lunes, 19 de diciembre de 2022

Fusilan a Dorrego

 


Por: Juan Manuel Aragon (h)

El 13 de diciembre de 1828 Manuel Dorrego fue fusilado por orden de Juan Lavalle, luego de su derrota en la batalla de Navarro. Fue uno de los acontecimientos más inicuos de la historia argentina, cuando el fervoroso odio y crueldad de los unitarios se mostró en toda su extensión.

Dorrego era un tribuno, periodista y guerrero de la independencia. Había nacido en Buenos Aires el 11 de junio de 1787 y lo bautizaron como Manuel Críspulo Bernabé. Sus padres fueron José Antonio Dorrego, portugués, y María de la Asunción Salas, porteña. Estudió gramática, filosofía y teología en el Colegio de San Carlos. Era un excelente latinista.

El 1 de diciembre de aquel año, Lavalle lideró un golpe contra Dorrego, gobernador bonaerense, que salió a enfrentarlo en Navarro, pero fue derrotado y lo hicieron prisionero. Instigado entre otros por Florencio Varela y Salvador María del Carril, Lavalle ordenó su muerte.

A principios de 1827 las Provincias Unidas triunfaron en la guerra del Brasil, luego de la usurpación de la Banda Oriental. El 9 de febrero Guillermo Brown derrotó a la escuadra imperial en el Juncal y el 20 del mismo mes Carlos María de Alvear triunfó en Ituzaingó. Los desmoralizados brasileños se dispersaron. Cuando Alvear  pidió refuerzos y caballadas a Buenos Aires para ocupar la provincia de Río Grande y marchar hasta la capital enemiga, se los negaron. ¿Por qué?

El gobierno de Bernardino Rivadavia, justo cuando los argentinos triunfaban en el campo de batalla, ¡pedía desesperadamente la paz! Lo hacía para sofocar lo que llamaba anarquía interna, quería disponer del ejército nacional para lanzarlo contra las provincias.

Rivadavia envió a Río de Janeiro a Manuel García con instrucciones rigurosas de obtener la paz a cualquier precio. Para conciliar con los brasileños, García propuso la independencia de la Banda Oriental, por sugerencia del ministro inglés John Ponsonby –el mediador- encargado de conseguir un puerto franco en el Río de la Plata, obsesión inglesa.

A pesar de lo comprometido de sus ejércitos, el Emperador del Brasil, no accedió. Y García terminó firmando una convención preliminar por la que se reconocían los derechos del Emperador sobre la Banda Oriental y se aceptaba la incorporación al Imperio de la provincia Cisplatina. Los brasileños habían conseguido sin balas lo que la guerra le había negado.

Cuando se conoció en Buenos Aires, el pueblo se lanzó a la calle, en tumulto. Rivadavia presentó la renuncia y le fue aceptada por el Congreso.

El Congreso eligió como presidente provisional a Vicente López, que designó a Juan Manuel de Rosas comandante general de la campaña y convocó en un mes a elección de representantes a la Legislatura de Buenos Aires, triunfaron los federales por mayoría. Se eligió gobernador a Dorrego.
Endemientras estaban llegando a Buenos Aires los primeros escuadrones del ejército nacional que volvían de la campaña contra el Brasil. El desfile era seguido con emoción y con pena por el estado desfalleciente de la tropa, que llegaba con el uniforme hecho jirones. Dorrego nombra en reemplazo de Alvear a Juan Antonio Lavalleja, que continuará con las acciones favorables.

En las arcas de Buenos Aires no había dinero. La administración de Rivadavia había sido ruinosa y había agotado los recursos del Estado en gastos de boato y en combatir a sus enemigos políticos. Pero el federalismo triunfaba en las provincias. Por lo que Dorrego llevó su gobierno con moderación, sin amenazas ni persecuciones y con generosidad. Era un valiente. Su carrera militar lo había llenado de gloria; su arrojo y golpe de vista de guerrero nato se habían destacado en las victorias patriotas de Tucumán y Salta. Nombró embajadores para tratar la paz en Río de Janeiro a Juan Ramón Balcarce y Tomás Guido, que suscribieron el tratado del 27 de agosto de 1828 que reconocía la independencia de la Banda Oriental bajo la garantía de las dos potencias firmantes.

