martes, 27 de septiembre de 2016

¿Fue un agente ingles don Cornelio Saavedra?

Por: Edgardo Atilio Moreno*

            De un tiempo a esta parte, en nombre del Hispanismo, se ha venido desarrollando una corriente de opinión, conformada por escritores, divulgadores y aficionados a la historia, que no solo repudian los hechos de Mayo de 1810, negando  la existencia de un mayo hispánico y monárquico  enfrentado a un Mayo liberal y jacobino; sino que además, se  han dado a la innoble tarea de denigrar a todos, absolutamente a todos, los protagonistas de aquellos hechos, injuriándolos sin razón y de la forma más alevosa.

            Uno de los agraviados por los ataques de estos españolistas –a quienes podríamos calificar de ideológicos, en tanto que falsean la realidad histórica para adecuarla a sus preconceptos-, es el ilustre prócer don Cornelio Saavedra.

            Increíblemente, respecto de este hombre, que se destacó luchando contra el invasor inglés y que fue un claro exponente del Mayo genuino y legítimo, se afirma que estuvo juramentado al servicio de Inglaterra, acatando sus órdenes y traicionando su propia honra. 

            No vamos a negar aquí que en la Buenos Aires de principios del siglo XIX había una minoría de hombres vinculados al comercio con Inglaterra que bregaban por una política económica de “libre-cambio” y con tener “relaciones carnales” con Su Majestad Británica. Eso es absolutamente cierto, y bien sabido es que cuando sucedieron las invasiones inglesas hubo quienes saludaron alborozados la llegada del invasor.

            Al respecto, un capitán ingles que participó de la primera invasión, Alexander Gillespie, cuenta en sus “Memorias” que: “teníamos en la ciudad algunos amigos ocultos, pues casi todas las tardes, después de oscurecer, uno o más ciudadanos criollos acudían a mi casa para hacer el ofrecimiento voluntario de su obediencia al gobierno británico y agregar su nombre a un libro, en que se había redactado una obligación.” Agregando que los firmantes de la lista llegaron a cincuenta y ocho. Posteriormente, producida la revolución de Mayo, Gilliespie afirmaría que de los miembros que conformaron la Primera Junta de gobierno “tres se registran en esa lista”.

            Estos dichos, que son tristemente ciertos, obviamente llevan a plantear la pregunta de quiénes serían los tres personajes aludidos. Sobre uno de ellos no hay lugar a dudas, pues el mismo Gillespie lo dice expresamente, era Juan José Castelli. Respecto a los dos restantes se podrían tejer diversas conjeturas, aventurar hipótesis, etc. Sin embargo los españolistas ideológicos no tienen ninguna duda, para ellos esta todo claro, uno de los firmantes fue don Cornelio Saavedra. Dicho lo cual, toda injuria y todo agravio contra su persona será una obra de bien, una “defensa de la Hispanidad” y una señal de "ortodoxia".

Ahora bien, nos preguntamos ¿cuál es la fuente en la que abrevan los difamadores? Al parecer ella se encontraría en un historiador hispanista, serio y respetable, el cual en una de sus obras incurrió en imprecisiones lamentables. Nos referimos al reconocido investigador  Bernardo Lozier Almazan.

En efecto, este autor, en su libro “William Carr Beresford. Gobernador de Buenos Aires” afirma que el capitán ingles Alexander Gillespie, en una carta que escribió a Lord Perceval, el 3 de septiembre de 1810, refiriéndose a los firmantes del libro de juramentos; dijo: “observo en comparación con la lista de los que componen el actual gobierno de aquella ciudad los nombres de Castelli y Saavedra”. De éste último dice: “persona muy capaz, ha visitado Europa y Norte América, habla inglés con facilidad y es muy afecto a este país” [Gran Bretaña].

Pues bien la nota que Lozier cita esta entrecortada, y por ende se mal interpreta. El texto completo lo podemos ver en el libro “Proceso al Liberalismo”, de Atilio Garcia Mellid, y dice lo siguiente: “Con referencia a estos nombres (los de la lista de comprometidos) observo en comparación con la lista de los que componen el actual gobierno, un caballero don Francisco Jose Castelli, que sigue en orden a Saavedra, el jefe. Mis anotaciones agregadas a su firma (la de Castelli obviamente) son las siguientes: persona muy capaz, ha visitado Europa y norteamerica, habla inglés con facilidad  y es muy afecto a este país”.

Como se ve del texto íntegro surge claramente que el único a quien Gillespie  menciona como firmante es a Castelli (de quien consigna mal su nombre) y a Saavedra solo lo menciona para decir que Castelli lo seguía en orden.

