Este es el capitulo que se deriva de la batalla de Pavon.
Aunque sus panegiristas no lo admitan, es, todavía, tiempo
de guerra.
De guerra al federalismo subsistente o marginal, y de guerra
al Paraguay lopizta.
A simple titulo de enumeración no taxativa, memoremos los
combates de Cañada de Gómez, Molino de López, Rio Colorado, El Gigante, Casa
Viejas, Sitio de San Luís, Las Salinas de Moreno, las Mulitas, Lomas Blancas,
las Playas de Córdoba, Rinconada del Pocito, San Ignacio, Pozo de Vargas,
Arroyo Garay, don Cristóbal, Santa Rosa, Ñanembe, y don Gonzalo, 1873, o Alcaracito
en 1876.
Guerra de las tropas nacionales contra Ángel Vicente
Peñaloza, alias el Chacho, contra Felipe Varela en el antemural andino y contra
Ricardo López Jordan, en Entre Rios.
Y la Gran Guerra
de la cuenca del Plata, que va de Paysandú, en el Uruguay, en los principios de
1865, hasta el Aquidaban Niguí, el 1 de marzo de 1870. Guerra terrible más
exterminante de todas las anteriores, como que solo en Curupayti, el 22-9-1866,
murieron 9.000 argentinos junto a 8.000 brasileros.
Por ese constante batallar uno de los mas conspicuos
personajes de la presidencia Mitre fue el general Wenceslao Paunero, jefe de
las fuerzas nacionales.
Guerrear, que no fue casual o involuntariamente nacido de
acontecimientos inesperados.
No.
Con Pavon se instala el proyecto de la generación
organizadora, antes romántica, del exilio. En su faz doctrinaria, esta generación
literaria, había exaltado los valores esenciales de la libertad y el progreso.
Era deísta o agnóstica en materia religiosa; utilitarista, al modo ingles Herbert
Spencer o John Stuart Mill; en filosofía, culturalmente francófila y
hispanofoba, en política adhería al liberalismo doctrinario francés de Benjamín
Constant (de democracia restringida); si bien en el plano institucional prefería
el constitucionalismo estadounidense, según la visión de Alexis de Tocqueville;
en relaciones exteriores optaba por la vinculación con la Europa septentrional.
Posicion que, traducida a lo económico, implicaba el librecambio con división
internacional del trabajo y especialización agropecuaria y librempresismo; y en
el plano de la política partidaria interna, si bien teóricamente aceptada la
existencia de los partidos, en la practica eliminaba a los opositores (máxime
si eran federales).
Y fue esta última característica la que desencadenó las
sucesivas guerras. Es decir: la notoria fractura histórica que establecía con
las dos épocas precedentes, por el rechazo al humanismo, y por la mediatización
de la Independencia,
provocarían de seguro enfrentamientos con los seguidores de la visión
tradicional, que aun eran mayoría en el interior argentino.
Algunas expresiones escritas de los principales actores de
esa época, permitirán evaluar lo antedicho. En ese sentido, leamos:
“Hay que poner al país de un solo color (Bartolomé Mitre después
de Pavon).
“No deje cicatrizar
la herida de Pavon. Urquiza debe desaparecer de la escena, cueste lo que
cueste. Southamptom o a la horca)” (Domingo Faustino sarmiento a Mitre,
20-9-1861).
“Mejor que entenderse con el animal de Peñaloza es
voltearlo, aunque cueste un poco mas. Aprovechemos la oportunidad de los
caudillos que quieren suicidarse, para ayudarlos a bien morir” (Bartolomé Mitre
a Marcos Paz, 10-01-1862).
“El coronel Sandez llevó ordenes por escrito del infrascripto
de pasar por las armas a todos los que se encontrasen con armas en la mano, y
lo ha ejecutado en los jefes y oficiales” (Domingo Faustino Sarmiento a
Bartolomé Mitre, 15-3-1862).
“He aplaudido la medida (el asesinato de Peñaloza),
precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a ese inveterado pícaro, y
ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses”
(Domingo DFaustino Sarmiento a Bartolomé Mitre, 18-11-1863).
