En Facundo, Sarmiento construye una representación que
desborda lo puramente geográfico y se afinca en lo simbólico. La pampa adopta,
en Sarmiento, los rasgos del “Oriente”, con la particular idea que de él tenía
la Europa del siglo XIX: desierto, atraso y nomadismo, a lo que se agrega lo
exótico, lo misterioso, lo irracional y lo despótico. Esto le permite sostener su
tesis “civilización o barbarie”, atribuyendo la barbarie no a condiciones
históricas sino al determinismo del espacio.
Sarmiento compara reiteradamente la llanura rioplatense con
escenarios exóticos y distantes: “Alguna analogía encuentra el espíritu entre
la pampa y las llanuras que median entre el Tigris y el Éufrates”. Lo hace así
a fin de mostrar que el territorio argentino, cuando no está organizado por la
ciudad y las instituciones, se vuelve un ámbito salvaje y amenazante. La pampa
aparece como “desierto”, en el doble sentido de vacío físico y vacío cultural.
Allí, la libertad sin límites se transforma en anomia, y la falta de fronteras
deviene metáfora de un país sin ley: “El desierto es, pues, el enemigo”.
La orientalización también se expresa en el modo de
vida gauchesco, equiparado al nomadismo árabe: “El árabe del desierto es el
gaucho de nuestras pampas” y “El caballo es para él como su tienda”.
La referencia al Oriente funciona como marca de un estadio
premoderno, incompatible con la idea de progreso. Y así la re-presentación de
las grandes llanuras argentinas con estos caracteres, según Sarmiento, “oprime
el espíritu”.
En esta representación simbólica de la pampa nos parece ver,
al menos, una función o finalidad de tipo política: justifica la intervención
civilizatoria del Estado. En la mirada de Sarmiento, allí donde no hay ciudad,
solo puede florecer la barbarie: “Donde acaba la ciudad, empieza la barbarie”. Y
como el espacio configura al sujeto, quien habita esa extensión ilimitada queda
moldeado por un medio hostil que lo empuja hacia la violencia y la
arbitrariedad: “El desierto produce tiranos”. En consecuencia, el caudillismo
que surge en el interior aparece entonces como una deformación política
inevitable de un territorio no sometido aún al orden urbano y moderno. De ahí
que “Facundo es la personificación del desierto”.
En definitiva, la orientalización de la pampa en Facundo
es un dispositivo mediante el cual Sarmiento explica y legitima la disputa
política de su tiempo. Al convertir el territorio en síntesis y causa de la
barbarie, la pampa se vuelve el escenario donde nace el caudillismo y, con él,
el atraso nacional. De este modo, la transformación de la geografía en metáfora
política le permite a Sarmiento fundamentar la necesidad de implantar el orden
urbano, europeo y moderno como única vía posible para superar “el desierto” y
completar el proyecto de civilización para la Argentina.

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