domingo, 28 de octubre de 2012

Epistolario

CANTONI Y COOKE

Con motivo de un homenaje que le prodigara a John W. Cooke —uno de los ideólogos peronistas de la guerra revolucionaria marxista— el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas recibió el formal pedido de renuncia del destacado historiador Jorge C. Bohdziewicz. Siguiendo su hidalgo gesto, otros miembros del susodicho Instituto Rosas presentaron también sus respectivas renuncias.
Enterado del hecho, el señor Cantoni, miembro también él de la precitada institución, dio a conocer una penosa misiva, que retrata tanto su confusión mental como su incapacidad argumentativa, amén del prolijo pago de tributo a las categorías de la contracultura dominante, que ofrendan estos neo y pseudo revisionistas.
Reproducimos a continuación la epístola de Cantoni, y la condigna réplica del Profesor Jorge C. Bohdziewicz.

LA CONDIGNA RESPUESTA
  
Sr. Presidente del
Instituto Nacional de Investigaciones Históricas
“Juan Manuel de Rosas”,
Dr. Alberto González Arzac
De mi consideración:
He recibido copia de la nota que el profesor Juan Carlos Cantoni elevó al Cuerpo Académico del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas” en relación con la renuncia que presenté el 19 del mes de septiembre. En ella, a modo de anticipación y para que no queden dudas, el firmante sostiene que adhiere y celebra el homenaje a William Cooke. Digo en respuesta que tiene todo el derecho de hacerlo y en los términos que mejor le parezcan. También puede disimular la contradicción que supone su admiración por un personaje que, según afirma, se comprometió con las luchas contra las dictaduras pero no tuvo escrúpulos en adherir a la de Fidel Castro, la más sangrienta y despiadada que se conoce. Lo que no debe, aprovechando la ingenuidad de los académicos, es estampar ligerezas sobre el Instituto que presido en el resto de su nota, fruto, sin duda, de una sorprendente ignorancia.
Para comenzar, le diré que la foto de José María Rosa presentando a Cooke no sólo no prueba que el homenajeado haya sido “revisionista”, título que suele adjudicarse con evidente abuso, sino que, en todo caso, confirma la desviación y complacencia de Rosa hacia el marxismo a la vez que prueba el prematuro ejercicio del “entrismo” en el Instituto Juan Manuel de Rosas, tolerado culposamente por muchos en una entidad que supo congregar alguna vez a los mejores estudiosos de la historia patria, verdaderos señores, ellos sí indiscutiblemente revisionistas. Nada sorprendente, al fin y al cabo, en quien concluyó su parábola defendiendo los inte-reses chilenos en la disputa del Beagle, cuyo desenlace significó una nueva amputación territorial. Supongo -sólo supongo- que esa foto y algunos párrafos de ocasión son para Cantoni testimonio ilevantable del revisionismo de Cooke, cuya nulidad de antecedentes académicos asombra más cuando es una institución académica la que lo homenajea.
Cantoni no desmiente los reparos que le presenté al Brigadier Carlos French cuando se empeñó en nacionalizar el Instituto. En más de una ocasión le señalé los riesgos de que se convirtiera en una suerte de apéndice del poder político y sujeto a sus vaivenes, toda vez que su funcionamiento en lo sucesivo dependería de la voluntad e intereses de lo funcionarios de la cartera a la que estaría adscripta. Pero Cantoni quiere demostrar que no es así y hace para ello una apretadísima y desafortunada síntesis, con ánimo comparativo, de la trayectoria del Instituto Bibliográfico “Antonio Zinny”. Dice bien que fue fundado en 1972 y en 1977 obtuvo personería jurídica, pecado este último, al parecer, por haber sucedido en “plena época de la dictadura genocida”. De otra manera no habría mencionado esa circunstancia. ¿Y? Recuerdo que yo personalmente realicé el fastidioso trámite burocrático de rutina para alcanzarla. Recuerdo también que en “plena época de la dictadura genocida” fui al cine alguna vez, leí libros, trabajé en el archivo, visité amigos, dí clases en un colegio, disfruté viendo  algún partido de fútbol y, como la inmensa mayoría de los argentinos, hice muchas otras cosas propias de un individuo del común. Casi se me olvidaba decir que Julio Irazusta, la máxima figura intelectual del revisionismo histórico, presidió el Instituto Bibliográfico “Antonio Zinny”, en “plena época de la dictadura genocida”.
¿Qué pretende Cantilo con esa tosca alusión? ¿Asociarnos acaso al gobierno del denominado Proceso de Reorganización Nacional a partir de la obtención de la personería jurídica en aquella época? Me niego a razonar sobre semejante estupidez. Pero hay algo más. No podía faltar la mención a nuestra relación con el CONICET. Cantoni dice que el Instituto no perdió su “independencia ni corrió el riesgo de convertirse en instrumento de las veleidades ideológicas de los superiores jerárquicos durante los gobiernos dictatoriales, ni democráticos”. Razonamiento bastante pobre y carente de matices sobre el que podría escribir muchas páginas. Pero seré breve.
