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jueves, 24 de mayo de 2018

LAS MEMORIAS DE UN PATRIOTA

Don Cornelio Saavedra fue todo un Caballero. Cuando uno toma contacto con las Memorias que escribió para dejar como legado a sus hijos, nos topamos con un mundo de valores y sentimientos que ya no es el nuestro. El sentido del Honor, la Hidalguía, el espíritu de Servicio, la Fidelidad hacia los antepasados, el celo por la Fe recibida, asoman desde las páginas de aquellos textos. En un mundo alterado por los efectos de la Revolución, y al que nuestro personaje –ya en plena madurez- busca de algún modo acomodar parte de sus criterios, la educación recibida, propia del Antiguo Régimen, le “brota por los poros”.

Al comenzar las “Memorias” se refiere a una “palabrita mágica”, de moda ya en los años en los que escribía: democracia. Sabiendo que uno de los fundamentos del sistema democrático es el igualitarismo radical, señala que en toda sociedad, incluso en las democráticas, existe siempre un grupo selecto que se eleva sobre el resto. Resalta que es sobre los méritos personales que se debe fundar dicha preeminencia: “Sea cual fuere el sistema que gobierne las sociedades de hombres civilizados, siempre hay y se observa una cierta distinción entre los individuos que las componen, que forma un cierto orden de jerarquías en ellas (…) Ellas se hacen más sensibles cuando las acompañan servicios particulares, de que ha resultado bienes y honores a la República (…) Esta distinción, consideraciones y premios de servicios efectivos son los que constituyen el verdadero honor de los hombres, sea también cual fuere el sistema que domine en las sociedades”.

No obstante, no deshecha el valor del Honor recibido de los antepasados; honor que se tiene el deber de preservar y comunicar. Por esto, se preocupa por responder a las calumnias que le han levantado sus enemigos, para salvar su buen nombre, y así legárselo sin mácula a sus hijos. Buen nombre recibido, por otra parte, de sus abuelos . Les dice al respecto a sus hijos: “les he legado el honor que heredé de mis abuelos y el que supe adquirir con mis servicios”.

Dada la importancia que atribuye a los méritos personales, se refiere en sus escritos a los trabajos que pasó en favor del Bien Común. La preocupación por la “cosa pública”, y el servicio a la Patria, fueron una constante en la vida del ilustre Patricio. Habiendo desempeñado “los honoríficos empleos del Cabildo de aquel tiempo”, su actuación principal se desarrolló, sin embargo, a partir de su elección como Comandante del Regimiento de Patricios, creado como consecuencia de las Invasiones Inglesas. Su desempeño tuvo, por tanto, un momento descollante desde 1806, y hasta 1810.

La Reconquista y la Defensa de Buenos Aires, que fueron vividas con un verdadero espíritu de Cruzada , dieron un protagonismo fundamental a las nuevas Milicias, en particular a los Patricios. Los hechos políticos que afectaron al Imperio Español como consecuencia de las Invasiones Napoleónicas, y de los sucesos de Bayona, tuvieron hondas repercusiones en Buenos Aires. El cambio de alianzas en la Guerra, y el progresivo desmoronamiento de la Metrópoli, sumados a la creciente rivalidad entre españoles peninsulares y americanos, fue causa de una honda agitación política en la Capital del Virreinato del Plata. En medio de aquellos trastornos, la figura de Saavedra fue ganando un lugar cada vez más trascendente. Cuando en 1809 se produjo un movimiento, integrado en su mayoría por elementos del sector peninsular, tendiente a reemplazar al Virrey Liniers por una Junta, el Jefe de los Patricios se opuso con sus fuerzas a dicho motín, y logró salvar a la autoridad establecida.

La situación cambió al año siguiente, cuando caído todo tipo de Gobierno Legítimo en la Península, nuestro territorio era disputado por el nuevo monarca francés José I Bonaparte, los Organismos Peninsulares creados en los territorios que habían escapado al control francés y que reclamaban a la América una obediencia que no era legítima, nuestros vecinos portugueses, y las asechanzas siempre presentes de los ingleses. En dicha ocasión, dijo el Comandante de los Patricios a Cisneros: “Señor, son muy diversas las épocas del 1 de enero de 1809, y las de mayo de 1810, en que nos hallamos. En aquella existía la España (…) en ésta toda ella, todas sus provincias y plazas están subyugadas por aquel conquistador, excepto sólo Cádiz y la Isla de León (…) ¿Y qué señor? ¿Cádiz y la Isla de León son España? ¿Este territorio inmenso, sus millones de habitantes, han de reconocer soberanía en los comerciantes de Cádiz y en los pescadores de la isla de León? ¿Los derechos de la Corona de Castilla a que se incorporaron las Américas, han recaído en Cádiz y la Isla de León que son parte de una provincia de Andalucía? No, señor; no queremos seguir la suerte de la España, ni ser dominados por los Franceses”. Ante tal situación, la mayoría de los sectores peninsulares locales intentó, ahora, sostener al Virrey como medio para continuar ejerciendo ellos una mayor influencia en el Gobierno local. En tanto que la mayor parte del elemento criollo se movilizó en pos del reemplazo del Virrey por una Junta. En dichos acontecimientos tuvo una participación decisiva Don Cornelio Saavedra.

