domingo, 8 de marzo de 2015

San Martín y Bolívar: su política religiosa (3° parte). Bolívar

Por: Enrique Diaz Araujo

En lo cortos años de su vida, Bolívar dio un giro ideológico completo, merced a su poderosa inteligencia.

Sabido es que en su infancia, adolescencia y juventud padeció el influjo nefasto de su preceptor Simón Rodríguez (1771-1854). Por lo tanto, de inicio, cabe esclarecer algo la personalidad de este sujeto extravagante, tan ponderado por la historiografía al uso.

Rodríguez (que se llamaba Carreño, y solía firmar Samuel Robinson), en la apreciación de Salvador de Madariaga, “vagó por dos mundos, viviendo del oficio de Rousseau sin contrato”, y vivió exaltando: “a la rebeldía contra la autoridad, a la anarquía contra el orden, al racionalismo contra la religión, al pensamiento abstracto contra la tradición orgánica”- [1]-.

Según Marius André, este ayo singular, al modo de Rousseau, creyó encontrar en Bolívar a su “Emilio”. Rodríguez, dice, era “un Rousseau tropical…un verdadero vagabundo…mitad cínico, mitad loco…como al ginebrino lo atormentaba la manía persecutoria”. Un farsante, que cree que él “es el genio más grande de América y así lo consigna en su Apología”. Conforme a la pedagogía de “El Emilio”, Rodríguez no enseñó ningún saber positivo a su discípulo, al punto que cuando el joven mantuano viajó a España en 1799, ignoraba- entre otras tantas otras cosas- las reglas ortográficas- [2]-.

Una anécdota que pinta a Rodríguez de cuerpo entero ocurrió en Bolivia, cuando esta república fue presidida por el Mariscal Antonio José de Sucre. Rodríguez allí (haciéndose llamar Samuel Robinson) se instaló en un centro educativo en Chuquisaca. Procedió a enseñar anatomía desnudo, propaló “ideas extravagantes”, y aseguró que: “antes de seis meses no queda en Bolivia restos de la religión de Jesucristo”. Sucre, por supuesto, lo echó. Entonces: “el caraqueño anduvo vagando…Tuvo amantes indígenas, en quienes dejó hijos”. Los abandonó para irse a Chile primero, y, después al Perú, donde se transformó en indigenista- [3]-. En suma, cual lo apunta Marius André, don “Samuel”: “como todos los demagogos que disfrutan de una partecita de autoridad pública, se hace insoportable, duro, tiránico con sus subordinados…Sucre da el nombre de “francesadas” a las extravagancias pedagógicas, financieras y sociales de Rodríguez”- [4]-.

Pues, merced a tan exótico pedagogo, el joven Simón Bolívar se convirtió en un liberal completo. Rodríguez, después, le hizo leer a Voltaire, Montesquieu y Rousseau. Sobre todo a este último; así, en “las obras filosóficas del “ciudadano de Ginebra” vio de nuevo las teorías preferidas de su maestro”. Juan Jacobo se convirtió, de esa forma, en su “lectura favorita”. De ahí que un biógrafo liberal de Bolívar, el francés Jules Mancini, acote:

“el influjo de Rousseau sobre la juventud que llevó a cabo la influencia sudamericana fue tan efectivo y duradero como el que ejerció sobre los hombres de la Revolución francesa…Nunca se dirá lo bastante hasta qué punto ha tenido consecuencias sobre la formación del mundo moderno el “fenómeno histórico” que fue Rousseau” [5].

En esa órbita de ideas se explica en el joven Bolívar el muy citado “juramento del Monte Sacro” de Roma, su liberalismo exaltado y su afiliación a la Masonería.

Pero pronto, la lección de la experiencia revolucionaria en Venezuela y Colombia, irá despegando a Bolívar de semejante formación juvenil.

