la abierta heterodoxia del texto constitucional
acentuaron las divisiones de los congresales, algunos de los cuales, no sólo se
opusieron vivamente sino que se retiraron del Congreso (como los Padres Pérez y
Centeno). Fue necesario un golpe de fuerza parlamentario -el 23 de febrero de
1853- para aprobar fraudulentamente los artículos que trataban las cuestiones
religiosas.” Caponnetto, A. Del ‘Proceso’ a De La Rúa. Una mirada nacionalista
a 25 años de historia argentina. 1975.1986, 94-95.
[20] “...hay razones más que suficientes para demostrar la
necesidad absoluta de que un estado nacionalista sea católico. Pero hay además
una razón poderosa para que lo sea un estado nacionalista nuestro, argentino. Y
esa razón es la Tradición.” (Ezcurra Medrano, A. Catolicismo y Nacionalismo,
53). Los enemigos de la Patria Católica han mirado con particular saña este
período; un caso típico es el del señor Verbitzky, en obras como Cristo Vence.
De Roca a Perón, entre otras que le dedicó al tema; o Loris Zanatta, Perón y el
mito de la nación católica: Iglesia y Ejército en los orígenes del peronismo
(1943-1946).
Antonio
Caponnetto es contundente sobre este tema: “la opción política del nacionalismo
católico, sólo quedará retratada leal y completamente cuando se mencione como
norte y meta de su anhelo la reyecía de Nuestro Señor Jesucristo.” (Del
‘Proceso’ a De La Rúa. Una mirada nacionalista a 25 años de historia argentina.
1975.1986, 13)
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