En sus “Memorias” hay una nota muy explícita, que no por el hecho de aparecer en esa condición deja de tener importancia. En efecto, en ella señala que: “Las dos Invasiones Inglesas nos pusieron las armas en las manos para defendernos. Esto ocasionó se avivasen los celos y las rivalidades entre americanos y españoles (…) La invasión de Napoleón a la España (…) la ocupación de casi toda la Península (…) el abandono que experimentamos de aquella Corte (…) Es indudable en mi opinión, que (…) a la ambición de Napoleón y (…) de los Ingleses, en querer ser señores de esta América se debe atribuir la revolución del 25 de mayo de 1810 (…); si esto y mucho más que omito por consultar la brevedad no hubiese acaecido ni sucedido, ¿pudiera habérsenos venido a las manos otra oportunidad (…) (para) reasumir nuestros derechos? Es preciso confesar que no (…) (A aquellos sucesos), y no a algunos presumidos de sabios y doctores que en las reuniones de café y sobre la carpeta, hablaban de ella (de la posibilidad del cambio de gobierno), mas no se decidieron hasta que nos vieron (hablo de mis compañeros y de mí mismo) con las armas en la mano resueltos ya a verificarla”. Es elocuentísimo este pasaje, no deja lugar a dudas: la “Revolución” se debe a la reacción de las fuerzas militares ante la situación reinante, y no a las lucubraciones de ideólogos afiebrados por las nuevas doctrinas esparcidas por la Revolución Francesa.

En un momento sus escritos parecerían justificar el mito gestado por la historiografía liberal acerca de la “máscara de Fernando VII”. En efecto, señala que “por política fue preciso” cubrir a la Junta con el manto del señor Fernando VII”. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que las “Memorias” fueron escritas avanzada la década del 20, cuando ya se conocía el desenlace del Proceso iniciado en Mayo del 10; y así como no era “político” no mencionar al Rey en 1810, tampoco lo era presentar una historia “fernandista” en 1829 (sobre todo a partir de las desmesuras represivas de Fernando con posterioridad a 1814) . Por otra parte, los sentimientos de adhesión al Rey que habían existido en 1810, ya estaban totalmente rotos, y era la Patria nueva, que había comenzado a gestarse en las jornadas mayas, la que reclamaba ahora una profunda fidelidad.

A pesar de lo señalado en el párrafo precedente, el esfuerzo de introspección realizado por Saavedra, nos permiten recrear los sentimientos que agitaban a los corazones de la población en el 10. Y lo que se observa es el carácter profundamente monárquico de aquel pueblo. Señala don Cornelio que muchos, en aquellos días, llevaban sus sentimientos hasta el extremo, considerando al Monarca “dueño y señor de la América, y de las vidas y haciendas de todos sus hijos y habitantes, pues hasta estas calidades atribuían al rey en su fanatismo” .

Los servicios prestados a la Patria a partir de la Revolución significaron, para Saavedra, su ruina personal. El sector radical, representado por el Morenismo, y en particular por Bernardo de Monteagudo se apoderó de la Revolución, y tramó su ruina. Nos dice Enrique Díaz Araujo, al respecto: “Sabido es que el Primer Gobierno Patrio se constituyó basándose en unos arreglos entre los grupos políticos existentes en Buenos Aires (…) Pues (…) uno se esos sectores, el llamado ‘morenista’, se apoderó hegemónicamente de la Revolución, desplazando a los demás y consiguientemente, reemplazando los objetivos institucionales comunes, por unos unilaterales, de corte ideológico sectario.”

Saavedra, hombre maduro y conservador, que contaba con notable apoyo en los sectores populares, se enfrentó a la política del grupo morenista. El movimiento del 5 y 6 de abril de 1811 que le dio un respaldo importante, permitió desplazar de la Junta a los sectores radicalizados. Pero esto significó el comienzo del fin del Comandante de Patricios, ya que vueltos al poder a partir de la instauración del Triunvirato, los seguidores del antiguo Secretario no le perdonarán su anterior desplazamiento: “Los agraviados y sus parciales, se propusieron mi ruina y aún mi exterminio, en venganza del destierro y separación de sus personas del gobierno”. En este contexto comenzó a hacerse fuerte la figura de Bernardo de Monteagudo –radical furibundo, creador de la Sociedad Patriótica, y cuyo influjo ideológico se hará sentir en los meses siguientes- , quien se convirtió en un enemigo particular de Saavedra: “Los papeles públicos de que era autor el doctor Monteagudo no había suceso, ni accidente alguno desagradable, en que no me lo atribuyese como autor del 5 y 6 de abril”.

