martes, 22 de octubre de 2019

DEFENSA DE LA HISPANIDAD EN Y DESDE LA ARGENTINA

         A lo largo de estos días hemos profundizado en los valores e instituciones de la Comunidad Hispánica de Naciones a la cual pertenecemos. Fue mérito del Presidente Don Hipólito Yrigoyen el haber instituido el Día de la Raza para honrar la memoria de la España civilizadora y evangelizadora. Yrigoyen, (uno de los fundadores de la Unión Cívica Radical), recibió, en reconocimiento a su noble decreto, la condecoración del collar de Isabel la Católica en nombre del Rey Alfonso XIII, que por entonces gobernaba de hecho el Reino de  España.  Nosotros, como aquel presidente, seguimos viendo en el 12 de octubre una ocasión más para agradecer el legado del Imperio Español en América y no para fomentar una relativista “diversidad cultural”, anticatólica y antiespañola. Con anterioridad se habían pronunciado de forma favorable a la Tradición hispánica en nuestra Patria Don Tomás Manuel de Anchorena, el Padre Castañeda, Don Juan Manuel de Rosas y el presidente conservador Nicolás Avellaneda. Años más tarde, correspondió al Padre Zacarías de Vizcarra (nacido y muerto en España, pero que vivió largos años en nuestro país) acuñar el término Hispanidad con el significado que hoy le damos y a Don Ramiro de Maeztu – diplomático, político e intelectual de la Madre Patria, que fuera embajador en la Argentina – su enérgica defensa. Podemos afirmar sin mucho margen de error, que el concepto de Hispanidad terminó de perfilarse entre Buenos Aires y Madrid, gracias al trato frecuente que el Padre Zacarías de Vizcarra y Don Ramiro de Maeztu tuvieron en aquellos años con pensadores y escritores argentinos como Ernesto Palacio, Julio y Rodolfo Irazusta, César Pico, Tomás D. Casares, Alberto Ezcurra Medrano, Lisardo Zía y Mario Lassaga, entre otros.  A su turno, la defensa de la Hispanidad sería incorporada también a la Doctrina Justicialista por el Tte. Gral. Juan Domingo Perón. Menos conocido que todo esto es, en cambio, el proyecto pro- hispánico (que no “españolista”) del Gral. San Martín, resumido en la decisión de independizarnos del Rey (al haberse agotado todas las instancias de una solución menos drástica) pero seguir siendo fieles a los valores de la Hispanidad. Esto quedó claro cuando el Libertador ofreció al Virrey De la Pezuela primero y al Virrey La Serna después, la formación de una monarquía católica independiente, con un Príncipe de la Casa de Borbón a la cabeza, un tratado comercial favorable a España, una especie de doble ciudadanía para españoles americanos y peninsulares, y la unión de los Ejércitos Realista y Patriota. Las palabras textuales del Libertador al Virrey del Perú en la Hacienda de Punchauca fueron las siguientes: “General, considero este día como uno de los más felices de mi vida. He venido al Perú desde las márgenes del Plata, no a derramar sangre, sino a fundar la libertad y los derechos de que la misma metrópoli ha hecho alarde (…) La independencia del Perú no es inconciliable con los más grandes intereses de España (…) Pasó ya el tiempo en que el sistema colonial pueda ser sostenido por la España. Sus ejércitos se batirán con la bravura tradicional de su brillante historia militar. Pero los bravos que V.E. manda, comprenden que aunque pudiera prolongarse la contienda, el éxito no puede ser dudoso para millones de hombres resueltos a ser independientes; y que servirán mejor a la humanidad y a su país, si en vez de ventajas efímeras pueden ofrecerle emporios de comercio, relaciones fecundas y la concordia permanente entre hombres de la misma raza que hablan la misma lengua, y sienten con igual entusiasmo el generoso deseo de ser libres (…) Si V.E. se presta a la cesación de una lucha estéril y enlaza sus pabellones con los nuestros para proclamar la independencia del Perú, se constituirá un gobierno provisional, presidido por V.E. (quien) responderá de su honor y de su disciplina; y yo marcharé a la península, si necesario fuere, a manifestar el alcance de esta alta resolución (…) demostrando los beneficios para la misma España de un sistema que, en armonía con los intereses dinásticos de la casa reinante, fuese conciliable con el voto fundamental de la América independiente”. Don Manuel Abreu, delegado de Fernando VII, quedó admirado por esta propuesta de San Martín, hecha para “reunir de nuevo las familias y los intereses”, en expresión que él atribuyó al Gran Capitán. San Martín había negociado los alcances de este acuerdo, entre otros, con su hermano Justo Rufino, que era oficial de la Secretaría de Guerra de Fernando VII en España. Y le había aclarado al Arzobispo Las Heras de Lima, que sus ideas eran diametralmente opuestas a las de la regicida y anticristiana Revolución Francesa. Lamentablemente su propuesta, como otra similar hecha por el Libertador de México Don Agustín de Ithurbide, no fue aprobada por influencia de la masonería, funcional a los intereses imperialistas de Gran Bretaña.
          Hoy nos corresponde a nosotros seguir levantando la bandera de la Hispanidad como prenda de unión entre nuestros pueblos ante al Nuevo Orden Mundial que pretende acabar con la Fe católica, la Ley Natural, las soberanías nacionales y la familia tradicional. Y defender así aquello que en sus versos inmortalizara el gran poeta nicaragüense Rubén Darío: “la América ingenua que tiene sangre indígena/que aún reza a Jesucristo y aún habla en español”

Fernando Romero Moreno

jueves, 3 de octubre de 2019

Reportaje al Gran Historiador Don Julio Irazusta (1969)

Hablar de Julio Irazusta es hablar, automáticamente, de revisionismo. Fue uno de los primeros —si no el primero— en plantear seriamente, sobre bases documentales y con un nutrido aparato erudito, la necesidad de revisar la versión clásica de nuestra historia, en especial el capítulo sobre Rosas.