El gobierno estaba inquieto por la posibilidad de un contragolpe unitario, con fuerzas destacadas en la Banda Oriental, que venían anarquizadas por la inacción y por el pago irregular de varios meses, disgustadas por el resultado de la guerra y minadas por la activa propaganda opositora.

Cuando se le anunció que el jefe del golpe revolucionario sería Lavalle, no lo creyó, atribuyó a simple bravata su lenguaje exaltado. Además, Dorrego acababa de hacer públicos los manejos de la oligarquía unitaria, sus alianzas con el capital inglés, sus denuncias contra los comerciantes agiotistas, y conocía su total impopularidad en las provincias. Creía que los unitarios habían sido derrotados para siempre y ése fue su error: no lo tomaba en serio a Lavalle.

Lavalle había caído en manos de los doctores unitarios, que lo tenían como alelado y a cuyos miembros escuchaba como oráculos por el destino personal que le vaticinaban. Le hicieron creer que Dorrego era el jefe de los anarquistas causantes de todos los males, un tirano que oprimía al pueblo apoyado en la más baja plebe, y un traidor a la patria.

El 20 de noviembre llegó a Buenos Aires la primera división del ejército de la Banda Oriental al mando de Enrique Martínez. Diez días después Juan Manuel de Rosas manda un aviso al gobernador Dorrego: “El ejército nacional llega desmoralizado por esa logia que desde hace mucho tiempo nos tiene vendidos”. Al día siguiente, 1 de diciembre de 1828, estalló el pronunciamiento. Los cuerpos de línea del ejército, la división de Martínez, totalmente sublevada, entra en la plaza de la Victoria al mando de Lavalle y de José Olavarría, héroes de las guerras de la independencia. Grupos de civiles unitarios los rodearon y aclamaron, destacándose Julián Agüero.

Sin fuerzas para resistir a los regimientos de línea, Dorrego abandonó el Fuerte y marchó al campamento de las milicias de Rosas en San Vicente.

Lavalle salió a perseguirlo con un regimiento de caballería. Contra la opinión de Rosas, Dorrego lo esperó para hacerle frente. El 9 de diciembre se toparon cerca de Navarro: las milicias de gauchos mal armados fueron derrotadas y dispersas por las experimentadas tropas de línea.

Mientras Rosas iba a pedir auxilio al gobernador de Santa Fe, Dorrego buscó incorporarse al Regimiento 3 cerca de Areco, al mando de su amigo Angel Pacheco, que le dio asilo y se puso a sus órdenes. Pero los comandantes Acha y Escribano amotinaron la tropa, apresaron a Dorrego y lo llevaron a la Capital. En el camino recibieron la orden de cambiar de rumbo y conducir al prisionero al campamento de Navarro donde estaba Lavalle.

Dorrego le pidió a Lavalle garantías para su persona y un salvoconducto para marchar al extranjero. Pero los unitarios tenían decidida su muerte y se lo recordaron a Lavalle en premiosas cartas, para contrarrestar los pedidos de clemencia o un posible desfallecimiento de la voluntad. “Nada de medias tintas”, decía Juan Cruz Varela, mientras se regocijaba en El Pampero: “La gente baja ya no domina, y a la cocina se volverá”. “Hay que cortar la primera cabeza de la hidra”, afirmaba Agüero. Salvador María del Carril, más categórico, refería: “Hablo del fusilamiento de Dorrego. Hemos estado de acuerdo antes de ahora. Ha llegado el momento de ejecutarlo. Una revolución es un juego de azar donde se gana la vida de los vencidos”.

El 13 de diciembre de 1828 llegó Dorrego al campamento de Navarro, y se le avisó que sería fusilado en una hora. Lavalle no quiso verlo.

El golpe fracasó y para imponerse debió recurrir a una feroz tiranía que, por esos mismos días, reprobó José San Martín en su retorno al país. Negándose a desembarcar en febrero de 1829, rechazó el papel de “verdugo de mis conciudadanos”, mientras Lavalle y sus tropas veteranas eran derrotadas el 25 de abril en Puente de Márquez por milicias de Estanislao López y de Rosas. El año 1829 fue el único de Buenos Aires en que hubo más muertes que nacimientos: hubo 4.658 fallecidos, cuando en 1827 fueron 1.904 y en 1828, 1.788. La expresión “salvajes unitarios” no era antojadiza.