“Los rebeldes, amotinados, merodeadores, y demás que se
tomen con las armas en las manos, están a merced del gobierno y pueden ser
pasados por las armas, deportados o lo que se quiera con ellos, y según la
conveniencia y necesidad del caso, pues no gozan de garantía alguna” (Domingo
Faustino Sarmiento a Miguel Gelabert, gobernador de Corrientes, 12-9-1873).
“El candidato es el Partido Liberal… eliminando candidaturas
del calibre de la de Urquiza, es como yo entiendo que puede y debe hacerse una elección
libre” (Bartolomé Mitre, “carta de Tuyu Cue”, 28-11-1867.).
Esto, obviamente se escribía más de una década después de
haberse aprobado el artículo 18 de C.N., que prohibía la pena de muerte por
causas políticas…
En consecuencia, no es aventurado concluir que se buscó por
cualquier medio la supresión física de los miembros del partido federal,
considerados en bloque símbolo del caudillismo “bárbaros” y obstáculos para la
“civilización” que los liberales querían implantar.
Hasta la memoria de los adversarios quiso eliminarse. Un
ejemplo. El federal Olegario Víctor Andrade escribió un poema en homenaje al
degollado caudillo Ángel Vicente Peñaloza, que titulo “el Virato riojano”, en
que clamaba:
“¿Qué importa que se
melle en las gargantas
el cuchillo del déspota
porteño (…)
¿Que importa si esa
sangre que gotea
en principio de vida se convierte,
y el humo funeral de
la pelea
lleva sobre sus alas
una idea
que triunfa de la saña
de la muerte (…)
¡Mártir del pueblo! Apóstol
del derecho
Tu sangre es lluvia de
fecundo riego”.
Pues, muerto Andrade los versos se trucaron, y aparecieron
como dedicados al general Juan Lavalle (hasta que el critico literario
Eleuterio Tiscornia encontró los originales, y estableció la verdad.
Persecución que se hizo extensiva a los simples militares
del partido vencido. Ese fue el caso dispuesto por el ministro Martín de Gainza
con los jordanistas apresados en Ñaembé en 1872, enviados desarmados a los
fortines del sur de Buenos Aires como consta en la “Memoria” que el ministro de
Guerra elevó al Congreso. El referido Gainza era, el afamado “don Ganza”, del
libro escrito en ese año por José Hernández, exiliado jordanista, con la cabeza
puesta a precio (mil pesos fuertes, en el proyecto de ley enviado por el
presidente Sarmiento al Congreso el 28-5-1873, copiado de la ley de Lynch del
“fart west”). En el “Martín Fierro” se describe la suerte de estos paisanos:
“El anda siempre
juyendo/ …/ como si fuera maldito; / por que el ser gaucho…¡barajo!/ el ser
gaucho es un delito” (I,1329-24).
“ El nada gana en la
paz/ y es el primero en la guerra,/ no le perdonan si yerra,/ que no saben
perdonar,/ por que el gaucho en esta tierra/ solo sirve pa botar,/ para él son
los calabozos,/ para él las duras prisiones,/ en su boca no hay razones,/ las
razones de los pobres./ Si uno aguanta, es gaucho bruto;/ si no aguanta, es
gaucho malo,/ ¡déle azote, déle palo!,/ por que es lo que el necesita!/ de todo
el que nació gaucho/ esta es la suerte maldita” (1,13674).
“Tiene el gaucho que
aguantar/ hasta que lo trague el oyo/ hasta que venga algun criollo/ en esta
tierra a mandar” (I,2091-4)
“Hoy tenemos que sufrir males que no tienen nombre”, afirma Hernández,
contando sus desgracias (que “por ser ciertas las conté”); cuando desde su óptica,
el gobierno era “una maquina de daños” (V,2096), que lo persiguió duramente esa
década: “ por culpa suya he pasado/ diez años de sufrimiento”.
Dejaba por tanto Hernadez –y con él todos los gauchos del
federalismo rural- rodar la bola/ que algún día se ha de parar” (I,2089-90). Y
él, al menos, entendió que se había parado con la llegada de Adolfo Alsina al
gobierno.
Enrique Diaz Araujo
(del libro “Aquello que se llamó La Argentina”)
No hay comentarios:
Publicar un comentario