Ya el 13 de junio 1821, dirigiéndose a Santander, consignará su opinión contraria a los doctrinarios liberales- [6]-. En otra misiva, remitida al mismo destinatario, en 1822, se apartará de los principios igualitarios franceses- [7]-. Ya no cree en la retórica revolucionaria. “El único modo de gobernar América- le manifiesta a Buchet Martigny- es la influencia personal”. A Santander (quien se inclina al liberalismo), el 14 de octubre de 1826, le expresará: “Jamás la división del poder ha establecido ni conservado un Gobierno; sólo su concentración puede hacer respetable a una nación”. Para rematar ese desapego a las teorías de Montesquieu, el 4 de julio de 1826: “Digo más- le indica a Santander- estamos ya hartos de leyes”. Evolución antiliberal que resumirá el 28 de agosto de 1828 con las siguientes fórmulas realistas:

“Yo creo que el nuevo Gobierno que se dé la República debe estar fundado sobre nuestras costumbres, sobre nuestra religión y sobre nuestras inclinaciones, y últimamente, sobre nuestro origen y sobre nuestra historia” [8].

Edmund Burke, en sus “Reflexiones sobre la Revolución Francesa”, no lo podría haber dicho mejor.

Empero, en 1828, ya estamos entrando en el momento del gran cambio ideológico que marcará los últimos años de Bolívar.

Es que, cual lo apuntara el gran ensayista peruano Víctor Andrés Belaúnde, “hay dos Bolívares, no sólo distintos, sino a veces opuestos”- [9]-.

Se trata de la etapa que va de 1828 a 1830, que denominara “La Dictadura”, que se gesta a partir de la sanción de la Constitución con Presidente Vitalicio, de Bolivia, y con el Congreso de Ocaña. Es el gran período bolivariano. Marius André lo pinta así:

“Nos hallamos en el período más noble y más patético de su existencia, el que más ha merecido la admiración y el reconocimiento del mundo civilizado, particularmente en América. Sin embargo, es precisamente cuando la mayor parte de sus panegiristas americanos hablan sin entusiasmos, si es que no lo escamotean. Tienden un velo vergonzoso sobre este Bolívar de 1828” [10].

Esta es la época en que el ex-romántico viene a coincidir con el clásico San Martín, desaparecen aquellas diferencias del tiempo de Guayaquil, y aún sobrepasa al otro Libertador en osadía política tradicionalista.

De 1828 en adelante Bolívar, en cartas y discursos no se cansará de condenar el democratismo liberal-[11]-. Él ya sabe, asevera Víctor Andrés Belaúnde, que como diría Maritain, “el democratismo hace imposible toda obra de continuidad”. De ahí que Marius André pueda, con toda razón asentar estas conclusiones:

“La evolución está acabada, completa, perfecta. Bolívar abre desmesuradamente los ojos ante la terrible lección de los hechos; maldice los principios y los sofismas que arruinan los pueblos, hacen correr mares de sangre y harán que sigan corriendo. Empuñada de nuevo la dictadura, en un momento de energía, el Libertador va a tratar de salvar la República colombiana; pero aplicando los principios de una implacable reacción” [12].

La experiencia de los hechos políticos lo había curado totalmente de la funesta educación que le propinara Simón Rodríguez. Por eso, en el último mensaje al Congreso colombiano, el 24 de enero de 1830, consignará:

“Permitiréis que mi último acto sea encomendaros que protejáis la religión santa que profesamos, fuente profusa de las bendiciones del Cielo”.

Con cierto cinismo Salvador de Madariaga lo apostilla de esta forma:

“El Bolívar de antaño iluminaba sus saturninas ambiciones con la luz abstracta de los cielos de Rousseau…preconizaba en 1830 “la religión santa que profesamos” como la salvación de Colombia. Esta evolución…se debe en parte a la experiencia, pero en parte también a que el republicanismo y la irreligión de sus primeros días no eran del todo sinceros. No pasaba todo ello de ser una vestimenta retórica que Simón Bolívar había adoptado de Simón Rodríguez…Con la experiencia, se le había ido aflojando toda esa estructura. En suma, Bolívar abrigaba dudas sobre la utilidad del aparato republicano liberal…A medida que los cielos abstractos de su intelecto se le iban oscureciendo con el atardecer de la vida, la tierra ancestral lo iba atrayendo hacia su pasado. Sus cartas (bien leídas, la verdadera historia de su espíritu) revelan cómo iba aprendiendo gradualmente la sabiduría que celaban muchas instituciones y tradiciones del régimen español” [13].

