martes, 27 de octubre de 2020

Vicente Sierra, liturgo de la historia argentina

Por: Sebastian Sanchez 

 

Enseña Chesterton que existen tres modos de escribir historia. El primero, "que solíamos encontrar en los libros de nuestra infancia, era pintoresco y en extremo falso. Otro, adoptado por los académicos, es el de pensar que se puede seguir siendo falso, siempre que se evite ser pintoresco". Para estos eruditos -dice Chesterton- "es suficiente que una mentira sea oscura para que se la crea verdadera". (¡Ay! ¡cuantos cultores de lo abstruso y apócrifo abundan por estos pagos!).

 

Pero para el genial Gordo existe aún un tercer modo de escribir historia, aquél "que utiliza lo pintoresco de tal forma que parezca un símbolo de la verdad en lugar de un símbolo de la mentira". Así, de esa original manera, que consiste en hacer evidente la verdad sin mengua de la belleza, supo escribir Vicente Sierra, nuestro gran historiador.

 

No abundaremos demasiado en su ilustre biografía salvo para decir que nació en Buenos Aires en 1893 y que allí murió en 1982, a poco de terminar la Guerra de Malvinas. Asimismo, no es ocioso recordar que fue esencialmente autodidacta por lo que no deja de asombrar la vastedad y profundidad de su sapiencia. Durante muchos años ejerció el noble oficio de profesor de secundaria (solía decir que "lo que en la escuela argentina se enseña no es Historia; apenas si es un no siempre atractivo anecdotario... y muchas veces falso") y más tarde, ya maduro, enseñó en la Universidad de Buenos Aires y en la del Salvador. Por otro lado, no puede obviarse su paso por la función pública -siempre bajo los gobiernos peronistas a los que adhirió, aunque no sin reservas- y el hecho de que en 1973 sucediera a Jorge Luis Borges en la dirección de la Biblioteca Nacional.

 

Vicente Sierra le obsequió a la Argentina un conjunto extraordinario de libros, entre los que mencionamos sólo algunos: Los jesuitas germanos en la conquista espiritual de Hispanoamérica (1944); Historia de las ideas políticas en la Argentina (1950); Así se hizo América (1952); Los Reyes Católicos. En torno a las Bulas Alejandrinas de 1493 (1953) y El hombre argentino y su historia (1966). Sin embargo, más allá de lo hasta aquí indicado, importa dejar anotado lo que a nuestro entender representa las columnas fundamentales, los ejes vertebrales de su obra histórica.

 

LOS PUNTALES

 

Lo primero es su cabal comprensión de que el origen y el ser de la Argentina no se inteligen sin la Cristiandad hispana o la Hispanidad cristiana, que lo mismo da. De Castilla y de la Iglesia venimos -por ellas "somos"- y esa certeza recorre todas sus páginas.

 

El segundo gran puntal de su trayectoria intelectual es su incondicional amor por la Argentina. Fue el suyo -¿cómo no?- un amor doliente pero no desesperanzado. Nuestro autor no peroró sobre la "inviabilidad" de la Argentina sino que, por el contrario, procuró contribuir en las vías de su salvación. Cierto es que, como muchos, creyó honestamente que el peronismo era el camino, pero no seremos nosotros quienes apuntemos el índice acusador por ese yerro.

 

La tercera y fundamental columna de su tarea historiológica es el entendimiento del carácter Cristocéntrico de la historia. Nadie más lejos del historicismo que Vicente Sierra pues entendió la historia a la luz de la irrupción del Verbo en ella. Ni quiso ni pudo estudiar el pasado de un modo distinto -por no decir prosaico- que el otorgado por el sentido de lo Eterno, sub specie aeternitatis.

 

En ese aspecto, es posible que su libro más señalado sea el excepcional El sentido misional en la Conquista de América (1942), obra de abundante trabajo archivístico y hermenéutico y a la vez pletórica de originales reflexiones sazonadas con poético talante. En ese libro esencial Sierra explica la forja de la Cristiandad indiana que, proviniendo de la Iglesia y de Castilla, se resolvió finalmente en nuestras patrias autónomas.