Dorrego fue la primera víctima del iluminismo argentino. Su muerte, en cierta manera, contribuyó a cimentar la creencia de que los unitarios solamente traerían ruina, disfrazada de civilización, al país. Otra habría sido la suerte de los argentinos si Dorrego no era muerto por la perfidia de los doctores unitarios porteños, que usaron a Lavalle como brazo ejecutor.

San Martín huyó despavorido de Buenos Aires cuando supo que Lavalle gobernaba Buenos Aires. Junto a Dorrego es posible que hubieran enderezado el rumbo del país en sus comienzos, en sus cimientos, como quien dice. 

Pero nada puede cambiar la historia.

 

Tomado de: https://ramirezdevelazco.blogspot.com/2022/12/calendario-nacional-fusilan-dorrego.html?fbclid=IwAR2n21_uMYa0EX8SxSROhvIjyo0XMIEmXyJCqNg0_IIAwdtTlqdcnc7f4n8

 

 


miércoles, 7 de diciembre de 2022

De la espada de Bolívar a la de San Martín*

 Por: Iris Speroni


El 11 de agosto EL MANIFIESTO publicó “La Espada” de Sertorio, autor por quien siento admiración y respeto. Sin embargo, mi visión sobre el proceso que nosotros los americanos, denominamos “La Independencia” y que los españoles peninsulares ven, con justa razón, como el desmoronamiento de un Imperio, necesariamente discrepa.

Debo aclarar que mi opinión es la mayoritaria, con matices, entre todos los historiadores profesionales y aficionados argentinos. Aquellos que añoran el dominio español son pocos y no muy bien vistos. En general, estamos muy orgullosos de nuestra gesta emancipadora del tirano Borbón.

Discrepo en la importancia dada a la injerencia inglesa en general y la influencia que pudo llegar a tener la Leyenda Negra en particular. Se denomina así a la propaganda creada por Inglaterra y Holanda, mayormente para uso interno, con poco asidero fáctico. Resultaba poco creíble para quienes vivían en América a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, quienes sí tenían bien en claro cómo eran las relaciones con indígenas, negros, mulatos, mestizos y zainos en esos tiempos. Gente pragmática que jamás compraría fantasías insustanciales. Esta fábula, como todo lo whig, fue retomada por el marxismo, el cual nunca se caracterizó en ser apegado a los hechos. En Argentina, la Leyenda Negra entró en circulación a partir de la segunda mitad del siglo XX de la mano de intelectuales universitarios de izquierdas. La acompañan con una Segunda Leyenda Negra sobre la Conquista de la Patagonia (Conquista del Desierto). 

La Guerra por la Independencia fue una guerra civil. De español contra español. La divisoria de aguas era si se renovaba la lealtad al monarca o no, luego de la vergonzosa abdicación ante Napoleón. Los sustentos ideológicos principales fueron la teoría de la reversión de la soberanía al pueblo del padre jesuita Francisco Suárez y los iluministas franceses. Recomiendo la obra de José Carlos Chiaramonte, "Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800-1846)", Editorial Ariel, Buenos Aires, 1997. 

¿Por qué nos quisimos divorciar de los Borbones?

Voy a hablar únicamente por el Virreinato del Río de la Plata. Mi conocimiento de Bolívar es mínimo por lo que me limitaré a lo que me apasiona que es la historia de mi Patria. Nosotros, quienes admiramos a los Generales Don José de San Martín, Martín Miguel de Güemes y al Almirante Guillermo Brown miramos con cortesía y cierta condescendencia al prócer de Colombia y Venezuela. Prosigo.

El final de la Casa de los Austrias fue trágico para América. Las reformas que implementó Carlos III - que, convengamos, fue el mejor de todos los Borbones - fueron devastadoras para los españoles en América. Enumeraré los errores principales: 