Los cierto es que Bolívar ya era antiliberal por completo; como cinco años antes lo había sido San Martín- [14]-.

Pues, esa evolución política general fue acompañada de una política religiosa adecuada.

En breve síntesis, vamos a enumerar algunas de las medidas adoptadas en esta materia por don Simón Bolívar.

1. “Bolívar defensor de la Iglesia- “el Gobierno no omitirá medio alguno de los que sean conformes con las máximas evangélicas, para proteger el esplendor de la Iglesia y evitar que sean escarnecidas sus instituciones y vejada la dignidad del Augusto depositario de sus llaves” (carta al Ilmo. Juan Muzi, de orden de Bolívar, escrita por el Ministerio del Perú).

2. A la señora María Antonia Bolívar, su pariente, escribe desde Potosí, 27 de octubre de 1825: “Me alegra mucho de que los clérigos me esperen con impaciencia como tú dices. Puedes asegurarles que protegeré la religión hasta que muera” (Cartas del Libertador, Volumen V, página 147).

3. Bolívar y la Religión-La Religión es el gran entusiasmo que yo quiero reanimar para utilizarlo contra todas las pasiones de la demagogia ( Carta a Rafael Arboleda, 28 de junio de 1828).

Al General Páez, escribe el 30 de junio de 1828, desde Bogotá:
“Mi plan es apoyar mis reformas sobre la sólida base de la religión y acercarme en cuanto sea compatible con nuestras circunstancias a las leyes antiguas menos complicadas y más seguras y eficaces” (CL, volumen VII, p. 338).

Y el 29 de agosto: “Han sido muy bien recibidos (los nuevos decretos) particularmente aquellos que tienen por objeto aumentar nuestras rentas y sostener la religión, como una de las fuertes barreras que puede oponerse al torrente de las pasiones anárquicas y esta persuasión me induce a recomendar a usted la mejor amistad y armonía con el señor Arzobispo” (Otro tanto dice a Cristóbal Mendoza, en carta fechada en Bogotá, el 28 de agosto de 1828).
Mensaje al Congreso Constituyente de la República de Colombia de 1828:
“Conciudadanos: Séame permitido felicitaros por la reunión del Congreso, que a nombre de la nación va a desempeñar los sublimes deberes de Legislador.

Permitiréis que mi último acto sea recomendaros que protejáis la religión santa que profesamos, fuente profusa de bendiciones del Cielo” (“Gaceta de Colombia”, núm. 370, 31 de agosto de 1828).

Proclama del 27 de agosto de 1828:

“Simón Bolívar, Libertador, Presidente de Colombia:

¡Colombianos! Me obligo a obedecer estrictamente vuestros legítimos deseos; protegeré vuestra sagrada religión como la fe de todos los colombianos y el código de los buenos”.

7. Su espíritu de caridad.- Cuartel General de Leiva, a 25 de setiembre de 1819:

 “Al excelentísimo señor Vicepresidente de las provincias libres de Nueva Granada:

He visitado, en mi tránsito por esta villa, el Convento de Nuestra Señora del Carmen, que era de Carmelitas descalzas, y me he informado de la escasez y miseria a que están reducidas estas pobres religiosas por faltas de fondos; para aliviarlas he dispuesto que de la renta de aguardiente de esta villa se les contribuya mensualmente cien pesos, entre tanto restablecen sus rentas a un pie que les pueda proveer la subsistencia. Y lo participo a V. E. para su inteligencia y cumplimiento.- Dios guarde a V. E. muchos años- Bolívar”.