Más allá de todas las vicisitudes de su vida, podemos concluir que a lo largo de su actuación pública don Cornelio Saavedra se comportó como un verdadero Patriota y un buen cristiano, teniendo siempre en cuenta el Bien Común y no vanas ocurrencias ideológicas. Son justamente sentimientos cristianos los que brotan al fin a de las páginas que estamos analizando, escritas en 1829: “Muchos años ha que he perdonado a mis enemigos y perseguidores, porque así me lo manda la santa religión que profeso”. El Padre Cayetano Bruno se refiere al Testamento del Prócer, testigo de su la muerte cristiana: “En nombre de Dios Todopoderoso y de María Santísima, Madre de Nuestro Señor Jesucristo (...) Primeramente, que mi religión es la Católica Apostólica Romana, y que creo y confieso el misterio de la Santísima Trinidad, esto es, Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero (...) Asimismo creo en la Encarnación del Hijo de Dios en las purísimas entrañas de María Santísima (...) Creo que el mismo Jesucristo dejó al apóstol San Pedro y sus legítimos sucesores por su vicario (...) Creo en el Santísimo Sacramento del Altar...

Como conclusión de todo lo expresado podemos decir que don Cornelio fue:
- Un hombre de estirpe,
- Un caballero,
- Un hombre ocupado, y preocupado, por la Cosa Pública y por el Bien Común,
- Un hombre caído en desgracia a causa de las desviaciones de ideólogos inescrupulosos,
- Un auténtico cristiano.

                                                                                                    Lic. Javier Ruffino

martes, 27 de septiembre de 2016

¿Fue un agente ingles don Cornelio Saavedra?

Por: Edgardo Atilio Moreno*

            De un tiempo a esta parte, en nombre del Hispanismo, se ha venido desarrollando una corriente de opinión, conformada por escritores, divulgadores y aficionados a la historia, que no solo repudian los hechos de Mayo de 1810, negando  la existencia de un mayo hispánico y monárquico  enfrentado a un Mayo liberal y jacobino; sino que además, se  han dado a la innoble tarea de denigrar a todos, absolutamente a todos, los protagonistas de aquellos hechos, injuriándolos sin razón y de la forma más alevosa.

            Uno de los agraviados por los ataques de estos españolistas –a quienes podríamos calificar de ideológicos, en tanto que falsean la realidad histórica para adecuarla a sus preconceptos-, es el ilustre prócer don Cornelio Saavedra.

            Increíblemente, respecto de este hombre, que se destacó luchando contra el invasor inglés y que fue un claro exponente del Mayo genuino y legítimo, se afirma que estuvo juramentado al servicio de Inglaterra, acatando sus órdenes y traicionando su propia honra. 

            No vamos a negar aquí que en la Buenos Aires de principios del siglo XIX había una minoría de hombres vinculados al comercio con Inglaterra que bregaban por una política económica de “libre-cambio” y con tener “relaciones carnales” con Su Majestad Británica. Eso es absolutamente cierto, y bien sabido es que cuando sucedieron las invasiones inglesas hubo quienes saludaron alborozados la llegada del invasor.

            Al respecto, un capitán ingles que participó de la primera invasión, Alexander Gillespie, cuenta en sus “Memorias” que: “teníamos en la ciudad algunos amigos ocultos, pues casi todas las tardes, después de oscurecer, uno o más ciudadanos criollos acudían a mi casa para hacer el ofrecimiento voluntario de su obediencia al gobierno británico y agregar su nombre a un libro, en que se había redactado una obligación.” Agregando que los firmantes de la lista llegaron a cincuenta y ocho. Posteriormente, producida la revolución de Mayo, Gilliespie afirmaría que de los miembros que conformaron la Primera Junta de gobierno “tres se registran en esa lista”.

            Estos dichos, que son tristemente ciertos, obviamente llevan a plantear la pregunta de quiénes serían los tres personajes aludidos. Sobre uno de ellos no hay lugar a dudas, pues el mismo Gillespie lo dice expresamente, era Juan José Castelli. Respecto a los dos restantes se podrían tejer diversas conjeturas, aventurar hipótesis, etc. Sin embargo los españolistas ideológicos no tienen ninguna duda, para ellos esta todo claro, uno de los firmantes fue don Cornelio Saavedra. Dicho lo cual, toda injuria y todo agravio contra su persona será una obra de bien, una “defensa de la Hispanidad” y una señal de "ortodoxia".

