domingo, 4 de diciembre de 2011

Mitrismo (1860-1870)

Este es el capitulo que se deriva de la batalla de Pavon.

Aunque sus panegiristas no lo admitan, es, todavía, tiempo de guerra.

De guerra al federalismo subsistente o marginal, y de guerra al Paraguay lopizta.

A simple titulo de enumeración no taxativa, memoremos los combates de Cañada de Gómez, Molino de López, Rio Colorado, El Gigante, Casa Viejas, Sitio de San Luís, Las Salinas de Moreno, las Mulitas, Lomas Blancas, las Playas de Córdoba, Rinconada del Pocito, San Ignacio, Pozo de Vargas, Arroyo Garay, don Cristóbal, Santa Rosa, Ñanembe, y don Gonzalo, 1873, o Alcaracito en 1876.

Guerra de las tropas nacionales contra Ángel Vicente Peñaloza, alias el Chacho, contra Felipe Varela en el antemural andino y contra Ricardo López Jordan, en Entre Rios.

Y la Gran Guerra de la cuenca del Plata, que va de Paysandú, en el Uruguay, en los principios de 1865, hasta el Aquidaban Niguí, el 1 de marzo de 1870. Guerra terrible más exterminante de todas las anteriores, como que solo en Curupayti, el 22-9-1866, murieron 9.000 argentinos junto a 8.000 brasileros.

Por ese constante batallar uno de los mas conspicuos personajes de la presidencia Mitre fue el general Wenceslao Paunero, jefe de las fuerzas nacionales.

Guerrear, que no fue casual o involuntariamente nacido de acontecimientos inesperados.
No.

Con Pavon se instala el proyecto de la generación organizadora, antes romántica, del exilio. En su faz doctrinaria, esta generación literaria, había exaltado los valores esenciales de la libertad y el progreso. Era deísta o agnóstica en materia religiosa; utilitarista, al modo ingles Herbert Spencer o John Stuart Mill; en filosofía, culturalmente francófila y hispanofoba, en política adhería al liberalismo doctrinario francés de Benjamín Constant (de democracia restringida); si bien en el plano institucional prefería el constitucionalismo estadounidense, según la visión de Alexis de Tocqueville; en relaciones exteriores optaba por la vinculación con la Europa septentrional. Posicion que, traducida a lo económico, implicaba el librecambio con división internacional del trabajo y especialización agropecuaria y librempresismo; y en el plano de la política partidaria interna, si bien teóricamente aceptada la existencia de los partidos, en la practica eliminaba a los opositores (máxime si eran federales).

Y fue esta última característica la que desencadenó las sucesivas guerras. Es decir: la notoria fractura histórica que establecía con las dos épocas precedentes, por el rechazo al humanismo, y por la mediatización de la Independencia, provocarían de seguro enfrentamientos con los seguidores de la visión tradicional, que aun eran mayoría en el interior argentino.

Algunas expresiones escritas de los principales actores de esa época, permitirán evaluar lo antedicho. En ese sentido, leamos:

“Hay que poner al país de un solo color (Bartolomé Mitre después de Pavon).

 “No deje cicatrizar la herida de Pavon. Urquiza debe desaparecer de la escena, cueste lo que cueste. Southamptom o a la horca)” (Domingo Faustino sarmiento a Mitre, 20-9-1861).

“Mejor que entenderse con el animal de Peñaloza es voltearlo, aunque cueste un poco mas. Aprovechemos la oportunidad de los caudillos que quieren suicidarse, para ayudarlos a bien morir” (Bartolomé Mitre a Marcos Paz, 10-01-1862).

“El coronel Sandez llevó ordenes por escrito del infrascripto de pasar por las armas a todos los que se encontrasen con armas en la mano, y lo ha ejecutado en los jefes y oficiales” (Domingo Faustino Sarmiento a Bartolomé Mitre, 15-3-1862).

“He aplaudido la medida (el asesinato de Peñaloza), precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a ese inveterado pícaro, y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses” (Domingo DFaustino Sarmiento a Bartolomé Mitre, 18-11-1863).