8. Bolívar establece relaciones con la Santa Sede y restaura la jerarquía eclesiástica.

“La obra religiosa más importante llevada a cabo por el Libertador Simón Bolívar…es sin duda alguna, la que realizó para crear las relaciones de la Gran Colombia y del Perú con la Santa Sede y restaurar la jerarquía eclesiástica en las cinco repúblicas que fundara…En 1819, el Congreso de Angostura, a influencias de Bolívar, designó a Fernando Peñalver y a José M. Vargas como agentes diplomáticos ante la Santa Sede y se les dieron instrucciones para tratar de un concordato…En el consistorio del 21 de mayo de 1827, el Papa hacía el nombramiento de siete prelados para la Gran Colombia…El promotor y animador de todos esos nombramientos había sido Simón Bolívar…comunicación que entonces dirigió al Sumo Pontífice León XII, agradeciéndole el nombramiento de Arzobispos y Obispos:

“…Ha cesado esta orfandad en que yacíamos en lo espiritual innumerables personas, y lo deben al Vicario de Jesucristo. Reciba, pues, V. S. la expresión de nuestra gratitud y del pueblo de esta República las más sinceras protestas de su adhesión a la Silla Apostólica y a la Cabeza visible de la Iglesia militante…La Religión se conserva pura y como la recibimos de nuestros padres, por el cuidado, por la vigilancia y protección del Gobierno. Vuestra Santidad debe siempre contar con ella y con nuestra decidida voluntad de sostener el catolicismo en esta República.- Bolívar”.

9. Bolívar y el Obispo de Popayán.- Extraordinaria fue la conducta del Libertador con el Obispo de Popayán, Salvador Jiménez de Enciso. Con todos los medios a su alcance había sostenido la causa de la monarquía y era furibundo adversario de la Independencia; pero Bolívar actuó con él con tanta habilidad, demostrándole su voluntad y firme decisión de proteger la religión, que lo ganó a su causa y vino a ser uno de sus mejores amigos y entusiasta defensor”.

10. Bolívar y la educación religiosa.-…”Tomo el mayor interés por el restablecimiento de la religión y de las órdenes monásticas que tanto contribuyen a la civilización de este país y, lo que es más, que trabajan incesantemente en impedir la propagación de los principios que nos están destruyendo y que al fin logran no sólo destruir la religión, sino los vivientes, como sucedió en la revolución de Francia.., sin la conciencia de la religión, la moral carece de base” (Cartas, Vol. VIII, p. 75. Carta de Bolívar al cura Justiniano Gutiérrez, Bogota octubre 1828).

“Los padres de familia no pueden descuidar el deber religioso hacia sus hijos. Los pastores espirituales están obligados a enseñar la ciencia del cielo” (Discurso y Proyecto Constitucional de Bolivia, Bogotá, 23 de enero de 1815).

“Señores del Consejo de Estado: La religión de Jesús que el Congreso de Venezuela decretó como la exclusiva y dominante del Estado…” (Discurso del Libertador Simón Bolívar en la instalación del Consejo de Estado en Angostura, 1 de noviembre de 1817).

“En el espíritu del Libertador la religión debía ir a la base de la enseñanza moral y las obras que pugnaban contra ella debían ser eliminadas. Nos lo demuestra a las claras su decreto del 12 de marzo de 1828, prohibiendo en las universidades de Colombia los tratados de Bentham. Las razones nos la da en su decreto del 20 de octubre del mismo año, cuando su secretario José Manuel Restrepo dice: “S. E. (el Libertador) meditando filosóficamente el plan de estudios, ha creído hallar el origen del mal en las ciencias políticas que se han enseñado a los estudiantes, al principiar su carrera de facultad mayor…también ha crecido sobremanera por los autores que se escogían para el estudio de los principios de legislación como Bentham y otros, que al lado de máximas luminosas contienen muchas opuestas a la religión…