Desde hace muchos años viene bregando este entrerriano de aspecto vagamente británico, por una nueva visión de la historia que para él constituye una parte de la visión nacional.
Estamos en su casa, en San Telmo (“un barrio que está de moda”, nos dice, sonriendo) que alberga su biblioteca de 10.000 volúmenes y más de 500 carpetas confeccionadas con recortes de diarios, hojas de libros, fotos y mapas. Ese acervo bibliográfico y documental significa un trabajo de muchos años.

—Cuando yo era estudiante — nos dice— compraba tres ejemplares de cada libro. Uno para leer y formar mi biblioteca y los restantes para destrozarlos y con sus restos formar mi fichero...

Hablamos de sus libros; “Argentina y el Imperialismo Británico" (1934. en colaboración con su hermano Rodolfo); “Ensayo sobre Rosas” (1935), “Actores y Espectadores” (1938), que logra un premio municipal. En 1941 aparece el primer tomo de "Vida Política de Rosas”, cuya obra completa abarca siete volúmenes y es, sin duda, el trabajo histórico más enjundioso de Irazusta. Más adelante publicará “Tomás de Anchorena”, “Tito Livio”, "Urquiza y el Pronunciamiento” y ya en otra temática, “Perón y la Crisis Argentina", "Balance de Siglo y Medio”, “Genio y Figura de Leopoldo Lugones”. Siempre su obra está adscripta a una preocupación política.

—Yo preferiría pasar mis días leyendo lo nuevo y releyendo lo viejo. Todos mis libros fueron escritos instado por mis amigos, mis compañeros de generación. Y si la preocupación dominante es la política, es porque se trata de "la cenicienta del espíritu”, la más desprestigiada y sin embargo la única actividad intelectual que puede resolver los grandes problemas humanos...

—¿Cuando descubrió que la historia argentina debía ser revisada?

—Cuando Uriburu entregó el poder a los conservadores. Durante la conspiración que culminó el 6 de setiembre de 1930 el General nos decía siempre que los conocía muy bien, y después les dejó el gobierno. .. Además, vimos a esos conservadores haciendo en el poder una política totalmente contraria a la que habían sostenido antes, sobre todo en el problema de las carnes. Allí empecé a advertir la existencia de una gran mentira.

—¿Cuáles fueron sus fuentes de información?

—Primeramente toda la literatura unitaria, de la que saqué distintas conclusiones. Y también el libro de Saldías sobre Rosas, que profundizó algunas de las contradicciones de la línea historiográfica unitaria. Los dos primeros tomos de mi “Vida Política de Rosas" se basan exclusivamente en lo editado. Después de concluirlos empecé a trabajar en los archivos. Allí estuve siete años, desde 1943 hasta 1950, con horarios completos de invierno y verano. De modo que los tres últimos editados y los dos que estoy terminando son fruto de una investigación propia.

—¿Cuál libro quiere más, de los suyos? ¿Cuál le dio más satisfacción económica?

—Satisfacción económica, ninguno. Intelectual, el “Ensayo sobre Rosas", porque muchos espíritus preclaros me dijeron que yo los habla convencido con mi razonamiento, entre ellos don Manuel Gálvez. Pero hay un libro que quiero mucho, tal vez porque es inédito, un hijo nonato: es “La Monarquía Constitucional en Inglaterra”.

—¿Cuál es su filósofo favorito?

—En mi juventud era apasionado lector de Platón. Después aprendí mucho con Croce. Ahora prefiero a Santo Tomás y a Aristóteles. A Santo Tomás, sobre todo, porque es el mejor filósofo político de toda la Historia

-¿Qué realidad la cuesta aceptar más?

—Que la Argentina, al país más rico del mundo, si se tiene en cuenta la proporción entre su inmensa riqueza actual y su escasa población, sea el único que no puede resolver una crisis que ya dura treinta años.. .

-¿Cuál serla el sueño que le gustaría concretar?

Que la Argentina hiciera su revolución nacional.

¿Qué está escribiendo últimamente?

Varias cosas. Una historia argentina, pero pensada y escrita en términos políticos. Una historia de Gualeguaychú, mi pueblo. Unas memorias de las que tengo escrito ya un tomo y serán dos en total. Y un ensayo, “La Política, Cenicienta del Espíritu” que ya está escrito en su totalidad pero quiero reescribir.

—¿Qué opina de la revolución estudiantil mundial? (Mayo francés)

—No descarto la Influencia exterior. Sólo una orquestación montada por usinas poco visibles pero reales podría movilizar un movimiento como el que presenciamos en nuestro tiempo. Pero entendámonos: la sociedad capitalista del mundo occidental está dejando sin resolver mucho de los problemas planteados por el desarrollo económico, científico y tecnológico Se explica, por consiguiente, que los estudiantes estén descontentos en todos lados

—¿Cree en la juventud argentina?

—Sin ninguna vacilación. Las generaciones anteriores nos dieron una patria pero luego ella se achicó lamentablemente y así perdimos condiciones que inicialmente eran más favorables, aun, que las de Estados Unidos. Tengo la esperanza de que la nueva generación, al estar bien Informada, esclarecida, sobre los errores del pasado, sepa actuar mejor. Esa es la función de los hombres que reconstruyen el pasado: dar la verdad para que ella evite repetir las grandes equivocaciones nacionales


Lucrecia Orrego
Bibliografía: Revista ·"Todo es Historia" numero 30 - octubre de 1969