 

Y lo propio se vislumbra en su agotadísima e inhallable Historia de la Argentina -cuyos 10 tomos escribió entre 1956 y 1972- en la que el sentido providencial de la historia palpita detrás del factum, de cada hecho descripto y explicado, lo mismo si se trata de un tratado que de un negociado económico, de una batalla heroica, una misión religiosa o un acuerdo constitucional. Por esas páginas despunta siempre la feliz asociación entre labor científica y atención a lo Alto, sin que nunca quede desmentida la distinción entre lo natural y lo sobrenatural.

 

EL MODO CATOLICO

 

Vicente Sierra fue un científico -conoció y enseñó por las causas- pero se engañará quien busque en sus libros las estrecheces mentales del positivista o el reduccionismo petulante del materialista. El hizo ciencia histórica al modo católico, con el esencial auxilio de la poesía y la metafísica.

 

Por eso, con toda justicia puede considerársele un historiador "liturgo" -siguiendo el acertado y singular descubrimiento de Antonio Caponnetto- pues escribió historia reconociendo el plan de la Providencia, entendiendo el pasado de modo sacramental, recorriéndolo con la certeza de la fe y la guía de la teología.

Vicente Sierra, ajeno al "pensamiento enjaulado" de las ideologías, carente de taras historiográficas, dejó a los argentinos una obra superlativa, hoy casi olvidada. Entendemos su ausencia del panteón de los "taitas oficiales" de la historia, como ocurrente y certeramente enseñó Castellani, pero no nos resignamos a su ingrato olvido.

 

Haga la prueba, amable lector, y procure conseguir algún libro de este noble historiador. Será tarea inútil. Hoy lo importante es ser amigo de las novedades, obnubilarse con la "bibliografía actualizada" -por falsa que sea- y desechar la antigua, por buena, bella y verdadera que sea. Quizás -¿quién lo sabe?- esta página sirva para que algún buen librero, de esos que nos consta aún subsisten, se proponga la reedición de los libros de este liturgo de la historia argentina. Dios lo permita.


Tomado de http://www.laprensa.com.ar/476044-Vicente-Sierra-liturgo-de-la-historia-argentina.note.aspx

 

miércoles, 7 de octubre de 2020

Fray Bartolomé de las Casas y la incierta leyenda negra española

 Por: Laura Martin


A Fray Bartolomé de las Casas se le ha bautizado como Apóstol de las Indias, el nuevo san Pablo, y es tal su popularidad –se le considera pionero de la defensa de los Derechos Humanos- que cuesta, a estas alturas, saber a ciencia cierta qué hay de mito y qué hay de realidad. La extraordinaria fama internacional de De las Casas se fundamenta en pasiones políticas y no en méritos objetivos. He aquí un análisis punto por punto de veracidad de las bondades que le atribuyen a este personaje.

 

Leyenda: Fray Bartolomé de las Casas viaja a América a defender a los indios.

 

Realidad: Bartolomé de Las Casas no sólo no pretende viajar a las Indias para defender a sus nativos sino que durante la primera década que vivirá allí llevará el mismo estilo de vida que sus compatriotas.

 

Se embarca hacia las Indias en 1502 acompañando a Nicolás de Ovando, tercer gobernador nombrado por los reyes Católicos. La expedición llega a la isla La Española (actual Santo Domingo), y allí permanece hasta 1512. Participa activamente en las guerras de su gobernador contra los indios, cuya misión es organizarlos en poblados, en convivencia con los españoles, comenzar la evangelización, y que trabajen recibiendo un jornal por ello. Las Casas, por sus servicios como soldado, recibe recompensas en tierras, oro y siervos.

 

Leyenda: Fray Bartolomé es el pionero en denunciar la situación en Indias.

 

Realidad: Fueron otros clérigos y otras órdenes quienes pidieron un trato más justo para los nativos, a diferencia de Bartolomé de las Casas que se resistió a ello.

 

Cierto es que Colón propuso la venta de esclavos a los Reyes Católicos. La reina Isabel se indignó ante tal propuesta y ordenó poner en libertad a los indios, a los que nombró vasallos del reino al igual que cualquier otro español. Vasallos de la Corona, libres, con los mismos derechos y deberes que cualquier cristiano. Pese a esto, era harto complicado controlar a algunos españoles encomendados en las Américas que no seguían las órdenes reales.