Por otro lado, si fuera correcta la interpretación de Lozier (que no la es evidentemente) ¿como se explica que diga que Saavedra “ha visitado Europa y norteamerica, habla inglés con facilidad  y es muy afecto a Gran Bretaña”; siendo que este nunca viajo a esos países? Es más, tampoco Castelli lo hizo. ¿Entonces a quien hacen referencia esos comentarios?

La respuesta la da Julio Chavez en su libro “Castelli el adalid de Mayo”.  Allí este historiador explica que los datos que Gillespie consigna al lado de la firma de Castelli corresponden otra persona, a una amistad suya que aparentemente simpatizaba con los ingleses: el fundador del periódico  El Telegrafo Mercantil (en el cual escribía Castelli) llamado Francisco Cabello y Mesa. Este dato está en un trabajo titulado “Juan José Castelli: de letrado colonial a patriota revolucionario” de Fabio Wasserman; quien dice lo siguiente: “Castelli … pudo haber sido uno de los vecinos que juraron lealtad a la Corona Británica. Si bien los documentos sobre esa jura fueron destruidos, el oficial inglés Alexander Gillespie recordaría que entre ellos estaba “Don Francisco José Castelli”. Aparte de la confusión en el nombre (que podría ser el de su hermano Francisco), también decía que era natural de Lima y que había visitado Europa y  Norte América. Es por eso que Julio Chaves considera que se trataría de Francisco Cabello y Mesa, lo cual resulta verosímil si se considera su colaboración con los ingleses que le valdría un  proceso por traición. Lo que sí parece seguro es que Castelli se reunió con Beresford apelando a una mediación del comerciante norteamericano Guillermo Pío White. Es probable que haya explorado la posibilidad de que Inglaterra apoyara la independencia, pero el general inglés carecía de instrucciones y no podía ofrecerle garantías sobre qué pasaría con los súbditos españoles que lo apoyaban en caso de que Inglaterra firmase un tratado devolviendo la ciudad a España.

Con lo dicho queda perfectamente en claro que no existe ninguna prueba de que Saavedra haya firmado la ominosa lista de adhesión al rey inglés, como afirman los españolistas ideológicos. Es mas este en su Memoria autógrafa afirma que "es indudable, en mi opinión, que si se miran las cosas a buena luz, a la ambición de Napoleón y a la de los ingleses de querer ser dueños de América, se debe atribuir la revolución de Mayo de 1810". Ambiciones estas -digamos nosotros- absolutamente repudiadas por la inmensa mayoría de los habitantes de estas tierras, y por los representantes del mayo genuino, como Saavedra. 

Resta decir que, si bien entre los actores de Mayo –y aun antes- hubo quienes actuaron a favor de la pérfida Albion; tal como lo denunció hace décadas el verdadero revisionismo histórico; sin embargo, ello no puede dar lugar a que gratuitamente se generalice una acusación en ese sentido como lo hacen los españolistas ideologizados. Un empeño tal no solo falsea la histórica, sino que además constituye una grave  falta contra la virtud de la piedad y la justicia.


*Abogado y Profesor de Historia.

lunes, 12 de septiembre de 2016

ARTIGAS: CAUDILLO DE LA PATRIA

Por: Luis Alfredo Andregnette  Capurro 

Cuando se penetra en el territorio del pasado de la Patria Grande, es necesario tener muy clara  la idea de avanzar desbrozando las mixtificaciones que se han acumulado en el transcurso del tiempo. El documentario, si bien es importante, para probar un aserto, puede no ser suficiente para darle alma  a una serie de hechos que ante nosotros están inertes. Por esto es necesario ir a la tradición, y como muy bien señala Miguel Ayuso, al espíritu, que enlaza los hechos y les confiere razón y sentido. Estas son las  premisas que tuvimos en cuenta cuando ante la figura del Caudillo Oriental José Gervasio Artigas nos propusimos  un breve escorzo de su pensamiento y vida entre 1764 y 1850. Ante todo, cabe señalar, que fue hombre de duro cabalgar y batallar en estas comarcas vertebradas por los grandes ríos de la Cuenca del Plata,  a las que soñó  mantener unidas en la  magnífica unidad geopolítica que fue el Virreinato. Se hace también imperioso subrayar el cinismo de la historiografía liberal, cuando desconoce y falsea el alma de nuestra historia, haciendo aparecer  al personaje como un roussoniano desarraigado de sus ancestros, lo que preparó el camino a los escribas partisanos  para trasmutarlo en un protomarxista. De aquí que sea  no sólo un desconocido sino alguien que ha muerto dos veces.

