Por Sebastián Sánchez *
En el libro "Don José y los chatarreros", Enrique
Díaz Araujo detalla el menoscabo histórico que ha sufrido la figura del General
San Martín. Sobre el Libertador, dice el ilustre historiador, se han cernido
las más terribles calumnias tales como: "hijo ilegítimo, mentiroso,
onanista, masón, agente inglés, adúltero y cornudo a un tiempo, opiómano,
borrachín, desamorado, mujeriego, tape de Yapeyú, militarote engreído e ingrato
ante las peticiones in extremis de su mujer; rey José, indolente en la guerra,
enriquecido ilícitamente, etc.; de todo menos bonito".
El falseamiento de la figura sanmartiniana no es cosa
novedosa en nuestra historiografía y su origen se remonta a los precursores de
la historia liberal, aquellos taitas oficiales que mentara Castellani, hasta llegar
a muchos de los historietistas actuales. Incluso pocos días atrás, al
conmemorarse el aniversario del fallecimiento del Libertador, se planteó -¡una
vez más!- el remanido asunto de su pretendido masonismo.
La deformación ideológica del prócer, producto de la alquimia
de historiadores-nigromantes oficiales, puede sintetizarse en unos pocos
conceptos. En vez de aquél milite quijotesco, honorable y valiente, forjado en
la guerra contra Napoleón, nos muestran un cursi redactor de anodinas máximas
de buena conducta. De aquél español americano dispuesto a dejar la vida por
ambas patrias, nos dejan un odiador serial, resentido contra todo lo hispánico.
Del señor de la guerra y la política en tanto jerárquico oficio del alma, la
deformación historiográfica nos presenta a un demócrata casi volteriano, más
amigo de amigo de la guillotina que del combate franco.
"SUCIAS VERSIONES"
Los muchos años de inoculación de las "sucias
versiones" que indica Díaz Araujo nos ocultan al San Martín patriota, hijo
dilecto de la Argentina tradicional y nos estampan el fraude de un descastado
espía británico. Y en fin, de aquél católico cabal -de honda piedad mariana- se
inventan a un masón, un hermano tres puntos iniciado en oscuros entretejidos
del poder.
¿Hace falta decir que disfrazar a San Martín de santurrón
laico y masón es de una falsedad supina y una malintención manifiesta?
Consideramos que no pero que al mismo tiempo no es ocioso preguntarse el porqué
de la empecinada falsía que lleva siglo y medio retroalimentándose.
Creemos que se trata de escamotear a la Argentina el héroe
auténtico, aquél hombre de una pieza y guerrero de ambas patrias, cuyo valor
histórico y político es fundamental para la salud del país. Se trata de
despojarnos de arquetipos legítimos, para que no cunda su imitación, para que
no sean el espejo en el que podamos reconocernos. Se trata de falsear el pasado
con el fin de acerrojar nuestro presente y sustraernos la esperanza. Es que si
nuestro prócer por excelencia fue lo que dicen quienes pretenden "humanizarlo",
si fue ese siniestro personaje atravesado por tanto vicio, ¿qué esperanza
tenemos los argentinos de forjar el destino de esta doliente patria? Es
equivalente a decirnos que venimos con una falla de origen.
EL AUTENTICO SAN MARTIN
Pero no. San Martín no fue el que nos muestran los falsarios.
Tenemos sus palabras para reconocerlo con claridad pero sobre todo contamos con
la entidad de su obra inapelable. Se trata de examinarlo todo "con hechos,
que son varones y no palabras que son hembras", como quería Gracián,
totalmente ajeno al dictatum de la corrección política y su lenguaje
(inclusivo). Es el quehacer patriótico de San Martín, los hechos significativos
que jalonan su trayectoria vital, lo que indica cabalmente quien debe ser para
nosotros, los desanimados argentinos del siglo XXI.
Contamos con sus libros y casi toda la correspondencia
sanmartiniana, esto es su voz verídica, y también tenemos la obra de los
mejores de entre nuestros historiadores y pensadores: Sierra, Palacio, los
Ibarguren y los Irazusta, Steffens Soler, Furlong, Font Ezcurra, de Paoli,
Sánchez Sorondo, Genta, Díaz Araujo y tantos otros que nos permitirán reconocer
el rostro genuino y arquetípico de San Martín.
Bastan esos recursos para el recto conocimiento de la obra
libertadora del Gran Capitán, con esa pasión suya -demostrada en veinte
batallas y cien entreveros- por la unión de la Hispanoamérica tradicional que
fuera fundada por los Austrias.
Justamente lo contrario quería el liberalismo porteño, ese sí
inapelablemente masón, que avaló la división de la Patria Grande en
republiquetas, tal como dictaban las logias británicas de acuerdo a la antigua
fórmula imperialista: "divide et impera".
Allí tenemos el testimonio de la campaña libertadora, esa
gesta épica librada entre españoles americanos y españoles europeos, que San
Martín llevó a cabo con el convencimiento de que la "España oficial era
inferior a nuestra España", como supo decir Ignacio Anzoátegui.
Y tenemos por evidencia de su grandeza sus gobiernos en Cuyo
y en el Perú -donde hoy se lo honra sin tapujos ni remilgos- en los que hizo
primar un orden justo y un católico sentido por el Bien Común.
Tenemos en fin al verdadero San Martín que renegó siempre
-empezando por su desobediencia a los malos gobernantes- de la política de
partido, de la secta, de la división entre compatriotas. El auténtico Capitán
que procuró la consolidación de la unidad de la Nación y la restauración de las
leyes que más tarde sería encarnada por Juan Manuel de Rosas, por quien mostró
un admirado y evidente respeto.
LLEGAR A LA VERDAD
En fin, es menester salirse de ese San Martín caricaturesco y
exigirse en conocerlo de verdad. Es cierto que hoy, acerrojados como estamos en
la coyuntura, atentos a las próximas elecciones, no estamos demasiado
dispuestos a revisar y reafirmar nuestro pasado. Estamos muy ocupados en las
menudencias de partido como para llevar la mirada a la profundidad de nuestra
historia, allí donde tienen cuna nuestros males, pero también nuestras
grandezas. Pero vale la pena agudizar la mirada hacia el pasado, entornar los
ojos con generosidad en el reconocimiento hacia los mejores y reconocer que
nuestra Patria es mucho más admirable que la caricatura que nos muestran.
* Doctor en Historia y profesor universitario.
Tomado de: http://www.laprensa.com.ar/481661-A-vueltas-con-la-falsificacion-historica-de-Jose-de-San-Martin.note.aspx
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