  1. Apoyo a la Independencia de los Estados Unidos. Fue costoso para los reinos de Francia y España. Para Francia, significó la bancarrota y finalmente la pérdida del trono. Para España, una sangría de dinero que solventó América, reforma impositiva mediante. 
  2. El decreto real que diferencia a los españoles nacidos en América y en la Península. Durante los Austrias, los súbditos nacidos en América tenían la misma jerarquía que los nacidos en Europa. Era razonable. Los servidores reales desarrollaban una carrera burocrática en diferentes ciudades del Imperio. Ejemplo: cuatro años en Manila, cuatro en El Callao, cuatro en Cartagena de Indias y así. Eran hombres casados cuyos niños nacían en el camino. Muchos, de adultos, entraban al servicio del Rey como sus padres. La incomprensible decisión de Carlos III dejaba fuera de la carrera profesional a decenas de miles nacidos a donde el Rey había enviado a sus padres. En términos modernos equivaldría a negarle a los hijos de un ejecutivo de una multinacional nacido azarosamente en Singapur poder ingresar a una universidad de la Ivy League y luego hacer carrera en Wall Street. 
  3. La expulsión de los jesuitas. Creo que ésta es la más fuerte de todas. Los jesuitas formaron a la mayoría de las élites españolas en América. Pusieron el cuerpo en la colonización de enormes áreas, los peores lugares a donde el resto no quería ir. Si el Rey le dio la espalda a quien le fue tan fiel (según ojos americanos), ¿por qué no lo haría con el resto de sus fieles súbditos? Más aún cuando, se supuso, fue una decisión tomada por pedido del Borbón francés.

El Virreinato del Río de la Plata 

La historia nuestra es particular, respecto a otros virreinatos. Para empezar, éramos pobres - comparados con Manila, Nueva España o Perú -. 

Parte del territorio del Virreinato estaba bajo la administración de los jesuitas sin perjuicio de las concesiones a muchas otras órdenes religiosas y a particulares. Especial mención las Misiones Jesuíticas Guaraníticas, al Noreste de la hoy Argentina. Eran una barrera de contención contra los intentos imperiales de Portugal. Al punto que el Rey dio dispensa legal para armar y entrenar a los indios guaraníes —cosa prohibida—, quienes derrotaron una voluminosa expedición portuguesa (Guerra Guaranítica 1754-1756). Así mismo administraban amplias extensiones en Córdoba y Salta, colegios secundarios y universidades en Córdoba y en el Alto Perú.

La expulsión de los jesuitas fue avisada con antelación al rey de Portugal quien preparó una invasión luego de que la decisión real fuera efectiva. El Imperio de Brasil se apoderó de kilómetros cuadrados que hoy integran el sur de ese país (actualmente Río Grande del Sur), además de apresar miles de guaraníes como esclavos y matar otros tantos. Dicho de otra forma: el rey abandonó a sus súbditos a manos de un imperio extranjero. Porque antes, cuando los Austrias, los guaraníes eran súbditos que merecían la protección real (remito al testamento de Isabel la Católica).

En 1806 una flota militar británica toma Ciudad del Cabo al sur de África luego de una batalla encarnizada en la cual miles de boers perecieron. Luego de aprovisionarse zarpa para la desembocadura del Río de la Plata. El virrey abandonó la ciudad con el fin de proteger el tesoro (no está mal). La tropa real era escasa y no pudo defender la plaza la cual cayó rápidamente ante el invasor. El comportamiento inglés fue nefasto. Pillaje en conventos, iglesias, comercios y casas de familia, violaciones de mujeres, vejación de monjas de clausura. Lo usual. Tras 47 días de violencia y abusos, tropas venidas del interior junto a civiles armados retomaron la ciudad con un alto costo en sangre. Lo llamamos La Reconquista. Las banderas apoderadas al 71º Regimiento de Highlanders son exhibidas desde entonces hasta la actualidad en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario y Convento de Santo Domingo, de la orden dominica, en Buenos Aires.

Existe una segunda invasión en 1807, El lapso entre ambas expediciones fue empleado por los porteños para entrenar milicias civiles y pertrecharse. La rendición de los ingleses tras el segundo desembarco fue inmediata.

Estos hechos aunados conforman en la población la convicción de que al rey no le importa la protección de sus súbditos, única obligación de un monarca absoluto.

La invasión de la Península por el ejército napoleónico

¿Qué puede esperar un pueblo de un rey que deja ingresar a su territorio a un ejército extranjero y de tal forma poner el patrimonio y la vida de sus súbditos y la virtud de sus súbditas a riesgo? ¿Qué clase de persona es? ¿Por qué alguien querría ser vasallo de un monstruo traidor semejante?