“Los rebeldes, amotinados, merodeadores, y demás que se tomen con las armas en las manos, están a merced del gobierno y pueden ser pasados por las armas, deportados o lo que se quiera con ellos, y según la conveniencia y necesidad del caso, pues no gozan de garantía alguna” (Domingo Faustino Sarmiento a Miguel Gelabert, gobernador de Corrientes, 12-9-1873).

“El candidato es el Partido Liberal… eliminando candidaturas del calibre de la de Urquiza, es como yo entiendo que puede y debe hacerse una elección libre” (Bartolomé Mitre, “carta de Tuyu Cue”, 28-11-1867.).

Esto, obviamente se escribía más de una década después de haberse aprobado el artículo 18 de C.N., que prohibía la pena de muerte por causas políticas…

En consecuencia, no es aventurado concluir que se buscó por cualquier medio la supresión física de los miembros del partido federal, considerados en bloque símbolo del caudillismo “bárbaros” y obstáculos para la “civilización” que los liberales querían implantar.

Hasta la memoria de los adversarios quiso eliminarse. Un ejemplo. El federal Olegario Víctor Andrade escribió un poema en homenaje al degollado caudillo Ángel Vicente Peñaloza, que titulo “el Virato riojano”, en que clamaba:

“¿Qué importa que se melle en las gargantas
el cuchillo del déspota porteño (…)
¿Que importa si esa sangre que gotea
 en principio de vida se convierte,
y el humo funeral de la pelea
lleva sobre sus alas una idea
que triunfa de la saña de la muerte (…)
¡Mártir del pueblo! Apóstol del derecho
Tu sangre es lluvia de fecundo riego”.

Pues, muerto Andrade los versos se trucaron, y aparecieron como dedicados al general Juan Lavalle (hasta que el critico literario Eleuterio Tiscornia encontró los originales, y estableció la verdad.

Persecución que se hizo extensiva a los simples militares del partido vencido. Ese fue el caso dispuesto por el ministro Martín de Gainza con los jordanistas apresados en Ñaembé en 1872, enviados desarmados a los fortines del sur de Buenos Aires como consta en la “Memoria” que el ministro de Guerra elevó al Congreso. El referido Gainza era, el afamado “don Ganza”, del libro escrito en ese año por José Hernández, exiliado jordanista, con la cabeza puesta a precio (mil pesos fuertes, en el proyecto de ley enviado por el presidente Sarmiento al Congreso el 28-5-1873, copiado de la ley de Lynch del “fart west”). En el “Martín Fierro” se describe la suerte de estos paisanos:

“El anda siempre juyendo/ …/ como si fuera maldito; / por que el ser gaucho…¡barajo!/ el ser gaucho es un delito” (I,1329-24).

“ El nada gana en la paz/ y es el primero en la guerra,/ no le perdonan si yerra,/ que no saben perdonar,/ por que el gaucho en esta tierra/ solo sirve pa botar,/ para él son los calabozos,/ para él las duras prisiones,/ en su boca no hay razones,/ las razones de los pobres./ Si uno aguanta, es gaucho bruto;/ si no aguanta, es gaucho malo,/ ¡déle azote, déle palo!,/ por que es lo que el necesita!/ de todo el que nació gaucho/ esta es la suerte maldita” (1,13674).

“Tiene el gaucho que aguantar/ hasta que lo trague el oyo/ hasta que venga algun criollo/ en esta tierra a mandar” (I,2091-4)

“Hoy tenemos que sufrir males que no tienen nombre”, afirma Hernández, contando sus desgracias (que “por ser ciertas las conté”); cuando desde su óptica, el gobierno era “una maquina de daños” (V,2096), que lo persiguió duramente esa década: “ por culpa suya he pasado/ diez años de sufrimiento”.

Dejaba por tanto Hernadez –y con él todos los gauchos del federalismo rural- rodar la bola/ que algún día se ha de parar” (I,2089-90). Y él, al menos, entendió que se había parado con la llegada de Adolfo Alsina al gobierno.

Enrique Diaz Araujo
(del libro “Aquello que se llamó La Argentina”)




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