1° Que se ponga el mayor cuidado en el estudio y restablecimiento del latín, que es tan necesario para el conocimiento de la religión y para la bella literatura…

2° Que se cuide que los estudiantes de filosofía llenen la mayor parte del segundo año con el estudio de la moral y del derecho natural…

5° Que desde el primer año se obligue a los jóvenes a asistir a una cátedra de fundamentos y apología de la religión católica romana, de su historia y de la eclesiástica, lo que formará parte esencial de sus cursos en facultad mayor, y durará esta enseñanza uno o dos años…procurando que sea el tiempo bastante para que los cursantes se radiquen en los principios de nuestra santa religión, y puedan así rebatir, por una parte, los sofismas de los impíos, y, por otra, resistir a los estímulos de sus pasiones…y se cuidará mucho de escoger la persona más apta para regentearla, así por sus luces como por su piedad”.

11. Bolívar y las misiones.- “El Libertador al darse cuenta cabal de la necesidad de restablecer las misiones de indios, que las guerras habían destruido, dictó el decreto (del 11 de julio de 1828)…que evidencia su grande interés para que la religión fuese enseñada a los aborígenes” [15].

También castigó públicamente la blasfemia. Como fue el caso de un ex religioso, que en una comida en la localidad de Cipaquirá llegó a blasfemar de la Santísima Virgen María. Luego:

“Oír esto Bolívar, levantarse de su asiento como un rayo, acercarse al ex religioso, dar un golpe terrible en la mesa y decirle:

–          Calle el insolente- fue un solo punto.

–          ¿ Cómo se atreve usted a proferir semejante blasfemia?- agregó del alma y del infierno, pero ya no lo puedo tolerar. Ni a mi mismo padre sufriría que blasfemase de Nuestra Señora.

–          Señor Barriga- agregó dirigiéndose al jefe militar de la plaza- vea usted, cuatro lanceros y que lleven a este insolente y mal educado a Bogotá, y lo entreguen allí al Padre Provincial para que le enseñe la doctrina y algunos elementos de urbanidad” [16].

He aquí algunos actos que acreditan la política religiosa de Simón Bolívar.

La conclusión adecuada a dichas normas y conductas la colocó el gran historiador peruano Don Víctor Andrés Belaúnde, al señalar:

“Bolívar busca el apoyo del clero y de la masa de la población en que se conservan vivos los sentimientos católicos. Su política es francamente favorable a la Iglesia. Promete proteger la religión del Estado; da un puesto en el Consejo al arzobispo de Bogotá y expide diversos decretos a favor del reclutamiento religioso en atención de revivir las misiones decaídas. Una doble razón llevaba a Bolívar a seguir una nueva política religiosa. Es evidente que la experiencia de tantos años lo debió llevar al convencimiento de que la religión constituía la base más sólida, no sólo de la moral social, sino del orden y de la estabilidad política. Al final de su vida debió convencerse de la inhabilidad del Estado para mantener una alta y viva moralidad, sin la cual la vida política es imposible” [17].

En orden a sus convicciones personales, lo más importante es su Testamento, que en la parte pertinente reza de este modo:

“En el nombre de Dios Todopoderoso. Yo, Simón Bolívar…hallándome gravemente enfermo, pero en mi entero y cabal juicio, memoria y entendimiento natural, creyendo y confesando como firmemente creo y confieso el alto y soberano misterio de la Beatísima y Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero, y en todos los demás misterios que cree, predica y enseña nuestra Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica, Romana, bajo cuya creencia he vivido y protesto vivir hasta la muerte como católico fiel cristiano…bajo invocación divina, hago, otorgo y ordeno mi testamento en la forma siguiente:

Primeramente, encomiendo mi alma a Dios Nuestro Señor, que de la nada creó y el cuerpo a la tierra de que fue formado, dejando a disposición de mis albaceas el funeral y entierro y el pago de las mandas que sean necesarias para obras pías” [18].