 

Fray Antonio Montesinos, respaldado por el rey Fernando, fue el primero en enfrentarse a los que desobedecían las directrices de los reyes Católicos y pretendían a los indios como siervos. Todo aquello que después vendería Las Casas como propio no sería más que una repetición de las denuncias de Montesinos, solo que aderezado por sus propios delirios, invenciones y exageraciones.

 

Fernando el Católico, a instancias de Montesinos, nombró una comisión formada por personas de la máxima confianza del fraile para que preservaran los siguientes principios: los indios habrían de ser tratados como libres, instruidos en la fe, que hicieran un trabajo moderado y siempre retribuido, que tuvieran casa y hacienda propia y que vivieran en comunicación con los españoles. Conforme a estos principios se redactaron las leyes de Burgos del 27 de diciembre de 1512. Al año siguiente -el 28 de julio de 1513- añadieron al respecto cuatro leyes más en las que se moderaba el trabajo de las mujeres y se prohibía el trabajo de los niños.

 

Las Casas disfrutaba durante esos años de las encomiendas recibidas por Ovando, y no quiso, como religioso, participar de la nueva práctica de los dominicos en la isla La Española: habían decidido negarse a confesar a cualquier español que tuviese indios encomendados. Confesión que negaron al mismo Las Casas porque tenía labranzas con indios.

 

En 1512 fray Bartolomé emigró a Cuba, donde no había en toda la isla más clérigo que él. De modo que será tarea suya predicar para el Gobernador, Diego Velázquez, y a su segundo, Pánfilo de Narváez. De Velázquez recibió un repartimiento de indios, que empleó para sacar oro de las minas y para el trabajo en granja.

 

Leyenda: Fue hombre humilde y cabal que realizó su labor a la sombra.

 

Realidad: No es hasta 1514 que se plantea, de golpe, sin evolución ni causa aparente, que el trato que está dando a sus indios es injusto. Decide renunciar a los siervos y a su hacienda. Pese a que en sus memorias afirma haber abrazado la pobreza en silencio, en secreto, el 15 de agosto de 1514 en la fiesta de la Asunción, en presencia de todas las autoridades, da un discurso vanagloriándose de su acto, se impone como modelo, proclama su renuncia a la encomienda, y afirma que nadie se salvará si no siguen su ejemplo.

 

Todos los presentes quedaron admirados de su condición de bondad e incluso santidad, según los escritos de la época, aunque ningún español de Cuba liberó a sus indios. Pero Fray Bartolomé se mostró satisfecho pues le admiraban por su gesto y tenían en estima. Según Menéndez Pidal, las Casas entra en un ritmo de interpretación sistemática paranoide de todo escrito, sagrado o no. Según su interpretación, toda norma ética resalta lo demoniaco de la naturaleza del español. No hay grises, no hay mezcla entre el bien y el mal. Deja de distinguir entre cristianos y decide que cualquier trato con los indios es injusto y tiránico, fuera el que fuere el realmente ejercido. Después de erigirse como el nuevo apóstol del rigorismo moral continúa un año más en la isla de Cuba, sin convertir a ningún español ni lograr que emularan sus pasos.

 

Decide ir a Castilla. Embarca el 6 de octubre de 1515 con Montesinos, que le da una carta de recomendación para el Rey. Las Casas ya tiene pasaporte para entrar en la Corte. En diciembre de 1515 llega a Plasencia. El Rey Fernando está postrado enfermo (muere el 23 de enero de 1516) así que fray Bartolomé solo logra ser recibido por el obispo Juan Rodríguez de Fonseca, presidente de los asuntos de Indias en el Consejo Real, al que Las Casas acusa -por despecho por no haber sido recibido por el rey- de soberbio e indiferente, y de hacer caso omiso de sus quejas, en contradicción con la opinión de los demás religiosos con los que se reunió para hablar de la situación de los indígenas.