Ahora bien, nos preguntamos ¿cuál es la fuente en la que abrevan los difamadores? Al parecer ella se encontraría en un historiador hispanista, serio y respetable, el cual en una de sus obras incurrió en imprecisiones lamentables. Nos referimos al reconocido investigador  Bernardo Lozier Almazan((1).

En efecto, este autor, en su libro “William Carr Beresford. Gobernador de Buenos Aires” afirma que el capitán ingles Alexander Gillespie, en una carta que escribió a Lord Perceval, el 3 de septiembre de 1810, refiriéndose a los firmantes del libro de juramentos; dijo: “observo en comparación con la lista de los que componen el actual gobierno de aquella ciudad los nombres de Castelli y Saavedra”. De éste último dice: “persona muy capaz, ha visitado Europa y Norte América, habla inglés con facilidad y es muy afecto a este país” [Gran Bretaña].

Pues bien la nota que Lozier cita esta entrecortada, y por ende se mal interpreta. El texto completo lo podemos ver en el libro “Proceso al Liberalismo”, de Atilio Garcia Mellid, y dice lo siguiente: “Con referencia a estos nombres (los de la lista de comprometidos) observo en comparación con la lista de los que componen el actual gobierno, un caballero don Francisco Jose Castelli, que sigue en orden a Saavedra, el jefe. Mis anotaciones agregadas a su firma (la de Castelli obviamente) son las siguientes: persona muy capaz, ha visitado Europa y norteamerica, habla inglés con facilidad  y es muy afecto a este país”.

Como se ve del texto íntegro surge claramente que el único a quien Gillespie  menciona como firmante es a Castelli (de quien consigna mal su nombre) y a Saavedra solo lo menciona para decir que Castelli lo seguía en orden.

Por otro lado, si fuera correcta la interpretación de Lozier (que no la es evidentemente) ¿como se explica que diga que Saavedra “ha visitado Europa y norteamerica, habla inglés con facilidad  y es muy afecto a Gran Bretaña”; siendo que este nunca viajo a esos países? Es más, tampoco Castelli lo hizo. ¿Entonces a quien hacen referencia esos comentarios?

La respuesta la da Julio Chavez en su libro “Castelli el adalid de Mayo”.  Allí este historiador explica que los datos que Gillespie consigna al lado de la firma de Castelli corresponden otra persona, a una amistad suya que aparentemente simpatizaba con los ingleses: el fundador del periódico  El Telegrafo Mercantil (en el cual escribía Castelli) llamado Francisco Cabello y Mesa. Este dato está en un trabajo titulado “Juan José Castelli: de letrado colonial a patriota revolucionario” de Fabio Wasserman; quien dice lo siguiente: “Castelli … pudo haber sido uno de los vecinos que juraron lealtad a la Corona Británica. Si bien los documentos sobre esa jura fueron destruidos, el oficial inglés Alexander Gillespie recordaría que entre ellos estaba “Don Francisco José Castelli”. Aparte de la confusión en el nombre (que podría ser el de su hermano Francisco), también decía que era natural de Lima y que había visitado Europa y  Norte América. Es por eso que Julio Chaves considera que se trataría de Francisco Cabello y Mesa, lo cual resulta verosímil si se considera su colaboración con los ingleses que le valdría un  proceso por traición. Lo que sí parece seguro es que Castelli se reunió con Beresford apelando a una mediación del comerciante norteamericano Guillermo Pío White. Es probable que haya explorado la posibilidad de que Inglaterra apoyara la independencia, pero el general inglés carecía de instrucciones y no podía ofrecerle garantías sobre qué pasaría con los súbditos españoles que lo apoyaban en caso de que Inglaterra firmase un tratado devolviendo la ciudad a España.

Con lo dicho queda perfectamente en claro que no existe ninguna prueba de que Saavedra haya firmado la ominosa lista de adhesión al rey inglés, como afirman los españolistas ideológicos. Es mas este en su Memoria autógrafa afirma que "es indudable, en mi opinión, que si se miran las cosas a buena luz, a la ambición de Napoleón y a la de los ingleses de querer ser dueños de América, se debe atribuir la revolución de Mayo de 1810". Ambiciones estas -digamos nosotros- absolutamente repudiadas por la inmensa mayoría de los habitantes de estas tierras, y por los representantes del mayo genuino, como Saavedra. 

Resta decir que, si bien entre los actores de Mayo –y aun antes- hubo quienes actuaron a favor de la pérfida Albion; tal como lo denunció hace décadas el verdadero revisionismo histórico; sin embargo, ello no puede dar lugar a que gratuitamente se generalice una acusación en ese sentido como lo hacen los españolistas ideologizados. Un empeño tal no solo falsea la histórica, sino que además constituye una grave  falta contra la virtud de la piedad y la justicia.


*Abogado y Profesor de Historia.

(1) Uno de los autores que se hace eco de esto es Julio Gonzalez, en su libro La involución hispanoamericana.