Con esto, creemos, queda bien cerrado el caso de Simón Bolívar.

Ahora, pasaremos a revistar brevemente las impugnaciones a las citadas políticas religiosas, fundadas en las hipótesis masónicas sobre los Libertadores.

 Notas

[1].- Madariaga, Salvador de, op. cit., t° I, pp. 97-98.

[2].- André, Marius, op. cit., pp. 19, 20, 21, 30. Cfr. Descola, Jean, Los Libertadores, Barcelona, Juventud, 1978, p. 219: “Hasta que fue a España no sabía nada de gramática ni de ortografía”.

[3].- Rumazo González, Alfonso, Sucre. Gran Mariscal de Ayacucho (Biografía), Madrid, Aguilar, 1963, pp. 257, 258, 259, 260 y notas.

[4].- André, Marius, op. cit., pp. 227, 228, 229.

[5].- Mancini, Jules, Bolívar y la emancipación de las colonias españolas desde los orígenes hasta 1815, París-México, Librería de la viuda de C. Bouret, 1914, pp. 130, 151, 116, 117.

[6].- “Por fin han de hacer tanto los letrados, que se proscriban de la república de Colombia, como hizo Platón con los poetas en la suya. Estos señores piensan que la voluntad del pueblo es la opinión de ellos, sin saber que en Colombia el pueblo está en el ejército”.

[7].- “Yo creo que la primera cualidad de las cosas es la existencia, y que las demás son secundarias. Existamos, pues, aunque sea con nuestros defectos y desigualdades”.

[8].- Todas las citas en: Fraga Iribarne, Manuel, Sociedad, Política y Gobierno en Hispanoamérica, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1962, pp. 7, 4.

[9].- Belaúnde, Víctor Andrés, Bolívar y el pensamiento político de la revolución hispanoamericana, Madrid, Cultura Hispánica, 1959, p. 139.

[10].- André, Marius, op. cit., p, 258. Y reitera el concepto en otro libro. “Los escritores americanos- expone- entusiastas de Bolívar, tienden un púdico velo sobre este período”. “¡ Suprimen, entre otras cosas, la parte del testamento de Bolívar, que es una profesión de fe católica”: André, Marius, El fin del Imperio Español en América, cit., p. 159.