 

La leyenda: El plan de reforma de Cisneros está basado en las ideas de Fray Bartolomé

 

Realidad: Muerto Fernando el Católico, Las Casas tuvo que entenderse con el Cardenal Cisneros. Presentó una cada vez más larga relación de crueldades cometidas por los españoles en Cuba, La Española, Jamaica y San Juan. Cisneros había percibido de los dominicos su preocupación por los derechos de los indios. Los franciscanos, por su parte, defendían una postura más paternalista de los españoles hacia los nativos. Pese a ser franciscano también, Cisneros optó por una tercera salida, los frailes jerónimos, y los envió en 1516 a reformar el gobierno de Indias. En aquellas fechas Las Casas no pertenecía a ninguna de las tres órdenes, y Cisneros le confirió un cargo de consejero, para mirar por el bien tanto de los indios como de los españoles. Fray Bartolomé alardeará de haber proporcionado al cardenal la base para la reforma, y añade en sus textos que recibió también un título de Protector universal de todos los indios de las Indias. No consta. Y tales fueron las desavenencias con los jerónimos, que fue destituido de su puesto, hecho que Las Casas oculta, afirmando sin embargo que fue él quien renunció.

 

Leyenda: Fue un fiel cronista de lo que ocurrió en Indias

 

Realidad: En todos los escritos de Fray Bartolomé no hay datos concretos, sólo descripciones imprecisas, aderezadas de horrores que no aclara ni dónde ocurrieron, ni cuándo, ni perpetradas por quién. Lo único que se saca en claro es que el español –cualquiera- parece tener como labor principal en el Nuevo Mundo la tortura y la matanza de indios.

 

No sólo describe salvajadas acontecidas en las tierras adonde él viajó, sino que narra con vehemencia las que, afirma, se perpetraron donde jamás estuvo ni fue testigo. Inventa un genocidio indígena, que, según va escribiendo, tiene una cifra de víctimas diferente. Al principio, doce millones de muertos, luego asciende el número de víctimas a 15 millones, y finalmente asegura que se pudieron contar hasta 24 millones de muertos. Cifras que proporciona y cambia arbitrariamente en la misma obra. Sobra decir que es física y demográficamente imposible. Tanto por la velocidad de la matanza como porque en la América Precolombina se estima que la población apenas superaba los 13 millones de habitantes. Claro que también decía Las Casas que en Santo Domingo había visto 30.000 ríos y que el borde norte de la isla era más grande que toda Portugal.

 

Leyenda: Predicó con el ejemplo y actuó desinteresadamente ayudando a los indios

 

Realidad: Las Casas denunció que todo el dinero originario de las Américas era fruto del robo a los indios. Sin embargo, no dudó en aceptar 100 pesos oro al año como procurador de los mismos. Ni medio millón de maravedíes al año por ejercer como obispo para ellos. Ni la pensión de trescientos cincuenta mil maravedíes que se le designaron al perder el obispado. Nunca ejerció la caridad. No aprendió su lengua, no tenía un contacto de igual a igual con ellos, nunca hizo por educarles ni enseñarles algo de provecho. Entre sus congéneres no tenía especial buena fama. Fray Toribio de Motolinia, clérigo misionero, llegó a escribir en carta al emperador Carlos V que Las Casas era un hombre bullicioso y pleitista, injuriador, “yo conozco a De Las Casas quince años (..) y siempre está escribiendo procesos y vidas ajenas, buscando los males y delitos”.

 

Leyenda: Se postuló contra todo tipo de violencia.

 

Realidad: La única violencia que denunció y generalizó -exagerando e inventando las cifras- fue la que ejercieron algunos españoles contra algunos indios. Nunca mostró horror ante las costumbres nativas, los sacrificios humanos de las religiones precolombinas,  las decapitaciones, la extracción de los corazones de los niños y las prácticas antropófagas. En su visión del mundo, los indios eran ángeles pacíficos y los cristianos demonios destructores.

 

No sólo eso. En 1531 propone ante el Consejo de Indias que para liberar a los indios de sus trabajos deberían traerse, desde áfrica, a 4000 negros. Tan buena idea le parece que en 1542 vuelve a insistir en la introducción de esclavos negros en las Indias.

 

En definitiva, no hay que despreciar la labor de defensa a los indios en las Américas y el intento de que se aplicaran las justas leyes contra la esclavitud que habían promulgado los Reyes Católicos. Pero ni fue el único español que procuró el bienestar de los indios, ni fue un ejemplo de humildad y caridad, ni son ciertas las barbaridades relatadas, ni es justo que un hombre tan polémico y unos datos tan inexactos generaran una leyenda negra que España lleva siglos arrastrando en su historia.


 Fuente: http://www.gaceta.es/noticias/fray-bartolome-casas-incierta-leyenda-negra-espanola-06122015-1014 (2015-12-06)