viernes, 14 de agosto de 2015

La Eucaristía en la historia patria (Primera parte)

“Cuando no hay una comunidad de hombres asociados por la adopción en común acuerdo de un derecho y una comunión de intereses, ciertamente no existe un pueblo...Pueblo es el conjunto multitudinario de seres racionales asociados en virtud de una participación, concordes en unos intereses comunes.” (San Agustín, De Civitate Dei, L. XIX, cap. 24) 
  
     El texto de San Agustín nos pone en contacto con una verdad fundamental: pueblo es un conjunto de seres racionales asociados en virtud de una participación. En primer lugar, hablamos de seres racionales. En la clásica definición de Aristóteles se define al hombre como animal racional, y además político. Racional por su capacidad de definir lo que las cosas son(1). En segundo lugar, este animal racional, capaz de definiciones, se une con otros para comunicarse el saber y las normas de conductas que deben ser acordes con ese saber. Esa unión supone un orden, por tanto debe haber jefatura y mando de un lado, y obediencia del otro, para que la convivencia pueda ser armónica. Convivencia fundada en aquella Verdad y en aquellas Normas, definidas por los que saben –en el sentido de conocimiento del SER de las cosas, y en el sentido de saborear esa realidad profunda que las cosas son y el Orden que esas cosas manifiestan(2) . La racionalidad del hombre, abierta a la Verdad de las cosas, lleva por tanto a su politicidad, ya que necesita asociarse con otros en un todo ordenado, para comunicarse los bienes de la cultura. Esa convivencia supone la participación de los bienes culturales y espirituales que esa comunidad descubre y produce. En una sociedad marcada por la presencia de la Fe Católica, también son comunicados los Bienes espirituales que elevan el Orden Natural al Orden Sobrenatural. El principal Bien que la Iglesia Católica comunica es al mismo Jesucristo, presente en la Eucaristía(3). Por lo tanto, una comunidad cristiana crece en torno a la participación en el Banquete Eucarístico. Si indagamos en profundidad, y con verdad, la historia patria, encontraremos el lugar central que la Eucaristía ocupó en nuestro devenir nacional, y el rol fundamental que jugó en los grandes momentos de nuestra Historia. A continuación pasaremos a analizar y demostrar dicha afirmación.
    
PRIMERA PARTE: PERÍODO HISPANO

     El 1° de abril de 1520 se celebró la primera Misa en nuestro territorio. Ésta se llevó a cabo en el puerto San Julián, por orden de Hernando de Magallanes. Con motivo de celebrarse el 450 aniversario de dicho acontecimiento, el entonces Papa Pablo VI Paulo VI remitió una Carta, fechada el 19 de marzo de 1970, en la que, entre otras cosas, expresaba: “Esa efemérides, evocadora de tantas memorias en la historia religiosa, congregará (…) a numerosos hijos de la Patria y de la Iglesia en torno a un mismo Altar eucarístico. A él nos acercamos también nosotros para adorar a Cristo y agradecerle los dones que, con su presencia real y sustancial, ha ido derramando sobre la amadísima Argentina; nos acercamos con un deseo y una plegaria: que la Eucaristía, perpetuación de la Ultima Cena y del Sacrificio del Gólgota, sea siempre y efectivamente, en la trayectoria de la comunidad católica nacional y en la vida de cada uno de sus miembros, un sacramento de piedad que los mantenga fuertes y fieles en su conducta cristiana haciéndoles saborear el gozo de sentirse Hijos de Dios”.

      A partir de los asentamientos españoles que se fueron estableciendo a lo largo de nuestro territorio durante el siglo XVI, las capillas e iglesias en las cuales se celebraba el Santo Sacrificio, se multiplicaron, convirtiéndose en centros “irradiadores” de la Gracia, en el ámbito nuestro espacio nacional.

HÉROES Y SANTOS:

     La acción civilizadora y evangelizadora de América fue obra fundamentalmente de santos y de héroes(4). La Eucaristía era el alimento que nutría el alma de éstos, y en torno a la misa se crearon las comunidades cristianas americanas. El Tercer Concilio de Lima convocado por el Arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo, mandaba “que la liturgia se celebre con gran esplendor y ceremonia, ‘pues esta nación de indios se atraen y provocan sobremanera al conocimiento y veneración del Sumo Dios con las ceremonias y aparato del culto divino’. Por tanto, en todo esto ha de ponerse gran cuidado, y procurar que haya ‘escuela y capilla de cantores y juntamente música de flautas y chirimías y otros instrumentos acomodados en las iglesias’. De hecho, en cumplimiento de estas normas, vienen a lograrse, por ejemplo, en las Reducciones del Paraguay, cultos a grandes coros y a toda orquesta, realmente impresionantes(5)