[11].- “No hay buena fe en América, ni entre los hombres ni entre las naciones. Los tratados son papeles; las constituciones, libros; las elecciones, combates; la libertad, anarquía, y la vida un tormento” ( Simón Bolívar, “Mirada a la América”, 1829). “Es imposible poder soportar los desdenes injuriosos de tantos liberales del mundo que prefieren los crímenes que trae consigo la anarquía al bienestar y el reposo” (Simón Bolívar, carta al Dr. Castillo, 1 de junio de 1829). “El Libertador está de acuerdo con estas ideas (monárquicas). Dice que el espectáculo de la América española debe haber convencido al mundo entero que la República no era más que anarquía” (Bresson, delegado francés, 6 de junio de 1829). Juan García del Río, ministro de Bolívar, “ya desde sus tiempos peruanos había sido preconizador máximo de la monarquía al lado de San Martín como luego al de Bolívar, y era el autor de las famosas “Meditaciones”, que tanto gustaban a Bolívar, y que no eran sino folletos monárquicos”. Bolívar: “Los jóvenes demagogos van a imitar la conducta sanguinaria de los godos o de los jacobinos para hacerse temer y seguir por la canalla…Esto es único en los anales de los crímenes, y lo que es peor, irremediable”. “Los códigos fabricados por dulces visionarios que, imaginando repúblicas etéreas, han querido elevarse a la perfección política presuponiendo la perfectibilidad del género humano”. “La libertad indefinida y la democracia absoluta son escollos contra los que se han estrellado todas las Repúblicas”. “Nunca ha de olvidarse que la excelencia de un gobierno no consiste en su teoría sino en que sea apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación para la cual está instituido”. “No hay que dejar todo al azar y a la ventura de las elecciones: el pueblo se engaña más fácilmente que la naturaleza perfeccionada por la educación”. “Los gritos del género humano en los campos de batalla y en las asambleas tumultuosas, son testimonios elevados al cielo contra los legisladores desconsiderados que se figuran que puede hacerse impunemente ensayos de constituciones quiméricas”. “El gobierno democrático absoluto es tan tiránico como el despotismo”. “La nación más instruida del universo antiguo y moderno (Francia) no ha podido resistir a la violencia de las tempestades inherentes a las teorías puras. Si la Francia europea, siempre soberana e independiente, no ha podido soportar el peso de una libertad ilimitada, ¿ cómo sería dado a Colombia realizar el delirio de Robespierre y Marat? ¿ Se puede siquiera soñar semejante sonambulismo político? Legisladores: ¡ guardaos mucho de ser comparados por el juicio inexorable de la posteridad a los monstruos de Francia!”. “Los demagogos no quieren monarquías ni vitalicios, menos aun aristocracia; ¿ por qué no se ahogan de una vez en el estrepitoso y alegre océano de la anarquía? Esto es bien popular, y por lo mismo debe ser lo mejor, porque según mi máxima, el soberano debe ser infalible”. Carta a Vallarino: “Los pueblos- me dijo- están cansados, no quieren más que paz y orden, porque amigo mío, pensar que las ideas liberales están generalizadas es un error. Hay muchos hombres de juicio que no están por el sistema representativo, porque están persuadidos de que es inadaptable a estos países…aquí los hombres están acostumbrados al sistema español (monárquico), y no hay poder bastante fuerte para contrariar unos hábitos que están arraigados en el corazón”. Al Dr. Vergara, 31.8. 1829: “¡ Ay, amigo mío!, estoy desilusionado con tantas Constituciones: es cosa que está hoy de moda, pero su fracaso se acentúa de día en día”. Textos en: André, Marius, Bolívar y la democracia, cit., pp. 278, 279; Belaúnde, Víctor Andrés, op. cit., p. 384; Madariaga, Salvador de, op. cit., t° II, pp. 456, 516, 448, 522, t° I, p. 519; Bainville, Jacques, Los Dictadores. Síntesis histórica y biográfica, Bs. As., Juventud Argentina, 1938, pp. 127-128; Villanueva, Carlos A., op. cit., pp. 165-226.

[12].- Belaúnde, Víctor Andrés, op. cit., p. 23; André, Marius, Bolívar y la democracia, cit., p. 255.

[13].- Madariaga, Salvador de, op. cit., t° II, pp. 481, 482.