Hay cosas sobre las que Cantoni no tiene la menor idea y en vez de callar y averiguar como historiador, en el supuesto que lo sea, escribe. Es evidente que en tanto asociación civil con personería jurídica y sujeto de derecho privado, el Instituto Bibliográfico “Antonio Zinny” no podía perder su independencia porque de nadie dependía, ni bajo gobiernos dictatoriales, ni bajo gobiernos democráticos, sino de sus propias capacidades y limitaciones. Sólo este gobierno parece romper la regla y quitar personerías. Nadie jamás lo presionó ni se vio amenazado en el ejercicio de su libertad académica. Nuestro único cometido era investigar el pasado con probidad y jamás le hicimos morisquetas al poder de turno. Como Programa del CONICET la situación fue distinta aunque nuestra conducta la misma. Con el advenimiento de la “democracia” el Instituto fue violentamente suprimido por resolución del Directorio luego de una evaluación obscena por su arbitrariedad y sectarismo, bien documentada y que no viene al caso detallar. Es que el CONICET había caído bajo el dominio de ideólogos y viejos militantes de la subversión marxista y nuestra calidad de revisionistas, nacionalistas y católicos resultaba intolerable para ellos.
Fue bajo la gestión del doctor Raúl Matera en la Secretaría de Ciencia y Tecnología que se rehabilitó al Instituto salvándolo de su marasmo. Pudo así reiniciar sus actividades y reincorporar a investigadores y técnicos cesanteados. Y fue nuevamente bajo la gestión marxistoide de Juan Carlos Del Bello y sucesores en esa cartera que el Instituto volvió a ser objeto de presiones y acosos diversos. Sin embargo tampoco en ese ámbito perdimos nuestra independencia porque nos obstinamos celosamente en no perderla, aun pagando un alto costo que no viene al caso precisar y queda ya enunciado. Las situaciones de ambos Institutos son, por estas y otras razones, distintas e incomparables.
A Cantoni le parece inaceptable que yo diga que se incorporaron al Instituto al que renuncié -que se llama de “investigaciones”, conviene recordarlo- personas “ajenas” a la “investigación histórica”, como si ello fuera un insulto y no simplemente una realidad que consta y que sólo requiere para darle fe posar la vista sobre el listado de sus miembros. Dicho esto no en desmedro de los divulgadores, algunos egregios, pero cada cosa en su lugar.
Si a Cantoni le molesta que utilice la referencia a la “partidocracia” y cree que con ello pretendo descalificar a la “democracia”, lo siento mucho. Pero se me hace imposible desligar una y otra de la profunda decadencia en todos los órdenes de su existencia que vive nuestra Patria, sin que ello signifique adhesión a las formas anteriores. Y siento también decirle que las Dictaduras constituyen una legítima respuesta al caos y la anarquía, como en la Roma republicana, sobre todo cuando el poder dictatorial está asumido por un virtuoso por su moral y su saber. No hace falta que le diga que Rosas era un Dictador de esa clase y menos que le asegure que “salvó” a la Patria de su disolución. Después, si quiere, hablaremos de “democracia”, siempre que admita, como yo, que es el mejor sistema político porque otro peor no se pudo concebir.
Más me parece que no nos pondremos de acuerdo. Cantoni, que se muestra como un admirador del Cooke, me endilga gratuitamente la condición de “posible admirador de la doctrina de seguridad nacional” y parece dispuesto a negar o ignorar que el susodicho personaje contribuyó a formar los cuadros ideológicos del terrorismo maxista, el mismo que desencadenó una guerra homicida contra la Patria, como dije en mi renuncia. Pero en vez de predicar la violencia, la lucha de clases y recibir entrenamiento en Cuba, parecería que Cooke se dedicó a predicar la paz, el diálogo y la unidad. Si así fuera, reconozco que me he equivocado redondamente.
En medio de sus desaciertos, Cantoni dice algo con lo cual tengo plena coincidencia. Pide que sea aceptada mi renuncia “sin más”. Así también lo pido yo, y agrego mi deseo de que sea lo más rápido posible. De este modo no perderé tiempo en respuestas como estas, pues me esperan buenos libros para leer y amigos para conversar. Y Cantoni podrá dedicarse a descubrir placas y debatir sesudamente sobre “la relación del cuerpo con toda concepción propia de la dictadura genocida”. En alguna peña…
Por último, Señor Presidente, le pido que divulgue esta nota entre los Miembros del Cuerpo Académico, como lo hizo con la del profesor Cantoni. Creo que corresponde en justicia. De paso le aclaro que no me siento agraviado por los términos de la nota del profesor. El único agravio es a la verdad y al buen gusto.
Atentamente
Jorge C. Bohdziewicz

Tomado del Blog de Cabildo

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