LOS JESUITAS

     La acción evangelizadora que llevaron adelante las distintas Órdenes religiosas se propuso introducir a los nativos de estas tierras en la Comunidad Cristiana a través del Bautismo y de la participación en el Banquete Eucarístico. Una mención particular merece la acción de la Compañía de Jesús a través de las Reducciones Guaraníticas, auténticos baluartes de la Cristiandad Hispana en la América del Sur. Lucía Gálvez nos relata el estilo de vida de esos pueblos, poniendo de manifiesto el valor que tenía la liturgia, la belleza que se procuraba darle -por lo que significa en sí misma como Acción de Cristo y por el valor pedagógico que tiene una celebración bien realizada-.  Hace referencia, además, a los actos que se realizaban en torno a la Misa –aunque no específicamente dentro del Sacrificio,  dado que Éste tiene un Valor Infinito por sí mismo-:

   “Los domingos descansaban, así como también los numerosos días de fiesta. Por la mañana, cada escuadra partía cantando para el trabajo, precedida por una imagen sagrada. Por la tarde volvían cantando el catecismo o rezando el rosario, cuando no lo hacían en la iglesia. El domingo, después de la misa solemne, con profusión de cantos y música instrumental, se distraían con el tiro al blanco, las carreras de caballos, los juegos de pelota y los conciertos. En las fiestas de la Virgen y los santos patronos, y sobre todo en la festividad de Corpus y la de San Ignacio, se representaban obras de teatro y ‘misterios’ o autos sacramentales, la mayoría compuestos por los mismos misioneros”.(6)

     En otra de sus obras, Lucía Gálvez cita la obra “La República de Platón y los guaraníes”, de José Manuel Peramás: “En los templos guaraníes el interés máximo se concentraba en Dios y en las cosas de Dios. El templo era magnífico, con sus tres naves y otras tantas puertas que daban a la plaza. Todo en él era eximio y difícilmente, aun en las grandes ciudades, se celebrarían las funciones litúrgicas con  y más pompa y esplendor. Artesonados, cúpula, columnas, altares, todo se hallaba revestido de oro y de pinturas. Los candelabros, los vasos y demás objetos de culto eran de plata. Los ornamentos sacerdotales de damasco, de tisú de oro, o bordados en oro”.(7)

    En su visita a nuestra  Patria el entonces Cardenal Pacelli –futuro Pío XII- también se refirió a la devoción eucarística que floreció en aquellas Reducciones. Dijo acerca de la religiosidad de los argentinos:

     “Vosotros no sois un pueblo neófito, habéis vivido cuatro siglos de cristianismo, y esos siglos están repletos de hazañas eucarísticas.
     Todos hemos leído entre dulces lágrimas de emoción, las narraciones de aquellas sencillas fiestas eucarísticas, sobre todo de las fiestas del Corpus, que se celebraban en las antiguas reducciones.
     Cantan y bailan los naturales de ellas con inocencia de paraíso y con ritmo bíblico en torno al arca de la Nueva Ley; los bosques dan sus ramas y sus pájaros, la tierra sus flores y sus frutos; hasta los ríos dan sus peces para simbolizar de un modo a la vez primitivo y sublime que es del Señor la tierra y su plenitud; Jesús, desde la Hostia Santa se siente rodeado de corazones coronados con macisas virtudes evangélicas, como si hubiera bajado a su huerto y le acariciara el perfume de las más bellas flores. Allí se veía realizada, como quizá no se ha realizado jamás en la historia, la idea central del presente congreso, el Reinado de Jesucristo en lo que tiene de íntimo para el alma y en lo que tiene de majestuoso para los pueblos. Ni una sola alma, ni una sola institución, podían esquivar los rayos del sol de la Eucaristía”.(8)

     Cuando en 1767 fueron expulsados los jesuitas una mujer, la “beata” María Antonia de Paz y Figueroa, más conocida como “Mamá Antula” fue la encargada de continuar la labor dejada trunca por aquéllos; sobre todo en lo que respecta al trabajo pastoral entre la población blanca, en particular a través de los Ejercicios de San Ignacio. María Antonia fue una infatigable promotora de dichos Ejercicios, reuniendo ejercitantes, buscando predicadores, y hasta poniendo los medios para que se comience a construir una Casa para Ejercicios en Buenos Aires. El ambiente de silencio y de meditación de estas prácticas religiosas, está embebido de piedad eucarística.

                                                        Continua...

