miércoles, 25 de noviembre de 2020

LOS BORBONES Y LA MODERNIDAD

 Por Javier Ruffino


EL SIGLO XVIII

En el siglo XVIII grandes transformaciones se producen en el mundo hispánico. La rama española de la antigua familia de los Austrias se extingue, siendo reemplazada por los Borbones, familia de origen francés. Éstos traen nuevas inquietudes a la Península, y se rodean de intelectuales acordes con dichas inquietudes. A partir del 1700 la Modernidad comienza a “infiltrarse” en el mundo hispánico, generándose en el seno de la sociedad una división que se hará cada vez mayor entre aquellos que se mantendrán fieles a los valores tradicionales y patrios –en los siglos XVIII y XIX, la mayor parte de la población-, y quienes pretenderán una “modernización” y “europeización” de España. Estos últimos se preocuparán sobre todo por los problemas de tipo económico que presentaba la España de ese entonces, procurando generar reformas –políticas, sociales, educativas-, que permitan un desarrollo de la agricultura, el comercio y la navegación: “Al imperialismo religioso de los Austrias sucedió entonces una monarquía preocupada fundamentalmente por desarrollar su marina, su comercio y sus industrias” (Zorraquín Becú, Ricardo. La organización política argentina durante el período hispánico, 227). Esto irá acompañado por una pérdida del fervor religioso en América. En realidad lo que estaba en juego no era una simple preocupación por los problemas fiscales del Estado Español y por la falta de desarrollo económico, sino una actitud metafísica ante la realidad.

La nueva familia real se propuso centralizar su poder, eliminando viejos “privilegios” y “fueros” que las ciudades, algunos reinos de la Corona (como el de Aragón), la nobleza y las Órdenes religiosas tenían. La nueva concepción política convertía al Gobierno en instancia suprema. Más allá de la búsqueda de la Justicia o del Bien Común se consideraba que por el mero hecho de existir, y de imponer Orden, un gobierno debía ser aceptado. Por otra parte, este deber de los súbditos hacia la Corona pasaba a ser considerado como casi religioso. Se hablaba, en los documentos de la época, de la “dominación suave y dulce” que ejercían los monarcas. Además, los intelectuales del momento pensaban que el fin de los Gobiernos era promover el desarrollo material, agilizar el comercio, promover la navegación, crear puentes, caminos, incentivar las ciencias, etc. Para desarrollar la economía era necesario favorecer a los sectores de la sociedad ligados al comercio y las finanzas (burguesía). La misión humanística y justiciera del Poder era dejada de lado. El gran objetivo de los nuevos monarcas, y de sus ministros, fue integrar a España en el capitalismo en el que ya estaban insertas otras naciones de Europa.

Esta política, que abandonaba los fines religiosos del Estado, y lo convertía en instancia suprema, aún sobre la misma Iglesia, fue acompañada por sectores religiosos fuertemente influenciados por una corriente que existía dentro del catolicismo, y que tenía grandes influjos del Protestantismo, que se denominaba Jansenismo. Éste se caracterizó por imponer una moral muy estricta por un lado, acusando a los jesuitas de “laxos” –por defender una doctrina teológica denominada probabilismo, que  aceptaba la doctrina tradicional de resistencia a los gobiernos tiránicos-; y por apoyar a Gobiernos que inspirados en posturas ilustradas y regalistas fueron secularizando la vida social, apartando de los intereses políticos las preocupaciones religiosas, orientando a sus pueblos hacia intereses puramente materiales.  Detrás de estas políticas se encontraban ministros que pertenecían a sectas francmasónicas.

Cerramos con dos citas que ilustran los cambios producidos:

España es una encina medio sofocada por la hiedra. La hiedra es tan frondosa, y se ve la encina tan arrugada y encogida, que a ratos parece que el ser de España está en la trepadora, y no en el árbol (…) la revolución en España, allá en los comienzos del siglo XVIII, ha de buscarse únicamente en nuestra admiración del extranjero. No brotó de nuestro ser, sino de nuestro no ser”. (RAMIRO DE MAEZTU. Defensa de la Hispanidad)

Entonces, desde el comienzo del siglo XVIII, la unidad espiritual de los españoles, que en los dos anteriores siglos se manifestaba al exterior firme, perfecta, con débiles escisiones tan sólo en puntos accidentales, deja ahora ver sus quiebras profundas, poniendo en pugna dos ideologías frecuentemente exaltadas al extremo. Los puntos de divergencia son muy variados según los tiempos, pero en el fondo se lucha siempre por motivos religiosos”. (RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL. Los españoles en la historia)



Tomado de: https://historiatradicion.blogspot.com/2020/11/los-borbones-y-la-modernidad.html