[14].- “Yo creo que estamos en una verdadera Anarquía, o por lo menos en una cosa muy parecida. ¡ Carajo con nuestros paisanitos! Toma liberalidad y con ella nos vamos al sepulcro…Un susto me da cada vez que veo estas teorías de libertad, seguridad individual, idem de propiedad, libertad de imprenta, etc., etc.” ( carta a Tomás Guido, 28. 1.1816). “Desorganización y Anarquía…la única provincia y tropa que mantienen el orden y se han liberado del contagio general son éstas (de Cuyo), pero crea Ud. que me ha costado esfuerzos sobrenaturales para conseguirlo, ya empleando un rigor extraordinario ( que mis Paisanos llaman crueldad y despotismo)” ( carta al Comodoro William Bowles, 7. 9. 1816). “Las nociones democráticas han perdido el noventa por ciento del apoyo de los hombres dirigentes” (carta a Lord Macduff, 9. 11. 1817). “Los enemigos que nos van a atacar no se contienen con libertad de imprenta, seguridad individual, idem de propiedad, Estatutos, Reglamentos, Constituciones. Las bayonetas y los sables son los que tienen que rechazarlos” (carta al Director Supremo Grl. José Rondeau, 27.8.1819). “Las agitaciones…hacen clamar a lo general de los hombres…por un gobierno riguroso, en una palabra militar, porque el que se ahoga no repara en lo que se agarra…unos cuantos demagogos, que con sus locas teorías lo han precipitado en los males que lo afligen” (carta a Bernardo O´Higgins, 5.4.1829). En la ciudad de Buenos Aires “se encuentra la crema de la anarquía, de hombres inquietos y viciosos, de los que no viven más que de trastornos, porque no teniendo nada que perder todo lo esperan ganar en el desorden; porque el lujo excesivo multiplicando las necesidades se procura satisfacer sin reparar en los medios…el título de un gobierno no está signado a la más o menos liberalidad de sus principios, pero sí a la influencia que tiene en el bienestar de los que obedecen. Ya es tiempo de dejarnos de teorías, que 24 años de experiencia no han producido más que calamidades. Los hombres no viven de ilusiones sino de hechos. ¿ Qué me importa que se me repita hasta la saciedad que vivo en un país de libertad, si por el contrario se me oprime? ¡ Libertad! Désela Ud. a un niño de dos años para que se entretenga por vía de diversión con un estuche de navajas de afeitar, y Ud. me contará los resultados. ¡ Libertad! Para que un hombre de honor sea atacado por una prensa licenciosa, sin que haya leyes que lo protejan, y si existen se hagan ilusorias…¡ Libertad! Maldita sea tal libertad, no será el hijo de mi madre el que venga a gozar de los beneficios que ella proporciona. Hasta que no vea establecido un gobierno que los demagogos llamen tirano, y me proteja contra los males que brinda la actual libertad…El hombre que establezca el orden en nuestra patria, sea cuales sean los medios que para ello emplee, es el solo que merecerá el noble título de su libertador” ( carta a Tomás Guido, 1.2.1834). “El establecimiento de un gobierno fuerte; o más claro, Absoluto, que enseñase a nuestros compatriotas a obedecer…yo miro como bueno y legal todo gobierno que establezca el orden de un modo sólido y estable” ( carta a Tomás Guido, 17. 12. 1835). “Desengañémonos, nuestros países no pueden ( a lo menos por muchos años) regirse de otro modo que por gobiernos vigorosos, más claro, despóticos…No hay otro arbitrio para salvar un Estado que tiene (como el Perú) muchos Doctores…que un gobierno absoluto”( carta a Tomás Guido, 26. 10. 1836). “Los revolucionarios de profesión… una minoría imperceptible y despreciada por sus máximas subversivas de todo orden…Las máximas de odio infiltradas por los demagogos…acompañada de la propaganda revolucionaria, medio funesto” (carta a Ramón Castilla, 11 setiembre de 1848). San Martín fue siempre monarquista, hasta 1846, cuando en carta al Grl. chileno Francisco Antonio Pinto, del 26.9.1846, ante la experiencia única del portalismo, le expresa: “Tiene usted razón; su afortunada patria ha resuelto el problema (confieso mi error: yo no lo creí) de que se pueda ser republicano hablando la lengua española”: textos en: Díaz Araujo, Enrique, Don José y los chatarreros, cit., pp. 202, 207-217. Republicano, pero antiliberal.

[15].- Nectario M., H., op. cit., pp. 8-27.

[16].- Nectario M., H., op. cit., p. 36.

[17].- Belaúnde, Víctor Andrés, op. cit.,pp. 374-375. Gabriel García Márquez, destaca que lo “acusaban de ser veleidoso…de que había sido masón y leía a Voltaire en misa, pero era el paladín de la Iglesia”: El general en su laberinto, Bs. As., Sudamericana, 2007, p. 192.


[18].- Nectario M, H., op. cit., pp. 41-42. Esta parte, que es “una profesión de fe católica”, fue suprimida por los historiadores liberales: André, Marius, El fin del imperio español en América, cit., p. 159, nota 1.

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