                                                                       Lic. Javier Ruffino

Notas:
[1] “La definición o concepto de un ser determinado...es la afirmación de su esencia fija e inmutable; de lo que hace que sea lo que es y no otra cosa...Definir es distinguir y jerarquizar; es establecer el lugar y el rango de cada cosa en el universo. La definición es la soberanía de la mente, el señorío del hombre sobre sí mismo y sobre las cosa.” (Genta, Jordán B. Guerra contrarrevolucionaria)
2 “Platón había enseñado que los filósofos eran quienes debían gobernar. Debemos entender, en realidad, que sin filosofía, sin verdadera sabiduría humana y divina no es posible realizar el fin propio del gobierno político, no es posible realizar el Bien Común en orden al Bien Común trascendente...” (Genta, Jordan B. Testamento Político)
3 Muchos se han ocupado de estudiar la Historia del Santo Sacrificio de la Misa, de su impacto social, de la evolución en la forma de celebrar el sacrificio. El paso de los años y de los siglos, permitió a los cristianos penetrar y profundizar en las Riquezas contenidas en tan gran Acción Litúrgica. Al punto de llegar a hacer permanente la presencia del Misterio de la Cruz a través de la Reserva y la Adoración Eucarística. El cristiano puesto delante de la Eucaristía, contempla el Misterio de su Redención, obrada por Cristo Muerto y Resucitado, y presente verdaderamente en el Santísimo Sacramento. En este contexto merece una mención especial aquel infatigable apóstol de las “Sagrarios abandonados”: el Obispo español Monseñor Manuel González. En el presente artículo podremos observar tanto el impacto de la Misa como de la Adoración Eucarística en nuestra Patria.
4 España, ubicada en el extremo oeste de Europa, también debió batallar por la cultura y la religión. En esta tarea sobresalieron, también, monjes, frailes, reyes y caballeros cristianos: se unían la Cruz y la Espada. Esta gesta culminó con la obra de los Reyes Católicos: Isabel de Castilla y  Fernando de Aragón, quienes en 1492 reconquistaron el último baluarte moro en la Península Ibérica. Al mismo tiempo, apoyaron los proyectos exploradores del Almirante Colón. A la acción de éste se debe el Descubrimiento de América. El paso siguiente fue el proceso de Conquista del Nuevo Mundo, conforme a la concepción que se tenía en la época acerca del derecho de los Príncipes cristianos “a conquistar tierra de infieles”, para gloria de las naciones cristianas, justo ordenamiento político de los pueblos “bárbaros”, y evangelización de los mismos. La colonización de América fue una tarea conjunta de la Corona Española y de la Iglesia, de los capitanes y soldados y de los frailes y sacerdotes, de la Espada y de la Cruz.
     No todo fue maldad, opresión, avaricia y rapiña en la colonización y evangelización de América. Hubo gestos heroicos y de gran desprendimiento y amor por parte de sacerdotes y colonizadores. Como toda obra humana, se halla manchada por el pecado, pero al lado de éste hubo actos de heroísmo, arrojo, valor, aguante, santidad; y todo llevado adelante por amor: amor a Cristo, para quien se quería ganar almas; amor al Rey, para quien se quería ganar tierras; amor a la propia Patria, por cuya grandeza se arriesgaba la vida; amor a la justicia, cuando se luchaba contra cultos que ofrecían seres humanos en sacrificio, cuando se realizaban alianzas con pueblos “amigos” para ayudarlos contra algún enemigo “molesto” y opresor; y amor, en definitiva, a los mismos indios, para quienes se quería lo mejor: la civilización y la Fe. Es cierto que los conquistadores se llevaron el oro y la plata de América, y a costa de dura servidumbre de muchos indios –aunque existieron Leyes que regularon el trabajo de los mismos-; pero también es cierto que gran parte de aquella riqueza fue reinvertida en América: a través de la construcción de Escuelas, Colegios, Universidades, iglesias, capillas, hospitales, el sostenimiento de misioneros, etc. Por otra parte, América recibió una gran riqueza, superior a todo el oro y la plata: la lengua española, la Fe cristiana, la tradición occidental –con la profunda sabiduría de la herencia grecolatina-.
5 Iraburu, José María. Hechos de los Apóstoles de América.
6 Gálvez, Lucía. Las Mil y Una historias de América.
7 Gálvez, Lucía. Guaraníes y Jesuitas. De la Tierra sin Mal al Paraíso.
8 Cardenal Pacelli, Legado Papal, el 10 de octubre de 1934, discurso en la asamblea inaugural del Congreso Eucarístico Internacional.


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