El gobierno de Cádiz a partir de 1808 más la resistencia que duró seis años fueron financiados desde América, en particular desde el Perú. Uno a uno los virreinatos decidieron autogobernarse mientras el Rey estuviera en Valençay, con excepción de Perú que respondía a la Junta de Cádiz.

Fernando VII, reinstaurado al trono por potencias extranjeras, se negó a jurar la Constitución de 1812. Ordenó fusilar a quienes se lo pedían, a pesar de haber cuidado el reino en su nombre y resistido al invasor, cosa que él no hizo. Mandó ejércitos a América a recuperar su territorio. Resistimos, cual aldea de Astérix, las Provincias Unidas del Río de la Plata con sede en Buenos Aires. También Asunción (la cual se había emancipado en 1810). Hasta Montevideo había caído. 

La Independencia de las Provincias del Río de la Plata se declara en 1816. Fue luego de largas negociaciones entre nuestra máxima autoridad Don Juan Martín de Pueyrredón y el embajador del rey. Nuestra única exigencia para renovar la lealtad era que Fernando VII aceptara la Constitución de Cádiz. Meses se demoró la Declaración de la Independencia a la espera de estas tratativas. El rey no dio el brazo a torcer. Nosotros nos divorciamos el 9 de julio de 1816 de la Corona Española y diez días después de toda potencia extranjera.

Nos peleamos con el ejército realista durante diez años. En la frontera norte, en el Río de la Plata (Batalla de Montevideo). El Ejército de los Andes liberó Chile y Perú. Guerreamos contra los portugueses (a quienes les ganamos en Ituzaingó y Carmen de Patagones), rechazamos invasiones francesas e inglesas que bloquearon el Río de la Plata intermitentemente durante dos décadas. 

Estamos orgullosos de nuestra herencia católica, de nuestro idioma y de nuestro acervo todo. Nuestra constitución reza: “Artículo 2º.- El Gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano”. Su preámbulo “....invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia…”. Y no hace falta enumerar las contribuciones argentinas a la lengua castellana en los últimos doscientos años. 

Nos hemos peleado con los ingleses todas las veces que fue necesario y lo volveremos hacer hasta recuperar nuestras Islas Malvinas.

Creo que los historiadores modernos españoles recargan las tintas sobre los ingleses porque es autoexculpatorio. Es fácil echarle la culpa de todos los pesares a los ingleses y hacer la vista gorda a los errores propios. “El imperio no se desmoronó por los Borbones, sino porque Gran Bretaña es mala”. Muy fácil.

¿Quiso Inglaterra medrar con el Imperio Español? Seguro que sí. ¿Aprovechó las luchas civiles americanas? Sí. ¿Trató que América fuera su mercado luego de perder Estados Unidos? Sí. ¿Contribuyó a la Revolución francesa? Probablemente. Eso no quiere decir que hayan podido hacer mucho. No pusieron ni plata ni hombres ni dinero, excepto en situaciones marginales (Cochrane en Chile y con plata chilena). Sí tuvimos contribución por parte de oficiales napoleónicos en el exilio, pero eso es otra historia. La Independencia fue financiada por nosotros, bañada con nuestra sangre, por decisión nuestra. Porque creímos y creemos que cualquier suerte es mejor que estar bajo un Borbón.

Nos habrá ido bien, mal o regular, pero estamos orgullosos de nuestra costosa elección. Subo la apuesta: Argentina volverá a crecer y ser una nación orgullosa bajo la faz de la tierra. Seremos, una vez más, el refugio de todo cristiano, quienes serán perseguidos en Europa cuando ésta caiga indefectiblemente en el paganismo si continúa el actual derrotero.

Porque así, ahora como antes, seremos un lugar de resistencia, integrado por hombres y mujeres bravos.

En cuanto a España, no soy yo quien para decir qué está bien o mal. Pero a Fernando VII debieron decapitarlo cuando volvió. La Casa de Borbón ha sido la promotora de la disolución general, con la pérdida de Florida, Puerto Rico, Cuba y la disgregación actual de la Península. Cuanto antes se desentiendan de esa gente, mejor.

 

*Tomado de: https://elmanifiesto.com/identidad/418444338/De-la-espada-de-Bolivar-a-la-de-San-Martin.html?fbclid=IwAR0duwZVuScQOF66ES2vBKWFsE_r3ev70ifqnzk-pV9QFfYFV0sWC1TMZbI