Nuestra tarea es entonces dejar de lado lo imaginario, ya que creemos con Ortega que “el pensamiento tiene la misión primaria de reflejar el ser de las cosas”.  Y para ubicarlo en la Verdad hay que plantear con claridad meridiana que el Caudillo no fue ni un demo- liberal, ni un revolucionario, si le damos a esta palabra el significado de subversión de las formas religiosas, culturales y políticas legadas por la tradición.En las comarcas sureñas de los dominios del  Rey Católico, se afincaron  los Artigas. Gens de guerreros y labradores con origen en Navarra y Aragón hicieron honor a su apelativo, porque Artiga (sin la s final) es voz latina del verbo “artire” que habla de tierra “que está preparada para sembrar”. Este apellido aparece en las listas de los futuros hidalgos fundadores del Real  de San Felipe y Santiago de Montevideo.(1724-30)

Un 19 de junio de 1764, en el hogar de Martín José Artigas  y Francisca  Arnal, nació José Gervasio bautizado dos días después. La tierra y lo telúrico ejercieron  fascinación avasallante en el joven criollo.  Con los años  y de acuerdo a sus antecedentes familiares fue hacendado y Ayudante de Félix de Azara. Con baquía y valor alcanzó, siendo  mozo, el grado de Capitán del Cuerpo de Blandengues de  la Frontera de Montevideo.

Desde ese puesto combatió a matreros y a ingleses cuando las mercantilistas agresiones de 1806 y 1807 intentaban crear el ambiente  para una rebelión generalizada en los Reinos de  Indias. Eran los años en que la Revolución Francesa de 1789, con su satánico inmanentismo y su terrorismo de Estado, se extendía en la Europa minada por las logias. En 1808, la felonía bonapartista y pretendió aherrojar a los Reinos del Sacro Imperio Romano Hispano. La respuesta  fue el levantamiento religioso  contra el  ideologísmo  de la Revolución. Al ser ocupado el Trono  por un napoleónida usurpador, América  se encontró con el poder político acéfalo con lo que la soberanía recayó en las jerarquías  naturales. Esto fue lo que ocurrió en Montevideo el 21 de septiembre de 1808 y en Buenos Aires en Mayo  de 1810. 


“La sociedad rioplatense -dice Jordán Genta- era una unidad de orden... y el pueblo actuó jerárquicamente por medio de sus  jefes naturales no elegidos por la multitud sino acatados por ella...” Los caminos Imperiales de América y España se bifurcaron cuando las  liberales Cortes de Cádiz y más tarde Fernando VII, pretendieron desconocer los reinos diferenciados establecidos por el César Carlos V en 1519-Entre 1811 y 1815, Artigas  definió  su pensamiento político  y económico  entroncado en las bases del doctrinarismo español. Dos fueron los puntos claves expuestos por el Caudillo: Independencia y Federalismo.


La primera era exigida dado él desconocimiento, como dijimos, en septiembre de 1810 por las liberales Cortes , del federalismo natural que había caracterizado la Unión de los Reinos de España y América, para establecer  el masónico Estado centralizado. Por el segundo se planteaba un gobierno nacional y gobiernos provinciales, es decir, un federalismo encontrado en el fondo de los antiguos Cabildos nacidos en la Hispania Romana y fortalecidos en la Edad Media. Estos fueron los municipios trasplantados a nuestra América que encarnaban el espíritu local y estaban constituidos por los jefes de familia.


Era  la Provincia, formada con los “Pueblos Libres” en  el sentido de ciudades con Cabildo junto a sus respectivas jurisdicciones. En lo económico su política de tierras  se inspiró en la Legislación de Indias y mantuvo la Propiedad Privada fuera del planteo liberal. Artigas devino en arquetipo de la Tradición, por lo que los logistas, con la baja traición del denominado Tratado del Pilar (1820), lo eliminaron de la argentinidad. Cayó con la Provincia Oriental y el “Sistema Americano”.


Nunca más pudo volver del ostracismo paraguayo, pero su alma reapareció en la Cruzada Lavallejista de abril 1825. En ella -hay que recordarlo siempre- tuvieron especial protagonismo don  Juan Manuel de Rosas y don Manuel Oribe quienes en pocos años serían los continuadores del Caudillo. Tanto fue así, que en 1843, 7 años antes de su fallecimiento, el Patriarca, contestó negativamente el ofrecimiento  de Carlos Antonio López para Comandar las fuerzas preparadas contra el Restaurador. El Viejo Guerrero vio lejos las intenciones de la siniestra alianza burguesa, liberal y anti hispanoamericana. Por ello, sigue siendo Centinela, Muralla y Bastión de una historia que es esencia  de “Nuestra Unidad de Destino en lo Universal” al decir del inmortal José Antonio Primo de Rivera.